Podría parecer irónico si no fuera porque sucede en el país que es paradigma del Socialismo del Siglo XXI en América Latina. Ese país es Cuba, que acaba de sufrir los embates del arrasador huracán Irma. Pero más que irónico es lastimoso que apenas a dos semanas del paso del huracán y en medio de una devastación que el gobierno no atiende ni socorre debidamente, la Comisión de Industria, Construcción y Energía de la Asamblea Nacional de Poder Popular haya convocado en Camagüey hoy, 27 de septiembre, a una serie de audiencias públicas contra el mal llamado "bloqueo" impuesto por Estados Unidos, las cuales seguirán realizándose seguidamente en otras provincias. Notablemente, el foco de estas audiencias no es la reconstrucción del país sino la propaganda de odio contra los Estados Unidos.
Mientras tanto, y en medio de esta tragedia, salieron a relucir las consecuencias de un ataque con ultrasonidos que ha dejado inhabilitados y ha causado serios daños físicos a por lo menos 23 diplomáticos de Estados Unidos y 2 de Canadá. La respuesta no se hizo esperar en días pasados, durante el debate general en la Asamblea General de Naciones Unidas, cuando el Canciller Bruno Rodríguez denunció el endurecimiento del bloqueo económico y la visión supremacista de Donald Trump. Además, negó cualquier responsabilidad en el ataque ultrasónico a la embajada de EEUU. Cuba “jamás ha perpetrado ni perpetrará acciones de esta naturaleza, ni ha permitido ni permitirá que su territorio sea utilizado por terceros con ese propósito”, reiteró.
Curiosamente, hoy también circulan noticias en Estados Unidos que conceden la posibilidad de que las autoridades cubanas no sean culpables del grave incidente, pero no se dan pormenores sobre la investigación ni sobre los posibles autores de las reiteradas agresiones que se han venido produciendo desde febrero pasado.
Para quienes no conocen las intimidades de la realidad cubana, es oportuno aclarar brevemente que Cuba es el último país del hemisferio occidental donde todavía se mantiene el sistema económico conocido como socialismo real.
Este es un sistema que difícilmente podemos contemplar como un paso al comunismo, sino que es una aberración corrupta que mezcla ideas del antiguo sistema soviético con el de la China actual. Antes bien, intenta funcionar como un sistema por si mismo, diferente del capitalismo social o liberal reinante, basado en una planificación casi total de la economía y un control estatal de los medios de producción, lo que durante el siglo XX fue calificado como "Socialismo de Estado”.
Cuba se encuentra desde la caída del imperio soviético y sus satélites del bloque socialista en una situación de crisis permanente conocida como “periodo especial” (a partir del 1990-91), que ha tenido sus altibajos desde entonces, pero que continúa y ha vuelto a agravarse con el derrumbe del chavismo madurista venezolano que le resolvía generosamente los suministros de petróleo. El origen de esta crisis se encuentra en que el sistema económico pre-crisis se basaba en una economía irreal sostenida por la URSS, cuyas características mas decisivas eran la entrada de petróleo, maquinaria y materias primas que eran (y son) escasas en la isla a cambio del poco valorado excedente de la producción de azúcar, café, tabaco y nickel que lograba alcanzar a duras penas el defectuoso sistema productivo Cubano. Las razones de este apoyo incondicional eran entonces la situación estratégica de un país socialista aliado tan próximo a USA. Más recientemente, la generosa complacencia venezolana se apuntalaba en ambiciosos propósitos de revolución continental abanderada con el tan cacareado y finalmente fracasado seudo Socialismo del Siglo XXI.
El paso del huracán ha agravado toda esta grave situación que sufre el pueblo cubano. Ha demostrado también no sólo la negligencia e incapacidad de las autoridades sino el desinterés manifiesto por la miseria que atraviesa la mayoría de sus ciudadanos.
Después de recientes protestas callejeras provocadas por la desesperación ante la falta total de recursos y la inacción de las autoridades después del paso del ciclón que afectó seriamente a 14 de las 16 provincias del país, el gobierno respondió que usaría parte de su presupuesto para pagar la mitad de los costos de los materiales de construcción que necesitan miles de ciudadanos cuyas viviendas sufrieron derrumbes totales o parciales, al tiempo que daba prioridad al sector turístico para los esfuerzos de reconstrucción. No se explicó cómo se las arreglaría el pueblo desamparado para pagar el costo de la otra mitad.
Para colmo, se supo que estaban vendiendo a los damnificados los alimentos recibidos de ayuda humanitaria, a razón de 1 peso por libra de papas y 2 pesos por libra de arroz, entre otros productos. Mientras tanto, las autoridades amenazan con represalias a la agrupación del Proyecto Humanitario Capitán Tondique si continúan la entrega "no autorizada" de un almuerzo semanal a necesitados en Colón, Matanzas. Aunque este parece ser un hecho aislado, en general la mayoría de los donativos no llega a destino. En otras palabras, la ayuda procedente del exterior se convierte en un negocio apadrinado por el gobierno dictatorial.
Como si esto fuera poco, el gobierno ha anunciado un impuesto por el uso de la tierra previsto para 2018, el cual llega en medio del descalabro en el sector dejado por el paso del huracán Irma y la sequía de los últimos años. Los tributos se aplicarán según la extensión y las características de los terrenos, sobre los que se abonarán entre 120 pesos cubanos (unos 5 dólares) y 30 pesos (1,5 dólares) por hectárea, según la categoría productiva. Las áreas de tierra “ociosa” pagarán un 50% más. Cuba tiene unos 151.000 usufructuarios que gestionan más de 1 millón de hectáreas de tierras entregadas por el gobierno de Raúl Castro desde 2008.
Para el extranjero que desconoce la realidad cubana, este impuesto puede parecer ínfimo, pero debe tener en cuenta no sólo que ese reparto de tierras en usufructo toca a menos de 8 hectáreas por familia sino que los mejores salarios devengados en Cuba de 600 pesos mensuales (o poco más a nivel profesional), equivalen a unos 26 dólares al mes, y que un jubilado suele recibir pensiones a veces de menos de 100 pesos mensuales, que equivalen a 4,35 dólares al mes. Esto quiere decir que una libra de arroz y otra de papas recibida como ayuda humanitaria pero vendida al consumidor le cuesta casi dos días de los ingresos de su jubilación a esos cubanos sumidos en la miseria, mientras que el pobre campesino, claro está, tiene que vender sus productos a empresas estatales al precio ínfimo fijado por las autoridades. Esto provoca un mercado negro que a su vez encarece los productos que quedan así fuera del alcance del poder adquisitivo de los que dependen de su salario.
La realidad cubana favorece enormemente a los testaferros del gobierno que manejan las grandes empresas estatales y a algunos cuentapropistas que cuentan con el beneplácito de las autoridades. También favorece parcialmente a quienes tienen la dicha de contar con parientes en el extranjero que les envían generosas remesas en dólares, provocando una cultura de dependencia y clientelismo que favorece la pasividad improductiva. El sistema está intrínsecamente corrupto y en base a esa corrupción se perepetúan la autoridades indefinidamente, sostenidos por una estructura de corte mafioso, con un cappi di tutti capi que gobierna como padrino de una serie de capos y soldados que mantienen el "orden" con mano férrea.