(Una visión cristiana de la sociedad democrática)*
Con el retorno de la democracia a América Latina al comienzo de la década del 90, Occidente se congratulaba al expresar que sólo quedaba una dictadura en toda América, la cubana. Pasados algunos años, en 1998, con el ascenso de Hugo Chávez al poder en Venezuela, su aguda crítica al modelo económico capitalista, y la desarticulación de los partidos políticos tradicionales, comenzaba la etapa de los gobiernos del Socialismo del Siglo XXI, que arropados con una fachada democrática, no eran más que nuevos modelos autoritarios, que desde el poder desmontaban los elementos fundamentales del Estado de Derecho. El modelo venezolano, se extendió a varios países como Bolivia, Ecuador y Nicaragua, que con sus matices, no sólo han acabado con la separación de poderes, acaparándolo en la figura del presidente o nuevo autócrata, sino que han ido logrando la elección indefinida del mismo, acomodando las constituciones y las instituciones a su antojo.
Lamentablemente lo que está ocurriendo en Venezuela, es la premisa de lo que puede continuar ocurriendo en otras naciones. Quedan muchos países muy sensibles y débiles institucionalmente en los que puede repetirse el fenómeno, donde la corrupción, la violencia y la pobreza han hecho que los jóvenes y la ciudadanía en general hayan ido perdiendo confianza en el sistema democrático, lo que posibilitaría caer en un nuevo modelo dictatorial, mucho peor, que los vividos anteriormente bajo la bota militar.
El fenómeno de la corrupción política no se limita a nuestra América Latina, se ha ido extendiendo como la hiedra, a las mismas democracias en Norteamérica y en Europa, haciendo que la ciudadanía vaya perdiendo confianza en los valores que las sustentan, dando lugar a populismos, que no creen en los valores democráticos, y son un verdadero peligro para la sociedad. Muchas veces desde los EE.UU. vemos esos fenómenos tranquilamente desde la comodidad de nuestros hogares, y no comprendemos el peligro de su extensión, que mina aún hasta las democracias más sólidas.
Mientras que Europa después de la 2da Guerra Mundial, fundamentó su desarrollo democrático en sociedades profundamente comprometidas con lo social, modelo que se denominó ¨Estado de Bienestar¨, el modelo norteamericano, desde sus inicios, se fundamentó más en el individualismo, aunque el siglo XX, fue adicionando leyes de protección social como el Social Security, el Medicare, el Medicaid, el salario mínimo, etc.
Lo primero que propongo es que para analizar cualquier modelo de sociedad, lo hagamos aceptando el modelo democrático de convivencia. Para mí está fuera de todo contexto un análisis que parta de soluciones dictatoriales ya sean éstas, dictaduras autoritarias o totalitarias.
La Democracia Liberal.
La Democraciaes una forma de organización social que atribuye la titularidad del poderal conjunto de la sociedad. En sentido estricto, la democracia es una forma de organización del Estadoen la cual las decisiones colectivas son adoptadas por el pueblomediante mecanismos de participación directa o indirecta que confieren legitimidada sus representantes. En sentido amplio, democracia es una forma de convivencia social en la que los miembros son libres e iguales y las relaciones sociales se establecen de acuerdo a mecanismos contractuales.(1)
Hay democracia directacuando la decisión es adoptada directamente por el pueblo. Hay democracia indirecta o representativacuando la decisión es adoptada por personas reconocidas por el pueblo como sus representantes. Por último, hay democracia participativacuando se aplica un modelo político que facilita a los ciudadanos su capacidad de asociarse y organizarse de tal modo que puedan ejercer una influencia directa en las decisiones públicas o cuando se facilita a la ciudadanía amplios mecanismos plebiscitarios. Estas tres formas no son excluyentes y suelen integrarse como mecanismos complementarios.(1)
Existen muchas variantes en la aplicación de la democracia, se mezclan sus componentes, y podríamos decir que no hay una forma pura, sino que cada uno de los pueblos que la aplican lo hacen con características muy propias, aunque con bases que se apoyan en los mismos principios. En Europa, la democracia se ha forjado básicamente a través de sistemas parlamentarios, que se aplican tanto a las Repúblicas como a las Monarquías Constitucionales, y en casos como el francés, un modelo híbrido, a partir de la quinta república, con Charles de Gaulle, como su iniciador, a través de un sistema semi-parlamentario. En EE.UU. y en América Latina, se ha desarrollado básicamente el sistema presidencialista de gobierno. No es el fin de este artículo analizarlos, sino sólo mencionarlos, como la base sobre las que se han establecido los mecanismos del estado de derecho democrático. Cuando analizamos cada uno de estos modelos, podemos afirmar que en todos ellos, la libertad, el pluripartidismo, el voto libre de los ciudadanos ejercido como derecho para elegir a sus gobernantes, y el respeto al derecho de propiedad son elementos comunes, que podríamos decir son la médula en la que se sustentan, y que han ido estableciendo el respeto a los derechos humanos de cada uno de los ciudadanos. Históricamente, el término más apropiado para este modelo es el de Democracia Liberal, y no hay otro que haya podido edificarse sobre principios tan sólidos en la práctica de la convivencia ciudadana, pues las llamadas Democracias Populares, de los países del Socialismo Real, han sido realmente, dictaduras, en las que todos estos principios han sido aplastados en nombre de un igualitarismo engendrador de pobreza material y espiritual por un partido único.
