El Tratado de Lisboa [ver texto completo] es un acuerdo internacional europeo compuesto de una serie de enmiendas al Tratado de la Unión Europea (de Maastricht) y al Tratado constitutivo de la Comunidad Europea (de Roma), que conformaron originalmente la Unión Europea (UE). Los Estados miembros de la UE firmaron el Tratado de Lisboa el 31 de diciembre de 2007. Fue elaborado con el propósito específico de completar el proceso iniciado por el Tratado de Amsterdam (1997) y el Tratado de Niza a fin de lograr una mayor eficiencia y legitimidad democrática de la Unión y de mejorar la coherencia de sus acciones.
Debió contar con la ratificación de todos los Estados miembros para fines de 2008, pero el plazo venció sin lograrlo debido al rechazo inicial del electorado irlandés en un referendo realizado en 2008, aunque esta decisión fue revocada en un segundo referendo en 2009 y el Tratado de Lisboa entró entonces en vigor el 1º de diciembre de 2009, de conformidad con su Artículo 6, proporcionándole a la UE una serie de instituciones modernas que enfrenten los problemas de la globalización, de los cambios climáticos y demográficos, de la seguridad continental y de la energía. Además, refuerza los métodos democráticos de la Unión y facilita los intereses de sus ciudadanos por medios más participativos.
La expansión de la UE de 15 a 27 miembros exigía herramientas eficaces y coherentes para su debido funcionamiento y para desarrollar una capacidad adecuada de responder a los rápidos cambios que experimenta nuestro mundo de hoy. Esa perspectiva exigía una nueva elaboración de las normas y reglamentos que permitieran la acción concertada. Ese es el propósito primordial del Tratado de Lisboa.
Los líderes europeos alcanzaron un acuerdo que tuviera en cuenta los cambios políticos, económicos y sociales que estaban ocurriendo y siguen ocurriendo, así como la necesidad de acomodarlos a las aspiraciones y expectativas de los ciudadanos de Europa. El Tratado de Lisboa define lo que la UE puede y no puede hacer, además de los medios para hacerlo. Modifica también la estructura de las instituciones de la Unión y su funcionamiento. En consecuencia, la Unión Europea se torna más democrática en un ambiente más participativo que realza aún más sus valores fundamentales.
El Tratado de Lisboa se concertó mediante negociaciones entre los Estados miembros en una conferencia intergubernamental que se realizó en estrecha colaboración con la Comisión y el Parlamento europeos. Cada uno de los Estados miembros seleccionó después los procedimientos de ratificación de conformidad con sus respectivas Constituciones. Algunos de estos procedimientos demoraron su ratificación, como en el caso de Irlanda, pero finalmente fue aceptado por los 27 Estados miembros.