A venticinco años de los Acuerdos de Esquipulas, liderados por el entonces presidente de Costa Rica Oscar Arias Sanchez, que pusieron fin a los conflictos bélicos en Centroamérica y convirtieron a los grupos armados en actores políticos de sus respectivos países, el proceso de consolidación democrática iniciado entonces se ha venido, más que consolidando, manteniendo sin lograr, hasta ahora, progresos significativos en cuanto a la participación efectiva de los ciudadanos .
Los procesos electorales se han sucedido periódicamente y no se han producido, excepto el caso de Honduras, rupturas del orden constitucional. Debo aclarar que con respecto a Honduras y el acto de destitución del presidente Zelaya, todavía existe un debate, por cuanto unos hablan de golpe de Estado y otros de una acción legal prevista en la Constitución del país.
Pero obviando el tema porque no es el objetivo de este artículo, mi mayor preocupación se centra en la creciente desconfianza del electorado centroamericano en la clase política.
Desconfianza, desilusión y rechazo crecientes, reflejados en el alto abstencionismo electoral y el resultado negativo de las encuestas de opinión.
Desde presidentes, diputados, congresistas y ministros, hasta funcionarios públicos de diferentes niveles son acusados con frecuencia de actos de corrupción, tráfico de influencias, enriquecimiento ilícito y desviación y sustracción de fondos públicos, entre otros, traicionando la confianza depositada en ellos e incumpliendo el juramento que hicieron al aceptar sus cargos.
Aunado a esto, y con no menos valor, está el incumplimiento reiterado de las promesas de campaña electoral anunciadas por los candidatos presidenciales.
Ya es común escuchar en las esquinas de cualquier barrio, pueblo o ciudad del área, expresiones despectivas y opiniones críticas refiriéndose a estos funcionarios, dañando la credibilidad en la democracia como sistema de gobierno.
Con su actuación, muchos políticos centroamericanos son responsables de la pérdida de confianza en las instituciones democráticas regionales, preparando el caldo de cultivo de donde surgen falsos salvadores de los pueblos con propuestas populistas engañosas, prometiendo la solución de los múltiples problemas que enfrentan los ciudadanos. El resultado de estos experimentos son hartos conocidos: fracaso económico y falta de libertades y derechos.
La democracia en Centroamérica no se ha profundizado y consolidado por culpa de los que deben representarla con honestidad y dedicación patrióticas. Y esto, por duro que suene, es traición a su electores, a su juramento y a sus Patrias
Los enemigos de la democracia afuera, cuentan con muchos "cómplices" adentro.
Los aspirantes a cargos públicos de cualquier nivel deben someterse a procesos más rigurosos y transparentes que demuestren su probidad y trayectoria limpia. Los ciudadanos tienen el derecho y el deber de recibir y obtener información fidedigna sobre aquellos para poder elegirlos o rechazarlos. La ciudadanía tiene el derecho de participar activa y efectivamente a través de los mecanismos pertinentes, en la gestión pública.
La democracia es la mejor alternativa para que los pueblos gocen de las libertades, los derechos y las oportunidades que todo ser humano merece. Es tarea primordial de la clase política recuperar la confianza y el prestigio porque ésta representa a aquella y la ejecuta.
"La Patria es ara y no pedestal", escribió el Apóstol José Martí.
La democracia merece ser honrada, no ultrajada.
[ Otro análisis abierto a debate sobre la abstención electoral ]