Considero entonces que debemos partir en nuestro análisis, aceptando a la Democracia como la única forma de convivencia aceptable, porque hasta que se demuestre lo contrario, el resto de los modelos conducen a la dictadura. En segundo lugar y también muy importante, el único sistema económico-social que ha convivido con la democracia ha sido el capitalismo, esto no quiere decir que el capitalismo sea democrático, sino, que la democracia ha podido ser erigida sólo dentro del capitalismo, pues el socialismo real degeneró en dictadura totalitaria, el socialismo del siglo XXI es una mezcla rara de capitalismo con autoritarismo estatista y es una dictadura de nuevo estilo, en la que las instituciones democráticas están cada día más atadas de pies y manos. Por último el fascismo clásico utilizó el capitalismo pero con el control absoluto del estado dentro de una dictadura totalitaria, y el nuevo tipo de “fascismo del siglo XXI” (3) representado por modelos como el chino, mantiene la dictadura de partido único. Sin embargo, como el capitalismo no concentra el poder en un solo dueño, sino que lo redistribuye en innumerables empresarios, empresas, asociaciones económicas, etc. se acomoda perfectamente a la democracia. En aquellos países, donde sólo una oligarquía tiene el poder económico, no sólo no son democracias, o democracias a medias, sino que no son verdaderamente capitalistas, son capitalistas a medias, porque el capitalismo necesita para desarrollarse plenamente, la competencia, la pequeña, la mediana, y la gran empresa, en fin la distribución de la propiedad en muchas manos.
¿Qué nos dice entonces la Doctrina Social de la Iglesia? Veamos algunas muestras de documentos eclesiales, de sólo algunos, pues todos nos llevan a la misma conclusión, y analicemos sus planteamientos.
- Algunos Documentos Eclesiales
a) Documento Conciliar Gaudium et Spes (1965)
La igualdad esencial entre los hombres y la justicia social
29. … Aunque existen desigualdades justas entre los hombres, sin embargo, la igual dignidad de la persona exige que se llegue a una situación social más humana y más justa. Resulta escandaloso el hecho de las excesivas desigualdades económicas y sociales que se dan entre los miembros y los pueblos de una misma familia humana. Son contrarias a la justicia social, a la equidad, a la dignidad de la persona humana y a la paz social e internacional.
Hay que superar la ética individualista
30. La profunda y rápida transformación de la vida exige con suma urgencia que no haya nadie que, por despreocupación frente a la realidad o por pura inercia, se conforme con una ética meramente individualista. El deber de justicia y caridad se cumple cada vez más contribuyendo cada uno al bien común según la propia capacidad y la necesidad ajena, promoviendo y ayudando a las instituciones, así públicas como privadas, que sirven para mejorar las condiciones de vida del hombre.
b) Encíclica Populorum Progressio-Pablo VI (1967)
Visión cristiana del desarrollo
14. El desarrollo no se reduce al simple crecimiento económico. Para ser auténtico debe ser integral, es decir, promover a todos los hombres y a todo el hombre. Con gran exactitud ha subrayado un eminente experto: «Nosotros no aceptamos la separación de la economía de lo humano, el desarrollo de las civilizaciones en que está inscrito. Lo que cuenta para nosotros es el hombre, cada hombre, cada agrupación de hombres, hasta la humanidad entera».
La propiedad
23. «Si alguno tiene bienes de este mundo, y viendo a su hermano en necesidad le cierra sus entrañas, ¿cómo es posible que resida en él el amor de Dios?»(1Jn 3, 17)…. Es decir, que la propiedad privada no constituye para nadie un derecho incondicional y absoluto… En una palabra: «el derecho de la propiedad no debe jamás ejercitarse con detrimento de la utilidad común, según la doctrina tradicional de los Padres de la Iglesia y de los grandes teólogos». Si se llegase al conflicto «entre los derechos privados adquiridos y las exigencias comunitarias primordiales», toca a los poderes públicos «procurar una solución, con la activa participación de las personas y de los grupos sociales».
c) Encíclica Centesimus Annus-Juan Pablo II (1991)
Hacia las cosas nuevas de hoy.
