Cuba está de pie y combativa, no está colapsada…, fueron palabras escuchadas hace unos días en el momento tan grave y doloroso como el que estamos viviendo dentro de esta isla.
Dolorosamente estamos constatando, una vez más, que las autoridades del país no están cercanas a lo que vive el pueblo, no sufren lo que sufre el pueblo. Nuestro país no tiene fuerzas para estar de pie. Nuestra amada isla languidece. Sus hijos, desde los más pequeños hasta los mayores, están siendo en su gran mayoría alcanzados por el hambre, la sed, la tristeza, la desesperanza. No hay brillo en nuestros ojos y el corazón llora de rabia, de dolor, de impotencia.
No ha habido en nuestra historia un tiempo peor que este. Sumado a todo lo que vivimos, hemos perdido mucho con el paso de los huracanes, y nos siguen haciendo promesas incumplidas. Cuántos huracanes han azotado a esta isla, y cuántas personas aún no han podido reponer lo perdido, reconstruir sus viviendas. De golpe, también recibimos el impacto de dos sismos que empobrecen aún más a quienes quizás les faltaba poco para sumarse al grupo de los que posiblemente no vean la recuperación de sus hogares.
Hay preguntas básicas que hay que hacerse como autoridad de un país, hay gestiones necesarias e imprescindibles que deben realizarse. Sin embargo, lo que vemos en nuestra cotidianidad es que aumenta la miseria, las calles se siguen llenando de basura y muchas personas buscando en los deshechos, empiezan a aparecer otras pidiendo dinero en los semáforos, niños llorando y madres y padres desconsolados. Basta con caminar un poco por nuestras calles para contemplar el desconsuelo de la gente, el abandono de un pueblo cansado de sobrevivir.
Una vez más pido que no nos sigan engañando, no sigan manipulando a este pueblo, no sigan buscando culpables externos. No nos sigan manteniendo en la densa oscuridad ya bañada por la desinformación y la invitación a la resistencia. No es justo. El sufrimiento es insoportable. Y cuando el pueblo decide protestar, es reprimido, golpeado, apresado.
Lo hemos visto estos días en varias zonas de nuestro país. Estamos intentando sostenernos gracias a la resiliencia que como pueblo nos habita. Estamos de pie por nuestros hijos, porque queremos un presente y un futuro digno para ellos, en su país. Es nuestra responsabilidad, nuestro deseo y nuestro sueño.
Otros persistimos de pie porque creemos en Dios y en su Palabra que fortalece, porque hemos hecho la opción de permanecer aquí, acompañando, y creemos que un poquito de bondad puede seguir salvando a los más frágiles, porque, como Varela, creemos en la fuerza que brota de lo pequeño.
No dejo de rezar por quienes tienen autoridad y deben ejercer el gobierno de la nación como un servicio. Como Martí, creo en el mejoramiento humano; confío en la bondad que habita en cada persona, en la capacidad para reconocer los propios errores y en la humildad para aceptar que hay otros que pueden aportar a la construcción de una Cuba donde quepamos todos, una Cuba “con todos y para el bien de todos”.
Una vez más, expreso mis deseos de bien para mi gente, para mi pueblo, al que sirvo de corazón y con el que camino esperanzada cada día en que nuestra noche llegue a su fin.