Una nota a Ileana Fuentes sobre el odio de la Iglesia Católica a la mujer
- Alberto Müller
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Una nota a Ileana Fuentes sobre el odio de la Iglesia Católica a la mujer
18 Jun 2012 13:51
Con el mayor respeto que profeso a Ileana Fuentes y a su amistad de años, debo decir que me parece exagerada e injusta su casi afirmación de que la Iglesia Católica odia a la mujer.
Primero habría que decir que no hay institución que haya valorizado más el papel de la mujer en la historia de la salvación que la Iglesia Católica:
La mujer en el vientre de María fue refugio santo del nacimiento de Jesús de Nazareth (el Mesías) en un humilde pesebre de Belén.
La mujer a través de la Virgen María recibió el privilegio de pedir a Jesús -en un primer signo milagroso- que convirtiera el agua en vino en las bodas de Caná.
La mujer en la persona de la Virgen María, conjuntamente con un grupo de mujeres escogidas, acompañó a Jesús con fidelidad extrema en su calvario, al pie de la Cruz.
La mujer en la amorosa representación de María Magdala fue la escogida para conocer en primera instancia la resurrección de Jesús y su ascensión a los cielos, que representa teológicamente la victoria generosa del bien sobre el mal, sin involucrar a los ejecutantes que quedan perdonados, porque no sabían lo que hacían.
La mujer en la Virgen María ha sido eje revelador de santidad en sus apariciones milagrosas a través de la historia de la humanidad en distintos parajes del mundo, como en Monte Carmelo, Fátima, México (Guadalupe), Venezuela (Coromoto), Lourdes y Medjugorne, por citar sólo algunos.
Si a todo lo anterior sumamos lo que dice el Génesis, “Dios creó al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, hombre y mujer los creó" (Gn 1,27), entonces estaríamos en capacidad de entender el balance teológico de hombre y mujer ante la historia de la humanidad.
Todos conocemos la tendencia semántica durante la Antigüedad y el Medioevo del uso del vocablo ‘hombre’ para significar al ser humano masculino o femenino. Esa circunstancia de uso en ocasiones no ha sido correctamente interpretada.
Por supuesto, que establecido el papel histórico de la mujer en la historia de la salvación, no debemos eludir que la Iglesia Católica ha sido sumamente prudente -para algunos teólogos una actitud sabia para otros no- en ampliar la visión que esbozó el Concilio Vaticano II, en cuanto a que “la feligresía ha de superar toda forma de discriminación, sea social o cultural, o basada en sexo, raza, color, condición social, idioma o creencia dentro de la Iglesia”.
Pero inferir, como hace Ileana Fuentes, que esta prudencia de la Iglesia Católica es un signo de discriminación, nos parece exagerado y fuera de contexto, teniendo en cuenta que la mujer ha estado como eje salvífico desde el nacimiento del hijo de Dios, hasta ese acto de Resurrección milagrosa que tuvo la virtud ética de derrotar el mal sin castigar a los ejecutores, pasando por el sacrificio agónico de la Cruz y por todas las apariciones posteriores de la Virgen.
Revalorizar el papel de la mujer y de la ética sexual dentro de la Iglesia Católica, es siempre una responsabilidad que debemos alentar, como reclaman las teólogas Elizabeth A. Johnson, Margaret Farley y la organización nacional de monjas americanas (Leadership of Women Religious), pero eso no implica que tengamos que estar de acuerdo con todos los matices teológicos de sus respectivos planteamientos.
Sería útil que quienes adversan o critican a la Iglesia Católica revisen con cautela el pensamiento teológico de su Santidad Benedicto XVI cuando equipara a mujer y hombre en su afirmación sobre ‘una humanización de la sexualidad’; cuando reafirma el encuentro inevitable con Dios en su concepto de ‘realismo escatológico’, que implica que el Creador vendrá hacia todos nosotros para siempre; y cuando reinserta la figura de Jesús de Nazareth en la historia salvífica, priorizando su imagen amorosa, redentora y humana, por sobre la imagen agonizante y triste del escenario de la crucifixión.
La mujer siempre ha tenido en la Iglesia un papel de importancia suprema -como hemos comentado- pero eso no implica que sus funciones no puedan ampliarse. Todo será cuestión de tiempo teológico que nunca es fácil de descifrar.
