Democracia participativa y anarquismo
- Roberto Soto Santana
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Democracia participativa y anarquismo
20 Dec 2010 22:06
A propósito del artículo de Robert Graham
“ Reinventing Hierarchy: The Political Theory of Social Ecology ”
(publicado en Anarchist Studies, Volume 12, Number 1, 2004)
por Roberto Soto Santana
Una virtud que sin duda tiene este estudio a la vez divulgativo y crítico realizado por el historiador canadiense Robert Graham es suscitar en la mente del lector la pregunta -y hacerle cavilar hasta averiguar su respuesta- de si la democracia participativa preconizada por el anarquismo es la misma que aquélla a la que se refiere Gerardo E. Martínez Solanas en su trabajo publicado en DemocraciaParticipativa.net con fecha 7 de octubre de 2005 con el título de “ ¿Qué entendemos por Democracia Participativa? ”.
Según Martínez Solanas, La democracia participativa implica el papel activo de los ciudadanos en el funcionamiento de la democracia, mediante mecanismos establecidos en una sociedad civil libre que permitan su manifestación y una efectiva participación en la toma de decisiones. Es una democracia en la que todos los ciudadanos son protagonistas…La democracia participativa es un paso adelante de la democracia representativa en la evolución de la democracia como concepto perfectible…La democracia participativa no es la democracia directa…La democracia participativa implica fomentar las vías y los medios para convertir a los ciudadanos y sus grupos, en agentes políticos directos, al margen, pero junto a la acción política de los partidos políticos…La democracia participativa es la conjunción de estas formas de democracia, lo que implica:
a) La limitación de la democracia representativa a sus justos límites para que no pueda abusar de los mandatos populares.
b) El aumento de las condiciones de accesibilidad ciudadana y de sus esferas de actuación mediante procedimientos de democracia semidirecta con una base constitucional democrática.
c) La introducción progresiva de mecanismos de democracia directa aprovechando los avances de las tecnologías de la infocomunicación.
Como se proclama en el apartado de “ Definiciones Importantes ” de DemocraciaParticipativa.net, “la autenticidad de una democracia no depende de la izquierda, el centro o la derecha, de los comunistas, los libertarios o cualesquiera otros, sino del respeto a los derechos inalienables de los demás bajo un régimen que se ajuste a la ley para aplicar la justicia. Su progreso se calculará a su vez por la medida de descentralización del gobierno en aplicación del principio de subsidiariedad."
“La Democracia Participativa emerge del orden social y político como un paso más de la sociedad que trasciende el mecanismo de la Democracia Representativa. Podemos concebir a una democracia participativa auténtica cuando ha aprendido a manejar esos mecanismos de representación como un agente interactivo de participación ciudadana en el proceso de tomar decisiones. El principio de subsidiariedad se aplica así a todo progreso real que logre la democracia representativa hacia las metas de descentralización y participación”.
A tenor de esta exposición, la democracia participativa entrañaría la actuación en los asuntos públicos de los ciudadanos y agrupaciones de éstos en paralelo a la de los partidos políticos, aunque sin sujeción a estos últimos, a través de mecanismos de democracia semidirecta consagrados y previstos en disposiciones Constitucionales, que condujeran a la descentralización de las funciones de gobierno y a una creciente participación de los ciudadanos individuales en la toma de decisiones. La democracia participativa así planteada sería una especie de plus añadido a la democracia representativa, que no quedaría amortizada sino transformada en o englobada dentro de una forma superior de organización política de la sociedad.
Esta “hoja de ruta” -de inspiración socialcristiana, aunque con vocación de aplicación universal- supone promover la conservación –no la disolución- del Estado moderno –emergente de la Revolución Francesa, si bien mejorado paulatinamente hasta llegar a su versión actual de Estado del Bienestar-, haciéndolo evolucionar hacia un estadio o forma democrática de mayor valor, que lleve al despliegue de una ingente responsabilidad ciudadana.
Pues bien, ¿qué puntos comunes y diferenciales se pueden advertir entre esta forma de entender la democracia participativa y la que sostiene el anarquismo –cuya variadísima taxonomía ha abarcado, a lo largo de su historia, desde el anarquismo individual hasta el contemporáneo anarquismo ecologista, pasando por el anarcocomunismo-?
