La Doctrina Social de la Iglesia, su Misión Profética y la Política

Frecuentemente escuchamos esta afirmación: “La Iglesia no debe meterse en política”. Escuchamos también: “Este laico, esta monja o este sacerdote, no deben meterse en política”. Aún más, en ocasiones, sacerdotes, religiosas y laicos, somos etiquetados, encasillados e incluso discriminados por ejercer nuestro compromiso cristiano en los ámbitos económicos, sociales y políticos. Sin embargo esto, a veces, ocurre sólo con los que ejercemos nuestra misión profética crítica y propositiva, mientras que los que se mantienen callados, mimetizados, o están comprometidos con el estatus actual de las cosas, son aceptados e incorporados, como debe ser, pero para todos por igual, en todos los servicios para los que tengan vocación y formación.

No ocurre siempre, ni en todos los lugares por igual, pero eso invita a una reflexión más profunda y teológica. Intento proponer algunas pistas para que esta reflexión pudiera servir tanto dentro de la Iglesia, como para aquellos que, desde fuera, la juzgan, la critican y la reprimen, por su compromiso cristiano en el ámbito social.

Propuestas

1. Propongo reflexionar y estudiar, en nuestras comunidades, lo que enseña el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia que duerme en los estantes de nuestras bibliotecas: Que la Doctrina Social de la Iglesia no es opcional ni es un apéndice prescindible, según la situación circunstancial. La Doctrina Social es parte inseparable y eminente del Evangelio de Jesucristo y, por tanto, es parte de la Teología moral. Si esta parte se ignora, se esconde o se mutila, se está faltando gravemente a la misión evangelizadora que Cristo encargó a su Iglesia. Es más, la Iglesia tiene el deber ineludible de cumplir todos y cada uno de sus “munus” (oficio, servicio, responsabilidad): el primero, el “munus docenti“. Es decir, la Iglesia tiene la misión de enseñar, predicar todo el Evangelio, cumplir con su misión profética de denunciar lo que va contra la dignidad, la libertad y los derechos de todas y cada una de las personas; y su deber de pensar, reflexionar, prever y anunciar lo que es bueno, verdadero y bello para cada persona y cada pueblo.

Si la Iglesia es callada en esta misión, se mutila el Evangelio, se reduce su misión y se lesiona gravemente la libertad religiosa. Y no solo eso, la fe es convertida en un ansiolítico alienante, en un pietismo escapista y en un quiste que encapsula a sus fieles en una burbuja que los separa de su prójimo y de la sociedad a la que deben servir el mensaje liberador, sanador y fecundante de Jesucristo.

2. Esta misión de servicio liberador, sanador y fecundante, es decir, creativo y propositivo, dentro de la Iglesia y dentro de la sociedad, debe ser cumplida por todos los miembros de la Iglesia. Nadie está exento de esta misión de servicio. Sin embargo, no todos los miembros de la Iglesia están llamados a cumplir esta misión profética, política y servicial de la misma forma.

Existen dos formas de hacer política, como búsqueda del bien común: política cívica (política en sentido amplio) y política partidista (política en sentido estricto).

En efecto, en la Iglesia todos somos profetas, pero la forma de ejercer el profetismo cristiano es diferente según la vocación específica de cada cual: el Papa, los Obispos y los sacerdotes están llamados a santificar, enseñar, y pastorear, tanto a la comunidad eclesial como a todo el pueblo al que han sido enviados, sin distinción de personas, ideologías u opciones políticas. Los pastores reciben la misión de cuidar de todas las ovejas de Cristo, aun de aquellas que no son de este redil y de aquellas que se pierden en el monte y son heridas por los lobos. Los pastores no pueden discriminar a los fieles, ni por una opción política ni por otra. Son pastores de todos, por igual. Ejercen su servicio enseñando toda la Doctrina Social de la Iglesia en todo momento y lugar, “a tiempo y a destiempo” como dice San Pablo. Ellos son custodios de que el lobo no se cuele en el redil, de que la mundanidad, esta forma de actuar permeada por las ideologías y simulaciones, no se haga estilo de vida en la Iglesia y de que no se excluya de la Iglesia y de sus servicios, ni a tirios ni a troyanos que se acerquen o los que han estado siempre.

