El destacado candidato republicano Donald Trump criticó duramente las devaluaciones del yuan chino de la semana del 9 de agosto porque las consideró una manipulación cambiaria.
En mi opinión China no tenía otra opción que devaluar dados sus objetivos generales de política económica que ha venido postergando particularmente desde 2012. A partir de 2009, mientras se intensificaba la recesión mundial, las autoridades monetarias chinas ataron el yuan al dólar estadounidense y siguieron una política monetaria expansionista que ha determinado una mayor inflación que la estadounidense. Con ello la tasa de cambio real del yuan se apreció en 2009-2015 y redujo la competitividad externa china. La ralentización económica china en curso comenzada desde 2012, el PIB creció 6.3% en el primer semestre de 2015 vis a vis al esperado el 7%, no permite cambiar la política monetaria expansionista.
Adicionalmente, las autoridades chinas establecieron como objetivo que el yuan se utilice crecientemente como moneda de reserva internacional, específicamente como una moneda de la canasta de monedas del FMI y que tenga mayor libre convertibilidad, objetivos más difícil de lograr en las actuales circunstancias, para lo que deberán liberalizar los amplios controles cambiarios existentes. Es decir, China está pasando paulatinamente de una tasa cambiaria fija y muy administrada a una tasa cambiaria más flexible y menos administrada.
Los economistas sostienen correctamente que es imposible la trinidad de sostener una tasa de cambio fija, mantener una política monetaria independiente y mantener la libre movilidad de capitales. Esta imposibilidad se está mostrando con claridad en la experiencia china y ha determinado el inevitable ajuste cambiario en curso.