Carlos Alberto arremete contra el papa Francisco
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Carlos Alberto arremete contra el papa Francisco
20 Jan 2014 18:52
Carlos Alberto arremete contra el Papa Francisco
por Alberto Muller (Publicado en Diario Las Américas y respondiendo a la crítica de Carlos Alberto sobre el papa Francisco publicada en El Nuevo Herald)
En su artículo sobre el Papa Francisco el amigo y destacado escritor cubano, Carlos Alberto Montaner, arremete duramente contra el Sumo Pontífice, desconociendo históricamente que las encíclicas papales de la Iglesia Católica desde 1891, como la Rerum Novarum, del papa Leon XIII, la Quadragésimo Annus del papa Pío XI, la Populorum Progressio del papa Pablo VI, la Centesimus Annus del papa Juan Pablo II y la reciente del papa Francisco, la Alegría del Evangelio, son documentos que salieron en defensa del obrero relegado y de los niños explotados por esa faceta inhumana de la Revolución Industrial, amén del enorme salto en el desarrollo que se alcanzó en esa época de pujanzas e invenciones.
También estas encíclicas denunciaron a la sociedad profundamente dividida por el odio y el resentimiento de la lucha de clases que proclamó el socialismo marxista del Siglo XX; a su vez señalaron a la propiedad privada como un derecho natural en peligro por el poder avasallador de los monopolios del capitalismo y del comunismo; y la última del papa Francisco que salió a proteger a los pobres que mueren a nuestro derredor por la concepción errónea de concebir el mercado, el dinero y el consumo de forma exagerada, como un poder omnímodo que termina aplastando o discriminando al ser humano.
El dinero debe servir y no gobernar. La exhortación del papa Francisco en ningún momento cierra los mecanismos del mercado sano y del enriquecimiento lícito, pero si pidió la solidaridad desinteresada y una vuelta de la economía y de las finanzas a una ética a favor del ser humano.
La Iglesia Católica ha cometido muchos errores, porque sencillamente está dirigida por seres humanos que son pecadores y propensos al equívoco, pero cuando durante la borrachera de muchos intelectuales durante el siglo pasado, inclusive la de algunos escritores amigos nuestros a favor de Stalin y su revolución del terror totalitario, fue la voz de esa Iglesia Católica, en representación de sus hombres y mujeres, entre otras voces muy calificadas, las que se alzaron con altura por un mundo en libertad, con primacía del bien común, por sobre los excesos del estatismo y del capitalismo extremo.
Esto sin descontar el costo humano de tantos cristianos, judíos y agnósticos que coincidieron en aquel clamor de libertad. Me viene a la mente ese libro monumental de Orlando Figes, Los Susurros (The Whisperers, en inglés), que estoy seguro que Carlos Alberto leyó.
Qué el derechista cuasi fascista de Rush Limbaugh, con todo su derecho de ser lo que quiera ser y de opinar, haya acusado al papa Francisco de marxista no le ha extrañado a nadie, pues más bien le regala credenciales de balance al Pontífice nominado como el Hombre del Año por la revista Time.
Pero decir que el Papa Francisco dijo en su encíclica que la ‘economía mata’, es parte del sofisma de Carlos Alberto. Lo que realmente dijo Francisco es que la economía de la exclusión y de la inequidad matan. Y es verdad que matan. Por eso Francisco puso el ejemplo de que la muerte por frío de un anciano de la calle debe ser más importante que la caída especulativa de dos puntos en la bolsa.
Lo que mata no es la economía, como dice el sofisma de Carlos Alberto, lo que mata es la crisis financiera que atravesamos y nos hace olvidar que en su origen hay una profunda grieta antropológica, que es la negación de la primacía del ser humano.
Y esto es lo que dijo el papa Francisco, que mientras las ganancias de unos pocos crecen exponencialmente, las de la mayoría se quedan más lejos del bienestar mínimo.
Lo que mata no es la economía, como dice Carlos Alberto que el papa Francisco dijo a secas, lo que mata es una exacerbación del consumo, que unido a la inequidad, es doblemente dañino, porque daña la propia dignidad de todos los seres humanos.
Lo que mata, y esto es lo que dijo el papa Francisco en su encíclica, es el desequilibrio que proviene de ideologías que defienden la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera sobre el bien común de la sociedad, integrada por mujeres y hombres.
Pedir que se comparta con los pobres es parte consubstancial de los evangelios y del mensaje salvífico de Jesús de Nazaret. Y esta es realmente la verdadera intención del papa Francisco cuando nos invita a redescubrir la misericordia, como la más grande de las virtudes y hace un llamado a abrir las puertas de la Iglesia para salir hacia los demás y llegar a las periferias humanas de nuestro tiempo, que son donde malviven los más necesitados.
Por todo esto es que nos parece fuera de tono el sofisma de Carlos Alberto contra el papa Francisco, aunque por supuesto tiene todo el derecho a expresarlo.
Porque respetamos su historia -me refiero a la de Carlos Alberto- que además hemos compartido solidariamente, y porque admiramos su valía intelectual, y porque nos parece estupendo que ejerza su derecho a ser agnóstico o a ver a Dios como algo inentendible, es que mi abrazo ahora es más fraterno, porque la misión fundamental para un cristiano es su andar misionero para la conversión de otros.