En una entrevista concedida en mayo de 1995, al profesor y luminaria del pensamiento anarquista Naom Chomsky le fue formulada la siguiente pregunta: “¿Estos dos aspectos –anarquismo en acción y democracia participativa- son una y la misma cosa para ti? ¿El anarquismo es una filosofía del poder del pueblo?” Su respuesta fue: “Yo soy renuente a usar polisílabos elegantes como filosofía para referirme a lo que parece normalmente sentido común…El término “democracia participativa” es mucho más reciente; se desarrolló en un contexto diferente, pero seguramente hay puntos de similitud. Lamento si esto parece evasivo. Lo es, pero es así porque no pienso que el concepto de anarquismo o el de democracia participativa sean suficientemente claros para poder responder a la pregunta si son lo mismo”.
Con lo nos deja a todos, como inquirientes, en Babia.
Por otra parte, en el ensayo “Democracia participativa, disolución del Estado y liderazgo político”, publicado con fecha del 29 de noviembre de 2010 en la página Web www.rebelion.org , el erudito pensador argentino y expositor de la Ética de la Liberación, Enrique Dussel (cuya deriva ideológica actual ha quedado explicitada por su aceptación del V Premio Libertador al Pensamiento Crítico, recibido el 15 de noviembre de 2010 de manos del presidente venezolano Hugo Chávez), ha dicho que
“Hasta hoy en día, y atravesando toda la Modernidad…la democracia unilateral representativa liberal ha ido mostrando sus defectos de manera creciente hasta culminar en el presente en un fetichismo monopólico de partidos políticos que corrompen el ejercicio del poder delegado del Estado. Mientras que…el ideal de una plena democracia participativa nunca ha llegado a institucionalizarse de manera efectiva… Opinamos que la articulación de ambos momentos, es decir, de una democracia factible y legítima (por participación y representación) contiene la superación de la política burguesa moderna (y aún del socialismo real del siglo XX, que en el mayor de los casos no tuvo democracia participativa ni representativa, porque las ambiguas formulaciones de la “dictadura del proletariado” o del “centralismo democrático”, objetivamente no fueron democráticos de ninguna manera). Debe ser un nuevo modelo de sistema político articulable a una civilización transmoderna y transliberal (y transcapitalista desde el punto de vista económico). No se trata de intentar mejorar los logros del liberalismo: se trata de partir de nuevos supuestos y de articular la participación con la representación de una manera nunca imaginada por el indicado régimen liberal (pero igualmente no pensado de manera factible por el anarquismo). Es la Revolución política por excelencia, y equivalente a la puesta en común de los medios de producción y de gestión en el nivel de la Revolución económica propuesta por Marx (Revolución política que el mismo Marx no logró formular de manera empíricamente posible, por sostener inadvertidamente como contradicción los dos términos de la relación: la participación versus la representación)”.
Esta segunda exposición, que tiene el mérito de no repetir la respuesta evasiva de Chomsky, alude al objetivo de alcanzar una síntesis o articulación de la democracia representativa y la democracia participativa en un nuevo y superior sistema político que entronque con una nueva civilización ontológicamente transmoderna y transliberal, y económicamente transcapitalista.
Pero no se nos dice, ni siquiera aproximativamente, cómo se podrían producir esas transformaciones revolucionarias en el ser humano individual y en las instituciones. Aunque las siguientes observaciones –un tanto crípticas, es cierto- del profesor Dussel , tomadas en conjunción con la apología hecha en 2007 de los comunicados del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, podrían hacer barruntar su inclinación o simpatía por una acción caudillista-populista (en la línea de admiración hacia los regímenes autoritarios de izquierdas, que padecen muchos intelectuales sedicentemente “progresistas”): “Ahora sí habrá surgido ante nosotros un ámbito más allá del fundamento ontológico europeo que nos permitirá pensar la cuestión latinoamericana, nuestro ser distinto y la ética de la liberación que necesitamos para que nuestra acción ilegal se nos presente con la dignidad de un gesto supremamente moral, digna de los héroes, no de los que dominan y conquistan, sino de los que crean las patrias y liberan a los oprimidos”…”La Ética de la Liberación no pretende ser una filosofía crítica, se trata de una ética cotidiana, desde, y a favor de las inmensas mayorías de la humanidad excluidas de la globalización, en la normalidad histórica vigente presente”…”La ética de la liberación debe descubrir en América Latina su función liberadora, profética; debe anticiparse al proyecto de un pueblo, no para suplir su preocupación, sino para devolverle el proyecto iluminado, clarificado, engrandecido, recreado, criticado”. (citas a pie de página en el trabajo sobre la obra “Para una Ética de la liberación latinoamericana” -páginas 12, 15 y 155 respectivamente-, hechas por George González González en su artículo sobre la Filosofía de la Liberación de Enrique Dussel, publicado en la revista de Filosofía “A parte Rei” de enero de 2007, obrante en la página Web www.serbal.pntic.mec.es ).
