He estado pensando en la Virgen de la Caridad como signo de unidad para los cubanos
Los pueblos necesitan símbolos, necesitan puntos de referencia a los cuales mirar a la hora de construir su historia. Para los cubanos, la Virgen de la Caridad ha sido, desde hace ya siglos, un referente de unidad. Ante la Virgen, todos somos hijos, hermanos, cubanos.
Entre los seres humanos siempre habrá diferencias, eso es inevitable, pero esas diferencias pueden ser usadas para justificar desigualdades, y las desigualdades generan división en el corazón de las personas y de los pueblos. Entre las fuentes que generan división están las ideologías.
Las ideologías son un esquema de pensamiento rígido y un intento de explicar y transformar la realidad desde unos conceptos fijos e incuestionables. Por eso suelen promover la mentalidad de “ellos y nosotros”, “ellos contra nosotros”. Hombres contra mujeres, ricos contra pobres, blancos contra negros, revolucionarios y contrarrevolucionarios… es el mismo mecanismo.
La diferencia no es el problema. El problema está en las posturas que generan desigualdad. El problema no es que existan diferentes sexos, ni personas con mejor o peor economía, ni que haya diferentes razas, ni que se tengan diferentes credos políticos. El problema está en que, utilizando esas diferencias, los grupos que controlan el poder limiten o impidan los legítimos derechos y oportunidades de aquellos que son diferentes o piensan en modo diferente.
La ideología marxista, que arraigó en nuestra isla, es particularmente excluyente. “Las calles son de los revolucionarios”, “la universidad es para los revolucionarios”, “socialismo o muerte”, “al que no le guste esto que se vaya”…, los que piensan diferente son “gusanos”, son “escoria”.
¿Por qué? ¿No somos todos cubanos? ¿No hemos nacido todos en la misma tierra? ¿No tenemos todos los mismos derechos a intervenir en el modo en que queremos que transcurra la vida en esta isla? ¿No tenemos todos el mismo derecho a participar en el modo de construir nuestra historia?
¿Por qué tus criterios políticos son considerados más válidos que los míos?
¿Por qué tú, que controlas el poder, no me das la oportunidad de expresarme, de organizarme en grupos alternativos, de competir en las urnas, que son las que muestran el deseo de la mayoría?
No es la diferencia el problema, es la desigualdad, es el establecimiento de una división entre ciudadanos de primera y ciudadanos de segunda, es la creación de un sistema de castas donde, o eres de los míos y te sometes incondicionalmente, o no tendrás futuro en esta isla, o lo mejor que puedes hacer es irte.
El 8 de septiembre todos los cubanos, los que vivimos dentro de la isla y los que viven fuera, celebraremos a aquella que vino para todos, aquella que intercede por todos, aquella que pide a su Hijo la bendición para todos.
Aquella que es simplemente Madre y que nos mira como a hijos, como a hermanos.
No en balde le cantamos pidiéndole: “que seamos hermanos”. Y ese es el anhelo: una patria donde nos tratemos como hermanos, sin divisiones excluyentes, sin desigualdades. Una patria donde tengamos todos las mismas oportunidades: en la educación, en la salud, en la economía… pero también en las decisiones sobre el presente y el futuro de nuestra tierra.