Filosofías demoledoras de la sociedad de hoy

  • Gerardo E. Martínez-Solanas
  • Gerardo E. Martínez-Solanas's Avatar Topic Author
  • Offline
  • Moderator
  • Moderator
  • Posts: 818
  • Thanks: 76

Filosofías demoledoras de la sociedad de hoy

25 Apr 2013 17:36
#7820
En su discurso de abril del 2004 a la Academia Pontificia de las Ciencias Sociales, Juan Pablo II afirmó que la ruptura entre generaciones será uno de los problemas más graves para las sociedades del futuro si no se afronta su causa: el INDIVIDUALISMO. "La Doctrina Social de la Iglesia Católica, que sitúa a la persona humana en el corazón y en el centro del orden social, puede ofrecer una gran aportación a la reflexión actual sobre cuestiones sociales", afirmó.

El Individualismo es una de las filosofías predominantes en el mundo de hoy que más están contribuyendo al derrumbe de la estructura social que hemos identificado como “Civilización Judeo-Cristiana”. Redescubre el Catolicismo, de Matthew Kelly, es una obra de muy fácil lectura, pero de muy altos quilates, donde Kelly enfoca esta y otras filosofías predominantes y comienza con un interesante prólogo que nos regala un par de frases sumamente inspiradoras porque subrayan la esencia del hermoso mensaje que encontramos en capítulos posteriores:

“La habilidad más grande que Dios le ha dado al hombre es la capacidad para soñar. Somos capaces de mirar el mañana y de imaginar algo mejor que el presente y luego volver al presente y trabajar para hacer realidad ese sueño que imaginamos” (pág. 22).

Tal parece una fórmula ideal para el desarrollo de la democracia, pero entendida como un sistema de colaboración en el que las rivalidades políticas, sociales y económicas se resuelven con el esfuerzo común producto de un entendimiento para construir un mundo mejor haciendo realidad en un futuro cercano nuestros anhelos de hoy. En la página siguiente del libro encontramos otra frase que toca de cerca a todo ciudadano responsable:

“Una cosa es cierta: Lo que sea que hagamos o dejemos de hacer determinará el futuro de la humanidad y del mundo.” (pág. 23)

Sin embargo, el autor no está desarrollando una tesis sobre cuestiones políticas o sociales en este libro sino sobre la ética cristiana. En este sentido, Kelly no tiene reparos en la crítica cuando se refiere al hecho conocido de que “Gandhi leía el Nuevo Testamento todos los días y muchas veces citaba las Escrituras cristianas”, y cuando un reportero le preguntó por qué no se había convertido al Cristianismo, le contestó: “Si alguna vez hubiera conocido a un cristiano, me habría convertido”. Una forma lapidaria de subrayar con ironía lo poco cristianos que son tantos que se llaman cristianos. Podría añadirse al comentario la observación sobre lo poco demócratas que son tantos demócratas.

Por eso es que la doctrina cristiana hace tanto hincapié en predicar con el ejemplo: en que SER cristiano es todo un estilo de vida. En otras palabras, consiste en VIVIR la fe. Y que, como destaca en el Capítulo 3:

“La libertad no es hacer lo que quieres. Libertad es la fuerza de carácter y autodominio para hacer lo correcto, veraz, noble y bueno.” Y añade: “De ahí que la libertad sin disciplina es imposible...” (pág. 43).

Estas afirmaciones se aplican con igual énfasis al sistema democrático como garante de la libertad. La falta de disciplina es el caos y la anarquía, la falta de respeto, la inmoralidad, la corrupción basada en la falta de principios y convicciones firmes. Y todo esto es la consecuencia de carecer de una base doctrinal y moral firme que nos guíe en el propósito de vivir una vida armoniosa en sociedad. Todo desorden (o pecado para los creyentes) que cometemos tiene un efecto o una consecuencia nociva en los demás. Provoca un desorden mayor. El “pecado” es la causa de los males que desordenan la sociedad y la sumen en el caos. Como bien dice Matthew Kelly en el Capítulo 2 de su libro: “No debería tomarnos tanto tiempo el descubrir que las ideas tienen consecuencias muy reales.” (pág. 38)

Y sobre esta lamentable realidad del mundo moderno versa este Capítulo en el que voy a concentrar este análisis sobre “las filosofías predominantes”.

