De lo que no se habla: trabajo forzoso

Algo está fallando en el mundo ya que se convive indiferentemente con esta espantosa situación
Detrás de este panorama dantesco se presentan cuadros dramáticos   

Nov.30.– Lo que se narraba en la literatura del peruano José María Arguedas, del guatemalteco Miguel Ángel Asturias o del ecuatoriano Jorge Icaza sobre la estructura social de la vieja hacienda latinoamericana, con sus peones o semisiervos oprimidos por el siempre todopoderoso terrateniente, es, esencialmente, parte del pasado. En las varias décadas transcurridas se ha dado tránsito a procesos de modernización rural o de fragmentación y “minifundización”. Pero el hacendado “de horca y cuchillo”, opresor de semisiervos, quedó atrás.

Dentro de esa evolución, el trabajo forzoso debería ser, también, cosa del pasado; en la región y en el mundo. No lo es. Así lo ha vuelto a reportar recientemente la Organización Internacional del Trabajo (OIT): alrededor de 25 millones de personas están sujetas a trabajo forzoso en el mundo. Lo analizan bien, además, decenas de estudios; destacan en Latinoamérica los estudios aportados por los antropólogos Eduardo y Álvaro Bedoya.

La OIT muestra una realidad doblemente preocupante: por la magnitud de los problemas y por la debilidad de las políticas globales para enfrentarlos. El trabajo forzoso está proscrito desde que se adoptó en 1930 la inicial Convención N.º 29 y posteriormente, en 1957, por la Convención N.º 105 de la OIT. En el contexto de esta última fue el de los trabajos forzosos impuestos por el Estado en el novel bloque soviético.

Hoy las formas son acaso más sutiles y encubiertas. Enfrentarlas no suele formar parte esencial de las políticas públicas. ¿Cómo funciona el trabajo forzoso hoy en Latinoamérica? Destacan tres características fundamentales ...

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