La solución para las monjas inconformes no es romper lanzas, como aconsejan algunas, sino más bien acercarnos al carisma de María Magdala o de la Virgen María, para encontrar en la misericordia de Dios, su amor para todos los tiempos y su mejor definición para todos los temas.
Primero habría que decir que no hay institución que haya valorizado más el papel de la mujer en la historia de la salvación que la Iglesia Católica:
La mujer en el vientre de María fue refugio santo del nacimiento de Jesús de Nazareth (el Mesías) en un humilde pesebre de Belén.
La mujer a través de la Virgen María recibió el privilegio de pedir a Jesús -en un primer signo milagroso- que convirtiera el agua en vino en las bodas de Caná.
La mujer en la persona de la Virgen María, conjuntamente con un grupo de mujeres escogidas, acompañó a Jesús con fidelidad extrema en su calvario, al pie de la Cruz.
La mujer en la amorosa representación de María Magdala fue la escogida para conocer en primera instancia la resurrección de Jesús y su ascensión a los cielos, que representa teológicamente la victoria generosa del bien sobre el mal, sin involucrar a los ejecutantes que quedan perdonados, porque no sabían lo que hacían.
La mujer en la Virgen María ha sido eje revelador de santidad en sus apariciones milagrosas a través de la historia de la humanidad en distintos parajes del mundo, como en Monte Carmelo, Fátima, México (Guadalupe), Venezuela (Coromoto), Lourdes y Medjugorne, por citar sólo algunos.
Si a todo lo anterior sumamos lo que dice el Génesis, “Dios creó al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, hombre y mujer los creó" (Gn 1,27), entonces estaríamos en capacidad de entender el balance teológico de hombre y mujer ante la historia de la humanidad.
Todos conocemos la tendencia semántica durante la Antigüedad y el Medioevo del uso del vocablo ‘hombre’ para significar al ser humano masculino o femenino. Esa circunstancia de uso en ocasiones no ha sido correctamente interpretada.
Por supuesto, que establecido el papel histórico de la mujer en la historia de la salvación, no debemos eludir que la Iglesia Católica ha sido sumamente prudente -para algunos teólogos una actitud sabia para otros no- en ampliar la visión que esbozó el Concilio Vaticano II, en cuanto a que “la feligresía ha de superar toda forma de discriminación, sea social o cultural, o basada en sexo, raza, color, condición social, idioma o creencia dentro de la Iglesia”.
Pero inferir, como hace Ileana Fuentes, que esta prudencia de la Iglesia Católica es un signo de discriminación, nos parece exagerado y fuera de contexto, teniendo en cuenta que la mujer ha estado como eje salvífico desde el nacimiento del hijo de Dios, hasta ese acto de Resurrección milagrosa que tuvo la virtud ética de derrotar el mal sin castigar a los ejecutores, pasando por el sacrificio agónico de la Cruz y por todas las apariciones posteriores de la Virgen.
Revalorizar el papel de la mujer y de la ética sexual dentro de la Iglesia Católica, es siempre una responsabilidad que debemos alentar, como reclaman las teólogas Elizabeth A. Johnson, Margaret Farley y la organización nacional de monjas americanas (Leadership of Women Religious), pero eso no implica que tengamos que estar de acuerdo con todos los matices teológicos de sus respectivos planteamientos.
Sería útil que quienes adversan o critican a la Iglesia Católica revisen con cautela el pensamiento teológico de su Santidad Benedicto XVI cuando equipara a mujer y hombre en su afirmación sobre ‘una humanización de la sexualidad’; cuando reafirma el encuentro inevitable con Dios en su concepto de ‘realismo escatológico’, que implica que el Creador vendrá hacia todos nosotros para siempre; y cuando reinserta la figura de Jesús de Nazareth en la historia salvífica, priorizando su imagen amorosa, redentora y humana, por sobre la imagen agonizante y triste del escenario de la crucifixión.
La mujer siempre ha tenido en la Iglesia un papel de importancia suprema -como hemos comentado- pero eso no implica que sus funciones no puedan ampliarse. Todo será cuestión de tiempo teológico que nunca es fácil de descifrar.