Es notable que el capítulo comienza afirmando que “todos somos filósofos y todos tenemos una filosofía”. Hasta al más pragmático de nosotros lo escuchamos alguna vez filosofando sobre la vida y las circunstancias con sus propias conclusiones particulares. Y es que, como sigue diciendo el autor en ese capítulo: “Toda cultura es fruto de las ideas y actitudes de su gente”. En otras palabras, que la cultura de la sociedad en que vivimos es LA SUMA de cada uno de los aportes y de cada uno de los estilos de vida de quienes somos sus integrantes. Y es la cultura de la sociedad en que vivimos la que determina la autenticidad de su democracia.

Por eso es tan importante predicar con el ejemplo. Por eso es tan importante para los cristianos asumir su fe como todo un estilo de vida que es parte integral de la existencia diaria.

El autor nos refiere al Evangelio según San Mateo, donde dice:

“Si uno escucha estas palabras mías y las pone en práctica, dirán de él: aquí tienen al hombre sabio y prudente, que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y se arrojaron contra aquella casa, pero la casa no se derrumbó, porque tenía los cimientos sobre roca. Pero dirán del que oye estas palabras mías, y no las pone en práctica: aquí tienen a un tonto que construyó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y se arrojaron contra esa casa: la casa se derrumbó y todo fue un gran desastre” (Mateo 7:24-27)

Sobre todo porque los seres humanos tenemos la tendencia de ponernos a filosofar sin ningún rigor filosófico y más bien construimos con demasiada frecuencia sobre los cimientos de arena de la falsa filosofía del capricho y la permisividad. Y esto tiene graves consecuencias porque, como dice el autor, la sociedad vive al ritmo de sus decisiones y esas decisiones son determinadas por la filosofía personal de cada uno y por las creencias que sustentan la estructura moral de su existencia.

Por eso el autor hace hincapié en que:

“Una comunidad puede ser tan pequeña como una familia o tan grande como un país. Tu parroquia es una comunidad, así como lo es un campus universitario. En la época actual, hay ciertas tendencias filosóficas que gobiernan el proceso de decisión. Estas tendencias me parecen perturbadoras …” (pág.34)

Y esas tendencias perturbadoras se identifican con tres filosofías preponderantes que el autor destaca en este capítulo: el Individualismo, el Hedonismo y el Minimalismo. Esta trinidad disociadora y malévola es la que provoca y da paso a la filosofía más destructiva del mundo moderno: el RELATIVISMO. El autor identifica al INDIVIDUALISMO con una frase muy manoseada en nuestro mundo de hoy: “¿Qué gano yo con eso?”, que es la característica egoísta preponderante del Individualismo. Y el autor hace énfasis en que la sociedad necesita un ordenamiento espiritual y normas doctrinales para lograr la armonía en comunidad y la justicia social.

Por eso Matthew Kelly nos dice que:

“Ninguna comunidad, ya sea pequeña como una familia, o grande como un país puede consolidarse con esta actitud. El individualismo siempre debilita a la colectividad y causa sufrimiento al todo.” (pág. 35)

Y recalca que es la tendencia que predomina en nuestra sociedad en el proceso de toma de decisiones. Tanto así que se pretende definir a la democracia como un sistema donde debe imponerse el individualismo a ultranza cuando, en realidad, la democracia auténtica no es otra cosa que EL GOBIERNO DEL PUEBLO, por el pueblo y para el pueblo, es decir, el gobierno que debe tener en cuenta las necesidades, los anhelos y el bienestar de TODOS los ciudadanos.

