El informe de perspectivas de la OCDE, correspondiente al mes de junio, ha expuesto con claridad las condiciones del entorno de la economía mundial. Este artículo pasa revista a las mismas y ofrece algunas opciones de política económica sugeridas por este organismo internacional.
A modo de resumen, la OCDE considera que se está pagando un alto precio por la guerra de Rusia contra Ucrania y ello va a condicionar el futuro económico de muchos países. Además, este precio puede ir en aumento como consecuencia de la catástrofe humanitaria de la guerra, con el exterminio de miles de personas, y los desplazamientos masivos de aquellos que huyen del conflicto.
Hasta la fecha, las consecuencias de la guerra han producido una crisis de inflación, que afecta a todo el mundo, hacia una tendencia de menor crecimiento de la economía mundial, que se ve reforzada por la política china de "COVID cero". Este escenario no se observaba desde la década de 1970. El aumento de la inflación, impulsado en gran medida por las fuertes subidas de los precios de la energía y los alimentos, está provocando privaciones a las personas de más bajos ingresos, a la vez que genera graves riesgos para la seguridad alimentaria en las economías más pobres del mundo.
La OCDE señala que, antes de la guerra, la economía mundial se había embarcado en una recuperación intensa, aunque dispar, como reacción a la parálisis provocada por el COVID-19. Después llegaron las perturbaciones en las cadenas de suministro globales, con el cierre de empresas y fábricas en China, como consecuencia de la política “COVID cero”, y finalmente la guerra en Ucrania, asestando un duro golpe a la recuperación.
De modo que, la primera consecuencia de todo ello es que la previsión de crecimiento del PIB mundial se va a frenar de forma brusca en 2022 hasta situarse en torno al 3%, y se mantendrá a una tasa similar en 2023. Sin duda alguna, un ritmo de recuperación muy por debajo del proyectado el pasado mes de diciembre.
El crecimiento será mucho más débil de lo previsto en casi todas las economías. Muchos de los países más afectados por la reducción del crecimiento se encuentran en Europa, que se está viendo muy afectada por la guerra, como consecuencia de las importaciones de energía y los desplazamientos de refugiados.
Pero el aumento de la inflación está afectando a todos los países del mundo, lo que reduce los ingresos y el gasto en términos reales, obstaculizando aún más la recuperación. La desaceleración del crecimiento es el precio de la guerra que se pagará con un descenso de los ingresos y menos oportunidades de empleo. Y es que la guerra en Ucrania, según la OCDE, ha eliminado de sopetón las esperanzas de ver pronto el final del aumento de la inflación, que comenzó en la economía mundial en 2021 y principios de 2022, a causa de cuellos de botella en las cadenas de suministro asociados al COVID-19.
Los elevados precios de los alimentos y la energía, y el continuo agravamiento de los problemas en las cadenas de suministro, indican que la inflación de los precios al consumo no es un fenómeno temporal, como se preveía antes de la guerra, y que alcanzará su punto de inflexión máximo más tarde y a niveles superiores a lo que se había estimado. De hecho, las nuevas proyecciones de la OCDE calculan el impacto internacional de la guerra en las tasas de inflación, que ya han alcanzado sus niveles más altos en 40 años en Alemania, el Reino Unido y Estados Unidos.
No obstante, la OCDE percibe un cierto alivio de las presiones de la cadena de suministro y de los precios de las materias primas, sin embargo, la subida de los tipos de interés empezará a notarse en 2023, para lograr que la inflación subyacente se mantenga en torno a los objetivos de los bancos centrales, o por encima de ellos a finales de año en muchas de las principales economías.
La OCDE reconoce que Rusia y Ucrania son importantes proveedores en muchos mercados de materias primas; en conjunto, representan alrededor del 30% de las exportaciones mundiales de trigo, el 20% de las de maíz, fertilizantes minerales y gas natural, y el 11% de las de petróleo, de modo que los precios de estos productos aumentarán considerablemente como consecuencia de la guerra.
Si no se adoptan medidas, la OCDE prevé un alto riesgo de crisis alimentaria provocado por las interrupciones en el suministro, sobre todo, para aquellos países de bajos ingresos que dependen en gran medida de Rusia y Ucrania para obtener alimentos básicos. Además, las cuentas públicas de estos países se encuentran afectadas por los dos años de pandemia, y en ese sentido, algunos podrían tener dificultades para lograr que los alimentos y la energía lleguen a precios asequibles a sus ciudadanos, mediante la concesión de subsidios. Ello acrecienta el riesgo de hambruna y el previsible malestar social.
La OCDE observa que el aumento de los precios de las materias primas y posibles interrupciones de la producción tendrán consecuencias importantes. Junto a ello, la fuerte subida de la inflación reduce el poder adquisitivo, lo que obligará a los hogares de menores ingresos a recortar su gasto en otros artículos para poder cubrir las necesidades básicas de energía y alimentos.
En estas condiciones, ¿Qué hacer? ¿Qué recomienda la OCDE?
En primer lugar, promover una mayor cooperación internacional, esencial para evitar una crisis alimentaria. Reducir las restricciones a la exportación, que hacen subir los precios mundiales, intensificar esfuerzos para transportar productos básicos desde Ucrania y ofrecer asistencia directa bien canalizada beneficiaría a los países castigados por las actuales convulsiones.
En segundo lugar, para los gobiernos, la protección a los hogares de bajos ingresos de los costes de la guerra debe ser la máxima prioridad. Sin embargo, la mejor forma de prestar este apoyo y amortiguar el impacto de los precios más altos es la adopción de medidas fiscales temporales, debidamente orientadas y supeditadas a la evaluación de los medios económicos de los beneficiarios.
En tercer lugar, en las economías donde el crecimiento y el empleo son saludables, el nivel de inflación no justifica una política monetaria acomodaticia. Cuanto más extendida y arraigada se encuentre la inflación, más rápido se debe atajar. La OCDE hace un llamado al papel activo de la política monetaria y sostiene que es probable que sean necesarias nuevas subidas de los tipos de interés en muchas economías emergentes, para contribuir a anclar las expectativas de inflación y evitar salidas de capitales con efectos desestabilizadores.
En cuarto lugar, pero no por ello menos importante, la guerra ha vuelto a poner de relieve la importancia de hacer los deberes en materia de seguridad energética. La OCDE recomienda acelerar la transición hacia las energías verdes para mejorar la seguridad energética, al tiempo que se reducen las emisiones de carbono. Los incentivos regulatorios y fiscales pueden estimular el avance hacia fuentes de energía alternativas, pero las inversiones a gran escala en energías renovables van a precisar cobre, tierras raras y otros materiales que se concentran en unos pocos países. Una vez más, el libre comercio internacional resultará, por tanto, esencial para lograr la transición y la seguridad energética.