13. Ahondando ahora en esta reflexión y haciendo referencia a lo que ya se ha dicho en las encíclicas Laborem exercensy Sollicitudo rei socialis,hay que añadir aquí que el error fundamental del socialismo es de carácter antropológico. Efectivamente, considera a todo hombre como un simple elemento y una molécula del organismo social, de manera que el bien del individuo se subordina al funcionamiento del mecanismo económico-social… De esta errónea concepción de la persona proviene la distorsión del derecho, que define el ámbito del ejercicio de la libertad, y la oposición a la propiedad privada. El hombre, en efecto, cuando carece de algo que pueda llamar «suyo» y no tiene posibilidad de ganar para vivir por su propia iniciativa, pasa a depender de la máquina social y de quienes la controlan, lo cual le crea dificultades mayores para reconocer su dignidad de persona y entorpece su camino para la constitución de una auténtica comunidad humana.
La propiedad privada y el destino universal de los bienes.
41. El marxismo ha criticado las sociedades burguesas y capitalistas, reprochándoles la mercantilización y la alienación de la existencia humana. Ciertamente, este reproche está basado sobre una concepción equivocada e inadecuada de la alienación, según la cual ésta depende únicamente de la esfera de las relaciones de producción y propiedad, esto es, atribuyéndole un fundamento materialista y negando, además, la legitimidad y la positividad de las relaciones de mercado incluso en su propio ámbito. El marxismo acaba afirmando así que sólo en una sociedad de tipo colectivista podría erradicarse la alienación. Ahora bien, la experiencia histórica de los países socialistas ha demostrado tristemente que el colectivismo no acaba con la alienación, sino que más bien la incrementa, al añadirle la penuria de las cosas necesarias y la ineficacia económica.
La experiencia histórica de Occidente, por su parte, demuestra que, si bien el análisis y el fundamento marxista de la alienación son falsas, sin embargo la alienación, junto con la pérdida del sentido auténtico de la existencia, es una realidad incluso en las sociedades occidentales.
42… ¿Se puede decir quizá que, después del fracaso del comunismo, el sistema vencedor sea el capitalismo, y que hacia él estén dirigidos los esfuerzos de los países que tratan de reconstruir su economía y su sociedad? ¿Es quizá éste el modelo que es necesario proponer a los países del Tercer Mundo, que buscan la vía del verdadero progreso económico y civil?
La respuesta obviamente es compleja. Si por «capitalismo» se entiende un sistema económico que reconoce el papel fundamental y positivo de la empresa, del mercado, de la propiedad privada y de la consiguiente responsabilidad para con los medios de producción, de la libre creatividad humana en el sector de la economía, la respuesta ciertamente es positiva, aunquequizá sería más apropiado hablar de «economía de empresa», «economía de mercado», o simplemente de «economía libre». Pero si por «capitalismo» se entiende un sistema en el cual la libertad, en el ámbito económico, no está encuadrada en un sólido contexto jurídico que la ponga al servicio de la libertad humana integral y la considere como una particular dimensión de la misma, cuyo centro es ético y religioso, entonces la respuesta es absolutamente negativa.
d) Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium-Francisco (2013)
Un llamamiento urgente a los políticos
“Una reforma financiera que no ignore la ética requeriría un cambio de actitud enérgico por parte de los dirigentes políticos, a quienes exhorto a afrontar este reto con determinación y visión de futuro, sin ignorar, por supuesto, la especificidad de cada contexto. ¡El dinero debe servir y no gobernar! El Papa ama a todos, ricos y pobres, pero tiene la obligación, en nombre de Cristo, de recordar que los ricos deben ayudar a los pobres, respetarlos, promocionarlos. Os exhorto a la solidaridad desinteresada y a una vuelta de la economía y las finanzas a una ética en favor del ser humano”.
No a la economía de la exclusión
“Así como el mandamiento de 'no matar' pone un límite claro para asegurar el valor de la vida humana. Esa economía mata. No puede ser que no sea noticia que muere de frío un anciano en situación de calle y que sí lo sea una caída de dos puntos en la bolsa. Eso es exclusión. No se puede tolerar más que se tire comida cuando hay gente que pasa hambre. Eso es inequidad. Hoy todo entra dentro del juego de la competitividad y de la ley del más fuerte, donde el poderoso se come al más débil. Como consecuencia de esta situación, grandes masas de la población se ven excluidas y marginadas: sin trabajo, sin horizontes, sin salida. Se considera al ser humano en sí mismo como un bien de consumo, que se puede usar y luego tirar”.