Y sigue diciéndonos:

“Las reformas sociales y políticas de nuestra época han exaltado de tal forma al individualismo que se han convertido en nocivas para la sociedad en su conjunto. Los derechos de los individuos han sido elevados gradualmente y, por último, colocados por sobre los derechos de la sociedad, bajo la influencia de una serie de grupos de presión que representan sólo a una fracción de la sociedad libre. Un buen ejemplo es la reciente situación en California, donde una corte prohibió que en las escuelas públicas, durante el juramento de fidelidad a la bandera de Estados Unidos que se hace todos los días, se diga la expresión «al amparo de Dios», ya que algunos estudiantes podrían considerarla ofensiva”. (pág. 35)

La Doctrina Social de la Iglesia, basada en la doctrina evangélica de la caridad y del amor por los pobres que nos enseñó Jesús de Nazaret con su palabra y su ejemplo de vida, ejerce hoy día una influencia decisiva en la discusión de las grandes cuestiones sociales. Se basa también en la práctica de la solidaridad de la Iglesia (entendida como el conjunto de todos los cristianos) a favor de los pobres, acumulada por siglos de experiencia en obra humanitaria y social, muy pertinente a quienes quieran realizar proyectos concretos de solidaridad. Hoy la solidaridad exige al mismo tiempo asistencia al pobre, promoción del pobre para que él mismo pueda ganar su vida honestamente y transformaciones socio-económicas que exigen políticas públicas a favor de los más necesitados y excluidos. Son temas y proyectos importantes de discusión, diálogo y acción conjunta que la Iglesia católica puede promover entre personas y grupos de las más diferentes creencias religiosas y teorías sociales sin exigencias ecuménicas previas. Sería una contribución significativa en el combate a la desigualdad social y en la construcción de la comunión y de la paz.

El gran obstáculo que entorpece estas opciones es la filosofía individualista cuando se entroniza en una sociedad y provoca su consecuencia directa, que es otra filosofía conocida como HEDONISMO, porque el Individualismo ha hecho del placer el bien supremo, la meta prioritaria de todo ser humano.

Ya la ética de Aristóteles superaba desde la antigüedad al hedonismo permisivo porque su concepción de la felicidad como fin del hombre supone el acto virtuoso, mientras que para el hedonismo la búsqueda del placer está por sobre toda virtud. Muchos doctores de la Iglesia desarrollaron desde los primeros siglos de la era cristiana esta ética aristotélica para describir la totalidad material y espiritual del hombre y armonizar su felicidad terrenal con el camino de perfección que lleva a la vida eterna. En otras palabras, proclamaron que la felicidad verdadera y perdurable no se basa en el placer sino en la virtud.

Pero esa no es la tendencia que prevalece en nuestros días, sino que con el pretexto de la libertad anárquica que predica el Individualismo, se busca el placer a toda costa y sin consideración alguna por el daño que nuestro egoísmo puede causar a la unidad familiar o social, imponiéndose insidiosamente la filosofía hedonista que produce “individuos perezosos, lujuriosos y glotones”, como subraya Kelly en este libro, verdaderos parásitos sin personalidad que en su búsqueda del placer desembocan entonces en la tercera de estas filosofías malignas: el MINIMALISMO.

Esta filosofía también la clasifica Matthew Kelly con una frase muy sencilla y muy común: “¿Qué es lo mínimo que puedo hacer?”. Y podríamos añadir la de “¿cómo puedo hacer lo que me da la gana con un mínimo de responsabilidad?”. Es la intención de, como bien lo destaca el autor, tratar de conseguir la máxima recompensa haciendo el mínimo esfuerzo. Lo vemos todos los días en el trabajo, en la oficina, en las relaciones personales, en cada uno de los aspectos de la vida cotidiana. Muy bien lo dice el autor cuando afirma:

“El minimalismo es enemigo de la excelencia y padre de la mediocridad [porque al hacer el mínimo esfuerzo no nos esforzamos por lo mejor sino por salir del paso]. Es una de las más grandes enfermedades filosóficas de esta época. Ha infectado cada aspecto de nuestra sociedad y de nuestra vida y, trágicamente, es también una de las enfermedades filosóficas que está consumiendo a la Iglesia”[por la actitud frecuente de, ¡a ver cómo logro la vida eterna sin demasiados sacrificios y viviendo “a mi manera”!] (pág. 37)

