Tiananmén: Tumba de la tesis democratizadora del ‘acercamiento’
- Julio M. Shiling
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Tiananmén: Tumba de la tesis democratizadora del ‘acercamiento’
03 Jun 2016 18:11
1989 fue un año importante. La caída del Muro de Berlín en noviembre fue el emblema que oficializó la extinción virtual del comunismo soviético. Paradójicamente, cinco meses antes en China, el comunismo asiático consolidó su modelo innovador de una economía de mercado mercantilista con un Estado marxista-leninista, a plomo indiscriminado. ¿Cómo se puede racionalizar esta incoherencia histórica abismal? La explicación yace en el formulario político diferente que las democracias aplicaron a estos dos regímenes totalitarios, particularmente los EE UU, y los frutos divergentes de dichas acciones.
Para lidiar con la expansión subversiva de la Unión Soviética, los EE UU después de la Segunda Guerra Mundial puso en práctica las políticas norteamericanas de Estado conocidas como la Doctrina Truman y la Doctrina Reagan. Ambas constituían una postura de enfrentamiento. La primera se forjó para contener el comunismo soviético. La segunda no se detuvo en la contención y prosiguió a provocar la reversión del marxismo internacional bajo el eje de Moscú. El desplome del imperio soviético que inventó Lenin, fue el resultado.
Los comunistas chinos, tan crueles y comprometidos con el marxismo-leninismo como los rusos, recibieron otro trato de los EE UU a partir del inicio de la década de los 1970´s. La lógica de la discursiva oficial fue que el acercamiento, en lo político, dividiría el orbe socialista y que sería más beneficioso tener a los chinos de nuestro lado. La noción pensada detrás del matrimonio comercial entre China roja y el Occidente democrático (la parte económica de la tesis) fue que el contagio del capitalismo anularía la malignidad del socialismo. La democracia, insistían sus proponentes y defensores, llegaría en unos años.
Lo cierto es que los escépticos estaban en minoría al principio. Después de todo, la tesis del acercamiento con su principio de que del entrelazamiento comercial brota la modernidad y con ella una transición inevitable hacia la democracia, había dado resultados sólidos cuando se aplicó a dictaduras autoritarias a través de los 1970´s y 1980´s. Fueron mucho los que apostaron que dictaduras de corte totalitario no podrían resistir tampoco la tentación racional del mercado (como si el mercado fuera propiedad exclusiva de las democracias) y tendrían que sucumbir ante la fuerza superior del capitalismo. ¡Qué equivocaron estuvieron los que creyeron que el modelo económico tiene primacía sobre el político y el ético! Treinta y ocho años de evidencia devastadora ha falsificado la aplicabilidad de la política de acercamiento como un agente de cambio democratizador viable. Los pensadores serios que aún apuestan en la capacitación del comunismo asiático (“modelo chino”) en transitar hacia mares democráticos, hoy sólo encuentran la hospitalidad intelectual de un desierto árido y desprestigiado.
La muerte de Hu Yaobang, un reformador que favoreció extender las reformas al ámbito político, conllevó a protestas estudiantiles que inició una corriente que ensalzó las aspiraciones democráticas de todo un pueblo que interpretó la liberalización económica como una luz verde para pedir lo mismo en lo político y lo civil. Las manifestaciones se produjeron en más de cuatrocientas ciudades a través de China. Fue, sin embargo, en la mítica Plaza de Tiananmén dónde más se reflejó ese deseo de cambio. Durante la más de siete semanas que duraron las manifestaciones, más de un millón de chinos pasaron y se acamparon en la plaza. La mayoría eran estudiantes y trabajadores. Esto fue la prueba de fuego para el comunismo asiático.