Es en este fundamento bíblico y teológico que se basa el servicio de predicación, de cartas pastorales, de mensajes utilizando el avance de las nuevas tecnologías de la comunicación y las redes sociales que, muy prudente y valientemente, utilizan los pastores, iluminando desde la fe, y desde la ética cristiana que de ella se deduce, todos los ámbitos donde viven las personas y la entera sociedad.

Es en este fundamento bíblico y teológico que se basan nuestros Obispos para pedir cambios estructurales en Cuba cuando expresa en su Mensaje por el Jubileo 2025:

Cuando la cotidianidad obliga a la búsqueda afanosa de los bienes primarios, la falta prolongada de corriente eléctrica afecta el descanso y paraliza el estudio y el trabajo; las familias se fragmentan cada vez más por la emigración creciente, y el desencanto y la apatía se apoderan de tantos, agobiados por la repetición de promesas que no se concretan nunca… cuando todo esto nos invade el alma, el horizonte de la esperanza se desdibuja y la tristeza se apodera de nuestros corazones” (Mensaje de los Obispos Católicos Cubanos en el Año Jubilar 2025, No. 4).

Con desesperanza y sin alegría no hay futuro para ningún pueblo. Es verdad que la Iglesia sabe y proclama siempre que Jesucristo Resucitado es la fuente y la meta de la verdadera esperanza (cf. Col. 1,27). Pero también es deseable, legítimo, digno del hombre, que todo ser humano pueda vivir y trabajar en paz, realizar sus sueños personales y familiares, progresar integralmente cada vez más” (Mensaje de los Obispos Católicos Cubanos en el Año Jubilar 2025, No. 5).

"Si las personas pueden crecer y desarrollar sus potencialidades, es más fácil motivar la búsqueda y el esfuerzo del bien común, ese que parece cada vez más lejano de tantos hermanos nuestros, sobre todo, los pobres, los ancianos solos y abandonados, los que duermen o deambulan por las calles, los que buscan comida diariamente en los contenedores de basura, los que no logran dormir en las interminables noches de apagón, los padres de familia agobiados por el futuro incierto que vislumbran para sus hijos, los que están resentidos o rotos y se vuelven cada vez más violentos, los que no sienten que pueden expresar libremente sus convicciones, los que se enrolan en el alcohol, las drogas y otras adicciones… carentes de amor y vaciados de esperanza” (Mensaje de los Obispos Católicos Cubanos en el Año Jubilar 2025, No. 6).

Como podemos leer, los Obispos cubanos analizan, a la luz del Evangelio de Cristo, las realidades económicas, políticas y sociales que sufre hoy el pueblo cubano. Esa es su forma de ejercer su misión profética al servicio de la política en su sentido amplio y no partidista, que significa “la búsqueda del bien común de la “polis” (ciudad, pueblo). Es por eso que es legítimo, aún más, deseable y necesario, que los pastores entren en esta forma de iluminar la política que es su manera de enseñar y obrar la Doctrina Social de la Iglesia que es, como ya dijimos, parte esencial e inseparable del Evangelio. Ellos avanzan, aún más, en este servicio pastoral y profético dando voz a la necesidad de cambios en Cuba cuando expresan claramente en el mismo Mensaje jubilar:

La realidad dolorosa y apremiante que experimentamos pide no quedarnos únicamente en los análisis, la descripción de los problemas y sus múltiples causas. Nos exige cambiar el rumbo de esta situación. En todos los lugares de la geografía nacional, para los oídos atentos y respetuosos del sufrimiento del prójimo se escucha continuamente que las cosas no están bien, que no podemos seguir así, que hay que hacer algo para salvar a Cuba y devolvernos la esperanza. Este reclamo es una invitación a todos, pero fundamentalmente a los que tienen responsabilidades más altas a la hora de tomar decisiones para el bien de la nación. Es el momento de crear un clima, sin presiones ni condicionamientos internos y externos, donde se puedan llevar adelante los cambios estructurales, sociales, económicos y políticos que Cuba necesita” (Mensaje de los Obispos Católicos Cubanos en el Año Jubilar 2025, No. 9).