Pero lo peor para la sociedad moderna es que, como dice un poco más abajo:

“Estas filosofías están siendo difundidas masivamente de una forma poderosa … a través de películas y música, literatura y moda, políticas gubernamentales y educación; estas filosofías han entrado sutilmente en todo aspecto de nuestra vida”. (pág. 37) Esta amalgama de Individualismo, Hedonismo y Minimalismo, es lo que hoy día llamamos RELATIVISMO. Y es esta la principal enfermedad filosófica que, como en la cita del autor en el párrafo anterior, “está consumiendo a la Iglesia”. Porque el Relativismo es la filosofía de la PERMISIVIDAD. Dónde cada uno tiene su propia VERDAD y, por lo tanto, su moral particular. Donde la Iglesia debe acomodarse a los tiempos y permitir que cada uno se manifieste dentro de ella a su manera, o de lo contrario navega a contracorriente, es reaccionaria y rechaza la modernidad.

Por eso el autor termina este capítulo diciéndonos:

“Cualquier comunidad que adopta estas filosofías, ya sea pequeña como una familia, o grande como un país, lo hace bajo su propio riesgo. Una filosofía es una forma de vida. El individualismo, hedonismo y minimalismo destruirán a cada individuo de la comunidad que las practica. Son al final filosofías auto destructivas que dañan cuerpo, mente, corazón y alma.

La crisis del mundo moderno es una crisis de ideas. Las ideas dan forma a la vida y al mundo. La fuerza determina la acción. No debería tomarnos tanto tiempo el descubrir que las ideas tienen consecuencias muy reales.”
(pág. 38)

Nos podemos inspirar al respecto en una de las Epístolas de San Pablo: “Cuídense de que nadie los engañe con sabidurías o con cualquier teoría hueca, que no son más que doctrinas humanas; pues éste es el camino del mundo y no el de Cristo. En él [camino de Cristo] reside toda la plenitud de Dios”. (Colosenses 2:8-9)

… Y por lo tanto el mundo futuro depende de cómo vivamos hoy, de cuál es nuestro estilo de vida, de la roca sobre la que hayamos construido nuestra casa. En muchos frentes estamos asentando los cimientos de la democracia sobre los bancos de arena del relativismo que desmoraliza y corroe a la sociedad. Esa desmoralización conduce al desorden que finalmente desemboca en la tiranía.

Estamos construyendo nuestra casa no sólo sobre arena sino al borde del abismo.
  • Abelardo Pérez García
  • Abelardo Pérez García's Avatar
  • Offline
  • Administrator
  • Administrator
  • Posts: 159
  • Thanks: 6

Re: Re:Filosofías demoledoras de la sociedad de hoy

30 Apr 2013 07:38
#7823
Siempre da gusto leer los artículos de Gerardo Martínez Solanas por lo bien escritos y pensados que están. En éste, nos presenta la visión, a mi parecer muy acertada, de Matthew Kelly. Aunque, como siempre, en estos casos, hay que matizar un poco. No he leído el libro de este autor, por consiguiente sólo me voy a referir a las citas que nos hace Martínez Solanas.

Veamos la primera tendencia perturbadora de que habla el señor Kelly: El individualismo. El articulista dice que lo identifica con la pregunta: “¿Qué gano yo con eso?”

