Cuando comenzó la sublevación popular contra la dictadura de Assad en Siria y la represión comenzó a causar decenas de miles de muertos y centenares de miles que huían del país, la situación estalló en una sublevación armada que originalmente estaba compuesta mayormente por rebeldes sirios que aspiraban a un cambio democrático una vez derrocada la dictadura.
Europa, Estados Unidos, Turquía y sus vecinos árabes optaron por abandonarlos a su suerte. ¿Por qué? Ahora estamos viendo la ominosa secuela, producto de años de ambigüedades políticas que facilitaron la emergencia del Estado Islámico a medida que los elementos más extremistas y terroristas tanto de Siria como de Iraq y el Líbano, con el apoyo decisivo de Irán, invadían vastos territorios desde Bagdad hasta Damasco.
Uno de los pretextos esgrimidos para no darle un apoyo decisivo a los rebeldes moderados fue la supuesta preocupación de no provocar a Rusia, que cuenta con una importante base naval en las costas de Siria. Este pretexto no tiene sentido porque hubiera sido fácil presionar a Rusia para que aceptara el derrocamiento de Assad ante las fuerzas moderadas mediante una garantía formal de Estados Unidos y las potencias europeas de que se respetaría esa base y que se instaría a cualquier nuevo gobierno a reconocerla sin condiciones.
Pero es evidente ahora que ese no era el propósito del Presidente Obama. En realidad, no está nada claro su propósito. Los bombardeos contra las fuerzas del Estado Islámico han sido esporádicos e ineficaces y el magro apoyo con pertrechos militares a los insurgentes prácticamente ridículo.
Durante los últimos dos años, Rusia ha observado la vacilación de EEUU y sus aliados tanto en Ucrania como en Siria. Ha sido evidente la falta de voluntad politica para poner freno a las ambiciones rusas. Y finalmente han creado un vacío de poder que Putin estaba ansioso por llenar y que ahora lo está haciendo sin cortapisas. No sólo con tropas de aire, mar y tierra en apoyo del dictador Assad, sino concertando acuerdos militares con Iraq e Irán, con un evidente objetivo de establecer su influencia decisiva en el Oriente Medio.
En medio de todo este proceso, estalla ahora la noticia de que Cuba vuelve a intervenir militarmente en los asuntos de Siria. Ya lo hizo en las guerras contra Israel y ahora acude con unidades de tropas especiales y unidades blindadas, después que el General Leopoldo Cintra Frías, Jefe de las Fuerzas Armadas Cubanas visitó recientemente Siria al frente del primer contingente militar.
Como Cuba dista de ser una gran potencia que cuenta con fuerzas adiestradas para entrar en combate en cualquier momento que se las llame, resulta que estos planes se vienen cocinando desde hace tiempo y las tropas cubanas se estuvieron entrenando durante meses en Rusia hasta ser transportadas en aviones militares rusos a Siria.
Es evidente que esto era del conocimiento del Presidente Obama desde hace meses puesto que el Pentágono ha reconocido que estaba informado sobre la intervención cubana. Cabe pensar que el restablecimiento inesperado de las relaciones diplomáticas entre Cuba y EEUU haya sido un paso previo para evitar el enfrentamiento y tratar con guantes de seda diplomática a las autoridades cubanas. Raúl Castro lo ha demostrado al declarar sin ambages su apoyo al régimen sirio, y su solidaridad con los objetivos de Rusia e Irán, sin importarle para nada si su actitud pudiera chocar de alguna forma con los intereses de EEUu.
Esta aparente inconsciencia negligente de los países democráticos se viene complicando desde hace más de 10 años. En estas mismas páginas se ha denunciado en repetidas ocasiones el trasiego de tecnología nuclear que llegaba a la región desde Corea del Norte a Siria e Irán, y de tecnología misilística que partía de Pakistán, a través de Irán, hacia Corea del Norte. Esta realidad provocó el ataque Israelí a las instalaciones nucleares sirias en septiembre de 2007.
¿Por qué se cruzan de brazos los líderes de las democracias? ¿Cuál es el propósito de volver las espaldas a Israel y dejarlo aislado en un mar de violencia? ¿Por qué esperamos que Corea del Norte e Irán desarrollen sus fuerzas misilísticas hasta que sus armas nucleares puedan realizar ofensivas eficaces o, al menos, causar suficiente temor para lograr sus objetivos hegemónicos?
Todavía es tiempo para pararlos en seco y evitar el muy probable enfrentamiento nuclear del mañana. Todavía es tiempo de razonar con los rusos y hacerles ver que no son nuestros enemigos, pero que tienen que apartarse para resolver de una vez y con firmeza el holocausto que estamos contemplando ya en el Oriente Medio.
En estos momentos, la superioridad militar y tecnológica de los países democráticos es abrumadora y bastaría una actitud firme para lograr contener las ambiciones y el fanatismo que ahora se enseñorean de la región sin necesidad de movilizarse para librar una gran guerra. Bastaría un ultimátum que anticipara una decisiva acción militar para hacerlos dar marcha atrás. Kennedy demostró la eficacia del liderazgo firme al enfrentarse a Kruschev. Si seguimos dando la espalda a lo que está sucediendo, cuando los enemigos de la democracia y la libertad se sientan fuertes ya será demasiado tarde.
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