Con lo que podemos concluir que, aparte de una mera coincidencia nominal, poco tienen que ver la democracia participativa socialcristiana con la democracia participativa asamblearia predicada por el anarquismo clásico, o con la democracia participativa “transliberal y transcapitalista” avizorada por Dussel.
La primera, al menos, se apoya en ideales de Libertad florecientes en el marco de una sociedad organizada sobre la base de la voluntad de la mayoría sin opresión de la minoría, una conducta legitimada a su vez únicamente a través del respeto a la dignidad plena del hombre.
Las tesis anarquistas, en todas y cada una de sus variantes, pretenden llegar a materializarse en una sociedad hipotéticamente sin jerarquías y con el derecho de las minorías no sólo a disentir sino a desobedecer. Para demostrar el carácter distópico de tal sociedad basta con imaginar qué sucedería en una Comunidad de Vecinos de un edificio o de una urbanización en la que las reglas de convivencia y las normas urbanísticas no estuviesen respaldadas por una autoridad con facultades coercitivas, sino cuya obediencia dependiera exclusivamente de la voluntad de cada miembro de tal Comunidad. Aparte de que el propio movimiento libertario, históricamente, ha tenido que recurrir, a fin de promover sus ideales, a alguna clase de organización jerárquica asociativa y federativa. En todo grupo u organización, las personas investidas de mando, autoridad o liderato constituyen precisamente una jerarquía; y no hay movimiento anarquista que carezca de una jerarquía (sean clubes, sindicatos, federaciones o partidos). Toda una Contradictio in terminis, indiscutiblemente.
En cuanto al funcionamiento de la sociedad en su conjunto, ¿qué vendría después del liberalismo –entendiéndolo como régimen de libertades- y del capitalismo –como sinónimo de economía de mercado, que funciona gracias a la libertad de empresa, de oficio y de profesión, a pesar de todas sus imperfecciones-? ¿Acaso otra nueva forma de dictadura “libertaria” –como el colectivismo implantado manu militari en la región española de Aragón durante la última Guerra Civil Española- u otra nueva forma de “pensamiento único” de corte estalinista, plenamente realizado ya a la cubana o con vocación de futuro a la venezolana? ¿O tal vez una Utopía o una Ecotopía?
“ Reinventing Hierarchy: The Political Theory of Social Ecology ”
(publicado en Anarchist Studies, Volume 12, Number 1, 2004)
por Roberto Soto Santana
Una virtud que sin duda tiene este estudio a la vez divulgativo y crítico realizado por el historiador canadiense Robert Graham es suscitar en la mente del lector la pregunta -y hacerle cavilar hasta averiguar su respuesta- de si la democracia participativa preconizada por el anarquismo es la misma que aquélla a la que se refiere Gerardo E. Martínez Solanas en su trabajo publicado en DemocraciaParticipativa.net con fecha 7 de octubre de 2005 con el título de “ ¿Qué entendemos por Democracia Participativa? ”.
Según Martínez Solanas, La democracia participativa implica el papel activo de los ciudadanos en el funcionamiento de la democracia, mediante mecanismos establecidos en una sociedad civil libre que permitan su manifestación y una efectiva participación en la toma de decisiones. Es una democracia en la que todos los ciudadanos son protagonistas…La democracia participativa es un paso adelante de la democracia representativa en la evolución de la democracia como concepto perfectible…La democracia participativa no es la democracia directa…La democracia participativa implica fomentar las vías y los medios para convertir a los ciudadanos y sus grupos, en agentes políticos directos, al margen, pero junto a la acción política de los partidos políticos…La democracia participativa es la conjunción de estas formas de democracia, lo que implica:
a) La limitación de la democracia representativa a sus justos límites para que no pueda abusar de los mandatos populares.
b) El aumento de las condiciones de accesibilidad ciudadana y de sus esferas de actuación mediante procedimientos de democracia semidirecta con una base constitucional democrática.
c) La introducción progresiva de mecanismos de democracia directa aprovechando los avances de las tecnologías de la infocomunicación.
