Oriente Medio: No se apaga el fuego alejándose de las llamas
- Gerardo E. Martínez-Solanas
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Oriente Medio: No se apaga el fuego alejándose de las llamas
17 Jun 2014 17:48 - 17 Jun 2014 18:03
Resulta que el marroquí Lahcen Ikassrien, quien estuvo detenido en Guantánamo como sospechoso de terrorista, fue enviado a España para que lo juzgaran, pero la justicia española no encontró pruebas suficientes y fue dejado en libertad. Como hombre libre denunció supuestas torturas recibidas en Guantánamo mientras se dedicaba subversivamente a organizar un campamento de yihadistas en Sta. Cruz de Pinares, en la provincia de Ávila, apenas a 100 km. de Madrid, muchos de los cuales han ido a engrosar las filas de los agresores del Estado Islámico de Irak y Levante (EIIL) que se han dedicado al pillaje, la destrucción de bienes y la ejecución de "enemigos" e infieles en amplias zonas de Siria e Irak. Entre ellos se encuentra también Ismail Afalah, hermano de uno de los autores del atentado terrorista de Madrid en 2004.
Estos "libertadores" del EIIL son catalogados como una rama "extremista" de Al Qaeda, lo que plantea el asombroso concepto de que el resto de los terroristas de esa organización ¡ son "moderados"! Entre otras cosas proclaman el derecho a recuperar Al Andalus para el imperio islámico que desean implantar; en otras palabras, reorganizar el califato que dominó la península ibérica tras las invasiones islámicas de la Edad Media.
No cabe duda de que la guerra "asimétrica" que nos imponen los extremistas islámicos está en su apogeo y que no se trata de un conflicto localizado o regional, del que el resto del mundo debe desentenderse "para evitar más derramamiento de sangre", sino de una verdadera guerra mundial, la cual no sigue una estrategia convencional y, por lo tanto, plantea la necesidad de estrategias radicales y decisivas que la contrarresten y que sean capaces de extirpar el mal.
No cabe duda de que los Estados Unidos y sus aliados democráticos cometieron un grave error en Irak, pero no por la intervención militar de 2003 sino por la estrategia de sostener una guerra a medias, limitada a fronteras estrictas y con la timidez de no ofender ni provocar a vecinos belicosos, hasta que las fuerzas democráticas optaron por abandonar el terreno a un enemigo que no había sido vencido sino que acechaba allende las fronteras iraquíes.
¿Por qué no había sido vencido? Sencillamente porque en esta guerra asimétrica, no sólo enfrentamos a países que aspiran a destruir nuestra civilización e implantar una sociedad teocrática sino a poderosos grupos paramilitares y terroristas que operan casi con impunidad desde otros territorios que les sirven de santuario.
Estas guerras a medias dejan grandes y prolongados dolores de cabeza que acaban por tornarse en tragedia. Así ha resultado que la guerra no terminada de Corea, plantea ahora una amenaza nuclear en manos de un régimen enajenado y cruel. Las guerras se hacen para ganarlas. De lo contrario, al no hacerlas acabamos cargando con las consecuencias que nos imponga el agresor. Así pasó con Hitler en su expansionismo por la Europa Central y con Mussolini en sus aventuras africanas, hasta que la agresividad del enemigo fascista no dejó más alternativa que desatar una espantosa conflagración. En esa II Guerra Mundial, los líderes democráticos tuvieron el buen sentido de fijar sus objetivos en la derrota total del enemigo. No se detuvieron en ninguna frontera ni ofrecieron retirarse en aras de la paz.
La retirada del Irak ha sido un error todavía más grave que la desafortunada indecisión que ha impedido llevar la guerra decisivamente hasta los santuarios de Pakistán, Siria e Irán. Nadie en su buen juicio puede haber creído que así ahorraban vidas y dejaban atrás un conflicto que no le concierne a los amantes de la democracia ni a los defensores de los derechos humanos. Evidentemente no aprendieron de la guerra a medias y la retirada posterior de Vietnam. Sólo que en el Oriente Medio nos enfrentamos a un enemigo mucho más feroz y evidentemente dispuesto a golpear profunda y alevosamente en cualquier parte del mundo.
