Venezuela: Las tres crisis de Nicolás Maduro

Nicolás Maduro confronta tres crisis simultaneas que se refuerzan mutuamente, se han acentuando recientemente y constituyen un complicado circulo vicioso que recuerda la ley del economista Rudiger Dornbusch.  Dicha ley establece que los economistas, pero también otros estudiosos sociales, suelen tener la oportunidad de equivocarse por partida doble respecto a la dinámica propia de las crisis.  Tardan más en llegar de lo que se piensa, pero entonces suceden mucho más rápido de lo que se piensa.

Venezuela sufre de una situación económica insostenible, heredada de las patéticas políticas de Chávez, quien estimulaba mucho la demanda agregada mediante políticas populistas expansivas del gasto público, mientras que, a la vez, restringía la oferta agregada con expropiaciones de empresas, rigidices e inflexibilidades laborales, y con controles de precios.  Estos hacen que muchos bienes tengan precios por debajo de su costo de producción, lo que desalienta la inversión privada extranjera y alienta la fuga de capitales.  Como secuela de las políticas públicas, así como del estancamiento de la producción y del precio del petróleo, en Venezuela se ha desatado una elevada inflación y un creciente desabastecimiento, con un producto en contracción, escasez de divisas a pesar de la devaluación de 47%, una deuda externa no inferior al 55% del PIB a la tasa de cambio sobrevaluada de Bs6.3 por US$1 y una elevada tasa de riesgo país de alrededor de 800 puntos.

 

Como señalaría Paul Krugman la crisis es consecuencia de las malas políticas económicas ya que la situación descrita ha coincidido con la bonanza petrolera, el aumento del endeudamiento externo y la pérdida de reservas internacionales.  Es cada vez mas claro que la causa inmediata de los problemas es atribuible al desmesurado aumento del gasto público real del 25% en 2012 que determinó un déficit fiscal del 19% del PIB y conllevó una expansión monetaria y de la deuda externa para financiarlo, así como de las importaciones (con la consecuente disminución de las reservas internacionales y el aumento de la deuda externa) y de las presiones inflacionarias para absorberlo.  Es imposible reducir el abultado déficit fiscal sin una recesión, pero hay que disminuirlo para evitar una creciente inflación.

 

Maduro, asimismo, confronta una crisis de legitimidad por la forma irregular que accedió al poder cuando no le correspondió ejercer como presidente interino y es repudiado crecientemente por el mal disfrazado y peor manejado fraude electoral que lo impuso.  Hubo un gran número de centros electorales donde se forzó la retirada de los representantes de la oposición; un consejo electoral que se negó a verificar los cuadernos de votación, porque hubo mucho más votos que votantes registrados; se prometió internacionalmente una auditoría que no se ha realizado;  y se pretende castigar a los empleados públicos que no votaron por Maduro.  Este pretende mandar, descalificando como burgueses y “asesinos” y con argumentos superficiales a los opositores mayoritarios, y empleando severos métodos represivos característicos de un  gobierno totalitario para someterlos, incluso a los estudiantes universitarios y a la asamblea legislativa, así como eliminado los medios de prensa independientes.  Todo esto está desembocando en una situación de rebeldía popular que rechaza una sociedad excluyente y que s dirigida por una oposición con alta capacidad de organización, un liderazgo que se ha fortalecido mediante difíciles batallas políticas y que no acepta las triquiñuelas ni ser “chivo expiatorio” de los errores del gobierno.  Mientras tanto, Maduro se está centrando en mantener y ampliar la insostenible ayuda externa para ganar aceptación de otros países.

Tal como lo denunciara (o silbara) Mario Silva, Maduro enfrenta una crisis de gobernabilidad.  Según Trasparencia Internacional Venezuela tiene un elevado índice de corrupción, el mayor de América Latina en 2012, similar al de Haití, con una administración pública en la cual prevalecen los intereses personales sobre los intereses sociales y carece de un mínimo Estado de Derecho y de controles y supervisión en la utilización de los recursos públicos, lo que alienta la corrupción por la flagrante impunidad.  El propio gobierno ha reconocido que en el régimen de control de cambio las divisas se otorgan a falsas “empresas de maletín”.  Adicionalmente, la administración de Maduro intenta reproducir e imponer en Venezuela el fracasado sistema socioeconómico cubano, lo  que tiene un fuerte rechazo ciudadano.

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