No hay duda de que con tal interrogante se define cierto individualismo, pero no creo que todo individualismo sea malo en sí. En el mundo de hoy todos tenemos que resguardar el “yo” y si no nos ocupáramos correctamente de nosotros mismos, difícilmente podríamos atender las necesidades y las dificultades de los demás. El individualismo se hace perverso cuando se convierte en egoísmo codicioso y si la pregunta está en primera persona lo que la vuelve innoble es el verbo “ganar”. Es la idea que no debo hacer nada si no me proporciona un beneficio (y yo añadiría contante y sonante). Hace unos cuantos años en mi casa del Norte de Francia recibí a un joven de Miami que acababa de graduarse en un conocido College de EEUU con opción de Administración y Finanzas y que espantó a algunos amigos, a quienes yo había invitado para que los conociera, cuando afirmó que él no haría nunca nada que no le produjera un beneficio monetario. Esos amigos míos, que tienen indudablemente una individualidad marcada, son también gente de bien y, muy a menudo, me han dado pruebas de un gran desapego de los bienes materiales, que es parte de la enseñanza de Nuestro Señor Jesucristo y también del Buda Gautama y del Señor Krishna, sin exclusividad. Con todo, hay que reconocer que el deseo de poseer bienes materiales es inherente al ser humano y que, sin exceso, puede redundar en beneficio de todos.

Es interesante notar la apreciación del señor Kelly sobre lo individual y lo social, considerando que el bien común no debe supeditarse al bien individual (o de una minoría)
“Los derechos de los individuos han sido elevados gradualmente y, por último, colocados por sobre los derechos de la sociedad, bajo la influencia de una serie de grupos de presión que representan sólo a una fracción de la sociedad libre. Un buen ejemplo es la reciente situación en California, donde una corte prohibió que en las escuelas públicas, durante el juramento de fidelidad a la bandera de Estados Unidos que se hace todos los días, se diga la expresión «al amparo de Dios», ya que algunos estudiantes podrían considerarla ofensiva”. (pág. 35)

Personalmente, estoy de acuerdo con este punto de vista del señor Kelly, que no me parece ser siempre el de algunos conocidos, que tengo en EEUU, quienes me han tratado a veces de colectivista por haber dicho que el bien común debe pasar antes que el interés individual. Me atrevo a ir más lejos que Gerardo y afirmar que la Democracia no se compagina con el individualismo extremado. En lo único que quizá discrepo es que yo no quisiera que en mi país hagan jurar a los niños diariamente fidelidad a la bandera. Esto me parece una exageración que sólo puede crear hastío o, peor aún, patrioterismo vano o nacionalismo excesivo. Igual que ,por haber sostenido las razones que nos da Martínez Solanas, cito: “Hoy la solidaridad exige al mismo tiempo asistencia al pobre, promoción del pobre para que él mismo pueda ganar su vida honestamente y transformaciones socio-económicas que exigen políticas públicas a favor de los más necesitados y excluidos” otras veces me hayan tildado de comunista.

La segunda tendencia perturbadora es el hedonismo.

Si el hedonismo es la búsqueda del placer a toda costa, estoy de acuerdo con Martínez Solanas. Quisiera señalar que no conozco a nadie para quien el placer esté por encima de los valores que todos compartimos en este foro. No dudo que los haya, haberlos haylos, pero no creo que sean muy numerosos. Por otra parte no veo por qué habría que privarse de un placer legítimo si con él no le hacemos daño a nadie. Tampoco, fuera de los santos Padres del Desierto, ha habido ni habrá mucha gente dispuesta a privarse de los placeres sanos a los cuales podemos aspirar y que constituyen una especie de compensación de las miserias que vivimos en este "Valle de Lágrimas".

No me permitiré refutar la ética de Aristóteles pero sí me permitiré señalar que la filosofía de Epicuro nos enseña, como el Buda, un camino mediano; evitando la ascesis extremada y el placer desenfrenado. ¿Que era un pensador materialista? ¡Pues qué! Era la visión que tenía del universo. No vamos a condenarlo por eso, ¿no? Sin olvidar que él daba más valor a los placeres de la mente que a los del cuerpo.