La pobreza
“La necesidad de resolver las causas estructurales de la pobreza no puede esperar, no solo por una exigencia pragmática de obtener resultados y de ordenar la sociedad, sino para sanarla de una enfermedad que la vuelve frágil e indigna y que solo podrá llevarla a nuevas crisis. Los planes asistenciales, que atienden ciertas urgencias, solo deberían pensarse como respuestas pasajeras. Mientras no se resuelvan radicalmente los problemas de los pobres, renunciando a la autonomía absoluta de los mercados y de la especulación financiera y atacando las causas estructurales de la inequidad, no se resolverán los problemas del mundo y en definitiva ningún problema. La inequidad es la raíz de los males sociales”.
Un mensaje a políticos y financieros
“Mientras las ganancias de unos pocos crecen exponencialmente, las de la mayoría se quedan cada vez más lejos del bienestar de esa minoría feliz. Este desequilibrio proviene de ideologías que defienden la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera. De ahí que nieguen el derecho de control de los Estados, encargados de velar por el bien común. Se instaura una nueva tiranía invisible, a veces virtual, que impone, de forma unilateral e implacable, sus leyes y sus reglas […]. La ética —una ética no ideologizada— permite crear un equilibrio y un orden social más humano. En este sentido, animo a los expertos financieros y a los gobernantes de los países a considerar las palabras de un sabio de la antigüedad: 'No compartir con los pobres los propios bienes es robarles y quitarles la vida. No son nuestros los bienes que tenemos, sino suyos”.
Si analizamos cada uno de estos fragmentos tomados de documentos conciliares, encíclicas o de esta última exhortación apostólica del Papa Francisco, todos siguen una misma línea, la de la Doctrina Social de la Iglesia. Podríamos analizar encíclica, tras encíclica y en todas veremos reflejados los mismos principios:
- La dignidad de la persona humana como centro de todo sistema político, económico y social, por lo que resulta escandaloso el hecho de las excesivas desigualdades económicas y sociales.
- La llamada a superar la ética individualista, para crear una ética centrada en el bien común.
- El desarrollo no puede ser reducible al crecimiento económico, debe ser integral para promover a todos los hombres y a todo el hombre.
- La propiedad privada no constituye un derecho incondicional y absoluto, no debe ejercitarse jamás con detrimento de la utilidad común.
- El socialismo marxista es un fracaso y su error fundamental es considerar al hombre como una simple molécula del organismo social, distorsionando con ello el derecho y el ejercicio de la libertad.
Entonces, que nos dice la Iglesia respecto a los modelos de sociedad. La Iglesia no tiene como finalidad proponer un modelo económico o un modelo de sociedad determinado, pero tiene a Jesucristo, su vida, su Evangelio, y con ello una Enseñanza Social. Tal como dijera Su Santidad en Centesimus Annus, para este objetivo la Iglesia ofrece, como orientación ideal e indispensable, la propia doctrina social, la cual —como queda dicho— reconoce la positividaddel mercado y de la empresa, pero al mismo tiempo indica que éstos han de estar orientados hacia el bien común.
Por lo que continuando con el análisis de los documentos eclesiales podemos decir con Juan Pablo II, y retomo el inciso correspondiente:Si por «capitalismo» se entiende un sistema económico que reconoce el papel fundamental y positivo de la empresa, del mercado, de la propiedad privada y de la consiguiente responsabilidad para con los medios de producción, de la libre creatividad humana en el sector de la economía, la respuesta ciertamente es positiva, aunquequizá sería más apropiado hablar de «economía de empresa», «economía de mercado», o simplemente de «economía libre». Pero si por «capitalismo» se entiende un sistema en el cual la libertad, en el ámbito económico, no está encuadrada en un sólido contexto jurídico que la ponga al servicio de la libertad humana integral y la considere como una particular dimensión de la misma, cuyo centro es ético y religioso, entonces la respuesta es absolutamente negativa.
Es por ello que el Papa Francisco, en total armonía con la Doctrina Social de la Iglesia, que no tiene nada de marxista, ni de comunista, como han querido enmarcarla algunos ignorantes, ha insistido sobre la necesidad de la justicia, y de una política humanista que centre al hombre, haciendo una dura crítica al dinero en su papel de nuevo Dios, ¡El dinero debe servir y no gobernar!, diciéndonos que hoy tenemos que decir 'no a una economía de la exclusión y la inequidad'. Mientras no se resuelvan radicalmente los problemas de los pobres, renunciando a la autonomía absoluta de los mercados y de la especulación financiera y atacando las causas estructurales de la inequidad, no se resolverán los problemas del mundo y en definitiva ningún problema. La inequidad es la raíz de los males sociales”.