La solución para las monjas inconformes no es romper lanzas, como aconsejan algunas, sino más bien acercarnos al carisma de María Magdala o de la Virgen María, para encontrar en la misericordia de Dios, su amor para todos los tiempos y su mejor definición para todos los temas.
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Re: Re:Una nota a Ileana Fuentes - ¿cristianos católicos o farleyanos?
18 Jun 2012 17:01
Muy precisa y ponderada la respuesta que da Alberto Müller a Ileana Fuentes. No obstante, permítame Alberto aclarar que Ileana Fuentes es una columnista ocasional de un diario local, El Nuevo Herald, que se publica en Miami, porque apostaría a que la inmensa mayoría de los lectores y participantes de este FORO no conocen ni a la articulista ni al diario. Por otra parte, aunque no la conozco personalmente, debo expresar también que respeto la calidad de Ileana Fuentes como persona y como articulista.
Alberto se refiere a un artículo firmado por ella, titulado " La Rebelión de las Monjas " y publicado el sábado 16. Entre otras cosas, afirma que grandes patriarcas de la Iglesia Católica de la antigüedad "predicaron que la mujer no debe hablar en público, debe obedecer al marido, ocuparse de su casa y no inmiscuirse en asuntos oficiales", sin hacer esfuerzo alguno por entender el contexto de aquellos tiempos. La verdad fue que Jesús abrió las puertas de su doctrina a la mujer como ningún otro hombre lo había hecho hasta entonces. No hay espacio para hacer una relación detallada, pero hay que reconocer que las mujeres han ocupado un papel mucho más destacado dentro del cristianismo que en otras religiones. Hay que reconocer también que la teología cristiana siempre les ha dado un papel de igualdad absoluta con el hombre en su dignidad humana y les ha reconocido una función incluso preferencial en la familia.
Jesús fue un hombre y cuando partió el pan y dio a beber el vino a sus discípulos, oficiando la primera Eucaristía, encomendó a otros 12 hombres que hicieran lo mismo. Les encomendó una función y una responsabilidad de repetir ese rito en conmemoración suya y trasmitirlo a sus sucesores. Esa es la tradición que persiste hasta nuestros días porque la Eucaristía tiene un alto significado de recordación. Esta es la única función que la mujer no hace en su vida cristiana, y eso se debe exclusivamente a la tradición y al ejemplo de Jesús.
Dudo mucho que Jesús tuviera un propósito discriminatorio con esto y es lamentable que algunas mujeres lo tomen como una actitud discriminatoria de la Iglesia. Tampoco puede una Iglesia fundada por Jesús cambiar sus doctrinas en cuanto al sexo, el matrimonio y otros temas de la moral sin una actitud selectiva y anticristiana que niegue algunos aspectos de sus enseñanzas y rechace otros de la tradición hebrea que Jesús heredó y explícitamente proclamó como suya.
Si las "pensadoras católicas americanas han salido respondonas", como dice con sarcasmo la Sra. Fuentes en su artículo, más les vale limitarse a opinar con la humildad que el cristianismo exige y acatar la doctrina que la Iglesia Católica predica como "palabra de Dios", sin pretender que sus opiniones se conviertan en ley y doctrina por el simple hecho de tratarse de "un enfoque contemporáneo". Es bueno escuchar las razones de estas teólogas y analizar su aplicación a las realidades de nuestros tiempos, "pero eso no implica que tengamos que estar de acuerdo con todos los matices teológicos de sus respectivos planteamientos", como bien dice Alberto. De lo contrario, si el propósito de estas mujeres es la rebelión irreconciliable, tienen siempre la opción de agruparse en una nueva religión que interprete estas cosas a su manera.
Ni las doctrinas fundamentales, ni los principios teológicos, ni las bases de la tradición pueden evolucionar sin convertirse en otra cosa. El mundo evoluciona y las circunstancias sociales y culturales también, pero la religión dentro de ese ambiente cambiante no lo hace, sino que adapta las enseñanzas de Jesús en su contexto judeocristiano a un lenguaje y un razonamiento que sean más comprensibles a sus discípulos de hoy.
Quienes opten por seguir a la doctora Farley, que ha despertado la admiración de Ileana Fuentes con su libro titulado "Just Love: a framework for Christian Sexual Ethics", pueden llamarse farleyanos, en honor a la fundadora de una nueva doctrina, pero no cristianos católicos.
