A propósito del día mundial de los refugiados
- Miguel Saludes
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A propósito del día mundial de los refugiados
25 Jun 2013 16:18
El 20 de junio ha sido señalado como el día mundial de los refugiados. La televisión española ha dedicado varios espacios para anunciar esta jornada. Los datos afirman que España recibe anualmente más de 2 mil peticiones de refugio de las cuales apenas se concede un diez por ciento. Una de las consideraciones que pesan al tomar la decisión es la razón del solicitante al pedir asilo. El temor ante la persecución por motivos políticos, odios raciales o religiosos, violación de los derechos humanos, existencia de un gobierno totalitario en el país de origen o un estado de guerra son las causales que pesan con mayor fuerza en el otorgamiento de ese estatus protector .
Pero no todos los que salen huyendo por las fronteras, escondidos en furgonetas o sobre balsas y pateras, incluso tras las hélices de un ferri, asumen el riesgo por presiones políticas o amenazas de muerte. La miseria extrema es una de las causas por las que miles de seres humanos tratan de escapar de las terribles realidades de un mundo mayoritariamente pobre buscando la ilusión que avistan en las imágenes de riqueza del llamado Primer Mundo.
El filme Retorno a Hansala toca esa realidad. Un español, propietario de una casa de pompas fúnebres lucra con la repatriación de los cadáveres encontrados en las playas mediterráneas españolas hacia el lugar de origen en el continente africano. Una situación particular lo hace involucrarse directamente en la aventura de regresar el cuerpo sin vida de un frustrado emigrante, ahogado en el intento por llegar a España. Lejos de la civilización occidental y de las coberturas para móviles en un Marruecos interior el europeo comprende el drama que se esconde detrás de esas muertes que le dan ganancia.
En el escenario subdesarrollado marroquí conoce de las ansias de muchos jóvenes por emprender el viaje que pude finalizar en la muerte. Se lo hace saber un muchacho, hermano de la protagonista que le ha propuesto le lleve cuando regrese. El hombre sensibilizado se opone a contribuir con la temeridad. En uno de los diálogos más fuertes del filme la muchacha que ya experimentó la pérdida de su hermano mayor le hace entender lo inútil de hacer desistir de su empeño a quienes están dispuestos a asumir el reto de una partida sin más garantías que la fatalidad. “Nadie se quiere quedar aquí. Sin agua, sin luz, sin dinero, sin sueños. “ Son las palabras del personaje (Leila) para hacer ver a su contraparte (Martín) el por qué la gente busca salir por cualquier medio de un ambiente opresivo. Sea político o económico. No pocas veces la suma de ambos.
No se trata de motivaciones políticas, miedos a represiones o guerras fratricidas. La diferencia solo la establecen los criterios de aquellos que reciben la avalancha humana en pos de una mejor calidad de vida. Una multitud con fe en que todo será mejor en otra parte. En cualquiera menos en su propia tierra donde la esperanza se perdió. Por eso a veces resulta indignante la posición de quienes al apelar a su derecho de asilo muestran actitudes reprochables desde una falsa pretensión del que se percibe ombligo del mundo.
Precisamente el primer reportaje con el que la televisión española comenzó esta jornada preparatoria para recordar el día del refugiado fue realizado en el hostal Welcome de Madrid. El local que tiene acuerdos con varias ONGs españolas fue precisamente el primero en recibir a los presos de conciencia cubanos del grupo de los 75 junto a sus familiares y otros excarcelados que fueron añadidos al grupo durante el 2010.
Las breves imágenes muestran la sencillez de un sitio limpio donde una habitación cuesta alrededor de 37 euros la noche. Un costo que indica la ausencia de lujos. Aunque allí se alojan turistas de bajo presupuesto la mayor parte de los inquilinos (el 40 por ciento según Eva Andrés Jefa de recepción del hostal) son refugiados que reciben su primer techo, comida y chequeos médicos primarios en su nueva situación.
Uno de los entrevistados para el reportaje se nombra Kerat. Profesor somalí que escapó de la furia integrista en su país natal por el simple motivo de enseñar inglés. Un compañero y su propio hermano fueron asesinados allí. Son las remembranzas de un temor que se aprecia no solo a través de las palabras. La expresión de sufrimiento en su rostro tal vez sea suficiente. Además de las narraciones del horror dejado atrás salen otras palabras. Estas para agradecer la acogida en un país extraño que en medio de una crisis profunda, le ofreció asilo. Con ello parecería bastarle a él y a los otros entrevistados. A ninguno, ni siquiera a los que llegaron en una patera escapando de la miseria, se les ocurre quejarse de la calidad de la pasta dental, la leche o el reducido tamaño de las habitaciones. En sus países apenas contaban con esos recursos. Pero más importante aún es el hecho de seguir con vida a salvo de la violencia y las garras del miedo. Kerat y miles como él lo saben. Por ello valoran el privilegio de ser acogidos en esa cifra reducida que conforman los refugiados.