Estados Unidos y sus aliados democráticos no quieren reconocer ahora su grave error y reaccionan con lamentable tibieza frente al enemigo cruel que pretende destruir nuestra civilización. Enviar tropas ahora para salvar la situación se les antoja una humillacíón que les haría reconocer esa mayúscula equivocación estratégica. Por lo tanto, el actual gobierno de Estados Unidos insiste irresponsablemente en que hizo lo correcto.
Es muy lamentable y aterrador que nada menos que el Presidente de Estados Unidos y su Secretario de Estado, lleguen siquiera a insinuar que sea Irán, un jurado enemigo de las democracias, quien venga a sacar las castañas del fuego iraquí. Por esa línea sólo lograrán convertir al Irak en un protectorado iraní y se verán obligados, además, para "negociar" con ese absurdo "aliado", a suavizar las sanciones incipientes que a duras penas intentan frenar infructuosamente la marcha de los ayatolas hacia la posesión de armamento nuclear. Ni que decir cuál será la reacción natural de wahabitas y sunitas que en muchos Estados árabes presumen de ser aliados de Occidente frente al fundamentalismo iraní.
Irán ha sido y sigue siendo un régimen teocrático que no sólo es enemigo de nuestro concepto de la democracia y de los derechos sino que se ha dedicado a perseguir y reprimir a una comunidad cristiana asentada en su territorio desde los primeros siglos de nuestra era y que llegó a contar con cerca de un millón de fieles a mediados del siglo XX. En estos momentos, apenas son poco más de 300 mil. Las autoridades de Teherán han arrestado cientos de cristianos desde 2010 por el simple hecho de ser "infieles". Para poder mantener su fe, muchos han organizado "casas", como en los tiempos de las persecuciones romanas, para reunirse discretamente y celebrar la ceremonia eucarística. No obstante esta discreción, sólo en 2013 fueron arrestados 42 en esas casas y 35 de ellos condenados a prisión "por actividades cristianas". Muchos más son condenados por supuestos delitos menores, algunos de los cuales están permeados por las creencias islámicas, como ha sido el caso de cristianos condenados a recibir 74 latigazos en público y a pagar una multa por el equivalente de cerca de mil dólares por haber bebido vino en la celebración eucarística de la comunión. Muchos más son condenados "por acciones contra la seguridad pública" alegando sus acusadores una "propaganda contra el régimen" en las homilías que destacan la moral cristiana. Esta persecución de cristianos es patente también entre las fuerzas armadas y mantenidas por Irán en Siria y el Líbano, de donde han huido ya cientos de miles de fieles.
Si ese va a ser el "aliado" que nos libre del infierno de la guerra, ¡que baje Dios y nos salve!
Estos "libertadores" del EIIL son catalogados como una rama "extremista" de Al Qaeda, lo que plantea el asombroso concepto de que el resto de los terroristas de esa organización ¡ son "moderados"! Entre otras cosas proclaman el derecho a recuperar Al Andalus para el imperio islámico que desean implantar; en otras palabras, reorganizar el califato que dominó la península ibérica tras las invasiones islámicas de la Edad Media.
No cabe duda de que la guerra "asimétrica" que nos imponen los extremistas islámicos está en su apogeo y que no se trata de un conflicto localizado o regional, del que el resto del mundo debe desentenderse "para evitar más derramamiento de sangre", sino de una verdadera guerra mundial, la cual no sigue una estrategia convencional y, por lo tanto, plantea la necesidad de estrategias radicales y decisivas que la contrarresten y que sean capaces de extirpar el mal.
No cabe duda de que los Estados Unidos y sus aliados democráticos cometieron un grave error en Irak, pero no por la intervención militar de 2003 sino por la estrategia de sostener una guerra a medias, limitada a fronteras estrictas y con la timidez de no ofender ni provocar a vecinos belicosos, hasta que las fuerzas democráticas optaron por abandonar el terreno a un enemigo que no había sido vencido sino que acechaba allende las fronteras iraquíes.
¿Por qué no había sido vencido? Sencillamente porque en esta guerra asimétrica, no sólo enfrentamos a países que aspiran a destruir nuestra civilización e implantar una sociedad teocrática sino a poderosos grupos paramilitares y terroristas que operan casi con impunidad desde otros territorios que les sirven de santuario.
