El diagnóstico de Sachs de los principales problemas que afectan a EEUU y las prescripciones para resolverlos son ecléticos y no convencionales, él analiza la naturaleza de los mismos en forma novedosa y hace un replanteamiento básico proponiendo acciones diferentes. Concentraré estos comentarios en los aspectos socioeconómicos.
Sachs discrepa de la visión keynesiana de los economistas progresistas como Krugman y Stiglitz sobre lo la naturaleza de los problemas y cómo resolverlos. Mientras ellos abogan por ampliar los paquetes de estimulo fiscal y/o mantener políticas monetarias expansionistas, Sachs considera dichas prescripciones son erróneas y cortoplacistas porque ignoran que EEUU tiene un problema fundamental e ineludible de tipo estructural, de competitividad externa y rentabilidad empresarial, y no de falta de demanda. En esos aspectos su posición es más parecida a la de economistas conservadores como John Taylor y Martin Feldstein. Sachs considera que el problema de EEUU se originó con Reagan en los 1980s con el fundamentalismo de mercado y la desregulación generalizada para enfrentar la globalizaci[on y no en 2008 cuando estalló la burbuja hipotecaria que fue una consecuencia de dichas políticas.
Sin embargo, Sachs difiere marcadamente de los economistas conservadores porque no los condiciona como ellos la recuperación a la reducción de la tasa impositiva y las regulaciones como las medidas esenciales para restaurar la competitividad externa y la rentabilidad estadounidense. Considera que dicha renovación radica en que EEUU no ha sabido posicionarse ante los retos de la globalización, como en contraste si lo han hecho los países socialdemócratas como Alemania y los países nórdicos de Europa. EEUU ha dejado que el estado sea capturado por los grandes intereses corporativos que han entrampado a la economía en marcadas ineficiencias rentistas apartadas de las soluciones de mercado en varios sectores esenciales (financiero, farmacéutico-servicios de salud, energético, militar-industrial). Sachs comenta que la tasa impositiva se ha reducido y que el país se ha desregulado notoriamente desde los 1980s y no se ha creado la prosperidad que los economistas conservadores pretenden. Sachs considera que cierta regulación prudencial es imprescindible y es inmensamente crítico de la desregulación que eliminó la distinción legislativa entre los bancos comerciales y de inversión.
Otros conocidos economistas comparten algunos elementos principales del análisis de Sachs. P.ej. Michael Spence considera que EEUU tiene ciertos problemas de tipo estructural que le impiden competir globalmente y que requiere inversiones públicas y aumentar el nivel impositivo para atenderlos. Nouriel Roubini concuerda con Sachs en que EEUU ha perdido el debido balance entre la acción del mercado y del estado en la sociedad, el que debe restablecer lo antes posible. Básicamente, hay áreas donde el mercado funciona ventajosamente en las cuales hay una buena competencia económica, pero el estado tiene que estar activo donde el motivo de lucro y la competencia son insuficientes para atender apropiadamente los problemas existentes. Así si se necesita una carretera entre las ciudades A y B, no va a haber varias carreteras competitivas, lo mejor es involucrar al estado. También si se desea que el conocimiento científico en una sociedad esté disponible a todos porque se necesita utilizarlo, no se patentan proposiciones fundamentales, por lo que hay que desarrollar formas de cooperación social, diferentes al motivo de lucro y la competencia.
La evaluación de las propuestas específicas de Sachs se debe hacer en el contexto de cuán completo es su diagnóstico para identificar y respaldar los principales y complejos problemas que afectan a EEUU y cuán coherentes, realistas y efectivas son sus prescripciones para resolverlos.
En general considero que el diagnóstico de Sachs es bastante completo y consistente; no obstante, tiene algunas lagunas significativas, evidentes y nada triviales, p. ej. ignora las exenciones, descuentos y tratamientos especiales del sistema tributario que son gastos fiscales y que complican el aumento tributario que propone; en cualquier caso el actual sistema tributario tiene notables distorsiones que hay que corregir. Asimismo, ignora los fracasos de algunos programas públicos, como el de las viviendas sociales financiadas por Fannie Mae y Freddie Mac que hay que modificar. Si bien algunas de las prescripciones de Sachs son necesarias, son insuficientes y simplistas para atender en forma realista, pragmática y efectiva algunos de los complejos problemas que identifica. P.ej. el de la corporaticioncracy que él reconoce que es muy difícil de quebrar en los sectores y actividades donde se manifiesta más claramente y opera predatoriamente. Además, algunas de las metas que Sachs establece no están relacionadas consistentemente con las medidas específicas que propone para alcanzarlas y otras metas, como la crucial meta de reducir el desempleo al 5% en 2015, no la elaboró explícitamente.
