Derechos Humanos / Human Rights

• Petición de genocidio llega a la ONU
• 400.000 personas piden a la ONU que catalogue de genocidio la persecución a los cristianos
• 

El Congreso Internacional sobre libertad religiosa, más conocido como Congreso #WeAreN2016, se está reuniendo en la Sede de Naciones Unidas en New York los días 28 a 30 de abril. El jueves 28 se reunieron en el salón del Consejo Económico y Social (ECOSOC) en el que participaron varios oradores distinguidos, se proyectó un sobrecogedor video, se debatió sobre la protección a las víctimas de persecución, se presentaron testigos de algunas atrocidades cometidas, concluyendo la jornada con testimonios y deliberaciones sobre las mujeres y niñas cristianas y yazidíes que han sido víctimas sexuales de crímenes de lesa humanidad. En la mañana del viernes 29 se entregó al Secretario General Ban-ki Moon la petición #WeAreN2016 que cuenta con más de 800.000 firmas. Y el sábado 30 concluye el Congreso en el Hotel Roosevelt de Nueva York con la participación de diversos oradores internacionales y más testimonios.

Desde el Congreso #WeAreN2016 piden luchar contra el Estado Islámico, Boko Haram y Al Shabaab

Los observadores permanentes de la Santa Sede y de la Organización de la Cooperación Islámica ante las Naciones Unidas, monseñor Bernardito Auza y Ufuk Gokcen, respectivamente, han coincidido este jueves en Nueva York en que es necesaria una lucha contra el Estado Islámico, contra Boko Haram y contra Al Shabaab

New York, Apr.29 (Más Libres).─ El primero en intervenir en esta primera jornada del Congreso #WeAreN2016, organizado por MasLibres.org y CitizenGO, con un evento paralelo en la Sede de Naciones Unidas patrocinado por la Misión Permanente de la Santa Sede, fue el arzobispo Bernardito Auza, quien instó a los políticos y religiosos a «estar a la altura de las circunstancias» ante las acciones del Estado Islámico.

The first looks at signs of a rapprochement with the Vatican 

Beijing, Apr.9.─ In late September Pope Francis and President Xi Jinping happened to visit America at the same time. The coincidence was unremarkable. Both men were there for the annual session of the UN General Assembly in New York. But it afforded Chinese officials a glimpse into something they may not have fully understood: the international stature and popular appeal of the pope. American media covered his every move—each appearance before an adoring crowd, and each ride he took in his humble little Fiat—while paying much less attention to Mr Xi (whose crowds included far fewer supporters and many more protesters than the pope’s).

Chinese officials were “shocked and flabbergasted” by the difference in the responses to the two leaders’ visits, says a Vatican analyst in Beijing. “They thought Xi Jinping was the emperor, the most important guy, and then along came this man in white to overshadow him.” Some observers believe that officials’ awakening to the pope’s popularity may help encourage them to improve relations with the Vatican after decades of diplomatic estrangement. China craves the admiration of great powers. The Vatican may be puny in size, but in soft power it is hard to match.