Como se proclama en el apartado de “ Definiciones Importantes ” de DemocraciaParticipativa.net, “la autenticidad de una democracia no depende de la izquierda, el centro o la derecha, de los comunistas, los libertarios o cualesquiera otros, sino del respeto a los derechos inalienables de los demás bajo un régimen que se ajuste a la ley para aplicar la justicia. Su progreso se calculará a su vez por la medida de descentralización del gobierno en aplicación del principio de subsidiariedad."
“La Democracia Participativa emerge del orden social y político como un paso más de la sociedad que trasciende el mecanismo de la Democracia Representativa. Podemos concebir a una democracia participativa auténtica cuando ha aprendido a manejar esos mecanismos de representación como un agente interactivo de participación ciudadana en el proceso de tomar decisiones. El principio de subsidiariedad se aplica así a todo progreso real que logre la democracia representativa hacia las metas de descentralización y participación”.
A tenor de esta exposición, la democracia participativa entrañaría la actuación en los asuntos públicos de los ciudadanos y agrupaciones de éstos en paralelo a la de los partidos políticos, aunque sin sujeción a estos últimos, a través de mecanismos de democracia semidirecta consagrados y previstos en disposiciones Constitucionales, que condujeran a la descentralización de las funciones de gobierno y a una creciente participación de los ciudadanos individuales en la toma de decisiones. La democracia participativa así planteada sería una especie de plus añadido a la democracia representativa, que no quedaría amortizada sino transformada en o englobada dentro de una forma superior de organización política de la sociedad.
Esta “hoja de ruta” -de inspiración socialcristiana, aunque con vocación de aplicación universal- supone promover la conservación –no la disolución- del Estado moderno –emergente de la Revolución Francesa, si bien mejorado paulatinamente hasta llegar a su versión actual de Estado del Bienestar-, haciéndolo evolucionar hacia un estadio o forma democrática de mayor valor, que lleve al despliegue de una ingente responsabilidad ciudadana.
Pues bien, ¿qué puntos comunes y diferenciales se pueden advertir entre esta forma de entender la democracia participativa y la que sostiene el anarquismo –cuya variadísima taxonomía ha abarcado, a lo largo de su historia, desde el anarquismo individual hasta el contemporáneo anarquismo ecologista, pasando por el anarcocomunismo-?
En una entrevista concedida en mayo de 1995, al profesor y luminaria del pensamiento anarquista Naom Chomsky le fue formulada la siguiente pregunta: “¿Estos dos aspectos –anarquismo en acción y democracia participativa- son una y la misma cosa para ti? ¿El anarquismo es una filosofía del poder del pueblo?” Su respuesta fue: “Yo soy renuente a usar polisílabos elegantes como filosofía para referirme a lo que parece normalmente sentido común…El término “democracia participativa” es mucho más reciente; se desarrolló en un contexto diferente, pero seguramente hay puntos de similitud. Lamento si esto parece evasivo. Lo es, pero es así porque no pienso que el concepto de anarquismo o el de democracia participativa sean suficientemente claros para poder responder a la pregunta si son lo mismo”.
Con lo nos deja a todos, como inquirientes, en Babia.
Por otra parte, en el ensayo “Democracia participativa, disolución del Estado y liderazgo político”, publicado con fecha del 29 de noviembre de 2010 en la página Web www.rebelion.org , el erudito pensador argentino y expositor de la Ética de la Liberación, Enrique Dussel (cuya deriva ideológica actual ha quedado explicitada por su aceptación del V Premio Libertador al Pensamiento Crítico, recibido el 15 de noviembre de 2010 de manos del presidente venezolano Hugo Chávez), ha dicho que
“Hasta hoy en día, y atravesando toda la Modernidad…la democracia unilateral representativa liberal ha ido mostrando sus defectos de manera creciente hasta culminar en el presente en un fetichismo monopólico de partidos políticos que corrompen el ejercicio del poder delegado del Estado. Mientras que…el ideal de una plena democracia participativa nunca ha llegado a institucionalizarse de manera efectiva… Opinamos que la articulación de ambos momentos, es decir, de una democracia factible y legítima (por participación y representación) contiene la superación de la política burguesa moderna (y aún del socialismo real del siglo XX, que en el mayor de los casos no tuvo democracia participativa ni representativa, porque las ambiguas formulaciones de la “dictadura del proletariado” o del “centralismo democrático”, objetivamente no fueron democráticos de ninguna manera). Debe ser un nuevo modelo de sistema político articulable a una civilización transmoderna y transliberal (y transcapitalista desde el punto de vista económico). No se trata de intentar mejorar los logros del liberalismo: se trata de partir de nuevos supuestos y de articular la participación con la representación de una manera nunca imaginada por el indicado régimen liberal (pero igualmente no pensado de manera factible por el anarquismo). Es la Revolución política por excelencia, y equivalente a la puesta en común de los medios de producción y de gestión en el nivel de la Revolución económica propuesta por Marx (Revolución política que el mismo Marx no logró formular de manera empíricamente posible, por sostener inadvertidamente como contradicción los dos términos de la relación: la participación versus la representación)”.