Las consideraciones de Sachs sobre los deterioros del sistema educativo, la infraestructura pública de EEUU, la contaminación medio ambiental, y la profundidad y gravedad del déficit fiscal son claras y convincentes. Estas tendencias las considera funestas y una fórmula para el fracaso y la decadencia de EEUU. Asimismo, su crítica al gasto militar de guerras que han durado mucho, que no van a ninguna parte y que complican mucho la solución del problema fiscal es persuasivo. Simplemente considera que EEUU no tiene capacidad económica para ello. Su análisis recuerda, aunque no los menciona, a los escritos del historiador Paul Kennedy quien argumentó que la fortaleza económica y el poder militar están altamente correlacionados con el auge y la caída de las principales países imperiales desde 1500. Kennedy analizó que las obligaciones de expansión militar conducen a aumentos en los gastos militares que eventualmente sobrecargan la base económica de los países y causan su deterioro a largo plazo. En los 1980s sugirió que EEUU y la URSS estaban experimentando la misma dinámica que antes afectó adversamente a España, los Países Bajos, Francia, Gran Bretaña y Alemania, y que EEUU debería preocuparse y contener su propia expansión militar para evitar su eventual declinación.
Sachs considera a Obama una figura de transición y no de transformación como se perfiló y esperaba. No ha enfrentado la corporacioncracy sino que se ha sometido a ella. El caso más notorio ha sido el del sector financiero donde designó a Summers y Gaithner para posiciones importantes y ellos apoyaron las políticas favorecedoras de Wall Street sobre Main Sreet, o sea del sector financiero sobre el ciudadano común. Sachs es muy crítico y considera una burla a la inteligencia de los ciudadanos que mientras se le imponen severas multas a algunas empresas financieras por sus conductas ilegales y fraudulentas sus ejecutivos no sólo no han recibido multas sino que han recibido elevados bonos y opciones de acciones. También la forma que Obama presentó la reforma de la salud descartó de sus inicios reformas substantivas, amplió la cobertura y dio una serie de dispensas a los estados de los senadores demócratas que estaban indecisos. Esa manipulación fue tan inepta que dio origen al Tea Party que fundamentalmente plantea reducir el tamaño del gobierno y bajar los impuestos. Esto a su vez dio origen al movimiento de los indignados que protestan contra el sistema vigente en EEUU.
El diagnóstico y las prescripciones de Sachs brindan apoyo al movimiento de los indignados que protestan contra el sistema económico-político existente en EEUU (llamado por Sachs corporacioncracy, pero que los que protestan llaman oligarquía o plutocracia) y que consideran ignora al 99% de la población y sólo beneficia al 1%. Además, estiman que se maneja y opera burdamente. El hecho es que la dinámica socioeconómica actual parece que ha llegado al límite y algún cambio está en el aire, aunque sea difícil predecir la dirección que los acontecimientos tomarán.
Así las protestas de los indignados, que Sachs ha apoyado directamente y rechaza que sea una turba, y la crisis descrita por él en el libro están dando origen a una impetuosa presión popular en los EEUU similar a la de los 1960s cuando se iniciaron reclamos espontáneos que fueron creciendo paulatinamente contra el apartheid (el segregacionismo y la exclusión racial) a la población negra prevaleciente en el sur de EEUU, así como contra la guerra de Vietnam.
Un aspecto atractivo e interesante de las propuestas de Sachs es que las fundamenta en consideraciones morales y éticas, y valores nacionales tradicionales de sentido común para balancear mejor el individualismo y la responsabilidad social y contrarrestar la irresponsable laxitud ética. Sachs hace un elocuente y perentorio llamado a la renovación cívica estadounidense con base en la moderación, la compasión y la cooperación que trasciende las líneas de clases, etnias e ideológicas.
El título del libro de Sachs se inspiró en la afirmación "Pagamos impuestos por tener una sociedad civilizada" del célebre Juez de la Corte Suprema, Oliver Wendell Holmes. Realmente considero que vale la pena leer a Sachs. Su libro es informativo y tiene varias ideas útiles y diferentes. Estoy seguro que tendrá una acogida favorable, pero por las lagunas comentadas, no es una hoja de ruta maestra ni un plan de acción exhaustivo. Sachs esta escribiendo artículos frecuentemente para llenar algunas de esas lagunas.