Capitalismo Radical vs Capitalismo Social
Recientemente he escuchado y leído en múltiples ocasiones algo así como el ¨réquiem¨ o el anuncio de la muerte del llamado Estado de Bienestar. La gama de planteamientos es grande, y todos aseguran que el estado de bienestar es totalmente opuesto a la responsabilidad fiscal. Muchos son los ejemplos que sobre todo a partir de la crisis económica global que todavía nos golpea, como los de Grecia, España, etc, nos lo confirman. En prácticamente todos los casos, los beneficios que en educación, salud, y ayudas a los pobres, a los ancianos, a las madres solteras, y a otros sectores, ha ofrecido el estado de bienestar, se ven como una contradicción entre el estado benefactor, gastador, o super-estado y la responsabilidad individual, la correcta conducción económica, los derechos del capital, etc.
Es curioso que cada vez que Naciones Unidas, da un informe anual sobre Calidad de Vida, los países que aparecen en los primeros lugares, son siempre aquellos en los que se han creado los beneficios del estado de bienestar, como Suecia, Noruega, Dinamarca, Canadá, etc. Es curioso también que todos estos países son altamente desarrollados, y están entre las naciones que deberíamos imitar, si queremos llegar a sociedades no sólo desarrolladas sino armónicas y con un nivel de igualdad en que todos puedan disfrutar de ese desarrollo.
Sin embargo todos estos sectores anti-estado benefactor, donde se encuentran prestigiosos economistas, plantean que el estado de bienestar, tal y como lo conocemos, no es sostenible. Hasta Holanda anuncia pasos para cambiar el modelo, por uno ¨participativo¨, ya que el actual no puede financiarse.
En Despedida al Estado de Bienestar, Ricardo Valenzuela nos dice: En este nuevo siglo XXI el poder de los gobiernos se deberá seguir deteriorando y una nueva configuración de riqueza estará naciendo sin esa opresiva participación del estado. Los políticos, los sindicatos, las profesiones reguladas, los gobiernos en general, tendrán una importancia mucho menor a lo acostumbrado. Con una mínima participación del estado en los procesos económicos, los recursos no serán tan desperdiciados. Los encargados de la famosa redistribución del ingreso, perderán todo ese poder. La riqueza privada que había sido generada en complicidad con el estado, ahora será retenida por esos que la crean. Una nueva riqueza terminará en manos de esos audaces empresarios y capitalistas aventureros no ligados al estado. La globalización acompañada de otras características de esta era de la información, tenderá a incrementar el ingreso de los más talentosos y esforzados en cada campo y en todos los niveles de la sociedad.
Da la impresión de que estos audaces aventureros tienen la varita mágica, para lograr ese sueño, de libertad, igualdad y fraternidad que nos legara la Revolución Francesa. Da la impresión de que los audaces aventureros, incluyendo a la banca, no tuvieron responsabilidad alguna en la más grande recesión económica desde la gran depresión. Da la impresión de que la gran responsable ha sido ¨la opresiva participación del estado¨.
La realidad es que todos, todos tienen una gran cuota de responsabilidad, los que ¨adoran¨ al estado y los que ¨adoran¨ al individualismo. Es que acaso no puede haber una solución intermedia. Es que acaso no pueda ponerse en práctica esa lección tomada de la subsidiaridad que nos dice: tanto mercado cuanto sea posible y tanto estado cuanto sea necesario.
Víctor Lapuente Ginéprofesor del Instituto para la Calidad de Gobierno de la Universidad de Gotemburgo, nos da interesantísimas pautas en sus reflexiones, en un artículo publicado recientemente en El País de España, ¨Por una Política Bisexual¨. Mi receta para que España salga de la crisis es muy sencilla: debemos adoptar políticas de liberalización de nuestra economía más a la derecha que las medidas del gobierno Rajoy y políticas de bienestar social más a la izquierda que las propuestas de Rubalcaba. Puedes pensar que soy políticamente incoherente (o políticamente bisexual), pues la liberalización económica va de la mano del desmantelamiento del estado de bienestar y la regularización de los mercados va de la mano de un gobierno más protector. Así nos lo han dicho siempre. Palabra de todos los políticos.