Alberto se refiere a un artículo firmado por ella, titulado " La Rebelión de las Monjas " y publicado el sábado 16. Entre otras cosas, afirma que grandes patriarcas de la Iglesia Católica de la antigüedad "predicaron que la mujer no debe hablar en público, debe obedecer al marido, ocuparse de su casa y no inmiscuirse en asuntos oficiales", sin hacer esfuerzo alguno por entender el contexto de aquellos tiempos. La verdad fue que Jesús abrió las puertas de su doctrina a la mujer como ningún otro hombre lo había hecho hasta entonces. No hay espacio para hacer una relación detallada, pero hay que reconocer que las mujeres han ocupado un papel mucho más destacado dentro del cristianismo que en otras religiones. Hay que reconocer también que la teología cristiana siempre les ha dado un papel de igualdad absoluta con el hombre en su dignidad humana y les ha reconocido una función incluso preferencial en la familia.
Jesús fue un hombre y cuando partió el pan y dio a beber el vino a sus discípulos, oficiando la primera Eucaristía, encomendó a otros 12 hombres que hicieran lo mismo. Les encomendó una función y una responsabilidad de repetir ese rito en conmemoración suya y trasmitirlo a sus sucesores. Esa es la tradición que persiste hasta nuestros días porque la Eucaristía tiene un alto significado de recordación. Esta es la única función que la mujer no hace en su vida cristiana, y eso se debe exclusivamente a la tradición y al ejemplo de Jesús.
Dudo mucho que Jesús tuviera un propósito discriminatorio con esto y es lamentable que algunas mujeres lo tomen como una actitud discriminatoria de la Iglesia. Tampoco puede una Iglesia fundada por Jesús cambiar sus doctrinas en cuanto al sexo, el matrimonio y otros temas de la moral sin una actitud selectiva y anticristiana que niegue algunos aspectos de sus enseñanzas y rechace otros de la tradición hebrea que Jesús heredó y explícitamente proclamó como suya.
Si las "pensadoras católicas americanas han salido respondonas", como dice con sarcasmo la Sra. Fuentes en su artículo, más les vale limitarse a opinar con la humildad que el cristianismo exige y acatar la doctrina que la Iglesia Católica predica como "palabra de Dios", sin pretender que sus opiniones se conviertan en ley y doctrina por el simple hecho de tratarse de "un enfoque contemporáneo". Es bueno escuchar las razones de estas teólogas y analizar su aplicación a las realidades de nuestros tiempos, "pero eso no implica que tengamos que estar de acuerdo con todos los matices teológicos de sus respectivos planteamientos", como bien dice Alberto. De lo contrario, si el propósito de estas mujeres es la rebelión irreconciliable, tienen siempre la opción de agruparse en una nueva religión que interprete estas cosas a su manera.
Ni las doctrinas fundamentales, ni los principios teológicos, ni las bases de la tradición pueden evolucionar sin convertirse en otra cosa. El mundo evoluciona y las circunstancias sociales y culturales también, pero la religión dentro de ese ambiente cambiante no lo hace, sino que adapta las enseñanzas de Jesús en su contexto judeocristiano a un lenguaje y un razonamiento que sean más comprensibles a sus discípulos de hoy.
Quienes opten por seguir a la doctora Farley, que ha despertado la admiración de Ileana Fuentes con su libro titulado "Just Love: a framework for Christian Sexual Ethics", pueden llamarse farleyanos, en honor a la fundadora de una nueva doctrina, pero no cristianos católicos.
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Re: Ironía poco elegante
03 Jul 2012 03:25
Debo decir a mi amigo Gerardo que me pareció una ironía poco elegante calificar a Ileana Fuentes de columnista 'ocasional y poco conocida'.
Me extrañó de Gerardo que es un todo un caballero.
Aprovecho y reitero mi amistad a Ileana y mis respetos a sus puntos de vista, aunque discrepe de ellos.
Un abrazo a los dos, con la esperanza de vernos los tres.
Me extrañó de Gerardo que es un todo un caballero.
