Controversial dilema de los obispos en Roma

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Controversial dilema de los obispos en Roma

20 Oct 2014 16:19
#8442
El Sínodo congregado en Roma en días pasados invadió sorpresivamente las primeras planas de los periódicos y los flashes de “última hora” de otros medios de prensa, espoleados por la aparente audacia de unos planteamientos que provocan el fervor con que muchos invitan a la Iglesia católica a enfrascarse en un “cambio” que la adapte a los tiempos modernos.

Esta “adaptación” implicaría la renuncia a ciertos principios éticos que los católicos han heredado a través de los siglos de las enseñanzas de Jesús, el Cristo, y de las interpretaciones derivadas del testimonio de sus apóstoles y evangelistas. Notablemente, estos “cambios” se centran en cuestiones relativas a la sexualidad, un tema que llega a la obsesión en nuestros tiempos.

La cuestión más controversial que se está planteando se refiere a la homosexualidad y a una “obligación” de los católicos de aceptar con naturalidad las “preferencias sexuales” en los esquemas morales de su religión.

El argumento más poderoso y legítimo, desde la propia perspectiva católica, descansa en dar respuesta a una pregunta muy pertinente: “¿Qué haría Jesús?” La respuesta fácil enfoca el enfrentamiento de Jesús a la multitud que se proponía ajusticiar a pedradas a la mujer adúltera (una práctica que todavía se mantiene en algunas regiones del mundo). ¿Qué derecho tenemos de juzgar las faltas de los demás?

La Iglesia católica señala con firmeza que todos, desde el Papa o el más santo de los santos, hasta el más humilde de sus fieles, son pecadores y dependen para su salvación exclusivamente de la misericordia de Dios y la Gracia que nos otorga. Por tanto, el pecado o las violaciones del código moral implícito en la doctrina cristiana, no son causa suficiente para excluir a los pecadores del cuerpo de la Iglesia.

Es el pecador, en ejercicio de su libre albedrío, el que se excluye cuando rechaza el arrepentimiento y la búsqueda constante de la perfección, que aunque nunca se alcanza, le abre las puertas de la redención. Cualquier pretensión de cambiar el código moral cristiano lo aleja del propósito fundamental de aspirar a vivir en imitación del Cristo.

La Iglesia no puede “modernizar” las enseñanzas de Jesús para adaptarlas a los tiempos. Eso daría paso a un relativismo doctrinal. Lo que sí puede –y tiene obligación de hacer– es corregir sus errores, que suelen ser producto de juicios humanos. Y se trata en todo momento de contestar la pregunta: “¿Qué haría Jesús?”. En este análisis, seamos o no cristianos, debemos reconocer que en su doctrina lo que prima es la misericordia, la compasión y la tolerancia. Pero, sobre todo, en no pretender ser jueces morales de los demás. ¿Podemos acaso tirar la primera piedra? Cuando más, predicar con el ejemplo de nuestra propia moralidad.

Al regirse por las enseñanzas de Jesús, los católicos tienen la obligación de asimilar todas sus facetas, y en el episodio de la adúltera, evaluar el profundo significado del perdón cristiano cuando le dice: “Vete a casa y no peques más”. Jesús no condona su falta, pero la perdona sin pronunciar una sola frase que la juzgue.

El perdón cristiano evita el juicio subjetivo, por eso en la Cruz nos brinda el ejemplo supremo cuando exclama: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”. Pero los que abusaron de Su humanidad, lo juzgaron y lo crucificaron, estaban en falta, y no podían justificarla ni la ha justificado la historia con argumentos legalistas de cualquier índole. Por eso, en otra ocasión, afirma que: “Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo he cumplido los mandamientos de mi Padre y permanezco en Su amor”.

Luego el perdón no elimina la responsabilidad del perdonado por su falta. El perdón es una actitud personal de misericordia y de amor al prójimo. El perdón no borra la falta ni la justifica, pero el que perdona no juzga, sino que tiende una mano de amor fraternal. La moral cristiana en cuestiones de sexualidad se rige por el orden establecido por Dios en las leyes físicas y de la naturaleza. Y ese orden no puede cambiar. La doctrina cristiana califica como pecado las acciones que alteran ese orden. De la conciencia del pecador dependen las decisiones que le dicte su libre albedrío. Si su decisión es la de quebrantar ese orden y no se arrepiente ni tiene propósito de enmienda, se está excluyendo a sí mismo.

Esto no puede interpretarse como un juicio de exclusión. Sencillamente, si el que comete la falta está convencido de que sus acciones son correctas, son morales y no son pecado sino que la doctrina cristiana está equivocada en su código moral, es lógico que opte por otra religión o filosofía que coincida con sus convicciones. ¿Qué haría Jesús? ¡Perdonarlo! Pero no cambiaría Su doctrina. Si alguna vez se volviera a cruzar en Su camino, no vacilaría en reiterarle: “Vete a casa y no peques más” Y no me extrañaría que añadiera: “Cumple mis mandamientos y permanecerás en mi amor. Las puertas de mi Iglesia estarán siempre abiertas para ti”.
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Re: Controversial dilema de los obispos en Roma

02 Nov 2014 19:47 - 06 Dec 2014 18:54
#8454
Es notable que varias personas se han dirigido a mí tachándome de "intolerante". Aunque los he invitado a que expresen en este FORO sus opiniones, no lo han hecho, pero me inquieta porque conociéndolos como cristianos practicantes me preocupa su insistencia sobre la obligación que tiene la Iglesia católica de "cambiar" para ponerse a tono con los tiempos en que vivimos.

Supongo que la opinión pública está quedando un poco desconcertada porque se han escrito crónicas en diversos medios en las que la Iglesia parece que está dividida en temas como este. Como sugiere mi escrito anterior, una cosa es la comprensión y acompañamiento de las familias viviendo con ellas el dolor de una crisis o de situaciones irregulares, y otra sería aceptar estas situaciones irregulares como si tuvieran el beneplácito de la Iglesia. Estimo que el Sínodo no pretende cambiar la doctrina sino actualizar la pastoral y promover una comprensión basada en el Amor cristiano a todos nuestros semejantes y en la misericordia de Dios.

El problema es que el cristianismo, como cualquier otra religión, se basa en una doctrina fundamental que, en este caso, parte de las enseñanzas y de la prédica de Jesús y de la herencia del judaísmo que fue también parte integral de ellas. Su primer intérprete y principal gestor de la misión evangelizadora que propagó esa doctrina a través de los siglos, fue Pablo de Tarso. Y Pablo fue muy claro, no sólo sobre este tema, sino también sobre toda la corrupción y desintegración moral que ya estaba minando entonces los cimientos de la civilización romana debido a una insensata permisividad y relativismo, como lo expresa claramente en su Epístola a los Romanos 1:18, 21-32, un fragmento que los lectores pueden leer AQUÍ . Una visión que recobra su actualidad en nuestros tiempos.

La religión no es una democracia que decide por mayoría. Sencillamente, se cree en ella o en otra cosa. Pero cuando vivimos en democracia y respetamos los derechos de los demás, a nadie podemos obligar a acatar forzosamente las normas de ninguna religión. Tampoco nadie tiene derecho a exigir que una religión "cambie" sus preceptos para acomodar su conveniencia o sus convicciones. Como sugerí en mi escrito anterior, está en libertad de apartarse y sumarse a otra religión o crear la suya propia.
Last edit: 06 Dec 2014 18:54 by Gerardo E. Martínez-Solanas.
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