Efectivamente, es durante el reinado de Stalin sobre el comunismo internacionalista que se propagó desde Moscú la idea de que la derecha era fascista y que Hitler era su paradigma, entretanto que su marxismo-leninista era el paradigma de la izquierda. Desde entonces, lo de la izquierda y la derecha es una fabulosa mentira. El que se la quiera creer, que se la crea. Derecha e izquierda son conceptos muy alejados de su origen en la Revolución Francesa que ahora bailan en la gran mascarada en que se ha convertido el mundo en el que las palabras son utilizadas como disfraces que confunden aviesamente su significado real. Por tanto, uno es de izquierdas o de derechas dependiendo de la silla en que se siente el otro. Y desde la silla de Stalin, el fascismo era la "derecha", en la consabida estrategia de tergiversar los conceptos y las palabras para ocultar que el fascismo/nazismo era también un socialismo de origen marxista a través del movimiento creado por Mussolini. En realidad, la principal diferencia entre Hitler y Stalin no era la pretendida ideología de esos caudillos sino que uno impulsaba el nacionalismo con preponderancia germana y el otro bregaba por un internacionalismo manejado desde Moscú.
Por tanto, es preferible referirse a doctrinas como "conservadurismo", "libertarianismo", "democracia cristiana" o "socialismo", entre muchos otros matices, para diferenciar claramente el individualismo frente al colectivismo, la confesionalidad frente al laicismo, la propiedad privada y la libre empresa frente a la propiedad pública de ciertas actividades económicas (o de todas, según sea más o menos extremista el proyecto político), la igualdad de oportunidades frente a la igualdad de resultados, el tradicionalismo frente al reformismo social, el conservadurismo y el libertarianismo frente al socialismo (también llamado progresismo), etc. Actualmente, el discurso político de la mayor parte de fuerzas del liberalismo europeo, del conservadurismo y del libertarianismo favorecen en términos generales una política orientada a promover la riqueza a través de la libre competencia. La democracia cristiana también, aunque con más flexibilidad en la aceptación de una necesaria intervención estatal cuando hay abusos a nivel económico y social.
En general, el sector más liberal/conservador/libertario enfatiza el libre mercado por encima del intervencionismo de las administraciones públicas y busca potenciar valores y derechos individuales, frente a posiciones colectivistas o estatistas. Por su parte, la democracia cristiana trata de establecer un equilibrio entre ambas tendencias.
Es indispensable que rechacemos los nebulosos conceptos de "derecha", "centro" o "izquierda" para asumir una clara definición ideológica de nuestras preferencias económicas y sociales. Entonces sería más fácil entenderse y comprender los matices intermedios entre esas ideologías para poder impulsar un ambiente de diálogo y transacción en una sociedad democrática y libre.