Esta segunda exposición, que tiene el mérito de no repetir la respuesta evasiva de Chomsky, alude al objetivo de alcanzar una síntesis o articulación de la democracia representativa y la democracia participativa en un nuevo y superior sistema político que entronque con una nueva civilización ontológicamente transmoderna y transliberal, y económicamente transcapitalista.
Pero no se nos dice, ni siquiera aproximativamente, cómo se podrían producir esas transformaciones revolucionarias en el ser humano individual y en las instituciones. Aunque las siguientes observaciones –un tanto crípticas, es cierto- del profesor Dussel , tomadas en conjunción con la apología hecha en 2007 de los comunicados del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, podrían hacer barruntar su inclinación o simpatía por una acción caudillista-populista (en la línea de admiración hacia los regímenes autoritarios de izquierdas, que padecen muchos intelectuales sedicentemente “progresistas”): “Ahora sí habrá surgido ante nosotros un ámbito más allá del fundamento ontológico europeo que nos permitirá pensar la cuestión latinoamericana, nuestro ser distinto y la ética de la liberación que necesitamos para que nuestra acción ilegal se nos presente con la dignidad de un gesto supremamente moral, digna de los héroes, no de los que dominan y conquistan, sino de los que crean las patrias y liberan a los oprimidos”…”La Ética de la Liberación no pretende ser una filosofía crítica, se trata de una ética cotidiana, desde, y a favor de las inmensas mayorías de la humanidad excluidas de la globalización, en la normalidad histórica vigente presente”…”La ética de la liberación debe descubrir en América Latina su función liberadora, profética; debe anticiparse al proyecto de un pueblo, no para suplir su preocupación, sino para devolverle el proyecto iluminado, clarificado, engrandecido, recreado, criticado”. (citas a pie de página en el trabajo sobre la obra “Para una Ética de la liberación latinoamericana” -páginas 12, 15 y 155 respectivamente-, hechas por George González González en su artículo sobre la Filosofía de la Liberación de Enrique Dussel, publicado en la revista de Filosofía “A parte Rei” de enero de 2007, obrante en la página Web www.serbal.pntic.mec.es ).
Con lo que podemos concluir que, aparte de una mera coincidencia nominal, poco tienen que ver la democracia participativa socialcristiana con la democracia participativa asamblearia predicada por el anarquismo clásico, o con la democracia participativa “transliberal y transcapitalista” avizorada por Dussel.
La primera, al menos, se apoya en ideales de Libertad florecientes en el marco de una sociedad organizada sobre la base de la voluntad de la mayoría sin opresión de la minoría, una conducta legitimada a su vez únicamente a través del respeto a la dignidad plena del hombre.
Las tesis anarquistas, en todas y cada una de sus variantes, pretenden llegar a materializarse en una sociedad hipotéticamente sin jerarquías y con el derecho de las minorías no sólo a disentir sino a desobedecer. Para demostrar el carácter distópico de tal sociedad basta con imaginar qué sucedería en una Comunidad de Vecinos de un edificio o de una urbanización en la que las reglas de convivencia y las normas urbanísticas no estuviesen respaldadas por una autoridad con facultades coercitivas, sino cuya obediencia dependiera exclusivamente de la voluntad de cada miembro de tal Comunidad. Aparte de que el propio movimiento libertario, históricamente, ha tenido que recurrir, a fin de promover sus ideales, a alguna clase de organización jerárquica asociativa y federativa. En todo grupo u organización, las personas investidas de mando, autoridad o liderato constituyen precisamente una jerarquía; y no hay movimiento anarquista que carezca de una jerarquía (sean clubes, sindicatos, federaciones o partidos). Toda una Contradictio in terminis, indiscutiblemente.
