Benedicto XVI y "Amour"
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Benedicto XVI y "Amour"
25 Feb 2013 20:23
Una amiga de mi madre, Clarita Martínez, que no murió muy mayor, solía decir con mucha gracia que el problema de la vejez era que a Jesucristo lo habían matado a los 33 años, porque si hubiera llegado a viejo, no permitiría que la tercera edad pudiera ser tan difícil.
Hay personas que Dios bendice con una vejez digna hasta sus últimos momentos. Pienso en el banquero y líder comunitario Dr. Luis J. Botifoll, a quien tuve el privilegio de tratar, querer y admirar. El 24 de septiembre de 2003, a los 95 años de edad, asistió con un grupo de prominentes cubanos al Baltimore Hotel a una reunión con el entonces presidente del gobierno español José María Aznar. Al salir del encuentro, entrevistaron a Botifoll y su comentario se trasmitió por televisión en el noticiero de las 11 p.m. Esa noche Botifoll llegó a su casa, se puso la ropa de dormir, se acostó y se murió. Así de fácil.
Para otros es un largo y doloroso proceso. Al renunciar al Papado –un acto sin precedentes desde hace siglos–, Benedicto XVI ha aducido que no tiene ya fuerzas. Quizás no quiera –como sucedió con Juan Pablo II– que lo veamos ir perdiendo facultades. Desea pasar sus últimos años sin que los ojos del mundo estén sobre él. Lo mismo hizo la familia del Presidente Ronald Reagan cuando le diagnosticaron Alzheimer. No lo vimos más en público.
Aplaudo la decisión de Su Santidad. La Iglesia, en este dinámico Siglo XXI, y después de bastantes escándalos y dificultades en las últimas décadas, necesita el liderazgo de un Papa en la plenitud de sus capacidades. Algunos achacan la renuncia a conspiraciones y luchas de poder en el Vaticano, pero aunque no dudo que existan, nunca han resultado en una decisión de esta naturaleza. Creo al Papa sincero en las explicaciones que nos ha dado.
El periodista español Luis Javier Mox ha especulado que la fecha escogida por Benedicto XVI para hacer efectiva su renuncia pudiera ser un sutil homenaje a Juan Pablo II que murió el 2 de abril de 2005, un mes y dieciséis días antes de que hubiera cumplido 85 años, exactamente la misma edad que tendrá el actual Pontífice el 28 de febrero de 2013, cuando hará efectiva su jubilación. En todo caso, Benedicto XVI se ve más ágil y con mejor salud que su predecesor antes de fallecer, pero ello no quiere decir que su avanzada edad no le dificulte cumplir a cabalidad la agenda tan activa y la toma de decisiones tan serias que su cargo conlleva.
Las consecuencias de que hoy en día vivamos más, pero no siempre con calidad, afecta a muchas familias. Así nos lo muestra el film francés “Amour”, dirigida por Michael Haneke, con Jean-Louis Trintignant en el papel de Georges Laurent y Emmanuelle Riva como su esposa Anne. La película presenta las vicisitudes de un matrimonio octogenario, ambos profesores de música retirados, cuando Anne queda incapacitada. El esposo le promete que no la internará en un asilo y se dedica a cuidarla con esfuerzo, amor, ternura y frustración. Al final, Georges opta por la eutanasia y el suicidio.
“Amour” ha merecido una veintena de premios y está nominada para el Oscar en varias categorías. Hecha con el realismo que suele caracterizar al cine europeo, se ve con un nudo en la garganta. Al final, sin embargo, uno queda con la sensación de que el esposo cumplió hasta el último momento con esos votos de quererse “en la salud y en la enfermedad”, y que su drástica decisión no responde al egoísmo o el cansancio, sino al amor. No estoy, ni con mucho, recomendando soluciones tan extremas como las que escoge Georges pero lo cierto es que no todos tienen la suerte de Don Luis Botifoll de estar activos y lúcidos hasta los 95 años ni las posibilidades de Benedicto XVI de retirarse a un monasterio con la mejor atención.
El cuidado de una población que envejece plantea problemas socioeconómicos a muchos países; y muy personales y difíciles a cónyuges, hijos, hermanos y otros parientes que cuidan a sus “viejitos”, los cuales también sufren, especialmente si tienen suficiente lucidez para darse cuenta de sus limitaciones y de la carga que pueden llegar a ser para sus seres queridos.
