El dilema de las democracias frente a la agresión
- Gerardo E. Martínez-Solanas
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El dilema de las democracias frente a la agresión
05 Mar 2014 22:26 - 05 Mar 2014 22:28
Contemplamos con asombro, admiración y tristeza en los noticieros del martes 4 de marzo cómo 300 soldados y oficiales ucranianos dejaban atrás sus armas y avanzaban cantando sin muestra alguna de agresividad por un camino que los conducía a la base en la que estaban destacados.
Les salieron al paso cuatro uniformados de las fuerzas rusas de ocupación, sin insignias para poder ocultar su procedencia y portando armas automáticas que apuntaron contra la tropa que se acercaba. Las cámaras panearon y se observó en los alrededores quizás una docena de otros uniformados apostados con sus armas en posición de emboscada.
Los ucranianos no traían ramas de olivo en sus manos, pero estaban desarmados. Con una ingenuidad pacifista pidieron paso a los invasores. Los soldados que los confrontaban abrieron fuego disparando al aire y los conminaron a retirarse o dispararían contra ellos. Un oficial ucraniano (en la foto) se adelantó, también desarmado, y trató de razonar con los invasores que rodeaban la base ucraniana y les impedían la entrada. "Somos hermanos", les dijo. Y argumentó que no venían a combatir contra ellos sino a cumplir con el deber de proteger lo suyo. El argumento de hermandad, confraternidad y paz, no surtió efecto alguno. Eran pocos los uniformados armados, pero cualquier intento de los 300 ucranianos desarmados de continuar su camino habría terminado en una carnicería. Se retiraron humillados y todos los que presenciamos el incidente en las pantallas del mundo, desde nuestros mullidos asientos, sentimos la congoja terrible de quienes desde un ambiente cómodo y seguro deseamos la paz y no podemos exigir el sacrificio, pero nos indigna la imagen de quienes se enfrentan inermes al abuso y la opresión.
Algunos dirán que esos soldados rusos cumplían órdenes. Pero es difícil de entender que se muestren dispuestos a matar a otros soldados indefensos por cumplir esas órdenes. Y, aquellos que les dieron las órdenes, ¿qué justificación tienen?
El máximo líder ruso, un vástago cruel de la KGB soviética que ostenta cada día más una creciente autoridad de dictador, no vaciló en dar la orden de invasión a un país débil, otro más, para "proteger" a los ciudadanos rusos de ese Estado vecino. Pero en las semanas anteriores de disturbios, no fueron rusos los que murieron, sino ucranianos. Murieron defendiendo su libertad. No ha habido desde entonces una matanza de rusos, ni expulsiones, ni confiscaciones, solamente la reafirmación de la identidad nacional ucraniana.
Es notable que el Presidente Putin siga las normas de la antigua Unión Soviética en su política contra sus vecinos más débiles. Es el concepto imperial de controlar a un racimo de satélites que aprendió como alto oficial de la KGB. Con el mismo pretexto ha arrancado pedazos de territorio a países vecinos del Cáucaso, en Osetia del Sur, Abjasia y otros lugares.
Ahora pone de nuevo a prueba la liviandad de las democracias ocupando la península de Crimea y aspirando como Hitler con los Sudetes a que las democracias accedan a la movida expansionista en aras de la paz. No hemos aprendido las lecciones de la historia. Cuando enfrentamos dictadores militaristas con un ramo de olivo, nos topamos con que disparan al aire con sus bravatas a ver si los amantes de la democracia bajan la cabeza, consienten y transan en aras de la paz.
Chamberlain regresó a Londres exultante por la paz lograda con Hitler a cambio de consentir su anexión de los Sudetes, arrebatados a Checoslovaquia. La anexión de Austria tampoco había conmovido ni preocupado mucho a los estadistas de entonces, como hace poco se han encogido también de hombros con los abusos cometidos en el Cáucaso. Hitler no tenía entonces la capacidad bélica suficiente y actuó con astucia y cautela, pero al comprobar la falta de voluntad política de las Potencias europeas de enfrentarlo decisivamente, no tardó mucho en anexarse también a toda Checoslovaquia.
¿¡Podemos esperar acaso que la Rusia imperial de Putin se detenga en Crimea!? Es obvio que su objetivo es convertir a toda Ucrania en un Estado satélite. ¿Nos encogeremos de hombros también a medida que vaya subyugando la resistencia ucraniana ante el desconcierto del resto del mundo? Nadie desea una guerra, pero tampoco podemos evitarla cediendo ante dictadores y abusadores.
