Jaque a la democracia
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Jaque a la democracia
29 Sep 2021 23:44
La democracia está en crisis. Es una realidad que se aprecia a nivel global, y de la que no escapan países cuyos estándares democráticos harían impensable que algo así pudiera ocurrir. Un artículo reciente publicado por BBC recoge las valoraciones de la historiadora y periodista norteamericana Anne Applebaum sobre este fenómeno. La autora del libro "El ocaso de la democracia. La seducción del autoritarismo", señala el preocupante declive de los valores democráticos que se verifica en lugares representativos como Estados Unidos, Reino Unido, Francia o Polonia. Una situación que se hace mas evidente en naciones de un corto historial en la materia, en particular America Latina. El advenimiento de la del coronavirus ha contribuido a agravar el problema. Si bien las afectaciones del Covid 19 dieron lugar a la aplicación de disposiciones dictadas para proteger a los ciudadanos del contagioso virus, estas facultades abrieron un margen bastante amplio en beneficio de quienes desean cortar libertades y derechos. Se veía venir desde el principio. China fue el mejor exponente.
Las recientes perturbaciones ocurridas en Estados Unidos relacionadas con las elecciones en las que resultó triunfador el presidente Joe Biden, y los eventos relacionados con esos resultados, constituyen un ejemplo de como la influencia de una personalidad intoxicada por ínfulas totalitarias y populistas, puede causar daños que pudieran ser irreparables en un sistema aparentemente inmune a estos males y de una estructura democrática sólida. El influjo del trumpismo en millones de sus seguidores de cierta manera no solo agrietó la confianza en los poderes constitucionales de la nación, sino que contribuyó a crear una atmosfera propicia para la aprobación de leyes que buscan restringir los derechos del voto en diferentes estados. Todo producto de una prolongada campaña sobre un supuesto fraude electoral que a la postre se demostró era una maniobra basada en falsos presupuestos y mentiras, todo para que, llegado el momento, creara dudas sobre el resultado si este era adverso al mandatario republicano.
A pesar de que los argumentos sobre la supuesta fraudulencia que puso fin a la estancia de Trump en la Casa Blanca no pudieron ser probados, aquellos sirvieron para elaborar y aprobar legislaciones que dificultan en extremo la participación de millones de ciudadanos en un derecho que es a la vez uno de los deberes de cumplimiento señalado de manera especial para los que se acogen a la ciudadanía norteamericana. Bajo estos reglamentos el margen de participación del votante se ve seriamente limitado: horarios de sufragio en días laborales con pocos centros para ejercer el voto, disminución de vías, en específico el uso del correo, que faciliten una participación más amplia de trabajadores, personas de edad avanzada o disminuidas por problemas de salud. Por el contrario, se coartan al máximo las posibilidades con medidas que entre otras cosas dejan como única opción mantenerse por horas en una línea para votar, aplican estrictas reglas a la fecha en que se debe aceptar la recepción de un voto por correo y hasta penalizan la entrega de agua a los votantes que permanecen en fila o que incluso exigen el pago anticipado de cualquier deuda financiera pendiente para poder votar. Una maniobra perfilada contra el ejercicio democrático de grupos minoritarios, pobres, obreros y estudiantes. Es un ejemplo de los peligros a los que apunta la señora Applebaum en referencia a la nación que abandera la practica democrática ante el resto del mundo.
Pero hay otros detalles preocupantes que avisan del mal estado de salud que aqueja a la democracia a nivel universal. Hace pocos días críticos del presidente salvadoreño Nayib Bukele denunciaban un manejo tendiente a eliminar el estado de derecho en la republica centroamericana mediante un proyecto de reforma constitucional donde desaparece la prohibición expresa a la existencia de un partido único contenida en la actual Carta Magna. Antes habían sido noticia reformas de leyes para nombrar jueces aparentemente leales al gobierno, la votación favorable a una resolución que permitiría la reelección inmediata del presidente para el período 2024 al 2029 y la Ley del Bitcoin puesta en vigor sin que se informara siquiera los encargados de su implementación. Es de señalar que Bukele cuenta con un amplio apoyo popular que le acompaña desde que arrasó en las urnas en 2019 y ganara mayoría absoluta en las legislativas del 2021. Pero en la medida que el poder se concentra en la persona del presidente, la reacción de la sociedad, lejos del rechazo, refleja cuando menos la conformidad en una amplia mayoría que aprueba su gestión.
