En estos días nos preparamos para celebrar la fiesta de nuestra Madre y Patrona, nuestra Señora de la Caridad del Cobre. Así la veneraron nuestros mambises, y lo seguimos haciendo la gran mayoría de los cubanos, con respeto, devoción y profundo cariño. Ella ha estado, y sigue estando presente, en nuestras luchas. Sigue, como madre fiel, alentándonos a no desfallecer en la confianza en su amado hijo.
No es únicamente en nuestra isla donde sentimos ese amor por la Madre, su presencia es acogida en el mundo entero. Una misma Madre bajo diferentes advocaciones, una misma madre acogiendo y protegiendo a todos sus hijos, especialmente a los que más sufren.
Detengo mi mirada ante María y le presento cada día de la novena en su honor, a tres pueblos que llevan viviendo hace muchos años bajo dictadura. Uno se ha levantado con toda la fuerza que estaba contenida y sus gritos de libertad nacen de un coraje y una decisión firme de luchar hasta el final por su independencia. Admiro esa tenacidad y constancia, y pido a la Virgen que los acompañe y que sea la verdad la que siga triunfando, porque la evidencia del triunfo es innegable a los ojos del mundo.
Mi oración por ti, querida Venezuela; no desfallezcas, porque estás tocando con tus propias manos la libertad que te fue arrebatada. Me atrevo a pedirte perdón por aquellos cubanos que se han prestado para maltratarte, engañarte y hoy también pretenden mantener ese yugo que te oprime. Tú serás libre porque ese es tu derecho y el mejor regalo que Dios le ha concedido al ser humano desde la creación.
En mi oración y corazón también está Nicaragua, víctima del egoísmo y de la ambición desmedida de poder, donde la represión aumenta, siguen tocando su fe, atacando los proyectos y obras en favor de los más desvalidos al suspenderles su personería jurídica. Este hermano pueblo experimenta la incertidumbre, la inseguridad y duda, no saben si al salir de su país podrán regresar; temen por su seguridad y perder su nacionalidad. Por ti también, querido pueblo de Nicaragua, mi constante oración, para que puedas levantarte y ser una nación próspera, segura y libre para tus hijos; confía en que volverás a ser República.
Quizás con más dolor, y porque es mi sangre, siento a mi amada isla cada día más indefensa y deponiendo cada vez más sus ganas de vivir.
Siento tanto dolor y vergüenza cuando miro la historia de nuestro pueblo, tantas décadas de sufrimiento innecesario, tantas promesas incumplidas, tantos engaños, tantos procesos de rectificaciones de errores… Y como si no fueran suficientes sesenta y cinco años, ahora la nueva promesa de que en cinco años mejorará nuestra economía. Me niego a seguir viviendo en la mentira y que se continúe manipulando a todo un pueblo. Me lacera el alma ver que pretenden sostenernos con migajas, y lo peor, me duele cuando nos alegramos o conformamos con lo que cae de la mesa. No es justo ni sano que seamos cómplices de la injusticia por miedo o porque nos lo merecemos o porque nos ha tocado.
También yo como cubana sufro cuando hay que levantarse sin fuerzas, cuando la esperanza parece apagarse, cuando también me digo que no vale la pena, cuando experimento tanta impotencia, tantas muertes innecesarias por hambre, por falta de recursos, y lo que es más grave, por negligencia, porque nuestro daño es tan severo que el otro deja de importarnos. Cuánto dolor en el alma de cada cubano, de los que aún tienen conciencia de que podría ser diferente, de los que no se dejan manipular o chantajear por pensar diferente, de los que queremos una Cuba nueva, libre, segura, con sabor a Patria, sueños, logros, con calidez y respeto. Una Cuba pensante e inclusiva. Una Cuba-Madre con espacio para todos sus hijos.
Acercándonos a la fiesta de la amada Cachita, no puedo sino agradecer que tengamos una misma Madre cuidando, conteniendo y aguardando el momento de cada uno de nuestros pueblos, la Madre sosteniendo la fe y la confianza de quien la invoca.
Es por eso que celebro la fiesta de María con toda esperanza, con súplica confiada, con deseos de vivir y creer que Ella no nos abandona, que ella nos ayudará a entender las palabras de su hijo: _“Hagan lo que Él les diga”_, y nos ayudará a degustar de una vez y para todas el vino que nos falta: el vino de la libertad, del compromiso por la justicia y el de la unidad como nación.
Cuba, Venezuela y Nicaragua, María nos protege, nos alienta y nos devolverá la alegría. Confiadamente le susurro: En ti, María, nuestra esperanza. Tú has acompañado nuestra historia, tú eres Madre, Patria y Libertad. Tú eres refugio seguro, como toda buena Madre. Defiéndenos de este mal que nos azota. Ayúdanos a ponerle fin al sufrimiento, y camina con nosotros hasta que todos seamos libres, como nos quiere Dios. Que bajo nuestro cielo ondeen las banderas sin sangre, sin represión, hijos sin ataduras y con conciencia de que todos somos hermanos bajo tu manto.
Así te lo pido, Madre, yo me acojo a tu ternura.