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Re: Re:Ironía poco elegante distó de ser una ironía
03 Jul 2012 04:41
Ante todo, debo pedirle disculpas a Ileana Fuentes en el caso de que pueda haberse sentido aludida negativa e injustamente por un aparente mal entendido del amigo Alberto debido al comentario que hice señalando que «apostaría a que la inmensa mayoría de los lectores y participantes de este FORO no conocen ni a la articulista ni al diario». Confío en que la mayoría de los lectores haya leído también un poco más abajo cuando aclaro con absoluta sinceridad que «respeto la calidad de Ileana Fuentes como persona y como articulista».
Además, es preciso aclarar que la inmensa mayoría de los lectores entre los 700,000 al millón de visitas que reciben mensualmente las páginas de DemocraciaParticipativa.net no proceden (según las estadísticas) ni del Sur de la Florida ni de la comunidad cubana en la Florida ni, mucho menos, de la que vive cautiva dentro de la Isla, a quienes, dicho sea de paso, tratamos de hacer llegar el mensaje democrático y tratamos de ofrecerles espacios donde encuentren eco las denuncias por los abusos a sus derechos humanos.
Luego no tuvo ninguna intención peyorativa la frase citada sino el propósito de aclarar a esos lectores que proceden de tantísimas partes del mundo que el tema sometido a debate en nuestro FORO por Alberto Müller, era en respuesta a un artículo de «un diario local, El Nuevo Herald, que se publica en Miami». Un diario que, por supuesto, no conocen en la mayoría de esos países. Es más, incluí en mi comentario el enlace al «artículo firmado por ella, titulado "La Rebelión de las Monjas"», como pueden comprobar en mi mensaje original, para que todos esos lectores supieran de qué se trataba la respuesta de Alberto, pudiesen leer el artículo de Ileana Fuentes y tuviesen así los elementos de juicio necesarios para formular sus propias opiniones contando con los argumentos de ambas partes.
En otras palabras, que toda esa introducción mía no era una crítica personal dirigida a la Sra. Ileana Fuentes, sino a Alberto por haber omitido la fuente que lo impulso a escribir su respuesta con su “nota a Ileana Fuentes”.
Una vez hecha esa aclaración necesaria en los dos primeros párrafos, el resto de mi aporte anterior sí es una crítica donde planteo mis puntos de vista sobre el fondo de la cuestión, expresando mis firmes discrepancias a lo que la Sra. Fuentes decía en su artículo periodístico.
Además, es preciso aclarar que la inmensa mayoría de los lectores entre los 700,000 al millón de visitas que reciben mensualmente las páginas de DemocraciaParticipativa.net no proceden (según las estadísticas) ni del Sur de la Florida ni de la comunidad cubana en la Florida ni, mucho menos, de la que vive cautiva dentro de la Isla, a quienes, dicho sea de paso, tratamos de hacer llegar el mensaje democrático y tratamos de ofrecerles espacios donde encuentren eco las denuncias por los abusos a sus derechos humanos.
Luego no tuvo ninguna intención peyorativa la frase citada sino el propósito de aclarar a esos lectores que proceden de tantísimas partes del mundo que el tema sometido a debate en nuestro FORO por Alberto Müller, era en respuesta a un artículo de «un diario local, El Nuevo Herald, que se publica en Miami». Un diario que, por supuesto, no conocen en la mayoría de esos países. Es más, incluí en mi comentario el enlace al «artículo firmado por ella, titulado "La Rebelión de las Monjas"», como pueden comprobar en mi mensaje original, para que todos esos lectores supieran de qué se trataba la respuesta de Alberto, pudiesen leer el artículo de Ileana Fuentes y tuviesen así los elementos de juicio necesarios para formular sus propias opiniones contando con los argumentos de ambas partes.
En otras palabras, que toda esa introducción mía no era una crítica personal dirigida a la Sra. Ileana Fuentes, sino a Alberto por haber omitido la fuente que lo impulso a escribir su respuesta con su “nota a Ileana Fuentes”.
Una vez hecha esa aclaración necesaria en los dos primeros párrafos, el resto de mi aporte anterior sí es una crítica donde planteo mis puntos de vista sobre el fondo de la cuestión, expresando mis firmes discrepancias a lo que la Sra. Fuentes decía en su artículo periodístico.
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