¿Debe consentir la Democracia los partidos políticos extremistas?

  • Gerardo E. Martínez-Solanas
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¿Debe consentir la Democracia los partidos políticos extremistas?

15 Oct 2020 17:59 - 15 Oct 2020 19:06
#11473
Cuando hablamos de partidos políticos extremistas, debe quedar en claro que se les identifica por las normas y principios antidemocráticos de sus plataformas políticas y por el activismo abiertamente orientado a cambiar el sistema democrático introduciendo controles y centralizando el poder.

Dicho esto, consideremos en primer lugar que los problemas fundamentales de una teoría moderna de la democracia son tan diferentes de la antigua teoría de la democracia que si muchos dan por sentado que están estrechamente correlacionados es porque esta diferencia no ha sido comprendida, precisamente quizás por la simplicidad de la teoría. Evita palabras abstractas y altisonantes como “regla”, “libertad” y “razón”. Prácticamente todos creemos en la libertad y la razón, pero no creo que se pueda construir una teoría sencilla, práctica y fructífera basada sólo en estos términos básicos. Son demasiado abstractos y demasiado propensos a ser mal utilizados; y, por supuesto, nada se puede ganar con sus definiciones particulares.

Los atenienses sabían que un voto popular puede estar equivocado, incluso en los asuntos más importantes. La institución del ostracismo reconoció esto: la persona condenada al ostracismo fue prohibida solo por precaución; no fue juzgado ni considerado culpable; sólo se le aislaba de la vida social. Los atenienses tenían razón: las decisiones tomadas democráticamente, e incluso los poderes transmitidos a un gobierno por un voto democrático, pueden estar muy equivocados o adulterados. Para evitarlo, es difícil, si no imposible, construir una Constitución que proteja contra todos los errores. Ésta es una de las razones más poderosas para fundamentar el concepto de democracia en el principio práctico de EVITAR LA TIRANÍA en lugar de circunscribirnos exclusivamente a un derecho divino, o éticamente legítimo, del pueblo a gobernar.

La "Revolución Gloriosa" de 1688 condujo al desarrollo de la democracia británica a través de un fortalecimiento gradual del poder del Parlamento. El carácter único de este desarrollo se debió precisamente a la experiencia de que las disputas teológicas e ideológicas fundamentales sobre quién debería gobernar solo conducen a la catástrofe. La legitimidad real ya no era un principio confiable, ni tampoco el gobierno del pueblo. En la práctica, se llegó a un equilibrio mediante el cual hubo una monarquía creada por la voluntad del Parlamento y se produjo gradualmente un aumento bastante constante del poder parlamentario. Los británicos dudaban de los principios abstractos; y el problema platónico "¿Quién debería gobernar?" no ha vuelto a plantearse seriamente en Gran Bretaña hasta nuestros días.

Karl Marx todavía estaba dominado por el viejo problema platónico y su visión de la democracia ateniense, a la cual interpretaba como: “¿Quién debería gobernar? ¿Los buenos o los malos, los trabajadores o los capitalistas?" E incluso aquellos que rechazaron el Estado por completo, en nombre de la libertad, no pudieron liberarse de las cadenas de ese antiguo problema tan mal concebido; porque se llamaban a sí mismos anarquistas, es decir, opositores de todas las formas de gobierno.

Un problema completamente nuevo debería reconocerse como el problema fundamental de una teoría política racional. El nuevo problema, a diferencia del antiguo “¿Quién debe gobernar?”, se debe formular de la siguiente manera: "¿Cómo se va a constituir el Estado para que los malos gobernantes puedan ser eliminados sin derramamiento de sangre, sin violencia?"

Esto, en contraste con la vieja pregunta, es un problema completamente práctico, casi técnico. Y las democracias modernas son todas buenos ejemplos de soluciones prácticas a este problema, aunque no fueron diseñadas conscientemente con este problema en mente. Porque todos adoptan la solución más simple al nuevo problema, es decir, el principio ideal de que el gobierno puede ser destituido por mayoría de votos. Sin embargo, sería mejor si todos nos abstuviéramos de señalar el “imperio del pueblo”, que postula esa posible (y casi siempre utópica) destitución incruenta del gobierno tiránico por mayoría de votos (como se intentó en el revocatorio venezolano de 2004), para entronizar, más bien, el “imperio de la ley”, que es lo que hoy día definimos como un Estado de derecho, en el cual, además de la intervención activa del pueblo, impera la ley a todos los niveles, es decir, la ley suprema, que es la Constitución y los derechos y libertades fundamentales en ella contenidos, los cuales no pueden suprimirse por mayoría de votos.

