Nota: Este artículo fue publicado originalmente en el Nuevo Herald el 16 de agosto de 2011.
Hace más de medio siglo la revolución cubana abolió todos los derechos de propiedad privada, buscando el paraíso en la Tierra bajo la premisa comunista de que toda la comunidad sería propietaria de todo y emergería un “hombre nuevo” que resultaría colectivista en su perspectiva y dispuesto a sacrificarse por el bien común. Ese experimento resultó en una sociedad distópica en bancarrota económica, caracterizada por enormes sistemas represivos de control social y un gobierno sin límites de poder sobre sus ciudadanos.
Hoy, el colapso de la economía cubana puede rastrearse claramente hasta su ideología colectivista y las acciones contra los derechos de propiedad privada. La falacia de los enfoques colectivistas fue descrita vívidamente por Garrett Hardin en su influyente artículo científico de 1968 titulado “La tragedia del colectivismo’’ ( The Tragedy of the Commons). La “tragedia del colectivismo” es una metáfora para explicar una relación estructural y sus consecuencias; específicamente la propiedad colectiva versus la privada. Bajo la condición de propiedad colectiva descrita por Hardin, cada pastor trataría de mantener la mayor cantidad de su ganado posible en el pasto colectivo, incluso si excediera la capacidad del mismo y al final se agotara en detrimento de todos. Cada pastor se beneficia de sus animales adicionales; el daño lo comparte el grupo.
Cualquier recurso poseído en común es propiedad de todos y de nadie y, por tanto, todos tienen un incentivo en sobreutilizarlo y nadie un incentivo para preservarlo. Aristóteles lo expresó: “A lo colectivo para el mayor número de personas se le concede el menor cuidado”. La historia económica muestra que los dueños individuales cuidan mejor sus propios recursos que lo que cuidan la propiedad común. Pero aún hoy la persecución utópica del colectivismo con sus controles gubernamentales persiste.
En vísperas de la revolución cubana alrededor del 80% de la tierra cultivable estaba cultivada (o utilizada para pastos) y la producción domestica suministraba el 70% del consumo alimenticio del país. Las cifras comparables hoy son 60% y 20% respectivamente.
El extraordinario grado de improductividad de la Cuba comunista se muestra dramáticamente por los análisis comparativos de poder de compra. Un estudio del Instituto de Estudios Cubanos y Cubano-Americanos de la Universidad de Miami demuestra, que, por ejemplo, para comprar una caja de 400 gramos (14 onzas) de leche en polvo, el trabajador cubano promedio tiene que trabajar 57.5 horas. Para hacer esa misma compra, el trabajador promedio en Costa Rica tiene que trabajar solo 1.7 horas. Ineficiencias comparables se mantienen en los otros productos de la canasta del consumidor analizada. En contraste, el ingreso per cápita en Cuba en 1957 estaba en el cuarto lugar en América Latina, y los ingresos reales en Cuba eran superiores a cualquier otro país en América Latina.
Aun cuando Cuba era una república corrupta y políticamente inepta, se alcanzaron hitos económicos y sociales a base de los derechos de propiedad privada durante los 56 años como república (1902-1958). En los siguientes 52 años, tras abolir los derechos de propiedad privada, Cuba descendió hasta su trágica situación actual. Pero aún se denigran los derechos de propiedad privada.
John Locke, el padre de la filosofía política moderna, argumentó que las personas tienen derechos naturales, es decir, derechos que se poseen desde antes de la existencia de los gobiernos. Esos derechos no son concedidos por los gobiernos ni por ninguna otra persona. Locke también articuló claramente el concepto de derechos de propiedad: “Todo hombre es propietario de su propia persona. El trabajo de su cuerpo, y el trabajo de sus manos, podemos decir correctamente que son suyos”. La posesión de propiedades es una implicación necesaria de la propiedad de nuestra propia persona. Todos los derechos humanos pueden verse como derivados del derecho de poseer nuestra persona.
La tragedia cubana del colectivismo y muestra, como señaló Karl Popper, que “los intentos para crear el paraíso en la Tierra producen siempre el infierno”.
José Azel es Profesor Adjunto en el Instituto de Estudios Cubanos y Cubano-Americanos de la Universidad de Miami, y autor del libro Mañana in Cuba.