Y el pan se volvió novedad

Sor Nadieska AlmeidaHace poco, conversando con una hermana, ella destacaba su gusto por el pan, y aunque ella es la de la fama, muchas otras también ven en el pan su alegría y recuerdan aquellas tardes en que era normal comerse un pan en la merienda. Al final de la conversación le dije: es que el pan se ha vuelto novedad. Me quedé pensando por un buen rato en todo lo que, debido a la escasez que padecemos, cuando aparece, es una novedad.

Me disponía a hacer un rato de oración, y ahí volvía nuevamente con fuerza lo que me rondaba en el corazón. Sin ánimo de caer en la desesperanza, nombraba otras ausencias que hoy se vuelven novedad: la leche, los huevos, las proteínas, los frijoles, el café, el azúcar…, y aunque esta lista es interminable venían a mi mente otras que son imprescindibles: la libertad, la justicia, los derechos humanos, el respeto, la verdad. Es tanta la ausencia, es tanto lo que nos ha sido arrebatado, que cuando alguien expresa algo nos admiramos tímidamente de su valentía o de su opción por expresarse. Posiblemente no lo secundamos, pero lo admiramos y tememos por su suerte.

¿Qué nos queda como pueblo que sigue hablando de novedad?

 Aún nos quedan la solidaridad y el deseo de levantarnos por más que sintamos que nos aplastan.

Aún quedan los sentimientos de bondad y generosidad de muchos que están haciendo intentos de ayudar a nuestros hermanos en Guantánamo.

Aún están esos valientes que dijeron de frente: “el gobierno nos abandonó”, y por más razones que les quisieron dar, ellos se mantuvieron en su verdad.

 Aún hay corazones que van sacando gente del lodo y personas que se siguen exponiendo.

Aún tenemos activistas que no han parado en su lucha solidaria promoviendo recogida de ayudas para los damnificados.

Aún contamos con las distintas iglesias que están poniendo su granito de arena en este momento crítico de nuestra historia.

Aún hay jóvenes con grandes ideales y utopías.

Aún tenemos esperanza, y mi mayor grito es: No nos robarán la esperanza.

No lo han logrado y esa es nuestra defensa, y para mí, la más importante, porque Dios la sigue renovando en cada amanecer, en cada rayo del sol, en cada flor que nace, en cada rostro que sonríe, en cada persona que ayuda.

Gracias a todos aquellos que se aferran tercamente a la esperanza. Gracias a los que no se dejan vencer por el miedo. Gracias a quienes se arriesgan por una Cuba que respire novedad de todo lo bueno, de lo que este pueblo anhela y se merece. Gracias a los que no han abandonado a los presos y a sus familiares, ellos también tienen que seguir siendo novedad hasta que se haga justicia y vuelvan a nuestras calles, a sus casas, con su gente, con la dignidad como medalla.

Gracias a Dios por estar junto a su pueblo, por seguir suscitando personas de bien, por seguirnos dando razones para amar, para confrontar, para no callar y, sobre todo, para esperar el amanecer que ya se acerca.

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