Zhao Ziyang fue Primer Ministro del régimen chino (1980-1987), Secretario General del Partido Comunista Chino (“PCCh”) (1987-1989) y uno de los arquitectos del proyecto llamado “socialismo con características chinas” (“modelo chino”). Zhao, un colaborador estrecho de su predecesor a cargo del PCCh, Hu Yaobang, cayó en desgracia con sus homólogos del Politburó al abogar por reformas que separarían el Partido del Estado (paso fundamental para quebrar el despotismo totalitario) y apoyó los manifestantes contestatarios. Al violar el principio leninista de centralismo democrático, fue separado de su cargo y sentenciado a quince años de cárcel domiciliaria. Deng Xiaoping, dictador máximo de China roja, convenció a la élite reaccionaria y poderosa del PCCh que sí se podía tener una economía con rasgos capitalistas, sin tener que prescindir de un Estado dictatorial de dominación total. La respuesta del régimen despótico de Pekín fue contundente y bárbaramente cruel.
La movilización del titulado Ejército Popular de Liberación (las fuerzas armadas chinas) sobre la Plaza de Tiananmén fue mayor de la que se llevó a cabo durante incidentes bélicos de fronteras con Vietnam, India y la URSS. Estimados conservadores colocan las cifras de las fuerzas represivas en alrededor de 250,000 efectivos que estaban constituidos en gran medida, por batallones élites y no cuerpos de infantería regulares. Tiraron con tanques y armamentos pesados de guerra, no con alternativas menos letales y más aptas para contener a civiles desarmados.
Algunos diplomáticos presentes han estimado que fueron más de mil las víctimas inocentes. Otros, como Pavel Stroilov, un historiador ruso que tuvo acceso a los archivos secretos de Mijaíl Gorbachov, coloca la cifra en más de tres mil. En adición a los asesinados en sangre fría, hubo más de diez mil heridos y otros incontables miles que fueron arrestados, desaparecidos o defenestrados. Otra baja, seminal e incalculable, ha sido la desnaturalización de la ética democrática y la moralidad en el mundo libre a consecuencia de la consolidación del modelo chino.
La dictadura comunista china, en su ataque desproporcional e injustificado a la población civil en ese espacio público, fue a la guerra para preservar integralmente su régimen comunista con matices económicos capitalistas. Deng fue claro y no engaño a nadie. Desde el Undécimo Congreso del PCCh en 1978 (cuando se iniciaron las modificaciones económicas), Deng habló de las nuevas adaptaciones que buscaba “integrar” al marxismo con “realidades chinas”, fortaleciendo las fuerzas productivas para mejor promover un orden socialista. Todo el planteamiento del comunismo asiático (modelo chino) fue diseñado para coexistir con la ideología marxista y simplemente desarrollar la capacitación productiva y así impactar sus relaciones, pero todo dentro del contexto ideológico del marxismo. Tomando en cuenta que la meta del dogma marxista es la conclusión de la alienación, Deng no estaba discrepando con Marx, Lenin o Gramsci.
Quitando algunos reformadores dentro del PCCh (hoy desaparecidos o invisibles), los que se han confundido con el modelo chino no han sido los comunistas de Pekín. Los errados han sido los políticos, los intelectuales y los empresarios demócratas (y otros más) que confundieron las reformas económicas con cambios sistémicos. Naturalmente, los intereses mercantiles del Occidente aportaron mucho para que este producto fraudulento Made in China fuera empaquetado para mermar inconsistencias morales de la realidad en China con las expectativas democráticas que prometieron. Esas siete semanas entre abril y junio de 1989 en China, evidenció la consolidación del fatídico modelo del neocomunismo que vemos hoy.
La Masacre de la Plaza de Tiananmén aquel 4 de junio de 1989, demostró la evidencia de la inmunidad al contagio democrático que dictaduras comunistas con economías mercantilistas de mercado poseen. Ahí quedó aplanada, no sólo la esperanza del pueblo chino y la ética democrática del mundo civilizado. También quedó acribillada la tesis de acercamiento con dictaduras totalitarias, con su propuesta de comercio y conciliación, como mecanismo para facilitar la democratización. Los que aún sostienen fe en esta fórmula, lo hacen sin ningún respaldo empírico. ¡Ninguno! Todo lo opuesto. China, Vietnam y Laos, los ejercitantes de este modelo neocomunista, están más fortalecidos que nunca como regímenes dictatoriales. Los cubanos harían bien en tener presente el 4 de junio y la realidad fehaciente e integral de Tiananmén.
