Maravilla morir y que lo recuerden a uno admiradores y detractores, que la gente discuta tus ideas, polemice tu obra, te convoquen a cielo o infiernos. Pues no otra situación se ha dado con la partida al cosmos de Mijaíl Serguéyevich Gorbachov, abogado y político ruso que ocupó los más altos cargos de la plataforma soviética y que sin embargo en el fondo fue socialdemócrata, partido disuelto en la URSS de 2007 y al que se consideraba, tras la revolución de Octubre, mediatizador de las ideas socialistas y por ende reaccionario. Gorby, cual lo apodaban, asciende al Politburó como secretario general del Partido Comunista en 1985 e intenta recomponer la atrasada economía del país.
Comienza proponiendo una aceleración, para socializar luego los términos glasnost (liberalización, apertura, transparencia) y perestroika (reconstrucción, como quien dice Refundación).
Algo influyó la China de Mao Zedong, quien imaginaba que haciendo ricos a los campesinos
aceleraría la financiación del Estado, por lo que la Perestroika era para ciertos rusos como un “socialismo capitalista”, valga sólo por razones explicativas este imposible matrimonio, engendro político. Pero es que aquello acontecía en una nación terriblemente dividida entre quienes detestaban o respaldaban al socialismo (autoritario, excluyente, fracasado en el manejo de recursos humanos y materiales), a la cola de otras comunas del orbe (nórdicas, por ejemplo), horriblemente militarizado y con una cúpula dirigente que aspiraba parecerse a dios.
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El ataque terrorista a las “torres gemelas” que destruyó varios edificios monumentales del World Trade Center el 11 de septiembre de 2001 en Nueva York cambió el curso de la historia cuando el gobierno de Estados Unidos aprobó una ley conocida como el “Patriot Act”, la cual viene aplicándose de forma cada vez más intrusiva desde entonces, pese a que se proclamó sólo como una medida provisional de emergencia.
Toward the beginning of “
La historia del Socialismo como ideología y como movimiento político se consolida en el pensamiento que promovió la Revolución Francesa y que actúa a través de ella hasta desembocar en el totalitarismo comunista (leninista) a principios del siglo XX y consolidarse en los sistemas totalitarios que nos han aquejado a lo largo de ese siglo hasta nuestros días.
La semana estuvo, sin duda, marcada el resultado de la primera vuelta electoral en Brasil. Otra vez los más reputados encuestadores dejaron jirones de su prestigio por los tan equivocados resultados que pronosticaron, producto tanto de vender sus análisis al mejor postor cuanto de la tentativa de influir en la opinión de los ciudadanos. En ese mismo error incurrió el Frente de Todos, que confundió deseos con realidad y tanto apostó a un definitivo triunfo de Luiz Inácio Lula da Silva (48,43%). Los muchísimos votos obtenidos por el tan repudiado Jair Bolsonaro (43,20%) aguaron la fiesta aquí prevista por el Gobierno para celebrar la resurrección de la Patria Grande que el Foro de San Pablo imagina para la región y para exhibir un éxito en su teoría del lawfare. El segundo turno electoral se disputará el 30 de este mes, y su resultado todavía es imposible de prever.