Hay dos importantes temas de política económica que se están debatiendo activamente en los países avanzados en recesión o crecimiento anémico: si las políticas monetarias no convencionales, principalmente la flexibilización cuantitativa, son pertinentes, y cuáles son las políticas fiscales más apropiadas (austeridad o estímulo) para superar la situación existente.
Cuando se entró en la Gran Recesión hubo consenso de que los bancos centrales redujeran las tasas de interés hasta nivel cero o cercano a cero. Una vez que se logró ese nivel, o sea que se agotó la política monetaria tradicional de disminuir las tasas de interés, hubo la decisión de mantener políticas monetarias expansivas comprando valores públicos e hipotecarios en poder del sistema financiero, particularmente en EEUU, para inyectar mayores recursos a las carteras de los bancos comerciales y reducir las tasas de interés de mediano y largo plazo. También se hicieron promesas de mantener esta política en el futuro. Ello ha desatado un amplio debate sobre la propiedad de las medidas ya que varios especialistas (entre otros: John Taylor, Nouriel Roubini, Martin Feldstein) consideran que se están creando severas distorsiones en el sistema financiero, entre ellas burbujas de crédito, y, por ende, en la economía real, así como en las tasas de cambio internacionales, propiciando una incipiente guerra cambiaria. Estos especialistas expresan serias dudas sobre si la política no convencional, dada la magnitud de las compras de valores realizadas y los plazos de reacción a las políticas monetarias, se podrá revertir oportuna y apropiadamente, o sea sin acentuar presiones inflacionarias o desatar presiones contractivas.
Bernanke el propulsor de una política no convencional muy agresiva está encontrando cada vez mayor oposición dentro de la Reserva Federal y en los medios académicos, especialmente a medida que las expectativas de recuperación en los EEUU se han fortalecido. Personalmente considero que esta política será suavizada pronto, como ya se prevé, o aún que será completamente abandonada.
En cuanto a la política fiscal, en general los países más avanzados recurrieron a una política expansionista para contrarrestar los efectos inmediatos de la Gran Recesión en 2008-2009, lo que determinó elevados déficits fiscales y el aumento de la deuda pública en relación con el PIB. Sin embargo, poco después comenzó una preocupación en varios países --entre otros el Reino Unido, los países periféricos de la zona euro, el Banco Central Europeo-- sobre si los niveles de los déficits y de la relación deuda con el PIB eran sostenibles y si tendrían efectos adversos en la economía real. Ello se vio respaldado por un influyente estudio de Reinhart y Rogoff que estableció un umbral para la relación deuda pública con el PIB del 90% que una vez se trascendía determina un crecimiento negativo del PIB. Entonces comenzó un debate, que todavía continúa, entre varios especialistas que sostienen que lo que necesitan los países en recesión es un programa de estímulo fiscal y no de austeridad, que el umbral deuda pública con el PIB es falso y que la relación deuda con el PIB aumenta cuando hay recesión si no hay estímulo fiscal.
Si bien la política de la austeridad fiscal cuenta hoy en día con mucho menor respaldo en los países que la han adoptado y el afamado umbral de Reinhart-Rogoff resultó falso, tal como sus propios autores lo han reconocido; tampoco hay mucho apoyo a una política expansiva de déficit fiscal dadas las elevadas relaciones de deuda con el PIB existentes y la competencia que hay entre muchos países para atraer nuevas inversiones reduciendo los niveles impositivos.