Indiferencia internacional frente a los regímenes represores de los derechos humanos

  • Gerardo E. Martínez-Solanas
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Indiferencia internacional frente a los regímenes represores de los derechos humanos

21 Mar 2014 18:08 - 21 Mar 2014 18:15
#8070
Es una obligación de los Estados democráticos el respeto irrestricto de los derechos humanos y también su defensa incondicional. La democracia es una falacia si no existe un sistema jurídico de protección a los ciudadanos en la defensa de todos sus derechos y libertades fundamentales, sobre todo los que son reconocidos por la Declaración Universal de Derechos Humanos y por el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos.

En los países seudodemocráticos que pretenden disfrazar el despotismo con elecciones espurias y con una falsa estructura de separación de poderes que apenas oculta una tiranía centralizada en caudillos y testaferros, los violadores se escudan descaradamente tras el argumento de que en Estados Unidos y otros países democráticos se violan también estos derechos y libertades por razones de Estado o por intereses creados.

La verdad es que la violación de los derechos humanos sucede en todos los países del mundo. La diferencia entre los países democráticos y los que no lo son es que los ciudadanos y otros habitantes (legales o ilegales) de los países democráticos tienen medios e instrumentos para defender eficazmente sus derechos y libertades o para obtener reparación si les han sido violados.

La obligación mencionada de los Estados democráticos se extiende también al escenario de su aplicación en las relaciones exteriores de cada país. No es correcto, ni mucho menos ético, sostener relaciones de "amistad" o considerar "aliados" a otros países que pisotean cruelmente los derechos de sus ciudadanos, por no mencionar también a quienes residen, legal o ilegalmente, en su territorio.

Un caso sobresaliente e injustificable es la estrecha relación que mantienen muchos países democráticos con Arabia Saudita y otros países de la península arábiga que no sólo son violadores de los derechos y libertades de sus ciudadanos sino que ni siquiera intentan disfrazar esta política y las violaciones son parte integral de sus leyes. No hay justificación alguna de que condenemos situaciones similares en Cuba, Corea del Norte, Irán, Siria o Venezuela, pero aceptemos con hipócrita conveniencia la "amistad" de los déspotas que avasallan la decencia democrática en la península arábiga.

Examinemos someramente la situación y los abusos que sufren las mujeres en Arabia Saudita. Recientemente se publicó con bombos y platillos la "conquista" que permitía a las mujeres conducir un auto y votar por vez primera en ese país. Ese paso careció de importancia porque el voto es muy poco relevante en un país en el que las libertades políticas son casi inexistentes y donde el Rey saudita ejerce un poder absolutista. Por lo tanto, esa "conquista" no ha mermado ni un ápice el sometimiento feroz de la mujer en ese país (y en muchos otros de la región del Oriente Medio).
En Arabia Saudita las mujeres tienen prohibido viajar, firmar contratos, hacer gestiones sin la tutela de un hombre de la familia, organizar o entrar en negocios de forma independiente, casarse sin permiso de los hombres de la familia ni divorciarse sin permiso de su marido, someterse a determinadas operaciones quirúrgicas sin permiso del hombre bajo cuya tutela se encuentren, etc., etc. Esta es una situación que en mayor o menor medida se repite en muchos otros países de mayoría musulmana, y podríamos redactar una larga lista de los que entre ellos ostentan ser "aliados" de las democracias, a muchos de los cuales se les llama, para colmo, "amigos".

No hay una diferencia real entre la "amistad" de países como Pakistán o Arabia Saudita y la "enemistad" de otros como Irán o Siria, por sólo poner estos ejemplos.

Lo mismo podría decirse de la feroz "enemistad" demostrada contra Honduras o contra Paraguay cuando se libraron por los medios a su alcanza de caudillos que ponían en peligro sus imperfectas e ineficaces democracias, pero se guarda vergonzoso silencio y ¡hasta se justifica! la violenta represión que impera en Venezuela, Cuba o Bolivia sin que se alce apenas alguna voz de condena. Los países amantes de la democracia, donde los derechos humanos son defendibles a nivel jurídico, tienen una obligación de aplicar el mismo rasero y condenar todos los hechos abusivos que se realicen como parte de una política gubernamental despótica, cualquiera que sea el país responsable o los motivos geopolíticos para asumir una indiferencia cómplice. Las motivaciones económicas y geopolíticas son conveniencias de ocasión, pero a la larga socavan la estructura ética y la firmeza política que sostiene a las democracias.