La tercera y última tendencia perturbadora es el minimalismo, definido por: “Cómo obtener la máxima recompensa haciendo el mínimo esfuerzo” Kelly escribe:

“El minimalismo es enemigo de la excelencia y padre de la mediocridad [porque al hacer el mínimo esfuerzo no nos esforzamos por lo mejor sino por salir del paso]. Es una de las más grandes enfermedades filosóficas de esta época. Ha infectado cada aspecto de nuestra sociedad y de nuestra vida y, trágicamente, es también una de las enfermedades filosóficas que está consumiendo a la Iglesia”[por la actitud frecuente de, ¡a ver cómo logro la vida eterna sin demasiados sacrificios y viviendo “a mi manera”!] (pág. 37)

Y otra vez más creo que tiene razón. El “hic” es que la excelencia es de muy pocos y la mediocridad es de muchos. Pedirle a la masa un comportamiento de excelencia es, como hubiera dicho mi abuela, “Pedirle peras al olmo”. Mi experiencia de cuarenta años de enseñanza en institutos y universidades me ha confirmado que, a pesar de lo que dice Descartes, el sentido común no es la cosa mejor distribuida en el mundo. Y además, precisamente tratar de obtener lo mejor con el mínimo esfuerzo es signo de inteligencia. Sólo los tontos escogerían un camino más largo y difícil para obtener el mismo resultado. Lo que me parece inaceptable es no hacer lo que se debe hacer ya sea por pereza o por ignorancia, poco importa la razón.

En el Canto del Bienaventurado ( Bhagavad Gita), Krishna enseña a Arjuna que cada cual debe cumplir con su deber (su “dharma” propio) sin tener la intención de sacar algún provecho. Es una buena enseñanza en contra del hedonismo y del minimalismo.

Martínez Solanas deduce (no sé cómo) que estas tres “filosofías” – Yo me niego a llamar filosofía a estos tres horribles defectos o enfermedades de la personalidad – conducen al Relativismo. Fobia de Gerardo y de otros amigos apasionados por lo absoluto.
Como siempre, en estos casos, habría que matizar un poco. Iba a escribir “relativizar” pero sé que para algunos ésta es una mala palabra. Sin embargo, relativizar quiere decir poner en relación una cosa con otra y si en muchos casos esto parece restar importancia a lo que pensábamos, esta “relativización” enriquece nuestra comprensión. Me atrevo a decir que no se puede pensar sin poner en relación una cosa con otra, es decir sin relativizar.

Cuando estudiamos por primera vez en clase de geometría el “postulado” de Euclides y sus consecuencias, tuve la impresión de llegar con la ayuda de la lógica a verdades universales, absolutas, eternas. Nos enseñaron que por un punto P fuera de la recta D pasaba una recta D’, y sólo una, paralela a la recta D . Luego vimos que se podía deducir que si dos rectas D’ y D’’ eran perpendiculares a D, entonces D’ y D’’ eran paralelas entre sí y así, poco a poco, construimos un sistema hipotético deductivo, coherente, no contradictorio…para decirlo con pocas palabras: modélico, ejemplar, verdadero y absoluto.

Más tarde tuvimos que resignarnos a aceptar que lo que nos parecía firme e inconmovible no era siempre verdad. Teníamos que admitir que sobre una esfera, por ejemplo, esas propiedades eran falsas. No se necesita mucho esfuerzo para notar que los meridianos son perpendiculares al ecuador ( y a todos los paralelos ) y que sin embargo convergen en los polos. Pero peor aún, hasta en una geometría “euclidiana”, si no estamos en un plano las propiedades citadas son falsas.

Igual pasa con otros conceptos o teorías. La física de Newton permitió la creación de la Mecánica Racional y de la Mecánica Celeste, gracias a las cuales mandamos cohetes hasta los confines del sistema solar. Sin embargo, para escalas mucho mayores y velocidades cercanas a las de la luz tenemos que emplear la Mecánica Relativista como para escalas mucho más pequeñas, a nivel de los átomos, hay que emplear la Mecánica Cuántica.

La historia de la ciencia, y del pensamiento, nos enseña que tenemos que desconfiar de lo absoluto.

Gerardo escribe: “el Relativismo es la filosofía de la PERMISIVIDAD. Dónde cada uno tiene su propia VERDAD y, por lo tanto, su moral particular”.