Para lidiar con la expansión subversiva de la Unión Soviética, los EE UU después de la Segunda Guerra Mundial puso en práctica las políticas norteamericanas de Estado conocidas como la Doctrina Truman y la Doctrina Reagan. Ambas constituían una postura de enfrentamiento. La primera se forjó para contener el comunismo soviético. La segunda no se detuvo en la contención y prosiguió a provocar la reversión del marxismo internacional bajo el eje de Moscú. El desplome del imperio soviético que inventó Lenin, fue el resultado.
Los comunistas chinos, tan crueles y comprometidos con el marxismo-leninismo como los rusos, recibieron otro trato de los EE UU a partir del inicio de la década de los 1970´s. La lógica de la discursiva oficial fue que el acercamiento, en lo político, dividiría el orbe socialista y que sería más beneficioso tener a los chinos de nuestro lado. La noción pensada detrás del matrimonio comercial entre China roja y el Occidente democrático (la parte económica de la tesis) fue que el contagio del capitalismo anularía la malignidad del socialismo. La democracia, insistían sus proponentes y defensores, llegaría en unos años.
Lo cierto es que los escépticos estaban en minoría al principio. Después de todo, la tesis del acercamiento con su principio de que del entrelazamiento comercial brota la modernidad y con ella una transición inevitable hacia la democracia, había dado resultados sólidos cuando se aplicó a dictaduras autoritarias a través de los 1970´s y 1980´s. Fueron mucho los que apostaron que dictaduras de corte totalitario no podrían resistir tampoco la tentación racional del mercado (como si el mercado fuera propiedad exclusiva de las democracias) y tendrían que sucumbir ante la fuerza superior del capitalismo. ¡Qué equivocaron estuvieron los que creyeron que el modelo económico tiene primacía sobre el político y el ético! Treinta y ocho años de evidencia devastadora ha falsificado la aplicabilidad de la política de acercamiento como un agente de cambio democratizador viable. Los pensadores serios que aún apuestan en la capacitación del comunismo asiático (“modelo chino”) en transitar hacia mares democráticos, hoy sólo encuentran la hospitalidad intelectual de un desierto árido y desprestigiado.
La muerte de Hu Yaobang, un reformador que favoreció extender las reformas al ámbito político, conllevó a protestas estudiantiles que inició una corriente que ensalzó las aspiraciones democráticas de todo un pueblo que interpretó la liberalización económica como una luz verde para pedir lo mismo en lo político y lo civil. Las manifestaciones se produjeron en más de cuatrocientas ciudades a través de China. Fue, sin embargo, en la mítica Plaza de Tiananmén dónde más se reflejó ese deseo de cambio. Durante la más de siete semanas que duraron las manifestaciones, más de un millón de chinos pasaron y se acamparon en la plaza. La mayoría eran estudiantes y trabajadores. Esto fue la prueba de fuego para el comunismo asiático.
Zhao Ziyang fue Primer Ministro del régimen chino (1980-1987), Secretario General del Partido Comunista Chino (“PCCh”) (1987-1989) y uno de los arquitectos del proyecto llamado “socialismo con características chinas” (“modelo chino”). Zhao, un colaborador estrecho de su predecesor a cargo del PCCh, Hu Yaobang, cayó en desgracia con sus homólogos del Politburó al abogar por reformas que separarían el Partido del Estado (paso fundamental para quebrar el despotismo totalitario) y apoyó los manifestantes contestatarios. Al violar el principio leninista de centralismo democrático, fue separado de su cargo y sentenciado a quince años de cárcel domiciliaria. Deng Xiaoping, dictador máximo de China roja, convenció a la élite reaccionaria y poderosa del PCCh que sí se podía tener una economía con rasgos capitalistas, sin tener que prescindir de un Estado dictatorial de dominación total. La respuesta del régimen despótico de Pekín fue contundente y bárbaramente cruel.
