RELACIONES RUSIA, EUROPA, ESTADOS UNIDOS
- Efraín Infante
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RELACIONES RUSIA, EUROPA, ESTADOS UNIDOS
27 Feb 2017 23:25
LAS RELACIONES RUSIA-ESTADOS UNIDOS
Desde antes de la toma de posesión del actual presidente de los Estados Unidos de América, el señor Donald J. Trump, noticias y comentarios sobre la posible intromisión rusa en la política americana tiene a muchos preocupados, en especial a algunos políticos y a las agencias de inteligencia y de seguridad nacional. No obstante, a pesar de apresuradas inventigaciones, no hay conocimiento exacto de hasta dónde abarca y cuan profunda puede haber sido dicha acción desestabilzadora.
Por otra parte, es tema actual también, posibles comunicaciones extra oficiales de funcionarios del nuevo gobierno con autoridades del Krenlim. No obstante, hay quienes le quitan vehemencia a esto último y comentan que es preferible que exista cierto ambiente profesional de colegas con el gobierno eslavo, a que nos encontremos permanente e innecesariamente, por falta de comunicación y de cooperación, en la antesala de una nueva guerra fría que muy bien pudiese “calentarse” dados los innumerables problemas mundiales que nos atañen a ambos países, entre otros: Siria, Ucrania, Corea del Norte y China.
El hecho de que muchos de nosotros hayamos odiado y despreciado por décadas
la maléfica influencia de la antigua Unión Soviética en el mundo entero, y muy en especial en la Cuba castrista, no puede cegar nuestra visión sobre la debilitada heredera de aquel “imperio del mal”, como la llamó el fallecido Ronald Reagan. Y es innegable que a pesar de deficiencias congénitas emanadas del antiguo sistema que aún predominan en la Rusia actual y del autoritarismo de Vladimir Putín, la diferencia entre la URSS y su heredera es apreciable.
No se puede analizar la actual Rusia sin ignorar su temor visceral ante una teórica invasión de Occidente; temor producido , en parte, por las sangrientas invasiones de Napoleón y de Hitler, lo cual les crea cierta paranoia. A este temor podemos agregar la creación -necesaria para occidente- de bases de la OTAN, asignación de tropas o maniobras militares conjuntas en países fronterizos que fueron parte de su reciente imperio, tales como: Polonia,Ucrania, Bulgaria, Estonia, Lituania y otros.
Y aunque los propios servicios de inteligencia rusos saben que Estados Unidos no tiene la menor intención de atacar o violar sus fronteras, sino más bien de proporcionar a los nuevos aliados tranquilidad en contra de sus potenciales aspiraciones territoriales, no es menos cierto que nuestras muestras de apoyo a los ex-aliados soviéticos, producen serias molestias nacionalistas en detrimento de los esfuerzos chauvinistas del actual líder ruso y de su equipo, muchosde ellos remanentes del anterior imperio supranacional comunista.
Entonces ¿qué podemos hacer para mantener menos sobresaltos , relaciones más tranquilas y, al mismo tiempo, reforzar nuestra vigilancia, firme defensa y apoyo a los aliados? Pues dialogar con claridad , realismo y profesionalidad.
Por ejemplo, muchos piensan que lo de Crimea es ya un hecho consumado. ¿Motivos? Dos principales: a- La flota rusa del Mar Negro se localiza en la península de Crimea. El ruso considera humillante requerir la autorización de Ucrania para tripular, defender, avituallar y dar mantenimiento a sus navíos de guerra. b- Consideran que al haber sido Crimea parte de la antigua República Socialista Rusa hasta 1954, año en que Nikita Krushev la traspasó a Ucrania, esto les da derecho de retorno. Claro, el tiempo es el que dirá la última palabra sobre esto.
En el caso de las zonas de Dunnestk y Lugansk, en el este de Ucrania, y sus intentos de secesión apoyados por Rusia, pues Estados Unidos debiera presionar en serio tanto a ésta última como al presidente Petro Perushenko para que, sin alterar la integridad territorial ucraniana, se conceda cierta autonomía especial al area con la exigencia y comprobación de que cese el apoyo ruso a los separatistas. Esto eliminaría una fuente de fricción continua entre la Unión Europea y Rusia, facilitando una atmósfera de contención y concenso. Moscú bajaría su belicosidad ante menos sanciones y Europa sentiría que ejerció prudencia, pero con resultados y justicia.
En cuanto a Siria, se impondría de nuevo la real politik. Podemos tener una colaboración más decidida del poderío militar ruso en contra de ISIS. Entendamos que Rusia no va a renunciar a Siria, no porque le guste o no el gobierno de Bashar al-Assad, sino porque no quiere correr el riesgo de perder la base naval de Tartus en el norte sirio, la única que poseen en todo el Mediterráneo.
Al final, aunque siempre vigilantes ante la tradicional perfidia rusa y sin caer en la tentación de sueños quiméricos, una relación tranquila con la nación cristiana ortodoxa -que debe incluir la reducción mutua de ojivas nucleares- sería, ante una crisis grave, más ventajosa que las actuales con una China atea o una Arabia Saudita, cuna de jihadistas; relaciones que, también, debido a una política realista, no tenemos otra alternativa que conservar.
Agreguemos que, en el largo camino, pudiéramos necesitarla de aliada en el hipotético caso de convertirse China en una amenaza real a nuestra civilización. Sería esto una copia de nuestra alianza con la URSS durante la contienda contra el agresor nacional-socialista alemán en la Segunda Guerra Mundial.