Esto no es verdad. Un relativista sensato, que hay necios por todas partes, dirá que quizá cada uno tenga una parte de verdad, si acaso. Pero que nunca nadie sabrá la Verdad Absoluta, si este concepto existe

Si entiendo bien, Gerardo afirma que yo (relativista) digo que él tiene su Verdad y que yo tengo la mía. Como estas verdades no coinciden en todo y que la Verdad debe ser ABSOLUTA, uno de nosotros dos está equivocado y algo me dice que, para mi amigo, el equivocado no puede ser él.
Siguiendo una lógica muy aristotélica entonces el equivocado soy yo y todos los que no conocen su Verdad Absoluta, y por consiguiente somos permisivos pues tenemos una moral particular que nos permite el incesto, el asesinato, el robo y quién sabe cuántas cosas más.

¡Cuidado! No digo que Gerardo piensa eso. Digo que eso se deduce de lo que escribe.

Un verdadero relativista no afirmará que todas las ideas tienen el mismo valor. Eso sería lo contrario de relativizar. Si todo estuviera en el mismo nivel no habría entonces nada de relativo.
Si todos ganáramos lo mismo no podríamos hablar de pobres y de ricos ni de que fulano no gana bastante por su trabajo.
Es decir que lo igual es lo contrario de lo relativo.

Hay que observar también que una diferencia no implica que algo sea mejor o peor: una musulmana piensa que sólo su marido debe verle el pelo (aunque parece que esto no está en el Corán) y en algunos casos extremos, también la cara. Para un norteamericano verle la boca a una mujer no es indecente pero poder verle los senos a una europea en una playa sí puede serlo.
La dificultad consiste en que los humanos somos intolerantes y cuando tenemos una Verdad Absoluta, confirmada por alguna escritura: “Y Adán y Eva vieron que estaban desnudos y que era malo” entonces nos entran ganas de lapidar o de quemar.
De la misma manera, los que están convencidos que cierto sistema económico y social es el final de la Historia y que hay que participar en la construcción de ese mundo nuevo, ven como enemigos del pueblo a los que oponen resistencia y entonces les entran ganas irreprimibles de encarcelarlos o aun de fusilarlos.

Lo que hay que entender es que el relativista (sensato) no acepta, en general, la idea de absoluto, que es algo muy importante para cualquier fe dogmática.
¿Cómo con nuestra inteligencia limitada y nuestros sentidos encerrados en burbujas pequeñísimas - no podemos oír menos de 30Hz ni más de 20000Hz; no podemos ver más allá del ultravioleta ni más acá del infrarrojo – vamos a concebir y entender lo absoluto?
Ni siquiera nos damos cuenta de nuestros múltiples errores de lógica cuando nos expresamos y ¡Nos creemos el fin o “la flor” de la evolución! ¡La razón última del Big Bang!

No quisiera que se me entienda mal y que alguien crea que niego la importancia de la Religión. Digo que me parece absurdo que con “razones” podamos hablar de Absoluto. Si acaso los místicos llegan a cierta percepción de algo que nos sobrepasa. El mismo Santo Tomás de Aquino, genio del razonamiento, escribió, después de una visión mística que experimentó, que todo lo que había escrito antes no era más que un “montón de paja”; esto me lo hace particularmente simpático y entrañable.
Krishna dice que lo que ve el “jnani” firmemente unido en yoga a Él, es: “ él mismo existiendo en todas las criaturas y todas las criaturas existiendo en él”.

Tenemos que ser modestos y aceptar que los que no conocen la “Verdadera Religión” puedan no estar totalmente equivocados.

Nuestra visión es muy parcial y nos parecemos a unos hindúes ciegos que discutían sobre cómo eran los elefantes.
Uno decía: es como una gran columna, ése había tocado una pata; otro decía: te equivocas es como una serpiente muy gruesa que se mueve constantemente, éste había tocado la trompa. Un tercero discutía: ambos estáis muy equivocados, es como una inmensa ala que se mueve como un abanico, había tocado la oreja… Sólo tenían “medias verdades” como dice Gerardo.