Pero no todos los que salen huyendo por las fronteras, escondidos en furgonetas o sobre balsas y pateras, incluso tras las hélices de un ferri, asumen el riesgo por presiones políticas o amenazas de muerte. La miseria extrema es una de las causas por las que miles de seres humanos tratan de escapar de las terribles realidades de un mundo mayoritariamente pobre buscando la ilusión que avistan en las imágenes de riqueza del llamado Primer Mundo.
El filme Retorno a Hansala toca esa realidad. Un español, propietario de una casa de pompas fúnebres lucra con la repatriación de los cadáveres encontrados en las playas mediterráneas españolas hacia el lugar de origen en el continente africano. Una situación particular lo hace involucrarse directamente en la aventura de regresar el cuerpo sin vida de un frustrado emigrante, ahogado en el intento por llegar a España. Lejos de la civilización occidental y de las coberturas para móviles en un Marruecos interior el europeo comprende el drama que se esconde detrás de esas muertes que le dan ganancia.
En el escenario subdesarrollado marroquí conoce de las ansias de muchos jóvenes por emprender el viaje que pude finalizar en la muerte. Se lo hace saber un muchacho, hermano de la protagonista que le ha propuesto le lleve cuando regrese. El hombre sensibilizado se opone a contribuir con la temeridad. En uno de los diálogos más fuertes del filme la muchacha que ya experimentó la pérdida de su hermano mayor le hace entender lo inútil de hacer desistir de su empeño a quienes están dispuestos a asumir el reto de una partida sin más garantías que la fatalidad. “Nadie se quiere quedar aquí. Sin agua, sin luz, sin dinero, sin sueños. “ Son las palabras del personaje (Leila) para hacer ver a su contraparte (Martín) el por qué la gente busca salir por cualquier medio de un ambiente opresivo. Sea político o económico. No pocas veces la suma de ambos.
No se trata de motivaciones políticas, miedos a represiones o guerras fratricidas. La diferencia solo la establecen los criterios de aquellos que reciben la avalancha humana en pos de una mejor calidad de vida. Una multitud con fe en que todo será mejor en otra parte. En cualquiera menos en su propia tierra donde la esperanza se perdió. Por eso a veces resulta indignante la posición de quienes al apelar a su derecho de asilo muestran actitudes reprochables desde una falsa pretensión del que se percibe ombligo del mundo.
Precisamente el primer reportaje con el que la televisión española comenzó esta jornada preparatoria para recordar el día del refugiado fue realizado en el hostal Welcome de Madrid. El local que tiene acuerdos con varias ONGs españolas fue precisamente el primero en recibir a los presos de conciencia cubanos del grupo de los 75 junto a sus familiares y otros excarcelados que fueron añadidos al grupo durante el 2010.
Las breves imágenes muestran la sencillez de un sitio limpio donde una habitación cuesta alrededor de 37 euros la noche. Un costo que indica la ausencia de lujos. Aunque allí se alojan turistas de bajo presupuesto la mayor parte de los inquilinos (el 40 por ciento según Eva Andrés Jefa de recepción del hostal) son refugiados que reciben su primer techo, comida y chequeos médicos primarios en su nueva situación.
Uno de los entrevistados para el reportaje se nombra Kerat. Profesor somalí que escapó de la furia integrista en su país natal por el simple motivo de enseñar inglés. Un compañero y su propio hermano fueron asesinados allí. Son las remembranzas de un temor que se aprecia no solo a través de las palabras. La expresión de sufrimiento en su rostro tal vez sea suficiente. Además de las narraciones del horror dejado atrás salen otras palabras. Estas para agradecer la acogida en un país extraño que en medio de una crisis profunda, le ofreció asilo. Con ello parecería bastarle a él y a los otros entrevistados. A ninguno, ni siquiera a los que llegaron en una patera escapando de la miseria, se les ocurre quejarse de la calidad de la pasta dental, la leche o el reducido tamaño de las habitaciones. En sus países apenas contaban con esos recursos. Pero más importante aún es el hecho de seguir con vida a salvo de la violencia y las garras del miedo. Kerat y miles como él lo saben. Por ello valoran el privilegio de ser acogidos en esa cifra reducida que conforman los refugiados.
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