Añoranzas del café mañanero

Miriam LeivaLa cosecha cafetalera 2024-2025 comienza en septiembre. Difícilmente llegue a las 10.000 toneladas. En 1961, Cuba recogió la mayor producción de su historia con 60.330 toneladas de café oro, que cayó hasta 8.000 toneladas desde 2011. Cuba exportaba más de 20.000 toneladas de café en grano a mediados de la década de 1950. Actualmente, debería importar unas 8.000 toneladas para completar el consumo interno.

Santiago de Cuba es la provincia mayor productora de café en el país (principalmente sus municipios Tercer Frente, Segundo Frente, Palma Soriano, Contramaestre, San Luis y el propio Santiago de Cuba). La provincia de Guantánamo (sobre todo sus municipios de El Salvador, Yateras, Maisí y Songo-La Maya) le sigue. Con Granma y Holguín, ambas provincias aportan el 90% del total del café producido en la Isla.

 En la región central, Sancti Spíritus, Cienfuegos y Villa Clara producen el 7%, y en el Occidente las provincias de Artemisa y Pinar del Río el 3%. En los últimos cinco años el Gobierno ha impulsado el “Programa de Café en el Llano”, en Matanzas, Isla de la Juventud, Mayabeque, Ciego de Ávila, Camagüey y Las Tunas, los cuales hacen recordar la siembra fallida de café en los alrededores de La Habana, en la década de 1960.

Antes, el aroma del café flotaba en las mañanas. Con los agricultores franceses, que huyeron de Haití a mediados del siglo XVII, el café llegó a las llanuras occidentales de Cuba y se asentó definitivamente en las montañas de Oriente en el siglo XIX y principios del XX. Pero la Revolución de 1959 bajó de las montañas para erradicar todos “los vicios del pasado”.

El decrecimiento de la producción de café en la Isla se detuvo al llegar a 8.220 toneladas en 2018. La imposibilidad de abastecer la cuota mensual de cuatro onzas de café mezclado con chícharo mientras exporta el grano de magnífica calidad, llevó al Gobierno a establecer un plan de 30.000 toneladas para 2030. 

Revivir la producción cafetalera es una misión agónica. Los cafetales envejecieron y no han tenido renovación durante decenios. Desestimulados por las precarias condiciones de vida y los ínfimos salarios los campesinos bajaron de las lomas donde se cultivaba el grano.

Para colmo, en 2018 llegó el período de la llamada “continuidad”, que ya superó al Período Especial. La escasez de recursos, el éxodo de la población, los precios desestimulantes, el mal estado de los secaderos, caminos y campamentos para albergar a los trabajadores, la necesidad de una mejor atención cultural a las plantaciones, las inclemencias de ciclones y sequías, la pandemia de COVID-19 en 2020 y la desastrosa Tarea Ordenamiento han obstaculizado los propósitos de revivir la producción de café.

Los jóvenes cubanos no tienen el hábito de tomar café porque la cuota mensual pasó a ser trimestral o por tiempo indefinido. Los buenos cafés Cubita, Turquino y otros nacionales difícilmente se encuentran. En las mipymes se venden marcas llegadas de Estados Unidos, Colombia, Brasil y otros países latinoamericanos, a precios elevados.

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