El pasado 2 de octubre la Directora Gerente del FMI Christine Lagarde hizo una interesante presentación en la Universidad de Georgetown en Washington anticipando algunos temas principales que se tratarán en la reunión conjunta del FMI y el Banco Mundial del 10 al 12 de octubre de 2014. Lagarde no mencionó cifras y el FMI aún no ha presentado los dos capítulos principales documento Perspectivas de la Economía Mundial; por lo tanto, a continuación emplearé cifras del FMI de julio de 2014 o más recientes, si existen, de la edición de The Economist del 4 al 10 de octubre de 2014.
Lagarde trató básicamente tres temas. La todavía mediocre recuperación de la economía mundial, algunos temas de política económica al cual el FMI dará especial atención y pondrá a su disposición los considerables recursos que tiene en asistencia técnica y financiera, y la necesidad de una mayor cooperación entre los países miembros. Este tercer y último tema fue solo enunciado y no lo elaboró.
Un tema central es que la economía mundial está en un punto de inflexión y debe cambiar de marcha y superar lo que ha sido una recuperación decepcionante, frágil, desigual y rodeada de preocupaciones y riesgos. Hay recuperación, pero el nivel de crecimiento del PIB y del empleo todavía son insuficientes. A seis años del comienzo de la crisis financiera-gran recesión, la debilidad y fragilidad de la economía mundial aún perdura. Los países continúan lidiando con los legados de la crisis, como elevadas cargas de deuda y desempleo. Además, hay significativas preocupaciones y riesgos en el horizonte. El mundo necesita apuntar más alto y trabajar más duro,impulsandouna combinación de políticas más ambiciosas que representen un mayor esfuerzo para superar esta mediocridad que empaña el futuro.
Concretamente, la economía mundial está más débil de lo que el FMI pronosticó recién hace 3 meses en julio (un crecimiento del 3.4 % en 2014). Para 2015 también se prevé apenas un repunte moderado (menor del 4%), así el FMI ha revisado a la baja las perspectivas de crecimiento. El panorama cambia según el país y la región. De hecho, esta es una de las características más notables de la coyuntura económica actual que es muy propia de cada país
Entre las economías avanzadas, los repuntes más fuertes del PIB anual en 2014 son en EEUU (con 2.0%) y el Reino Unido (con 3.2%). En Japón es moderado (1.3%) y el más débil es el de la zona del euro (0.9%) dentro de la cual existen claras disparidades. Alemania (1.7%), España (1.1%), Francia (0.5%) e Italia(0.0%). Es pertinente destacar que el PIB en la zona del euro es aún inferior al del primer trimestre del 2008.
Las economías de mercados emergentes y en desarrollo, que han llevado gran parte del peso durante la crisis y que han generado más del 80% del crecimiento mundial desde 2008, lideradas por Asia —y en particular por China— seguirán contribuyendo a alimentar la actividad mundial. Sin embargo, su crecimiento probablemente también será más lento que antes determinado por la recesión de Brasil y la desaceleración de Rusia, 4.6% en 2014 en comparación con 4.7% en 2013 y 5.1% en 2012. Lagarde no se refirió a América latina donde se espera un crecimiento del 2.0% en 2014 en comparación con 2.6% en 2013 y 2.9 en 2012.
En el caso de los países en desarrollo de bajo ingreso, incluidos los de África subsahariana, las perspectivas económicas están mejorando y el FMI prevé globalmente que el crecimiento se acelerará hasta superar el 6%. Pero como algunos países acumularían deuda, deberían ser cuidadosos. En Oriente Medio las perspectivas están empañadas por transiciones económicas difíciles y por intensas luchas políticas y sociales.
Una preocupación y riesgo principal es que la baja tasa de crecimiento se prolongue durante mucho tiempo. Si los agentes económicos tienen las expectativas de que el crecimiento será más bajo en el futuro reducirán la inversión y el consumo. Esta dinámica constituiría un grave obstáculo para la recuperación, especialmente en las economías avanzadas que también están luchando con un elevado desempleo y una baja inflación. Particularmente esto ocurre en la zona del euro.
También se cierne una preocupación sobre la normalización asincrónica de la política monetaria en las economías avanzadas y los posibles efectos de contagio a otros países del mundo entero y los efectos de rebote, que se transmiten a través de las tasas de interés y las fluctuaciones cambiarias. Preocupa la posibilidad de excesos en el sector financiero, especialmente en las economías avanzadas. Las valoraciones de activos están cerca de máximos históricos, mientras los diferenciales y la volatilidad tocan mínimos históricos.
Otra preocupación es la migración de nuevos riesgos de mercado y de liquidez hacia un mundo financiero paralelo. Se trata del sector financiero no bancario menos regulado, que está creciendo con rapidez en algunos países. En EEUU, por ejemplo, la banca paralela hoy es considerablemente más grande que el sistema bancario tradicional; en Europa, equivale más o menos a la mitad; y en China a 25%-35%.
Las actividades no bancarias pueden complementar el sector bancario como importante fuente de financiamiento. Pero la opacidad de estas actividades justifica una vigilancia cuidadosa. También justifica redoblar los esfuerzos para realizar los planes de reforma del sector financiero, lo cual implica, entre otros, resolver el problema de las instituciones demasiado grandes para quebrar, fijar un ámbito adecuado para vigilar la banca paralela e imprimir mayor seguridad y transparencia a los mercados de derivados.
