Cambio de embajada en Jerusalén
Alarma ha creado internacionalmente el anuncio del gobierno de los Estados Unidos sobre la decisión de transferir su embajada en Israel de Tel Aviv a Jerusalén. Esto ha producido recientes comentarios escritos, así como por radio y por televisión, muchos de ellos alarmistas y otros desinformados o desinformantes.
El hecho de trasladar la embajada a Jerusalén no implica que los Estados Unidos pretenda desautorizar a los actuales palestinos de sus pretensiones sobre alguna sección del oriente jerusopolitano como su futura capital, lo cual será decidido entre las dos partes litigantes y no contradicería el anuncio israelí de 1980 de nombrar su capital como eterna e indivisible. Es decir: independientemente de que el traslado de la embajada puede tomar meses o años, nada confirma que la misma no se ubicaría en áreas neutrales de la ciudad mientras las discusiones territoriales no lleguen a acuerdos permanentes.
Razonando un poco fríamente, la decisión hasta pudiera, por ser un tema tan candente, acelerar las estancadas discusiones si observamos el reciente interés mostrado con el envío del asesor presidencial Jared Kushner -yerno del señor Trump- quien se ha entrevistado con Mahmoud Abbas, presidente de la Autoridad Palestina y con el premier israelí Benjamín Netanyahu. La enervante decisión americana pudiera provocar que muchos pongan una presión extra para que negociaciones realísticas se reanuden entre los enconados dirigentes en esa conflictiva franja del oriente medio.
Es cierto que surgen momentáneos ataques, marchas, enfrentamientos y declaraciones virulentas, pero en un breve plazo se calmarán los ánimos y podrán avanzar acuerdos que requieran “por ambas partes” concesiones y comprensión en aras de la paz, a pesar del actual profundo estancamiento en las conversaciones de paz ante el fanático atrincheramiento de Hamás en Gaza y de Hezbollah en el Líbano.
Pasando el actual mal momento, acuerdos llegarán y comprensión debiera haber para que definitivamente Jerusalén sea reconocida como la capital formal del “hogar judío”, establecido por la ONU en 1948. Y tiene sentido, pues allí se encuentran el Parlamento (Kneset), la Corte Suprema, la residencia del Presidente y del Primer Ministro, muchos ministerios, el Museo Nacional e infinidad de organismos privados.
Luego de la sangrienta retoma de Jerusalén en 1950 de manos jordanas y su posterior anexión por motivos históricos y religiosos, ya va siendo hora de que Israel tenga una indiscutida capital oficial, para regocijo de su pueblo y tranquilidad del mundo.
En su declaración de 1980. el estado de Israel garantizó el libre tránsito de judíos, cristianos y musulmanes a sus lugares sagrados y protección de sus santos lugares y símbolos en contra de extremistas. Así ha sido hasta ahora después de 37 años y así lo habían practicado desde el mismo año 1948, creación del estado.
Mientras internacionalmente el status de Jerusalén se mantenga en el actual limbo político, la erupción eventual de tensiones, ataques y discordias permanecerán. Quizás ya sea hora de que, armonizando las pretensiones palestinas -que nunca antes tuvieron un estado propio con ese nombre- y las tradiciones y realidades del estado israelita, se logre, con respeto y magnanimidad, forzar soluciones permanentes para ese sagrado y peculiar territorio de nuestro bello planeta. Al Dios de Abraham roguemos para que así sea pronto.
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