Confío en la conversión de Carlos Alberto, por su integridad y bondad humana, aunque a veces su liberalismo alimente su agnosticismo y algunos sofismas innecesarios.
por Alberto Muller (Publicado en Diario Las Américas y respondiendo a la crítica de Carlos Alberto sobre el papa Francisco publicada en El Nuevo Herald)
En su artículo sobre el Papa Francisco el amigo y destacado escritor cubano, Carlos Alberto Montaner, arremete duramente contra el Sumo Pontífice, desconociendo históricamente que las encíclicas papales de la Iglesia Católica desde 1891, como la Rerum Novarum, del papa Leon XIII, la Quadragésimo Annus del papa Pío XI, la Populorum Progressio del papa Pablo VI, la Centesimus Annus del papa Juan Pablo II y la reciente del papa Francisco, la Alegría del Evangelio, son documentos que salieron en defensa del obrero relegado y de los niños explotados por esa faceta inhumana de la Revolución Industrial, amén del enorme salto en el desarrollo que se alcanzó en esa época de pujanzas e invenciones.
También estas encíclicas denunciaron a la sociedad profundamente dividida por el odio y el resentimiento de la lucha de clases que proclamó el socialismo marxista del Siglo XX; a su vez señalaron a la propiedad privada como un derecho natural en peligro por el poder avasallador de los monopolios del capitalismo y del comunismo; y la última del papa Francisco que salió a proteger a los pobres que mueren a nuestro derredor por la concepción errónea de concebir el mercado, el dinero y el consumo de forma exagerada, como un poder omnímodo que termina aplastando o discriminando al ser humano.
El dinero debe servir y no gobernar. La exhortación del papa Francisco en ningún momento cierra los mecanismos del mercado sano y del enriquecimiento lícito, pero si pidió la solidaridad desinteresada y una vuelta de la economía y de las finanzas a una ética a favor del ser humano.
La Iglesia Católica ha cometido muchos errores, porque sencillamente está dirigida por seres humanos que son pecadores y propensos al equívoco, pero cuando durante la borrachera de muchos intelectuales durante el siglo pasado, inclusive la de algunos escritores amigos nuestros a favor de Stalin y su revolución del terror totalitario, fue la voz de esa Iglesia Católica, en representación de sus hombres y mujeres, entre otras voces muy calificadas, las que se alzaron con altura por un mundo en libertad, con primacía del bien común, por sobre los excesos del estatismo y del capitalismo extremo.
Esto sin descontar el costo humano de tantos cristianos, judíos y agnósticos que coincidieron en aquel clamor de libertad. Me viene a la mente ese libro monumental de Orlando Figes, Los Susurros (The Whisperers, en inglés), que estoy seguro que Carlos Alberto leyó.
Qué el derechista cuasi fascista de Rush Limbaugh, con todo su derecho de ser lo que quiera ser y de opinar, haya acusado al papa Francisco de marxista no le ha extrañado a nadie, pues más bien le regala credenciales de balance al Pontífice nominado como el Hombre del Año por la revista Time.
Pero decir que el Papa Francisco dijo en su encíclica que la ‘economía mata’, es parte del sofisma de Carlos Alberto. Lo que realmente dijo Francisco es que la economía de la exclusión y de la inequidad matan. Y es verdad que matan. Por eso Francisco puso el ejemplo de que la muerte por frío de un anciano de la calle debe ser más importante que la caída especulativa de dos puntos en la bolsa.
Lo que mata no es la economía, como dice el sofisma de Carlos Alberto, lo que mata es la crisis financiera que atravesamos y nos hace olvidar que en su origen hay una profunda grieta antropológica, que es la negación de la primacía del ser humano.
Y esto es lo que dijo el papa Francisco, que mientras las ganancias de unos pocos crecen exponencialmente, las de la mayoría se quedan más lejos del bienestar mínimo.
Lo que mata no es la economía, como dice Carlos Alberto que el papa Francisco dijo a secas, lo que mata es una exacerbación del consumo, que unido a la inequidad, es doblemente dañino, porque daña la propia dignidad de todos los seres humanos.
Lo que mata, y esto es lo que dijo el papa Francisco en su encíclica, es el desequilibrio que proviene de ideologías que defienden la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera sobre el bien común de la sociedad, integrada por mujeres y hombres.
Pedir que se comparta con los pobres es parte consubstancial de los evangelios y del mensaje salvífico de Jesús de Nazaret. Y esta es realmente la verdadera intención del papa Francisco cuando nos invita a redescubrir la misericordia, como la más grande de las virtudes y hace un llamado a abrir las puertas de la Iglesia para salir hacia los demás y llegar a las periferias humanas de nuestro tiempo, que son donde malviven los más necesitados.
Por todo esto es que nos parece fuera de tono el sofisma de Carlos Alberto contra el papa Francisco, aunque por supuesto tiene todo el derecho a expresarlo.
Porque respetamos su historia -me refiero a la de Carlos Alberto- que además hemos compartido solidariamente, y porque admiramos su valía intelectual, y porque nos parece estupendo que ejerza su derecho a ser agnóstico o a ver a Dios como algo inentendible, es que mi abrazo ahora es más fraterno, porque la misión fundamental para un cristiano es su andar misionero para la conversión de otros.
Confío en la conversión de Carlos Alberto, por su integridad y bondad humana, aunque a veces su liberalismo alimente su agnosticismo y algunos sofismas innecesarios.
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