Este es un ejemplo sereno, fiel y encarnado, de cómo ejerce la Iglesia jerárquica su misión política no partidista, es decir, cívica.

3. Los sacerdotes y las religiosas que colaboran, a su forma, con esta misión profética, lo hacen a través de sus predicaciones, enseñanzas, reflexiones y mensajes en sus comunidades y también en sus redes sociales, instrumentos actuales para extender la evangelización. Eso es parte de su más legítimo compromiso cristiano basado en el mismo mandato de Jesús en el Evangelio. 
4. Los fieles laicos cristianos, basándonos en los mismos fundamentos bíblicos y teológicos, debemos ejercer nuestra vocación y misión laica cristiana (que es también nuestro derecho a la libertad religiosa), el servicio profético en medio del mundo en el que vivimos. Esta misión profética en lo económico, en lo social y en lo político, de nosotros los laicos, se puede ejercer de dos maneras:

– Como servicio político cívico. Es decir, igual al que ejercen los obispos, sacerdotes y religiosas, pero al estilo laical sin confundirnos con la mundanidad. Es un servicio en la cívica (civitas: ciudad, pueblo, polis), no partidista. Es decir, en todo lo que afecte al bien común sin fundar un partido, sino como activista en la sociedad civil. Como hombre de Iglesia en lo cívico. Como dice el Documento de Puebla: los laicos deben ser “hombres de mundo en el corazón de la Iglesia y hombres de Iglesia en el corazón del mundo”. Por ello, los laicos comprometidos con este activismo cívico podemos decir, con toda legitimidad y limpia conciencia, que lo hacemos a partir de nuestra fe cristiana y de nuestra pertenencia a la Iglesia. Ni separados, ni a espaldas de ella, sino como hijos de la Iglesia.

– La otra forma de ejercer este servicio político profético por parte de los fieles laicos es comprometiéndose en la política partidista a partir de su fe y de las consecuencias económicas, políticas y sociales del Evangelio. En esta forma de ejercer el servicio profético se diferencian de los pastores y de los religiosos que, según las actuales disciplinas de la Iglesia, deben abstenerse de hacer política partidista, para precisamente, poder acoger y orientar a todas las opciones políticas de todos sus fieles.

Quiera Dios, que en esta hora crucial y decisoria de la nación cubana, reflexionemos, estudiemos, interioricemos y tomemos conciencia de la necesidad y la urgencia de comprender y asumir este indispensable y tremendo compromiso al servicio del cambio verdadero, la libertad, la democracia y el progreso material y espiritual de Cuba.

Que las autoridades civiles comprendan, por fin, la necesidad de ejercer este compromiso que exige la fe cristiana y garanticen una plena libertad religiosa que es un derecho que nos da Dios a todos.

Que todos los cristianos, pastores y laicos, comprendamos y ejerzamos, prudente, propositiva y valientemente, nuestra misión profética económica, social, cultural y política, cada cual según su propia vocación, a tiempo y a destiempo, pero ahora ya, en este tiempo de cambio.

Pero sobre todo, que nuestro pueblo comprenda que el ejercicio de esta misión profética y política no es para establecer otra alianza del trono y el altar, sino para servir –y servir mejor– a todo nuestro pueblo, creyentes, agnósticos y ateos.

Es la Patria el ara, todos debemos ser sus servidores.

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