Por otra parte, el lastre que hunde a las democracias no solo proviene de los populismos en boga. La corrupción galopante que se adueña de las sociedades independientemente de la ideología o los colores políticos de quien las gobierna, es una de las mayores amenazas para la supervivencia de un sistema que pierde credibilidad de manera alarmante. Resulta interesante una curiosa coincidencia de la reacción popular en dos escenarios distantes y completamente diferentes como son Guinea Conakri y México. En el país africano un golpe militar derrocó a Alpha Condé, presidente elegido por la vía del voto democrático. La asonada golpista ocurrida a principios de septiembre apenas recibió resistencia por parte de la ciudadanía que según notas de prensa salió a las calles al grito de "¡Viva el Ejército! ¡Viva el golpe de Estado!". Una rección que puede ser explicada a la luz de los males de un mandatario que desgobernó a los suyos y quiso eternizarse “democráticamente” en el poder. En el caso mexicano una encuesta realizada en marzo por el Instituto Nacional de Geografía y Estadística acerca de la posibilidad de que un gobierno militar pudiera asumir el control de la nación, arrojó un resultado bastante alarmante al datar que 40 por ciento de los encuestados se mostró favorable a esa eventualidad. La estadística mostró que ocho de cada diez ciudadanos creen que una estrategia militar de control redundaría en la mejoría del país y que se sentirían más seguros con un líder político fuerte y autoritario. En el 77 por ciento favorable a la estancia de un gobierno militar, un poco mas del 40 estaría “muy de acuerdo” y 36 por ciento solo “de acuerdo”. El contraste de la cifra está en el 22 por ciento restante que se dividió entre los que manifestaron estar “algo en desacuerdo” y “muy en desacuerdo”. De ser tomada la encuesta con total rigurosidad resulta notable el minoritario porcentaje de los defensores a ultranza de la democracia frente a empujes totalitarios.
Para Anne Applebaum el declive de la democracia no es inevitable, pero tampoco resulta evitable su supervivencia. Según la historiadora el futuro de este valor está en las decisiones que tomen los ciudadanos en plena conciencia. Pero muchas veces son los mismos ciudadanos los que con sus actitudes asumen una postura errónea cuando confunden conceptos tales como libertad y democracia desde una reducida perspectiva individualista. Y los políticos de manera irresponsable u oportunista, corresponden a esas posiciones con medidas y leyes que apuntan al favoritismo de quienes pueden asegurarles votos y la posibilidad de conservar sus puestos, pasando por alto las consecuencias de su apego a los sitiales de poder y que ellos han sido elegidos para gobernar por igual tanto a los que les votaron, como a los que no les dieron el favor en las urnas. Así de mal van las cosas en el tablero de juego político donde la democracia se ve cada vez más en situación de jaque, acosada hasta por las piezas que deberían cuidarle.
Las recientes perturbaciones ocurridas en Estados Unidos relacionadas con las elecciones en las que resultó triunfador el presidente Joe Biden, y los eventos relacionados con esos resultados, constituyen un ejemplo de como la influencia de una personalidad intoxicada por ínfulas totalitarias y populistas, puede causar daños que pudieran ser irreparables en un sistema aparentemente inmune a estos males y de una estructura democrática sólida. El influjo del trumpismo en millones de sus seguidores de cierta manera no solo agrietó la confianza en los poderes constitucionales de la nación, sino que contribuyó a crear una atmosfera propicia para la aprobación de leyes que buscan restringir los derechos del voto en diferentes estados. Todo producto de una prolongada campaña sobre un supuesto fraude electoral que a la postre se demostró era una maniobra basada en falsos presupuestos y mentiras, todo para que, llegado el momento, creara dudas sobre el resultado si este era adverso al mandatario republicano.
A pesar de que los argumentos sobre la supuesta fraudulencia que puso fin a la estancia de Trump en la Casa Blanca no pudieron ser probados, aquellos sirvieron para elaborar y aprobar legislaciones que dificultan en extremo la participación de millones de ciudadanos en un derecho que es a la vez uno de los deberes de cumplimiento señalado de manera especial para los que se acogen a la ciudadanía norteamericana. Bajo estos reglamentos el margen de participación del votante se ve seriamente limitado: horarios de sufragio en días laborales con pocos centros para ejercer el voto, disminución de vías, en específico el uso del correo, que faciliten una participación más amplia de trabajadores, personas de edad avanzada o disminuidas por problemas de salud. Por el contrario, se coartan al máximo las posibilidades con medidas que entre otras cosas dejan como única opción mantenerse por horas en una línea para votar, aplican estrictas reglas a la fecha en que se debe aceptar la recepción de un voto por correo y hasta penalizan la entrega de agua a los votantes que permanecen en fila o que incluso exigen el pago anticipado de cualquier deuda financiera pendiente para poder votar. Una maniobra perfilada contra el ejercicio democrático de grupos minoritarios, pobres, obreros y estudiantes. Es un ejemplo de los peligros a los que apunta la señora Applebaum en referencia a la nación que abandera la practica democrática ante el resto del mundo.