En cuanto al funcionamiento de la sociedad en su conjunto, ¿qué vendría después del liberalismo –entendiéndolo como régimen de libertades- y del capitalismo –como sinónimo de economía de mercado, que funciona gracias a la libertad de empresa, de oficio y de profesión, a pesar de todas sus imperfecciones-? ¿Acaso otra nueva forma de dictadura “libertaria” –como el colectivismo implantado manu militari en la región española de Aragón durante la última Guerra Civil Española- u otra nueva forma de “pensamiento único” de corte estalinista, plenamente realizado ya a la cubana o con vocación de futuro a la venezolana? ¿O tal vez una Utopía o una Ecotopía?
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- Gerardo E. Martínez-Solanas
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Re: Re:Democracia participativa y anarquismo
22 Dec 2010 02:48
Felicito a Soto Santana por la claridad de sus argumentos en su breve pero profundo análisis de las diversas corrientes de pensamiento que pretenden enarbolar a su modo el estandarte de la democracia participativa, a veces con propósitos autoritarios o populistas velados o subrepticios.
Dentro de la confusión premeditada que introducen líderes mesiánicos y populistas hasta consolidar esa terminología o "neohabla" que pronosticó George Orwell en su famosa obra "1984", apuntan a apropiarse de terminología y definiciones que les sirvan de apoyo para consolidar su prestigio para cambiarles el sentido hasta que se acomode a sus ambiciones. Así pasó en su oportunidad con las mal llamadas "democracias populares". Curiosamente, los partidos "populares" de la actualidad política europea se sitúan un poco a la derecha del centro del espectro político del viejo continente y en nada tienen que ver su ideología, métodos o propósitos con los que conformaron el Imperio Soviético y sus satélites, incluyendo a Cuba y algunas aberraciones africanas y asiáticas.
Coincido con Soto Santana en que la "hoja de ruta" que intentamos estructurar desde las páginas de DemocraciaParticipativa.net tiene "una inspiración socialcristiana", como idea estructural y ética que se alimenta en sus raíces del pensamiento de Jacques Maritain y Emmanuel Mounier, entre otros. Lamentablemente, los partidos políticos de inspiración socialcristiana no han desarrollado en los últimos 60 años una estructura programática ni una plataforma política que sea enteramente coherente con esas raíces ideológicas ni tampoco fiel a ellas.
Por otra parte, aunque éstos dos filósofos políticos franceses escriben desde la Francia y la Europa del siglo XX, muy poco tienen que ver con la Revolución Francesa y su evolución hacia sistemas autoritarios y totalitarios. Por lo tanto, no coincido con Soto Santana en cuanto a que esta Revolución haya sido la gestora del Estado moderno, aun cuando muchas de sus ideas han derivado positivamente en la entelequia que hoy conocemos como Estado del Bienestar. El estado democrático moderno en su mecanismo de equilibrio de poderes y descentralización democrática encuentra más sus raíces en la Revolución Americana, donde la equidad o igualdad de oportunidades no tiene la finalidad de la igualdad forzosa de los ciudadanos bajo el control paternalista o absolutista del Estado.
En cuanto a los anarquistas y la interesante y detallada opinión de Robert Graham que nos comenta tan certeramente Soto Santana, hay que reconocerles que van por el buen camino, sólo que saltaron demasiado lejos hacia el abismo del caos. No voy a abundar en una crítica que ya ha sido debidamente elaborada por Soto Santana. Y es que para que haya un equilibrio y exista el orden que permita la debida aplicación de las leyes hace falta una "organización jerárquica asociativa y federativa", como bien nos señala en su análisis.
Además, hay que tener mucho cuidado en no caer en la etapa política de una "dictadura de las mayorías", como sería el resultado de la evolución natural de las ideas de la Revolución Francesa, y como la hemos contemplado en la historia reciente de forma muy grosera en las experiencias de Venezuela y Bolivia. Una dictadura donde los más aplastarían a los menos en un proceso legislativo "democrático" que tiende a derivar inexorablemente hacia el autoritarismo y ulteriormente el totalitarismo o la dictadura. La democracia auténtica se consolida sore unas bases consensuales que limiten el poder de las mayorías y también el de las minorías elitistas. Por lo tanto, deben promover la atomización y/o descentralización del poder en una estructura federativa que promueva la gestión participativa bajo los postulados del principio de subsidiariedad. Ese es el "consenso democrático" que, a su vez, busca sus origenes en el derecho natural y descansa en los cimientos sólidos que proporcionan esas notables herramientas de la modernidad que son los instrumentos internacionalmente reconocidos de los derechos humanos.