Es una falacia eso de las "esferas de influencia" porque el mundo ha avanzado ya demasiado en la evolución del derecho internacional como para aceptar que los débiles estén condenados a aceptar ser satélites de agresores fuertes. Es también una falacia comparar el "imperialismo" de Estados Unidos con el imperialismo ruso heredero de la pesadilla soviética. Si fueran comparables, países en la "esfera de influencia" de los Estados Unidos, como Cuba o Venezuela, ya habrían sido invadidos desde hace tiempo y estarían sometidos con gobiernos "amigos" del poderoso vecino del Norte.
Estados Unidos atravesó un período semi imperial durante el siglo XIX que culminó en la Guerra Hispanoamericana. Ha intervenido posteriormente en otros países durante el siglo XX, pero en ninguno ha permanecido desde entonces ni se lo ha anexado. Por el contrario, el imperialismo verdadero es avasallador y anexionista. No permite desviaciones. Es cruel y altamente represivo.
Ese es el imperialismo que estamos permitiendo ahora en el Cáucaso, en Ucrania y quizás mañana en los países del Báltico o en cualquier otro antiguo satélite europeo o centroasiático. Sería deplorable que esperemos hasta entonces para desatar una III Guerra Mundial frente a una maquinaria militar que haya crecido demasiado en su poder y ambición. En estos momentos no habrá tal guerra si actuamos con firmeza y le decimos a los invasores que ¡NO PASARÁN! Putin sabe muy bien que hoy no puede enfrentarse al mundo en una aventura bélica, pero espera irse fortaleciendo gradualmente con su política expansionista hasta que alcance esa capacidad disuasiva y agresiva que ostentaron los tiranos de la otrora Unión Soviética.
Y, por favor, que no se hable del poderío atómico y de un holocausto nuclear. Una Unión Soviética mucho más en paridad militar con los Estados Unidos no se atrevió a desatar el desafío nuclear en el enfrentamiento entre Kruschev y Kennedy en 1962. Mucho menos lo intentaría Putin en un enfrentamiento militar con una Europa unida al resto del mundo democrático.
Es hora de no andar con remilgos ni pretender arreglos tímidos con las dictaduras. Las democracias tienen que plantarse firmes ahora que pueden hacerlo desde una posición de superioridad militar y moral. Mañana será demasiado tarde y la ambición agresora de los enemigos de la democracia harán inevitable la destrucción de una espantosa guerra que ellos mismos provocarán. De eso no debe cabernos la menor duda.
Les salieron al paso cuatro uniformados de las fuerzas rusas de ocupación, sin insignias para poder ocultar su procedencia y portando armas automáticas que apuntaron contra la tropa que se acercaba. Las cámaras panearon y se observó en los alrededores quizás una docena de otros uniformados apostados con sus armas en posición de emboscada.
Los ucranianos no traían ramas de olivo en sus manos, pero estaban desarmados. Con una ingenuidad pacifista pidieron paso a los invasores. Los soldados que los confrontaban abrieron fuego disparando al aire y los conminaron a retirarse o dispararían contra ellos. Un oficial ucraniano (en la foto) se adelantó, también desarmado, y trató de razonar con los invasores que rodeaban la base ucraniana y les impedían la entrada. "Somos hermanos", les dijo. Y argumentó que no venían a combatir contra ellos sino a cumplir con el deber de proteger lo suyo. El argumento de hermandad, confraternidad y paz, no surtió efecto alguno. Eran pocos los uniformados armados, pero cualquier intento de los 300 ucranianos desarmados de continuar su camino habría terminado en una carnicería. Se retiraron humillados y todos los que presenciamos el incidente en las pantallas del mundo, desde nuestros mullidos asientos, sentimos la congoja terrible de quienes desde un ambiente cómodo y seguro deseamos la paz y no podemos exigir el sacrificio, pero nos indigna la imagen de quienes se enfrentan inermes al abuso y la opresión.
Algunos dirán que esos soldados rusos cumplían órdenes. Pero es difícil de entender que se muestren dispuestos a matar a otros soldados indefensos por cumplir esas órdenes. Y, aquellos que les dieron las órdenes, ¿qué justificación tienen?
El máximo líder ruso, un vástago cruel de la KGB soviética que ostenta cada día más una creciente autoridad de dictador, no vaciló en dar la orden de invasión a un país débil, otro más, para "proteger" a los ciudadanos rusos de ese Estado vecino. Pero en las semanas anteriores de disturbios, no fueron rusos los que murieron, sino ucranianos. Murieron defendiendo su libertad. No ha habido desde entonces una matanza de rusos, ni expulsiones, ni confiscaciones, solamente la reafirmación de la identidad nacional ucraniana.