También existen riesgos geopolíticos, entre otros:
· La posibilidad de una escalada del conflicto geopolítico en Ucrania, lo cual podría provocar trastornos en los precios de las materias primas, los mercados financieros y el comercio internacional, particularmente en Europa.
· La evolución de la situación política en el Medio Oriente y algunas partes de Asia.
· Y una expansión del brote de ébola en África, que podría plantear un significativo riesgo para la región y, de hecho, para el mundo, a menos que se adopten medidas urgentes y apropiadas.
Por todo lo anterior, la economía mundial está en un punto de inflexión. Puede avanzar a paso lento con un crecimiento deficiente, es decir, con mediocridad; o puede buscar un mejor desempeño con enérgicas políticas que permitan acelerar el crecimiento, incrementar el empleo y lograr una nueva movilización.
La política monetaria ha brindado un importante apoyo a la demanda durante la crisis. En EEUU, por ejemplo, la expansión cuantitativa por parte de la Reserva Federal ha contribuido mucho a la recuperación. Pero solo la política monetaria es insuficiente. Además, cuanto más se prolonguen las políticas monetarias laxas, mayor es el riesgo de que se produzcan excesos financieros. Se debe vigilar y gestionar bien esta situación.
Cuando el repliegue de la expansión monetaria es inminente, como en EEUU, la necesidad de vigilar y es igualmente importante gestionar las implicaciones en otras partes del mundo. También es fundamental que los países que puedan verse más afectados por la normalización monetaria —en especial los mercados emergentes— adopten medidas macroprudenciales adecuadas que impidan excesos financieros y protejan la estabilidad del sistema financiero con coeficientes de liquidez adecuados y flexibilidad cambiaria.
Hay tres elementos importantes e interrelacionados, que pueden ayudar a promover un nivel más elevado de crecimiento y empleo: las políticas fiscales; las reformas estructurales de los mercados de mano de obra y de productos; y la inversión pública en infraestructura.
El ritmo de consolidación y la composición de las medidas fiscales deben respaldar la actividad económica. La cronología específica y el grado de flexibilidad deberán adaptarse a las circunstancias de cada país. Es por ello que el FMI asigna prioridad a este asunto en los programas que respalda desde África hasta la zona del euro.
Las medidas fiscales bien focalizadas también pueden ser una ayuda, como por ejemplo reformas que permitan hacer frente a la evasión tributaria, apoyar un gasto público más eficiente y reducir la carga sobre los trabajadores, como por ejemplo con reducciones de los impuestos sobre la nómina. La reforma de los subsidios a la energía también puede generar ingresos. En su forma actual, estos subsidios benefician principalmente a los sectores de la población relativamente pudientes, no a los pobres, y además son perjudiciales al medio ambiente.
Las reformas estructurales son esenciales para fomentar la productividad, la competitividad y el empleo. Con políticas activas en el mercado de trabajo que estén bien concebidas y con programas de capacitación que estimulen la demanda de trabajadores, en especial de los jóvenes. Hay algunos ejemplos relevantes en Alemania, Australia y Suecia. Además, con políticas que incrementen la participación en la fuerza laboral, especialmente la participación de la mujer. Por ejemplo, en Japón está en marcha un importante esfuerzo para ampliar el número de guarderías infantiles para alentar la participación femenina en la fuerza laboral, además de contrarrestar las presiones del envejecimiento de la población.
La apertura de los mercados de productos y servicios también puede afianzar los avances derivados de las reformas del mercado de trabajo. Un ejemplo está en las muchas profesiones cuyos mercados están cerrados a la competencia en varios países, entre otros los abogados y los taxistas.
La inversión pública en infraestructuraes especialmente importante. La crisis ha hecho mella en el crecimiento y la inversión, que siguen estando muy por debajo de sus niveles tendenciales de largo plazo. El FMI estima que, hasta el año pasado, el PIB de los países del G-20 es 8% más bajo de lo que podría haber sido, pero el déficit en inversión es aún mayor, ya que está casi un 20% por debajo de la tendencia.
En las economías avanzadas, los activos de capital —aeropuertos, electricidad, redes de Internet— se han visto afectados por constantes recortes que han eliminado un cuarto de la inversión pública, de alrededor de 4% del PIB en los años 1980s a 3% en la actualidad. La Sociedad Estadounidense de Ingenieros Civiles estima que un 99% de las principales carreteras de EEUU se encuentran en mal estado. Esta es claramente una necesidad imperiosa en muchos países, donde los cuellos de botella y los obstáculos al transporte y al abastecimiento de energía son enormes y frenan el desarrollo.
El alcance de la inversión varía según el país, y depende de factores como las deficiencias de infraestructura, el espacio fiscal disponible y garantizar que el gasto en infraestructura sea eficiente. Sin embargo, no cabe duda, de que ese gasto podría brindar un poderoso ímpetu al crecimiento y al empleo. El capítulo 3 de Perspectivas de la Economía Mundial sostiene que si se realiza correctamente, la inversión en infraestructura pública puede financiarse por sí sola.
Un aspecto favorable a la economía mundial que Lagarde no mencionó pero que el capítulo 4 de Perspectivas de la Economía Mundial trata es que los desequilibrios en cuenta corriente a nivel mundial se han reducido en más de un tercio respecto de su nivel máximo de 2006. De ellos, los más importantes —el abultado déficit de EEUU y los grandes superávits de China y Japón— se han reducido a menos de la mitad.