Los resultados de esa combinación entre muy poco estado a la hora de regular la economía (es decir, a la hora de elaborar el pastel), pero mucho estado del bienestar (es decir, a la hora de repartir el pastel) es doblemente positivo. Los países que más de cerca han seguido esta política ¨incoherente¨ (o bisexual) son los que, durante las últimas décadas han sido más eficientes económicamente – su productividad ha crecido más – y presentan, a la vez, sociedades más igualitarias. En el fondo, tiene sentido: si no hay grupos disfrutando de privilegios especiales, es natural pensar que tanto trabajadores como empresarios asignarán sus energías y sus recursos de la forma más eficiente posible. Y si existe un estado de bienestar poderoso, los ciudadanos gozan de unas igualdades de oportunidades mayores que en aquellos países donde el acceso a la sanidad y a la educación depende del dinero de cada uno.
Tratemos pues desde la perspectiva más sosegada posible, hacer un análisis de los diferentes puntos de vista. Por supuesto, es imposible la neutralidad absoluta, por lo que la perspectiva ideológica del autor va a impregnar el análisis. Tendré siempre en mi subconsciente, los valores cristianos, así como los puntos esenciales de la Doctrina Social de la Iglesia. Pero como hombre de Centro, podría quizás encontrarme en ese punto en el que puedo mirar hacia mi izquierda y hacia mi derecha, y poder encontrar en el análisis el camino del diálogo que permite encontrar el terreno común deseable para un planteamiento sostenible.
De la misma forma en que el análisis se hará sobre la base de sociedades democráticas, hay que afirmar también que el único sistema económico que ha sido viable hasta el momento, ha sido el capitalista, pues como expresé anteriormente, todos los modelos conocidos de socialismo real, no han sido más que dictaduras alienantes, carentes de libertad y fracasadas económicamente; he ahí, el modelo soviético, el chino, el norcoreano, el cubano. Cuando Gorbachov trató de reformar el socialismo soviético, lo destruyó, pues el modelo de socialismo marxista-leninista es irreformable. Los chinos y los vietnamitas lo hicieron, construyendo modelos capitalistas con partido único, y en la medida que han ido reformándose, han ido modificando también paulatinamente sus sociedades, aunque todavía les falta mucho, para considerarse democráticos (son como una especie de fascismo del siglo XXI), pues siguen existiendo gravísimas violaciones a los derechos humanos y continúan anclados en el partido único, y por consiguiente, en la carencia de cuantiosas libertades sobreabundantes en las democracias liberales.
Por lo tanto y a pesar de la cantidad de variantes que tendríamos que analizar, he establecido dos modelos en este análisis, y los he llamado, capitalismo radical y capitalismo social.
La propuesta del pensamiento económico liberal clásico (no al estilo de los EE UU, donde un liberal, es visto casi como un socialista o un socialdemócrata) ha sido recompensada con el otorgamiento del premio Nobel de Economía a destacados pensadores liberales, entre los que encontramos a Friedrich von Hayek, Milton Freeman, James Buchanan y muchos más que han reforzado esta línea de pensamiento, como solución a los problemas económicos que enfrentan las sociedades contemporáneas.
El liberalismo económicoes la aplicación de los principios liberales en el desarrollo material de los individuos, como por ejemplo la no intromisión del Estadoen las relaciones mercantiles entre los ciudadanos, impulsando la reducción de impuestos a su mínima expresión y la reducción de la regulación sobre comercio, producción, etc. Según la ideología liberal, la no intervención del Estado asegura la igualdad de condiciones de todos los individuos, lo que permite que se establezca un marco de competencia justa, sin restricciones ni manipulaciones de diversos tipos. Esto significa neutralizar cualquier tipo de beneficencia pública, como aranceles y subsidios (2).
La evolución histórica del capitalismo liberal en la Europa del siglo XIX, nos muestra un sinnúmero de atrocidades e injusticias, que fueron reformándose a través de los años. No hay duda de que una serie de principios del capitalismo liberal, son indudablemente la base de la prosperidad en libertad, y toda democracia digna de llamarse de ese modo debería sostener:
- La libertad, como principio sustentador del estado de derecho y de la convivencia ciudadana, además de como derecho natural, así como la responsabilidad que encierra la libertad de tomar decisiones.
- La propiedad privada.
- La sociedad civil como fuente de creación de riqueza mucho más eficiente que el estado.
- El libre mercado, como fuente más eficiente de asignar recursos y riqueza que la planificación centralizada del estado.
