Concluyó la reunión de Fondo Monetario Internacional (FMI) de abril de 2016. Entre los tres principales temas tratados estuvieron: (1) el mediocre crecimiento de la economía global,frágil, desigual y rodeado de preocupaciones y riesgos, los ritmos de crecimiento del PIB y del empleo todavía son insuficientes e insostenibles;(2) la necesidad de impulsan políticas estructurales y fiscales (en la medida de lo posible, compatible con la consolidación fiscal) para apoyar las políticas monetarias no convencionales, así expandir, la tasa de crecimiento de la economía global, tanto en los países avanzados, tal como en los países emergentes y en desarrollo; y (3) lograr una mejor y amplia cooperación multinacional entre los bancos centrales y regionales para momentos similares a un estallido de la crisis financiera del año 2008 mediante el afianzamiento de líneas de créditos recíprocas de los bancos centrales en el contexto de un sistema financiero cada vez más globalizado y sofisticado.
Los tres temas primordiales fueron los mismos de la reunión de FMI de octubre de 2014, sobre que los cuales escribí oportunamente en estas páginas. Fueron una repetición, con las debidas actualizaciones, pero sin mayores matices nuevos sobre los problemas existentes.
El crecimiento de la economía global ha seguido perdiendo impulso, continúa la nueva normalidad. El crecimiento es lento y frágil, más débil de lo que el FMI pronosticó recién tres meses en enero. Será de 3.2 % para el 2016, 1.9 % para las economías avanzadas y 4.1 % para países emergentes y en desarrollo. Para 2017 el FMI prevé apenas un repunte moderado de 3.5%, también revisado a la baja.
El debilitamiento de las perspectivas de la economía mundial se acrecentó en los últimos seis meses, caracterizado por la desaceleración relativa del crecimiento del PIB de China, la disminución de los precios de las materias primas, especialmente del petróleo, y las perspectivas de empeoramiento de la situación financiera en muchos países (primordialmente de Rusia y Brasil que continúan en severa recesión). Los mercados emergentes y en desarrollo siguen esperando la recuperación del crecimiento de las economías avanzadas.
La preocupación y riesgo principal es que la baja tasa de crecimiento se prolongue por demasiado tiempoy tenga efectos perjudiciales sobre el tejido y cohesión social y político de muchos países. Si los agentes económicos tienen las expectativas de que el crecimiento será bajo en el futuro no aumentarán los niveles de inversión y el consumo. En EEUU la inversión bajó del 8.4% del PIB en el año 2000 al 6.8% en el 2014; en la eurozona se redujo del 7.5% al 5.7% durante el mismo período. Esta dinámica perversa constituye un serio obstáculo para una robusta recuperación, especialmente en las economías avanzadas que además luchar con un elevado desempleo, una baja inflación y una baja productividad. Particularmente, esto ocurre en la eurozona y en Japón,cuyas economías que intentan ejecutar el experimento heterodoxo de utilizar tasas de interés negativas que aun no han retornado el crecimiento ni pleno empleo. En EEUU, el ritmo de crecimiento del PIB está estancado en 2.4 %, en parte debido al fortalecimiento del dólar.
Al principio de aplicar las políticas monetarias no convencionales hubo gran preocupación. Se sobrevaloraron los posibles costos de la inflación, del hundimiento de las monedas, las burbujas en los activos, y se subestimaron los beneficios de una recuperación económica. Ahora, después de tantos años a aplicar las políticas monetarias no convencionales se sobrevolaran los beneficios de la remuneración económica, pero se subestiman los efectos de las burbujas e inestabilidad financiera creada.
Además, cuanto más se prolonguen las políticas monetarias no convencionales laxas, ahora convertidas en políticas convencionales, es mayor el riesgo de que se produzcan excesos financieros denunciando varios conocidos economistas y fiancitas. Los inversionistas no estén dispuestos a realizar nuevos proyectos solamente porque las tasas de interés se reduzcan más. Además, existe la percepción generalizada de que las cartas están marcadas en contra de los ciudadanos de a pie y a favor de las élites financieras. Estas frustraciones están llevando a la gente a cuestionar las instituciones y las normas internacionales vigentes.
Como señala Stiglitz hay tres problemas con las políticas monetarias no convencionales. En primer lugar, las tasas de interés bajas alientan a que las empresas inviertan en tecnologías más intensivas en capital, lo que causa que la demanda de mano de obra disminuya en el largo plazo, incluso mientras disminuye el desempleo a corto plazo. En segundo lugar, las personas mayores que dependen de ingresos que provienen de pagos de intereses sufren aún más; reducen su consumo en mayor medida que los que se benefician por las disminuciones en las tasas de interés y aumentan menos su propio consumo, que las personas ricas, propietarias de mayor patrimonio. Esta situación socava la demanda agregada en la actualidad. En tercer lugar, la búsqueda, quizá irracional pero ampliamente documentada, de rendimientos implica que muchos inversionistas desplazan sus carteras hacia activos de mayor riesgo, exponiendo a la economía a una mayor inestabilidad financiera.
Los bancos centrales deberían concentrar su atención en el flujo normal de crédito, lo que implica restaurar y mantener apropiadamente la capacidad y la disposición que tienen los bancos locales para prestar a las PYME. En cambio, en las economías avanzadas, los bancos centrales han concentrado su atención en los bancos sistémicamente importantes; o sea, en las instituciones financieras cuya excesiva asunción de riesgos y cuyas prácticas abusivas generaron la crisis financiera del año 2008.
Las reformas estructurales de los mercados de mano de obra y de productos y la inversión pública en infraestructura física y humana, con sus costos que se imputan al principio, pero sus beneficios se reciben posteriormente, son fundamentales, según la condición necesaria que insuficientemente para fomentar la productividad, la competitividad y el empleo, pero que están fuera de la competencia de los bancos centrales. Son importantes las políticas activas en el mercado de trabajo que estén bien concebidas y con programas de educación y capacitación que estimulen la demanda de trabajadores, en especial de los jóvenes. Asimismo, la apertura de los mercados de productos y servicios también puede reforzar los avances derivados de las reformas del mercado de trabajo y de productos; un ejemplo está en las muchas profesiones cuyos mercados están cerrados a la competencia en varios países, entre otros los abogados y los taxistas.