¿Cómo habría resuelto el problema Jesucristo si hubiera llegado a edad avanzada? Quizás como Benedicto XVI. Aislándose del mundo durante el a veces largo y doloroso proceso de aprender a morirse.
Hay personas que Dios bendice con una vejez digna hasta sus últimos momentos. Pienso en el banquero y líder comunitario Dr. Luis J. Botifoll, a quien tuve el privilegio de tratar, querer y admirar. El 24 de septiembre de 2003, a los 95 años de edad, asistió con un grupo de prominentes cubanos al Baltimore Hotel a una reunión con el entonces presidente del gobierno español José María Aznar. Al salir del encuentro, entrevistaron a Botifoll y su comentario se trasmitió por televisión en el noticiero de las 11 p.m. Esa noche Botifoll llegó a su casa, se puso la ropa de dormir, se acostó y se murió. Así de fácil.
Para otros es un largo y doloroso proceso. Al renunciar al Papado –un acto sin precedentes desde hace siglos–, Benedicto XVI ha aducido que no tiene ya fuerzas. Quizás no quiera –como sucedió con Juan Pablo II– que lo veamos ir perdiendo facultades. Desea pasar sus últimos años sin que los ojos del mundo estén sobre él. Lo mismo hizo la familia del Presidente Ronald Reagan cuando le diagnosticaron Alzheimer. No lo vimos más en público.
Aplaudo la decisión de Su Santidad. La Iglesia, en este dinámico Siglo XXI, y después de bastantes escándalos y dificultades en las últimas décadas, necesita el liderazgo de un Papa en la plenitud de sus capacidades. Algunos achacan la renuncia a conspiraciones y luchas de poder en el Vaticano, pero aunque no dudo que existan, nunca han resultado en una decisión de esta naturaleza. Creo al Papa sincero en las explicaciones que nos ha dado.
El periodista español Luis Javier Mox ha especulado que la fecha escogida por Benedicto XVI para hacer efectiva su renuncia pudiera ser un sutil homenaje a Juan Pablo II que murió el 2 de abril de 2005, un mes y dieciséis días antes de que hubiera cumplido 85 años, exactamente la misma edad que tendrá el actual Pontífice el 28 de febrero de 2013, cuando hará efectiva su jubilación. En todo caso, Benedicto XVI se ve más ágil y con mejor salud que su predecesor antes de fallecer, pero ello no quiere decir que su avanzada edad no le dificulte cumplir a cabalidad la agenda tan activa y la toma de decisiones tan serias que su cargo conlleva.
Las consecuencias de que hoy en día vivamos más, pero no siempre con calidad, afecta a muchas familias. Así nos lo muestra el film francés “Amour”, dirigida por Michael Haneke, con Jean-Louis Trintignant en el papel de Georges Laurent y Emmanuelle Riva como su esposa Anne. La película presenta las vicisitudes de un matrimonio octogenario, ambos profesores de música retirados, cuando Anne queda incapacitada. El esposo le promete que no la internará en un asilo y se dedica a cuidarla con esfuerzo, amor, ternura y frustración. Al final, Georges opta por la eutanasia y el suicidio.
“Amour” ha merecido una veintena de premios y está nominada para el Oscar en varias categorías. Hecha con el realismo que suele caracterizar al cine europeo, se ve con un nudo en la garganta. Al final, sin embargo, uno queda con la sensación de que el esposo cumplió hasta el último momento con esos votos de quererse “en la salud y en la enfermedad”, y que su drástica decisión no responde al egoísmo o el cansancio, sino al amor. No estoy, ni con mucho, recomendando soluciones tan extremas como las que escoge Georges pero lo cierto es que no todos tienen la suerte de Don Luis Botifoll de estar activos y lúcidos hasta los 95 años ni las posibilidades de Benedicto XVI de retirarse a un monasterio con la mejor atención.
El cuidado de una población que envejece plantea problemas socioeconómicos a muchos países; y muy personales y difíciles a cónyuges, hijos, hermanos y otros parientes que cuidan a sus “viejitos”, los cuales también sufren, especialmente si tienen suficiente lucidez para darse cuenta de sus limitaciones y de la carga que pueden llegar a ser para sus seres queridos.
¿Cómo habría resuelto el problema Jesucristo si hubiera llegado a edad avanzada? Quizás como Benedicto XVI. Aislándose del mundo durante el a veces largo y doloroso proceso de aprender a morirse.
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