Los Estados Unidos han sido construidos básicamente a través de una concepción económica liberal, y podemos ver el gran desarrollo que esto ha significado, y que ha conducido a este gran país a ser la primera potencia económica del mundo. Japón después de la 2da guerra mundial, ha sido conducido básicamente por el Partido Liberal Demócrata, y Europa también después de la 2da guerra mundial, aunque mayoritariamente democristiana y socialdemócrata, ha tenido a los partidos liberales en coaliciones de gobierno marcando siempre estas pautas. La Unión Europea al adoptar el Euro, creó un marco de referencia liberal. Todas estas naciones son además ejemplos concretos de democracias políticas.
En casos concretos como el de Nueva Zelandia, en la década del 80, los laboristas (socialdemócratas) emprendieron una reforma liberal de apertura económica exitosa, y recalco, fueron los laboristas. En Suecia, ejemplo de ¨socialismo democrático europeo¨, también en la década del 90 realizaron una reforma liberal, abriéndose a la empresa privada en la provisión de servicios, que estaba monopolizada por el estado, redujeron subsidios, y reformaron el modelo educativo y sanitario, y con ello salvaron al Estado de Bienestar.
El Capitalismo Radical
¿Dónde reside entonces el problema? En lo que he llamado el Capitalismo Radical (que tiene una gran dosis de populismo también). En el epígrafe 42 de Centesimus Annus, el Papa Juan Pablo II nos dice: La solución marxista ha fracasado, pero permanecen en el mundo fenómenos de marginación y explotación, especialmente en el Tercer Mundo, así como fenómenos de alienación humana, especialmente en los países más avanzados; contra tales fenómenos se alza con firmeza la voz de la Iglesia. Ingentes muchedumbres viven aún en condiciones de gran miseria material y moral. El fracaso del sistema comunista en tantos países elimina ciertamente un obstáculo a la hora de afrontar de manera adecuada y realista estos problemas; pero eso no basta para resolverlos. Es más, existe el riesgo de que se difunda una ideología radical de tipo capitalista, que rechaza incluso el tomarlos en consideración, porque a priori considera condenado al fracaso todo intento de afrontarlos y, de forma fideísta, confía su solución al libre desarrollo de las fuerzas de mercado.
Al Papa Juan Pablo II nadie lo puede acusar de socialista o marxista, pues fue la fuente de inspiración más elevada de la caída del comunismo en su Polonia natal y su ejemplo se extendió hacia todo el imperio soviético en su desmembramiento. En sus documentos es muy crítico de este capitalismo radical, al que llamó capitalismo salvaje.
El Papa Francisco, figura admirada en todo el planeta, desde el inicio de su papado, y reflejo de la renovación de la Iglesia, sin embargo ha sido duramente criticado por sectores ultra conservadores en los EE.UU. quienes lo han acusado de marxista, por el documento Evangelii Gaudium (El Gozo del Evangelio), demostrando con ello un desconocimiento total de la Doctrina Social de la Iglesia, fiel exponente del Evangelio.
Tomo el último párrafo de un artículo publicado por El Nuevo Herald, el 19 de diciembre de 2013, por el periodista y economista Benjamín F. de Yurre, titulado ¨La economía según el Papa Francisco¨: La realidad es que en Estados Unidos, el 1% de la población maneja los recursos privados de la nación, y eso sin lugar a dudas es el mayor causante de las crisis económicas. Precisamente en eso radica la opinión del Santo Padre. No se trata de marxismo. Se trata de invertir en el país de origen para crear empleos locales y combatir la pobreza, no de internacionalizar los capitales para beneficios exclusivamente individuales, sin importar el destino del mundo.
El capitalismo radical promueve un laissez faire sin restricciones. Está movido por sectores de derecha completamente diferentes a aquellos economistas e intelectuales liberales o democristianos con preocupación por sus sociedades. Para ellos todo vale. Su ideología no proviene de Edmund Burke, el padre del conservadurismo occidental, pues como nos dice el profesor Víctor Lapuente Giné, en su artículo ¨La Derecha sin Dios¨ publicado en El País el 26 de agosto pasado, Burke dedicó su vida a denunciar el “capitalismo de amiguetes” y el individualismo rampante destructor del tejido social. En este artículo el Profesor Lapuente Giné, critica acerbamente a la derecha del sur de Europa: no podemos discutir con nuestras derechas qué es justicia social —ni tan siquiera cómo activar el ascensor social o la compasión— porque sencillamente son conceptos fuera de su discurso habitual.