"El respeto al derecho ajeno es la paz", nos señaló Benito Juárez. Porque donde se respetan los derechos humanos y las libertades fundamentales de los ciudadanos, hay armonía, florece la democracia y se establece la paz en un ambiente donde imperan la ley y el orden.
Dentro de la confusión premeditada que introducen líderes mesiánicos y populistas hasta consolidar esa terminología o "neohabla" que pronosticó George Orwell en su famosa obra "1984", apuntan a apropiarse de terminología y definiciones que les sirvan de apoyo para consolidar su prestigio para cambiarles el sentido hasta que se acomode a sus ambiciones. Así pasó en su oportunidad con las mal llamadas "democracias populares". Curiosamente, los partidos "populares" de la actualidad política europea se sitúan un poco a la derecha del centro del espectro político del viejo continente y en nada tienen que ver su ideología, métodos o propósitos con los que conformaron el Imperio Soviético y sus satélites, incluyendo a Cuba y algunas aberraciones africanas y asiáticas.
Coincido con Soto Santana en que la "hoja de ruta" que intentamos estructurar desde las páginas de DemocraciaParticipativa.net tiene "una inspiración socialcristiana", como idea estructural y ética que se alimenta en sus raíces del pensamiento de Jacques Maritain y Emmanuel Mounier, entre otros. Lamentablemente, los partidos políticos de inspiración socialcristiana no han desarrollado en los últimos 60 años una estructura programática ni una plataforma política que sea enteramente coherente con esas raíces ideológicas ni tampoco fiel a ellas.
Por otra parte, aunque éstos dos filósofos políticos franceses escriben desde la Francia y la Europa del siglo XX, muy poco tienen que ver con la Revolución Francesa y su evolución hacia sistemas autoritarios y totalitarios. Por lo tanto, no coincido con Soto Santana en cuanto a que esta Revolución haya sido la gestora del Estado moderno, aun cuando muchas de sus ideas han derivado positivamente en la entelequia que hoy conocemos como Estado del Bienestar. El estado democrático moderno en su mecanismo de equilibrio de poderes y descentralización democrática encuentra más sus raíces en la Revolución Americana, donde la equidad o igualdad de oportunidades no tiene la finalidad de la igualdad forzosa de los ciudadanos bajo el control paternalista o absolutista del Estado.
En cuanto a los anarquistas y la interesante y detallada opinión de Robert Graham que nos comenta tan certeramente Soto Santana, hay que reconocerles que van por el buen camino, sólo que saltaron demasiado lejos hacia el abismo del caos. No voy a abundar en una crítica que ya ha sido debidamente elaborada por Soto Santana. Y es que para que haya un equilibrio y exista el orden que permita la debida aplicación de las leyes hace falta una "organización jerárquica asociativa y federativa", como bien nos señala en su análisis.
Además, hay que tener mucho cuidado en no caer en la etapa política de una "dictadura de las mayorías", como sería el resultado de la evolución natural de las ideas de la Revolución Francesa, y como la hemos contemplado en la historia reciente de forma muy grosera en las experiencias de Venezuela y Bolivia. Una dictadura donde los más aplastarían a los menos en un proceso legislativo "democrático" que tiende a derivar inexorablemente hacia el autoritarismo y ulteriormente el totalitarismo o la dictadura. La democracia auténtica se consolida sore unas bases consensuales que limiten el poder de las mayorías y también el de las minorías elitistas. Por lo tanto, deben promover la atomización y/o descentralización del poder en una estructura federativa que promueva la gestión participativa bajo los postulados del principio de subsidiariedad. Ese es el "consenso democrático" que, a su vez, busca sus origenes en el derecho natural y descansa en los cimientos sólidos que proporcionan esas notables herramientas de la modernidad que son los instrumentos internacionalmente reconocidos de los derechos humanos.
"El respeto al derecho ajeno es la paz", nos señaló Benito Juárez. Porque donde se respetan los derechos humanos y las libertades fundamentales de los ciudadanos, hay armonía, florece la democracia y se establece la paz en un ambiente donde imperan la ley y el orden.
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