Es notable que el Presidente Putin siga las normas de la antigua Unión Soviética en su política contra sus vecinos más débiles. Es el concepto imperial de controlar a un racimo de satélites que aprendió como alto oficial de la KGB. Con el mismo pretexto ha arrancado pedazos de territorio a países vecinos del Cáucaso, en Osetia del Sur, Abjasia y otros lugares.
Ahora pone de nuevo a prueba la liviandad de las democracias ocupando la península de Crimea y aspirando como Hitler con los Sudetes a que las democracias accedan a la movida expansionista en aras de la paz. No hemos aprendido las lecciones de la historia. Cuando enfrentamos dictadores militaristas con un ramo de olivo, nos topamos con que disparan al aire con sus bravatas a ver si los amantes de la democracia bajan la cabeza, consienten y transan en aras de la paz.
Chamberlain regresó a Londres exultante por la paz lograda con Hitler a cambio de consentir su anexión de los Sudetes, arrebatados a Checoslovaquia. La anexión de Austria tampoco había conmovido ni preocupado mucho a los estadistas de entonces, como hace poco se han encogido también de hombros con los abusos cometidos en el Cáucaso. Hitler no tenía entonces la capacidad bélica suficiente y actuó con astucia y cautela, pero al comprobar la falta de voluntad política de las Potencias europeas de enfrentarlo decisivamente, no tardó mucho en anexarse también a toda Checoslovaquia.
¿¡Podemos esperar acaso que la Rusia imperial de Putin se detenga en Crimea!? Es obvio que su objetivo es convertir a toda Ucrania en un Estado satélite. ¿Nos encogeremos de hombros también a medida que vaya subyugando la resistencia ucraniana ante el desconcierto del resto del mundo? Nadie desea una guerra, pero tampoco podemos evitarla cediendo ante dictadores y abusadores.
Es una falacia eso de las "esferas de influencia" porque el mundo ha avanzado ya demasiado en la evolución del derecho internacional como para aceptar que los débiles estén condenados a aceptar ser satélites de agresores fuertes. Es también una falacia comparar el "imperialismo" de Estados Unidos con el imperialismo ruso heredero de la pesadilla soviética. Si fueran comparables, países en la "esfera de influencia" de los Estados Unidos, como Cuba o Venezuela, ya habrían sido invadidos desde hace tiempo y estarían sometidos con gobiernos "amigos" del poderoso vecino del Norte.
Estados Unidos atravesó un período semi imperial durante el siglo XIX que culminó en la Guerra Hispanoamericana. Ha intervenido posteriormente en otros países durante el siglo XX, pero en ninguno ha permanecido desde entonces ni se lo ha anexado. Por el contrario, el imperialismo verdadero es avasallador y anexionista. No permite desviaciones. Es cruel y altamente represivo.
Ese es el imperialismo que estamos permitiendo ahora en el Cáucaso, en Ucrania y quizás mañana en los países del Báltico o en cualquier otro antiguo satélite europeo o centroasiático. Sería deplorable que esperemos hasta entonces para desatar una III Guerra Mundial frente a una maquinaria militar que haya crecido demasiado en su poder y ambición. En estos momentos no habrá tal guerra si actuamos con firmeza y le decimos a los invasores que ¡NO PASARÁN! Putin sabe muy bien que hoy no puede enfrentarse al mundo en una aventura bélica, pero espera irse fortaleciendo gradualmente con su política expansionista hasta que alcance esa capacidad disuasiva y agresiva que ostentaron los tiranos de la otrora Unión Soviética.
Y, por favor, que no se hable del poderío atómico y de un holocausto nuclear. Una Unión Soviética mucho más en paridad militar con los Estados Unidos no se atrevió a desatar el desafío nuclear en el enfrentamiento entre Kruschev y Kennedy en 1962. Mucho menos lo intentaría Putin en un enfrentamiento militar con una Europa unida al resto del mundo democrático.
Es hora de no andar con remilgos ni pretender arreglos tímidos con las dictaduras. Las democracias tienen que plantarse firmes ahora que pueden hacerlo desde una posición de superioridad militar y moral. Mañana será demasiado tarde y la ambición agresora de los enemigos de la democracia harán inevitable la destrucción de una espantosa guerra que ellos mismos provocarán. De eso no debe cabernos la menor duda.
Last edit: 05 Mar 2014 22:28 by Gerardo E. Martínez-Solanas.
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