La movilización del titulado Ejército Popular de Liberación (las fuerzas armadas chinas) sobre la Plaza de Tiananmén fue mayor de la que se llevó a cabo durante incidentes bélicos de fronteras con Vietnam, India y la URSS. Estimados conservadores colocan las cifras de las fuerzas represivas en alrededor de 250,000 efectivos que estaban constituidos en gran medida, por batallones élites y no cuerpos de infantería regulares. Tiraron con tanques y armamentos pesados de guerra, no con alternativas menos letales y más aptas para contener a civiles desarmados.
Algunos diplomáticos presentes han estimado que fueron más de mil las víctimas inocentes. Otros, como Pavel Stroilov, un historiador ruso que tuvo acceso a los archivos secretos de Mijaíl Gorbachov, coloca la cifra en más de tres mil. En adición a los asesinados en sangre fría, hubo más de diez mil heridos y otros incontables miles que fueron arrestados, desaparecidos o defenestrados. Otra baja, seminal e incalculable, ha sido la desnaturalización de la ética democrática y la moralidad en el mundo libre a consecuencia de la consolidación del modelo chino.
La dictadura comunista china, en su ataque desproporcional e injustificado a la población civil en ese espacio público, fue a la guerra para preservar integralmente su régimen comunista con matices económicos capitalistas. Deng fue claro y no engaño a nadie. Desde el Undécimo Congreso del PCCh en 1978 (cuando se iniciaron las modificaciones económicas), Deng habló de las nuevas adaptaciones que buscaba “integrar” al marxismo con “realidades chinas”, fortaleciendo las fuerzas productivas para mejor promover un orden socialista. Todo el planteamiento del comunismo asiático (modelo chino) fue diseñado para coexistir con la ideología marxista y simplemente desarrollar la capacitación productiva y así impactar sus relaciones, pero todo dentro del contexto ideológico del marxismo. Tomando en cuenta que la meta del dogma marxista es la conclusión de la alienación, Deng no estaba discrepando con Marx, Lenin o Gramsci.
Quitando algunos reformadores dentro del PCCh (hoy desaparecidos o invisibles), los que se han confundido con el modelo chino no han sido los comunistas de Pekín. Los errados han sido los políticos, los intelectuales y los empresarios demócratas (y otros más) que confundieron las reformas económicas con cambios sistémicos. Naturalmente, los intereses mercantiles del Occidente aportaron mucho para que este producto fraudulento Made in China fuera empaquetado para mermar inconsistencias morales de la realidad en China con las expectativas democráticas que prometieron. Esas siete semanas entre abril y junio de 1989 en China, evidenció la consolidación del fatídico modelo del neocomunismo que vemos hoy.
La Masacre de la Plaza de Tiananmén aquel 4 de junio de 1989, demostró la evidencia de la inmunidad al contagio democrático que dictaduras comunistas con economías mercantilistas de mercado poseen. Ahí quedó aplanada, no sólo la esperanza del pueblo chino y la ética democrática del mundo civilizado. También quedó acribillada la tesis de acercamiento con dictaduras totalitarias, con su propuesta de comercio y conciliación, como mecanismo para facilitar la democratización. Los que aún sostienen fe en esta fórmula, lo hacen sin ningún respaldo empírico. ¡Ninguno! Todo lo opuesto. China, Vietnam y Laos, los ejercitantes de este modelo neocomunista, están más fortalecidos que nunca como regímenes dictatoriales. Los cubanos harían bien en tener presente el 4 de junio y la realidad fehaciente e integral de Tiananmén.
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