Espero que estaban discutiendo todo esto en los “bancos de arena del relativismo”, porque si cada uno hubiera creído poseer la Verdad Absoluta y Eterna, se habrían matado entre ellos.
  • Gerardo E. Martínez-Solanas
  • Gerardo E. Martínez-Solanas's Avatar Topic Author
  • Offline
  • Moderator
  • Moderator
  • Posts: 818
  • Thanks: 76

Re: Re:Filosofías demoledoras de la sociedad de hoy

30 Apr 2013 20:04
#7825
En su análisis sobre la VERDAD absoluta, Abelardo coloca en su respuesta la opinión individualista en primer término. Pero no estamos refiriéndonos a su opinión o a la mía cuando nos referimos a la VERDAD absoluta en cuestiones de ética/moral sino a los principios fundamentales inalienables que emanan del derecho natural y que unos y otros, mal que bien, reconocemos como derechos y deberes del cuerpo social. Mi verdad y la de él son aproximaciones subjetivas de la VERDAD. La cuestión consiste en quién acepta de más buena gana que su verdad es circunstancial y que debe someterse a principios fundamentales ampliamente reconocidos por la sociedad en que vivimos.

Por otra parte, una verdad relativa sería una aberración de la ética. No estamos hablando de la teoría de la relatividad en cuestiones científicas sino del relativismo en la ética y en las relaciones e interacciones sociales, que irremediablemente da un resultado de permisividad.

Además, cuando empleamos el sufijo "ismo" encerramos en el vocablo toda una doctrina, un concepto o una escuela de pensamiento. Por lo tanto, no es lo mismo aceptar el hecho cotidiano de lo relativo que hacer de lo relativo un estilo de vida como lo propone el relativismo. Tampoco se trata de lograr lo "mejor" con el mínimo esfuerzo, lo cual es inteligente, sino de lograr el "mayor beneficio" con el mínimo esfuerzo, como propone el minimalismo, lo cual es egoísta y nocivo para la sociedad.

Como bien dice Abelardo, "Lo que hay que entender es que el relativista (sensato) no acepta, en general, la idea de absoluto, que es algo muy importante para cualquier fe dogmática." De acuerdo, no acepta lo absoluto. Pero, ¿no es también dogmática la actitud de rechazar de plano lo absoluto? Porque, por simple lógica, lo absoluto existe aunque no siempre lo identifiquemos, lo comprendamos o lo encontremos como resultado de una investigación científica o una teoría filosófica. En la frase siguiente de su análisis llega a la misma conclusión, aunque con otras palabras.

A fin de cuentas, TODOS estamos equivocados en algo, pero eso no nos obliga a ser relativistas sino a seguir en una búsqueda sana, honesta y flexible del absoluto en cada uno de los aspectos de la existencia.

Pasando a la perspectiva de la religión, esa búsqueda suele basarse en un fundamento de fe. En otras palabras, creemos que nuestra religión es la "verdadera" porque, si no, ¿por qué y para qué la profesamos? Y desde esa perspectiva de fe, buscamos la VERDAD. En esa búsqueda muchos llegan a la conclusión de que su religión no era la verdadera, reconocen su error y se produce entonces un acto de "conversión". Por el contrario, el relativista carece de fe. Vive en un mundo cambiante en el que percibe muchas verdades posibles y opta por la suya con el pretexto de que deja vivir a los demás con la de ellos y espera que los demás le toleren su verdad sin discusión alguna y le dejen hacer lo que le dé la gana. "I did it my way!", alardean como Frank Sinatra en su famosa canción. El problema es que "mi" verdad implica lo que estimo subjetivamente que me es permitido hacer o no hacer. Esta actitud es disociadora para la sociedad. La permisividad es el extremo opuesto de la intolerancia.

Y los extremos son malos.
Moderators: Miguel SaludesAbelardo Pérez GarcíaOílda del CastilloRicardo PuertaAntonio LlacaEfraín InfantePedro S. CamposHéctor Caraballo
Time to create page: 0.402 seconds