Hay mucho más que hacer, y no sólo en Estados Unidos, porque hay comunidades de patriotas cubanos en muchos países alrededor del mundo.
Todo el que acuse a los cubanos de ser "carneros", de no tener la valentía necesaria para ser libres, deberían incorporarse desde ya a las organizaciones que sin descanso dirigen todas sus flechas contra la tiranía, denuncian sus crímenes y socorren a sus víctimas. |
La decisión de la Asamblea del Poder Popular de desatender una petición de amnistía política la tomó el Partido Comunista de Cuba y debe servir para que la oposición dentro del país y los cubanos libres en el exterior redoblen sus esfuerzos, hasta que el régimen tenga que liberarlos y que, además, puedan decidir si permanecen en la Isla y dejarles decidir si permanecen en la Isla o se van al exilio. Debemos dirigirnos a la prensa, a las asociaciones cívicas, a nuestros representantes, a los sindicatos, etcétera.
La decisión de la Asamblea del Poder Popular debe tener una respuesta inteligente para avanzar en la causa que todos queremos, que es la libertad de los presos políticos y, en definitiva, de toda la ciudadanía cubana.
En la Isla hay quienes pueden contactar a embajadas, dirigiéndose a Gobiernos democráticos. Otros, instar a la Iglesia a que ofrezca misas por la libertad de los cautivos y que se dirija a cardenales y obispos alrededor del mundo, pidiéndoles que agreguen sus voces a la campaña. Y no solo la Iglesia católica. También las iglesias cristianas evangélicas, las metodistas, presbiterianas, las bautistas, luteranas, episcopales, las comunidades de fe africana y hasta las logias masónicas podrían movilizar a los creyentes en Cuba y a sus correligionarios alrededor del mundo.
En el exterior, las organizaciones de derechos humanos del exilio con relaciones con entidades internacionales deberían acudir a ellas una vez más. Es el momento para que la sociedad civil en la Isla, los cubanos de la diáspora y sus muchos amigos insistamos juntos con las democracias alrededor del mundo para que estas condicionen sus relaciones diplomáticas, económicas, culturales y de todo tipo con La Habana a la liberación de los presos en Cuba.
En el Capitolio de Washington, senadores y congresistas podrían pedir a la Casa Blanca que suspenda toda cooperación con La Habana hasta que permita la entrada de Cruz Roja Internacional y Amnistía Internacional a las prisiones.
Hay que dirigirse con mensajes breves y respetuosos a los miembros del Parlamento Europeo, a las cancillerías, y a los que, como en Suecia y Lituania, piden que Europa suspenda, debido a la represión interna en la Isla, el acuerdo bilateral con La Habana que representa una infusión de millones de euros a la tiranía.
Por ejemplo, Tobias Billström, el ministro de Relaciones Exteriores sueco dijo el pasado agosto haber tenido acceso a informes sobre torturas en prisiones "muy preocupantes".
Hay mucho más que hacer, y no sólo en Estados Unidos, porque hay comunidades de patriotas cubanos en muchos países alrededor del mundo. Todos tenemos algo que aportar.
La Seguridad del Estado castrista trata de suprimir estas gestiones diciéndonos que no hay nada que hacer, que el régimen nunca soltará a nadie, y alguno que otro repite el estribillo de una campaña de desinformación muy dañina: insisten en que nada se podrá lograr hasta que el exilio entero se coordine en su totalidad. Hasta que eso suceda, proclaman que todas las gestiones están destinadas al fracaso. Mienten, tal como siempre han mentido y mentirán.
El régimen cubano quiere socavar esfuerzos, convenciéndonos de lo inútil que es oponerse a su despotismo vitalicio, de lo quimérico que resulta para los cubanos soñar con la libertad. La Seguridad del Estado, además, promueve la discordia entre las organizaciones pro democráticas, echa a correr rumores sin presentar pruebas y encima trata de desprestigiar a los anticastristas más efectivos en su contra. Así la tiranía intenta neutralizarnos.
Los que insisten en que Cuba no es libre porque muy pocos les prestan atención, y que hay que conseguir primero la unidad de todos los exiliados para desarrollar después "la estrategia para la victoria", en la práctica consiguen lo contrario. La forma de aunar esfuerzos no es denostando a los que hacen algo, sino uniéndose a ellos, trabajando con ellos, compartiendo los peligros, los dolores y las zozobras.
Todo el que acuse a los cubanos de ser "carneros", de no tener la valentía necesaria para ser libres, deberían incorporarse desde ya a las organizaciones que sin descanso dirigen todas sus flechas contra la tiranía, denuncian sus crímenes y socorren a sus víctimas.
Que dejen de predicar la desesperanza, los infundios para tratar de desprestigiar a los que sí trabajan. Que cesen de sembrar la división y las calumnias contra los patriotas. Si una acusación se hace, es imprescindible aportar pruebas.
No se agrupan voluntades insistiendo en que el que desarrolla una iniciativa diferente a la propia está siempre equivocado y actúa de mala fe.
Cuba será libre y todo cubano con decoro tiene un puesto en el movimiento para crear una Cuba nueva. Todos podemos acercarnos al hermano que sufre, a la madre de un preso político, al disidente al que la Seguridad del Estado ha vejado.
Eso se llama solidaridad, y es fundamental para la causa de una patria libre en la Isla. Porque Cuba es más que un término geográfico o una dialéctica política. Cuba es cada uno de los cubanos. Cuba somos millones de almas que merecemos ser libres y que nunca, a lo largo de las amargas décadas de dictadura, nos hemos cansado de denunciar los crímenes del castrismo y reclamar nuestra necesidad imperiosa de democracia y libertad.