Ponga Dios su mano y logre que los dirigentes mundiales coincidan en cómo lograr la paz, la justicia y la fraternidad universal para el bien de toda sus creaturas.
Desde antes de la toma de posesión del actual presidente de los Estados Unidos de América, el señor Donald J. Trump, noticias y comentarios sobre la posible intromisión rusa en la política americana tiene a muchos preocupados, en especial a algunos políticos y a las agencias de inteligencia y de seguridad nacional. No obstante, a pesar de apresuradas inventigaciones, no hay conocimiento exacto de hasta dónde abarca y cuan profunda puede haber sido dicha acción desestabilzadora.
Por otra parte, es tema actual también, posibles comunicaciones extra oficiales de funcionarios del nuevo gobierno con autoridades del Krenlim. No obstante, hay quienes le quitan vehemencia a esto último y comentan que es preferible que exista cierto ambiente profesional de colegas con el gobierno eslavo, a que nos encontremos permanente e innecesariamente, por falta de comunicación y de cooperación, en la antesala de una nueva guerra fría que muy bien pudiese “calentarse” dados los innumerables problemas mundiales que nos atañen a ambos países, entre otros: Siria, Ucrania, Corea del Norte y China.
El hecho de que muchos de nosotros hayamos odiado y despreciado por décadas
la maléfica influencia de la antigua Unión Soviética en el mundo entero, y muy en especial en la Cuba castrista, no puede cegar nuestra visión sobre la debilitada heredera de aquel “imperio del mal”, como la llamó el fallecido Ronald Reagan. Y es innegable que a pesar de deficiencias congénitas emanadas del antiguo sistema que aún predominan en la Rusia actual y del autoritarismo de Vladimir Putín, la diferencia entre la URSS y su heredera es apreciable.
No se puede analizar la actual Rusia sin ignorar su temor visceral ante una teórica invasión de Occidente; temor producido , en parte, por las sangrientas invasiones de Napoleón y de Hitler, lo cual les crea cierta paranoia. A este temor podemos agregar la creación -necesaria para occidente- de bases de la OTAN, asignación de tropas o maniobras militares conjuntas en países fronterizos que fueron parte de su reciente imperio, tales como: Polonia,Ucrania, Bulgaria, Estonia, Lituania y otros.
Y aunque los propios servicios de inteligencia rusos saben que Estados Unidos no tiene la menor intención de atacar o violar sus fronteras, sino más bien de proporcionar a los nuevos aliados tranquilidad en contra de sus potenciales aspiraciones territoriales, no es menos cierto que nuestras muestras de apoyo a los ex-aliados soviéticos, producen serias molestias nacionalistas en detrimento de los esfuerzos chauvinistas del actual líder ruso y de su equipo, muchosde ellos remanentes del anterior imperio supranacional comunista.
Entonces ¿qué podemos hacer para mantener menos sobresaltos , relaciones más tranquilas y, al mismo tiempo, reforzar nuestra vigilancia, firme defensa y apoyo a los aliados? Pues dialogar con claridad , realismo y profesionalidad.
Por ejemplo, muchos piensan que lo de Crimea es ya un hecho consumado. ¿Motivos? Dos principales: a- La flota rusa del Mar Negro se localiza en la península de Crimea. El ruso considera humillante requerir la autorización de Ucrania para tripular, defender, avituallar y dar mantenimiento a sus navíos de guerra. b- Consideran que al haber sido Crimea parte de la antigua República Socialista Rusa hasta 1954, año en que Nikita Krushev la traspasó a Ucrania, esto les da derecho de retorno. Claro, el tiempo es el que dirá la última palabra sobre esto.
En el caso de las zonas de Dunnestk y Lugansk, en el este de Ucrania, y sus intentos de secesión apoyados por Rusia, pues Estados Unidos debiera presionar en serio tanto a ésta última como al presidente Petro Perushenko para que, sin alterar la integridad territorial ucraniana, se conceda cierta autonomía especial al area con la exigencia y comprobación de que cese el apoyo ruso a los separatistas. Esto eliminaría una fuente de fricción continua entre la Unión Europea y Rusia, facilitando una atmósfera de contención y concenso. Moscú bajaría su belicosidad ante menos sanciones y Europa sentiría que ejerció prudencia, pero con resultados y justicia.
En cuanto a Siria, se impondría de nuevo la real politik. Podemos tener una colaboración más decidida del poderío militar ruso en contra de ISIS. Entendamos que Rusia no va a renunciar a Siria, no porque le guste o no el gobierno de Bashar al-Assad, sino porque no quiere correr el riesgo de perder la base naval de Tartus en el norte sirio, la única que poseen en todo el Mediterráneo.
Al final, aunque siempre vigilantes ante la tradicional perfidia rusa y sin caer en la tentación de sueños quiméricos, una relación tranquila con la nación cristiana ortodoxa -que debe incluir la reducción mutua de ojivas nucleares- sería, ante una crisis grave, más ventajosa que las actuales con una China atea o una Arabia Saudita, cuna de jihadistas; relaciones que, también, debido a una política realista, no tenemos otra alternativa que conservar.
Agreguemos que, en el largo camino, pudiéramos necesitarla de aliada en el hipotético caso de convertirse China en una amenaza real a nuestra civilización. Sería esto una copia de nuestra alianza con la URSS durante la contienda contra el agresor nacional-socialista alemán en la Segunda Guerra Mundial.
Ponga Dios su mano y logre que los dirigentes mundiales coincidan en cómo lograr la paz, la justicia y la fraternidad universal para el bien de toda sus creaturas.
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