Es notable cómo muchos católicos y otros cristianos se inclinan a favor de tesis que son producto de la ideología socialista, incluso de los preceptos más extremos del Marxismo y el Leninismo. En otras palabras, confunden la Justicia Social que formula la Iglesia con los esquemas del ultrasocialismo o del comunismo (también disfrazado como "socialismo real" o "progresivismo"). El Obispo Fulton J. Sheen ya estaba aclarando esta cuestión en pocas palabras y con notable precisión desde la década de los 60, subrayando que aunque las protestas del comunismo coinciden con algunos de los principios de la Iglesia:
«En realidad, hay una crítica mucho mejor del orden económico existente, basado en la supremacía del lucro, en dos encíclicas de León XIII y Pío XI que en todos los escritos de Marx. Pero las reformas del comunismo son erróneas, porque se inspiran en los mismos errores que combate. El comunismo comienza con el error liberal y capitalista de que el hombre es un ser económico y, en lugar de corregirlo, no hace más que intensificarlo hasta que el hombre acaba siendo un robot en una gigantesca máquina económica. Existe una relación más estrecha entre el comunismo y el capitalismo monopolista de lo que sospecha la mayoría de las personas. Ambos están de acuerdo en la base materialista de la civilización; sólo difieren en saber quién dominará esa base: los capitalistas o los burócratas».
El Obispo Sheen se refería en particular a las encíclicas Rerum Novarum y Quadragesimo Anno, que abundaron sobre este tema y salieron al paso de las tesis anarquistas de Miguel Bakunin, las socialistas de Saint-Simon, Rourier o Proudhon o las comunistas de Carlos Marx. En Quadragesimo Anno, Pío XI fue preciso al señalar que: "Socialismo religioso, socialismo cristiano, implican términos contradictorios: nadie puede ser a la vez buen católico y verdadero socialista" (QA, 120), porque cualquier ideología colectivista es enemiga del concepto cristiano que ensalza la dignidad y los derechos de la persona en un ambiente social justo y participativo de respeto mutuo y cordial y enriquecedor intercambio de ideas y proyectos.
Frente al colectivismo y dentro del sobresaliente concepto de Justicia Social que destaca la Doctrina Social de la Iglesia, ha quedado plasmada una teoría de Justicia Distributiva o “distributismo” que se remonta a principios normativos postulados por Aristóteles sobre lo que es justo en la asignación de bienes en una sociedad. Esta tesis "distributiva" no debe confundirse con los esquemas del Estado de bienestar implantado en muchos países con un aparente propósito de distribuir equitativamente la riqueza, sino que se funda en un esquema de proporcionalidad basado en los méritos y el esfuerzo individual. Mientras que el Estado de bienestar (welfare) estimula una cultura de dependencia, la justicia social del distributismo promueve la iniciativa individual y empresarial mediante una política en la que el Estado no es interventor ni gestor sino garante y patrocinador.