Promoción falsa de medicamentos y de enfermedades

  • Gerardo E. Martínez-Solanas
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Promoción falsa de medicamentos y de enfermedades

02 Aug 2012 18:00
#6402
Existe una práctica comercial promovida por las compañías farmacéuticas conocida como promoción de enfermedades o "disease mongering" en inglés. Es un procedimiento para meter miedo, llamando la atención sobre condiciones o enfermedades en una estrategia destinada a fomentar la venta de antiguos medicamentos a través de "nuevas" enfermedades que son en realidad variantes de salud dentro de lo que puede considerarse como "normal" y distan de ser dolencias reales. Todo esto lo hacen escudándose en la libertad de información, con la pretensión de que el público "aprende" cuáles son las opciones disponibles para mejorar su salud. Para ello, convencen al lector, oyente o televidente de la necesidad de acudir a su médico para discutir con él lo que es conveniente para su salud, pero con un convencimiento implantado por la propaganda de que necesitan determinado fármaco o tratamiento.

Desde que se les ha dado luz verde para promocionar sus productos en los medios de comunicación en masa, las compañías farmacéuticas y laboratorios invierten mucho más en publicidad que en ningún otro renglón de gastos, incluyendo los de investigación y desarrollo.

Este nocivo fenómeno no es algo nuevo, puesto que ya en 1992 Lynn Payer denunciaba esta nociva práctica publicitaria en su libro titulado "Promotores de enfermedades: lo que hacen los médicos, las compañías farmacéuricas y las aseguradoras".

En un libro más reciente, publicado en 2011 y titulado "La metamorfosis de la salud: invención de enfermedades y estrategias de comunicación", se precisan cinco estrategias publicitarias muy engañosas y nocivas:
  1. Redefinir y aumentar la prevalencia de las enfermedades. Ejemplo: la prevalencia de la disfunción sexual femenina.
  2. Promocionar el tratamiento de problemas leves o de mediana gravedad como indicios de enfermedades más graves. Ejemplo: el síndrome del colon irritable; o la ansiedad.
  3. Transformar los riesgos en enfermedades. Ejemplo: la osteoporosis.
  4. Aumentar la preocupación sobre futuras enfermedades en poblaciones sanas. Ejemplo: la osteopenia.
  5. Convertir los problemas personales y sociales en trastornos de salud diagnosticables y con necesidad de tratamiento. Ejemplo: convertir la timidez en fobia social o la menopausia en una dolencia que "exige" tratamiento.
Esto no quiere decir que en ciertos casos sí es recomendable la asistencia médica y el tratamiento preventivo. Esta crítica está orientada a subrayar que es una cuestión entre el paciente y su médico sujeto a chequeos y exámenes periódicos recomendables, pero sin la presión sicológica de la publicidad.

Entre los fármacos más promocionados están los numerosos productos destinados a combatir distintos estados de ánimo interpretados como depresivos y la forma como se comercializan en los medios de comunicación para provocar reacciones hipocondriacas que impulsen a algunas personas a acudir al médico, a describirle síntomas que son producto de la sugestión y a exigirle a veces la receta de determinado fármaco que ha visto anunciado y que "evidentemente" necesita para aliviar su supuesta condición.

El problema más grave en estos casos es la forma como se enfoca esta estrategia en los niños. Resulta ahora que los niños tranquilos son sospechosos de ser "depresivos" y los niños malcriados son diagnosticados como "hiperactivos". Entonces hay que "tratarlos" con fármacos que alteran su personalidad.

Otra estrategia muy común se centra en las mujeres que están entrando en el período de la menopausia, con todas las molestias que conlleva para la mayoría de ellas. Esta condición es normal, pero se ha logrado que se la trate como un problema de salud.

Así vemos también enfermedades reales, como es la hipertensión, para la que se recetan fármacos con demasiada frecuencia en casos marginales, los cuales podrían resolverse con una dieta mejor y ejercicio. O los problemas de la próstata que dan lugar a que se practiquen sonogramas y biopsias en casos marginales por la simple sospecha de cáncer, al tiempo que se propagan todo tipo de fármacos, tanto recetados como de venta libre, que en la mayoría de los casos no afectan el curso de la condición prostática que se debe casi siempre al paso de los años.

Esta crítica no está dirigida a los médicos, que en su gran mayoría son profesionales conscientes que ejercen con devoción y vocación y son los únicos capaces de tomar iniciativas sobre lo que se debe y no se debe hacer, sino al sistema de mercadeo que se ha desatado desde que se permite a los laboratorios hacer propaganda de sus productos para convencer al público -ignorante de los detalles y matices de la ciencia médica- sobre la supuesta necesidad que tienen de consumir esos productos.

Dentro de la libertad de expresión y los imperativos de la libre empresa, hay que proteger también a los consumidores de tales excesos. No es aceptable que se usen técnicas de propaganda y mercadeo para productos que sólo los científicos diplomados tienen suficiente experiencia para evaluar y utilizar.

Antiguamente, para la adquisición de fármacos de venta libre, como la aspirina o el bicarbonato, la persona necesitada de alivio solía consultar al farmacéutico, el cual tenía conocimientos suficientes para saber los efectos del producto que vendía por la libre y sus posibles interacciones nocivas con otros productos asequibles sin receta o con receta. Hoy día acuden a la farmacia influenciadas por la propaganda persistente, sobre todo cuando es un producto nuevo con cualidades "milagrosas", o un curalotodo que, frecuentemente, no es más que una fórmula antigua ligeramente modificada y reciclada para ser promovida con otro nombre. No tienen más que tomarlo de la estantería e ir a pagarlo.

Se consultaba al farmacéutico también sobre las medicinas con receta. Hoy día, esos consejos vienen impresos y con tantos descargos y excepciones que los que somos legos en medicina, o bien nos sentimos muy inquietos por tantos posibles efectos colaterales u optamos por ignorar las advertencias.

La propaganda de todo tipo de fármacos en los medios de información en masa es un caso palpable de desinformación y una manera muy insidiosa de engaño. Las autoridades de todos los países deben considerar muy en serio una prohibición amplia a la publicidad de esos productos en medios orientados a quienes no tenemos la capacidad científica y profesional para aprovechar o evaluar la supuesta información de esa propaganda.
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