Economía cubana: inversiones y reformas, el único camino

Entre los observadores y analistas de la economía cubana se está extendiendo la idea de que en 2021 se ha perdido un año excepcional para haber desarrollado una política más acetada en la contención de la pandemia e introducir reformas que permitieran el efecto rebote como ha ocurrido en el resto de los países de América Latina.

Pero no. El régimen comunista se empeñó en vacunar a la población con las “Abdala” cubanas sin obtener la certificación de la OMS, y de otro lado, la Tarea Ordenamiento puso patas arriba la maltrecha economía que iba a recuperarse tras la pandemia del COVID-19. Ni lo uno ni lo otro. La economía cubana se ha vuelto a estancar en 2021 y nadie cree que se pueda producir una mejoría durante 2022. Crece la incertidumbre, así como los temores de que los dirigentes no sean capaces de salir del círculo vicioso en que se encuentra la economía, carente de divisas para atender sus compromisos internacionales y con un grave problema de inflación, productividad y desequilibrio presupuestario.

En tales condiciones, aunque CEPAL ha dibujado para Cuba una previsión de crecimiento del PIB en 2021 del 3,5% similar a la establecida en el plan económico por los dirigentes comunistas, cada vez hay menos analistas y observadores que dan crédito a esa estimación. Las previsiones empiezan a ser cada vez menos optimistas y ninguna da por hecho un crecimiento económico significativamente superior al de 2021 lo que implicaría mantenerse en un escenario de estancamiento, cada vez más alejado del ritmo más vigoroso en 2022 de las economías de América Latina y el Caribe.

De confirmarse estos presagios Cuba se vería afectada en 2022 por una tasa de inflación elevada y resistente a la baja, una complicada gestión presupuestaria y un descontrol monetario sin precedentes, mientras que el peso cubano pasa a ocupar una dudosa centralidad dentro del sistema financiero a la que el régimen no hace más que poner obstáculos, como las tiendas en MLC.

Si se confirman estos presagios, la economía cubana seguiría estando en 2022, y posiblemente en 2023, por debajo del nivel de PIB previo a la pandemia y los avances para recuperar la riqueza perdida serían mucho más modestos que en el resto de los países de América Latina y Caribe. Al cierre de 2021, y a falta de confirmación oficial, la economía cubana se encuentra todavía a un 10,9% de distancia del nivel de producción de 2019, en tanto que otros países de la región ya han logrado recuperar el PIB anterior al COVID-19, como República Dominicana, una economía dependiente como Cuba, de la actividad turística, pero que ha sido más competente a la hora de desempeñar su gestión económica.

Cada día es mayor el número de analistas que destacan que el crecimiento económico en los próximos meses dependerá del control que se tenga de la pandemia, así como de otros factores que han aparecido en los últimos meses, ejerciendo una influencia sobre la oferta de los países. Entre esos factores, se pueden citar los suministros industriales, el precio de la energía, las altas tasas de inflación que en el caso cubano se encuentra lastrada por decisiones políticas erróneas, el aumento de los costes de financiación, o la inestabilidad geopolítica creada por Rusia, aliado de Cuba, en Ucrania.

El problema del régimen cubano es la falta de ideas y de respuesta a estos retos. Condicionado por los documentos aprobados en los congresos del partido, que marcan militarmente las decisiones de todo tipo que adopta, el gobierno con esa obediencia puede acabar actuando de forma contraproducente. No hay políticas en marcha para atraer el turismo, como en República Dominicana o Costa Rica, los niveles de inversión en los presupuestos se reducen y en la liquidación, se elimina la inversión para frenar el déficit.

La participación de la formación bruta de capital en el PIB se sitúa por debajo de la media de los países de América Latina, porque el estado comunista otorga prioridad al gasto corriente por delante del gasto de capital. El 73% del presupuesto de 2022 es gasto corriente. Como consecuencia de ello, los actores económicos y la economía en general se descapitalizan, entran en obsolescencia tecnológica y ven como pierden productividad y eficiencia.

Y si importante es invertir y dedicar recursos crecientes al capital de infraestructuras del país, lo es mucho más, avanzar en las reformas jurídicas y estructurales que deben llevar a la economía cubana a transitar hacia las libertades económicas. Estas reformas, como la creación de las mipymes, se han quedado cortas, y han defraudado a los que esperaban el nacimiento de una estructura empresarial privada e independiente en Cuba. Las reformas no llegan a los mercados, donde existe una elevada concentración de subsidios e ingresos no tributarios sobre las empresas que frenan su potencial de actividad.

Por otra parte, las reformas de la propiedad ni se intentan, y eso que resultan esenciales para potenciar cualquier esfuerzo inversor privado o estatal. Las reformas de los mercados de bienes, servicios y factores que faciliten el crecimiento de la oferta para atemperar las tasas de inflación no funcionan, y ahí están las “63 medidas de la agricultura” o las anunciadas para la industria azucarera. No hay el menor intento de otorgar al Banco Central autonomía en el diseño y ejecución de la política monetaria. Se trata de reformas que no funcionan, porque están basadas en el modelo económico y social comunista que es inservible y obsoleto, e incapaz de mejorar las condiciones de vida de los cubanos.

Aislada de los organismos internacionales especializados, la economía cubana es dirigida por personas que anteponen la obediencia a las consignas de un partido que pertenece a los tiempos de la guerra fría, sobre la racionalidad y la eficiencia, a la vez que son incapaces de dar respuesta a los retos de la cuarta revolución industrial o la globalización de los mercados. Ni siquiera son capaces de aumentar el rigor en la gestión presupuestaria, sino que van buscando reservas de ingresos allí donde existen para atender la voracidad de gasto corriente de un gobierno que ha hipotecado a los cubanos para los próximos 50 años.

 

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