Estas guerras a medias dejan grandes y prolongados dolores de cabeza que acaban por tornarse en tragedia. Así ha resultado que la guerra no terminada de Corea, plantea ahora una amenaza nuclear en manos de un régimen enajenado y cruel. Las guerras se hacen para ganarlas. De lo contrario, al no hacerlas acabamos cargando con las consecuencias que nos imponga el agresor. Así pasó con Hitler en su expansionismo por la Europa Central y con Mussolini en sus aventuras africanas, hasta que la agresividad del enemigo fascista no dejó más alternativa que desatar una espantosa conflagración. En esa II Guerra Mundial, los líderes democráticos tuvieron el buen sentido de fijar sus objetivos en la derrota total del enemigo. No se detuvieron en ninguna frontera ni ofrecieron retirarse en aras de la paz.
La retirada del Irak ha sido un error todavía más grave que la desafortunada indecisión que ha impedido llevar la guerra decisivamente hasta los santuarios de Pakistán, Siria e Irán. Nadie en su buen juicio puede haber creído que así ahorraban vidas y dejaban atrás un conflicto que no le concierne a los amantes de la democracia ni a los defensores de los derechos humanos. Evidentemente no aprendieron de la guerra a medias y la retirada posterior de Vietnam. Sólo que en el Oriente Medio nos enfrentamos a un enemigo mucho más feroz y evidentemente dispuesto a golpear profunda y alevosamente en cualquier parte del mundo.
Estados Unidos y sus aliados democráticos no quieren reconocer ahora su grave error y reaccionan con lamentable tibieza frente al enemigo cruel que pretende destruir nuestra civilización. Enviar tropas ahora para salvar la situación se les antoja una humillacíón que les haría reconocer esa mayúscula equivocación estratégica. Por lo tanto, el actual gobierno de Estados Unidos insiste irresponsablemente en que hizo lo correcto.
Es muy lamentable y aterrador que nada menos que el Presidente de Estados Unidos y su Secretario de Estado, lleguen siquiera a insinuar que sea Irán, un jurado enemigo de las democracias, quien venga a sacar las castañas del fuego iraquí. Por esa línea sólo lograrán convertir al Irak en un protectorado iraní y se verán obligados, además, para "negociar" con ese absurdo "aliado", a suavizar las sanciones incipientes que a duras penas intentan frenar infructuosamente la marcha de los ayatolas hacia la posesión de armamento nuclear. Ni que decir cuál será la reacción natural de wahabitas y sunitas que en muchos Estados árabes presumen de ser aliados de Occidente frente al fundamentalismo iraní.
Irán ha sido y sigue siendo un régimen teocrático que no sólo es enemigo de nuestro concepto de la democracia y de los derechos sino que se ha dedicado a perseguir y reprimir a una comunidad cristiana asentada en su territorio desde los primeros siglos de nuestra era y que llegó a contar con cerca de un millón de fieles a mediados del siglo XX. En estos momentos, apenas son poco más de 300 mil. Las autoridades de Teherán han arrestado cientos de cristianos desde 2010 por el simple hecho de ser "infieles". Para poder mantener su fe, muchos han organizado "casas", como en los tiempos de las persecuciones romanas, para reunirse discretamente y celebrar la ceremonia eucarística. No obstante esta discreción, sólo en 2013 fueron arrestados 42 en esas casas y 35 de ellos condenados a prisión "por actividades cristianas". Muchos más son condenados por supuestos delitos menores, algunos de los cuales están permeados por las creencias islámicas, como ha sido el caso de cristianos condenados a recibir 74 latigazos en público y a pagar una multa por el equivalente de cerca de mil dólares por haber bebido vino en la celebración eucarística de la comunión. Muchos más son condenados "por acciones contra la seguridad pública" alegando sus acusadores una "propaganda contra el régimen" en las homilías que destacan la moral cristiana. Esta persecución de cristianos es patente también entre las fuerzas armadas y mantenidas por Irán en Siria y el Líbano, de donde han huido ya cientos de miles de fieles.
Si ese va a ser el "aliado" que nos libre del infierno de la guerra, ¡que baje Dios y nos salve!
Last edit: 17 Jun 2014 18:03 by Gerardo E. Martínez-Solanas.
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