Pero hay otros detalles preocupantes que avisan del mal estado de salud que aqueja a la democracia a nivel universal. Hace pocos días críticos del presidente salvadoreño Nayib Bukele denunciaban un manejo tendiente a eliminar el estado de derecho en la republica centroamericana mediante un proyecto de reforma constitucional donde desaparece la prohibición expresa a la existencia de un partido único contenida en la actual Carta Magna. Antes habían sido noticia reformas de leyes para nombrar jueces aparentemente leales al gobierno, la votación favorable a una resolución que permitiría la reelección inmediata del presidente para el período 2024 al 2029 y la Ley del Bitcoin puesta en vigor sin que se informara siquiera los encargados de su implementación. Es de señalar que Bukele cuenta con un amplio apoyo popular que le acompaña desde que arrasó en las urnas en 2019 y ganara mayoría absoluta en las legislativas del 2021. Pero en la medida que el poder se concentra en la persona del presidente, la reacción de la sociedad, lejos del rechazo, refleja cuando menos la conformidad en una amplia mayoría que aprueba su gestión.
Por otra parte, el lastre que hunde a las democracias no solo proviene de los populismos en boga. La corrupción galopante que se adueña de las sociedades independientemente de la ideología o los colores políticos de quien las gobierna, es una de las mayores amenazas para la supervivencia de un sistema que pierde credibilidad de manera alarmante. Resulta interesante una curiosa coincidencia de la reacción popular en dos escenarios distantes y completamente diferentes como son Guinea Conakri y México. En el país africano un golpe militar derrocó a Alpha Condé, presidente elegido por la vía del voto democrático. La asonada golpista ocurrida a principios de septiembre apenas recibió resistencia por parte de la ciudadanía que según notas de prensa salió a las calles al grito de "¡Viva el Ejército! ¡Viva el golpe de Estado!". Una rección que puede ser explicada a la luz de los males de un mandatario que desgobernó a los suyos y quiso eternizarse “democráticamente” en el poder. En el caso mexicano una encuesta realizada en marzo por el Instituto Nacional de Geografía y Estadística acerca de la posibilidad de que un gobierno militar pudiera asumir el control de la nación, arrojó un resultado bastante alarmante al datar que 40 por ciento de los encuestados se mostró favorable a esa eventualidad. La estadística mostró que ocho de cada diez ciudadanos creen que una estrategia militar de control redundaría en la mejoría del país y que se sentirían más seguros con un líder político fuerte y autoritario. En el 77 por ciento favorable a la estancia de un gobierno militar, un poco mas del 40 estaría “muy de acuerdo” y 36 por ciento solo “de acuerdo”. El contraste de la cifra está en el 22 por ciento restante que se dividió entre los que manifestaron estar “algo en desacuerdo” y “muy en desacuerdo”. De ser tomada la encuesta con total rigurosidad resulta notable el minoritario porcentaje de los defensores a ultranza de la democracia frente a empujes totalitarios.
Para Anne Applebaum el declive de la democracia no es inevitable, pero tampoco resulta evitable su supervivencia. Según la historiadora el futuro de este valor está en las decisiones que tomen los ciudadanos en plena conciencia. Pero muchas veces son los mismos ciudadanos los que con sus actitudes asumen una postura errónea cuando confunden conceptos tales como libertad y democracia desde una reducida perspectiva individualista. Y los políticos de manera irresponsable u oportunista, corresponden a esas posiciones con medidas y leyes que apuntan al favoritismo de quienes pueden asegurarles votos y la posibilidad de conservar sus puestos, pasando por alto las consecuencias de su apego a los sitiales de poder y que ellos han sido elegidos para gobernar por igual tanto a los que les votaron, como a los que no les dieron el favor en las urnas. Así de mal van las cosas en el tablero de juego político donde la democracia se ve cada vez más en situación de jaque, acosada hasta por las piezas que deberían cuidarle.
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