Capitalismo Social
En ¨La Tercera Vía¨, Tony Blair, ex primer ministro británico afirma lo siguiente: Más allá de una izquierda tradicional, preocupada por el control del Estado, las elevadas cargas impositivas y los intereses de los productores; y de una nueva derecha librecambista, que postula que un individualismo de miras estrechas y la fe en la libertad de los mercados son la respuesta a todos los problemas…La Tercera Vía es una reevaluación seria, que extrae su vitalidad de unir las dos grandes corrientes de pensamiento del centro-izquierda -el socialismo democrático y el liberalismo-, cuyo divorcio durante este siglo contribuyó tan claramente a debilitar la política de signo progresista a lo largo y ancho de Occidente.
En el terreno económico, nuestro enfoque no encaja ni en el laisser-faire ni en la intromisión estatal. La función del Gobierno es favorecer la estabilidad macroeconómica, desarrollar políticas fiscales y de bienestar que fomenten la independencia -no la dependencia-, dotar a los ciudadanos de los elementos necesarios para poder trabajar, merced a una mejora de la educación y de las infraestructuras, y apoyar a la empresa, especialmente a las industrias del futuro, basadas en el conocimiento. Y nos enorgullece el sabernos respaldados por los empresarios y también por los sindicatos.
En este análisis vemos algunos principios que son verdaderamente aplicables desde el punto de vista de la Doctrina Social de la Iglesia, vienen de un político laborista inglés que se convirtió al catolicismo, cuando ejercía como primer ministro. Al mismo tiempo, al terminar la 2da guerra mundial, y como una respuesta a la destrucción de Alemania, el gobierno democristiano de la RFA, encabezado por Konrad Adenauer (católico), con un ministro de economía luterano, Ludwig Erhard, pusieron en práctica la llamada Economía Social de Mercado. Tomo lo siguiente de una conferencia impartida por el economista Klaus Shaffle:
El concepto de la ESM se apoya en tres principios: libertad, solidaridad y justicia social e interrelaciona así política económica con política social. Bajo esta forma se integra el dinamismo productivo del mercado con medidas compensatorias que sin interferir sobre los mecanismos de la competencia tienden a lograr una mayor justicia social. Las bases de la ESM se inspiran en las ideas del ordoliberalismo, la ética protestante, así como la doctrina social de la iglesia católica con sus principios pilares que son la solidaridad y la subsidiaridad. La solidaridad que mira al bien común y la subsidiaridad que nos dice que lo que puede hacer el individuo o la sociedad más pequeña que no lo haga la sociedad más grande. O dicho en términos económicos: tanto mercado cuanto sea posible y tanto estado cuanto sea necesario. En esto se basa, en Alemania, la descentralización política y administrativa.
La doctrina social de la iglesia, nos ofrece ese Centro, que se opone a todo extremo, sea éste de izquierda o de derecha; nos ofrece una visión evangélica de la sociedad para que impere la justicia: no a los extremos que excluyen, sí a la justicia que incluye. No al comunismo, no al fascismo, sí a una sociedad democrática, que incluya y permita que todos puedan compartir el desarrollo y el crecimiento económico.
¿Cómo entonces podemos resolver este gran dilema? ¿Cómo desde una perspectiva cristiana podemos alcanzar la dualidad del crecimiento económico, el desarrollo sostenido, y la justicia social en una sociedad democrática? He llamado Capitalismo Social, a un concepto, totalmente en sintonía con la Doctrina Social de la Iglesia. No es nada nuevo, se ha aplicado con muchas variantes, en sí mismo es la mezcla de distintas propuestas socioeconómicas, cada una en su estilo. Como vimos, la democracia no es químicamente pura, tampoco las propuestas económico sociales, lo más importante en ellas, que puedan llevarse a cabo en Democracia, y para los laicos cristianos, que representan a Cristo en el trabajo, en la escuela, en el hogar, en fin en la sociedad, que respeten la Dignidad Plena del Hombre, que trabajen por el Bien Común, que apliquen la Subsidiaridad y que tengan a la Solidaridad como fuente permanente a través de la cual se llega a la justicia social.
Notas:
-
Capitalismo Radical: he tomado este nombre de la encíclica Centessimus Annus, en el punto 42 Juan Pablo II nos dice: Es más, existe el riesgo de que se difunda una ideología radical de tipo capitalista…
(1) Wikipedia
(2) Wikipedia
(3) He llamado al modelo chino, fascismo del siglo XXI, a pesar de que reconozco que el desarrollo del capitalismo en China, ha traído a este gran país, muchísimas libertades, que eran desconocidas en tiempos de Mao, y que su desarrollo, con el devenir de los años, probablemente lo vaya acercando cada vez más a una democracia, pero hasta el momento, es un modelo capitalista, en una dictadura de partido único, con control absoluto del estado, ¿cómo llamarle entonces?