Y este socavamiento ético y político va contaminando a quienes por conveniencia o indiferencia se hacen de oídos sordos y dan la espalda a estos hechos. Empiezan a surgir políticas en el mismo seno de las democracias que violan los derechos y las libertades públicas con la justificación del "bien común" o de la "seguridad nacional". Se habla de "terrorismo" y de "espionaje" para condonar flagrantes violaciones de derechos y libertades. Son movidas insidiosas que ganan popularidad incitando al miedo y provocando la incertidumbre que permite la salida fácil de acceder a medidas que supuestamente "nos protegen" pero pueden desembocar en un lamentable sometimiento al control del Estado.

Poco a poco se va introduciendo insidiosamente entre los países democráticos y otrora defensores de los derechos humanos, el malvado principio que postula que "el fin justifica los medios". Preservar la democracia y la seguridad personal se va perfilando como ese fin utópico que algunos pretenden alcanzar violando los derechos y libertades de las personas. Vemos como se va implantando así un malsano relativismo, por el cual nos mantenemos indiferentes a lo que les pasa a "los otros" mientras no nos toque pagar con la misma moneda represiva.

Si el mundo no despierta pronto, nos veremos sumidos tarde o temprano en una pesadilla peor a la que arrasó al mundo a mediados del siglo pasado.
Last edit: 21 Mar 2014 18:15 by Gerardo E. Martínez-Solanas.
  • José Manuel Palli
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Re: Indiferencia internacional frente a los regímenes represores de los derechos humanos

23 Mar 2014 20:47 - 26 Mar 2014 18:21
#8073
Magnìfico tu escrito, don Gerardo.

Pero, y como corolario, creo que cabe preguntarnos porqué el mundo esta sumido en ese sopor del cual, como tu bien dices, seria bueno que despertara antes de que sea demasiado tarde. Sobre todo porque, como también lo señalas al referirte a las experiencias del siglo pasado, ese tipo de sopores son recurrentes en la historia de la humanidad.

En una de mis primeras visitas a Londrés, un diplomàtico anglo-argentino amigo de mi Viejo me señalò la estatua de Sir Charles Nappier en Trafalgar Square y me apuntò que ese caballero era el mayor exponente de la "filosofìa" de Rudyard Kipling (quien por entonces, y siendo yo un "early teenager", era uno de mis autores favoritos).

Nappier se hizo famoso en el mundo cuando, comisionado por su majestad britànica para apodedarse de la provincia de Sindh, en la India, y habiendo cumplido con su cometido, enviò un escueto mensaje (de una sola palabra) a la cancillerìa en Londres: "Peccavi", que traducido del Latìn al Inglés es "I have sinned"...

Pero hay otra anécdota de Nappier que es la que creo aplica a los deseos que manifiestas en tu excelente escrito. Siendo ya Gobernador de Sindh -o de otra provincia en la India, eso no lo recuerdo con exactitud- Nappier se propone eliminar la pràctica del Sati (o Suttee) que le imponìa a las viudas la obligaciòn de inmolarse en la pira funeraria del finado. Y lo hace a través de la aplicaciòn de medidas muy duras, incluida la pena de muerte para quienes inducìan a y facilitaban la pràctica del Sati.

A Nappier le dicen sus asesores del patio que se trata de una costumbre inveterada y milenaria, enraizada en la cultura nacional, y que no era conveniente oponerse a ella de esa forma. A lo que Nappier responde que entiende perfectamente ese razonamiento, porque en Gran Bretaña también existen las costumbres inveteradas y milenarias, enraizadas en la cultura de los britànicos, pero que una de ellas era condenar a la horca a quien asesinaba a una mujer.

Pero para ser Nappier hay que estar en el momento històrico que vivio Nappier, y actuar con un "imperium" del que practicamente no quedan vestigios en el mundo de hoy.

El problema es aùn màs grave cuando fijamos nuestra posiciòn frente a ese mundo de hoy como si tuviéramos (o alguien en nuestro nombre) ese "imperium", porque entonces dejamos de buscar otros caminos para despertar a quienes viven adormilados en el sopor.

En mi biblioteca tengo las obras completas de Kippling (y las novelitas de Henty) que compré con la ilusiòn de que mis hijos las leyeran. Ninguno de ellos las ha tocado hasta hoy, y no se si no me alegro de que asì sea.
Last edit: 26 Mar 2014 18:21 by Gerardo E. Martínez-Solanas.
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