"¿Qué hay que hacer si alguna vez la gente vota para establecer una dictadura?" Los cubanos decían que "el pueblo nunca se equivoca", pero ha sucedido. ¿Y si sucede? Podríamos basar toda nuestra teoría en esto: en que solo conocemos dos alternativas: una dictadura o alguna forma de democracia. Y no basamos nuestra elección en la bondad de la democracia, que puede ser dudosa, sino únicamente en la maldad de una dictadura, sobre lo cual no hay discusión posible. Entonces, ¿por qué la democracia debe aceptar en su estructura partidos políticos claramente enemigos del sistema democrático?

La democracia tal como la concebimos y practicamos hoy NO es la imagen de una sociedad ideal, o de la sociedad donde cada uno recibiría según sus necesidades; por el contrario, es un paquete de garantías institucionales de la libertad de cada uno para vivir con amplia independencia dentro del reconocimiento de sus derechos y así crear una vida individual. También es una sociedad donde el Otro es reconocido por las instituciones pero también por mí como Sujeto, es decir, como alguien cuya historia de vida personal combina acción técnica y memoria colectiva o personalidad individual.

La pregunta es, pues, ¿cuáles son los adversarios de la democracia? Y, ¿cómo puede una democracia liberal defenderse de los opositores extremistas sin socavar sus propios valores fundamentales? Alemania, por ejemplo, creó bajo Adenauer la llamada Wehrhafte Demokratie o democracia militante. En pocas palabras, dentro de una democracia militante no hay espacio político para los extremistas (es decir, los antidemocráticos).

Sin embargo, prohibir los partidos extremistas y antidemocráticos no significa restringir la libertad de expresión. ¡No significa prohibir el discurso extremista! Porque la libertad de expresión consiste en el amplio intercambio de ideas que robustece la democracia. Significa simplemente ejercer el Estado de derecho para impedir que los enemigos de la democracia la destruyan. Deben tener la libertad de expresión que se aplica a todos, pero no la libertad de organizarse para destruir el sistema democrático. Los enemigos de la democracia son simplemente delincuentes políticos y, como tales, hay que tratarlos.
Last edit: 15 Oct 2020 19:06 by Gerardo E. Martínez-Solanas.
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Re: ¿Debe consentir la Democracia los partidos políticos extremistas?

18 Oct 2020 08:45 - 18 Oct 2020 08:46
#11475
Claro, preciso y bien pensado.

Me gustaría recordar algunas frases célébres de Antoine de Saint-Just, "el Arcángel del Terror", revolucionario francés, abogado, uno de los inspiradores de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789. Guillotinado a los 26 años en 1794 a la caída de Robespierre.

"No habrá libertad para los enemigos de la libertad"
"Un pueblo solo tiene un enemigo peligroso; su gobierno"
"La fuerza no tiene derecho ni razón pero no se puede prescindir de ella para hacer respetar el derecho y la razón"
Last edit: 18 Oct 2020 08:46 by Abelardo Pérez García.
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Re: ¿Debe consentir la Democracia los partidos políticos extremistas?

18 Oct 2020 18:16
#11476
La primera frase citada de Saint Just ("No habrá libertad para los enemigos de la libertad") es extremista y debe ser rechazada como tal. Los enemigos de la democracia deben contar con todos los derechos y libertades que gozan los demás. Al mismo tiempo, deben respetar las mismas obligaciones; sobre todo, la obligación de acatar los derechos y libertades de los demás. Cuando quebrantan el respeto a esas obligaciones, organizándose para desmantelar un sistema que ha establecido un Estado de derecho, deben recibir todo el peso de la ley que defiende esos derechos, libertades y obligaciones.

La segunda frase ("Un pueblo solo tiene un enemigo peligroso; su gobierno") sirve de base al anarquismo más radical. Si el gobierno de un país fuera el enemigo del pueblo por definición, la alternativa es un Estado sin gobierno, es decir una sociedad en caos.

La tercera frase ("La fuerza no tiene derecho ni razón pero no se puede prescindir de ella para hacer respetar el derecho y la razón") es la mejor y quizás la única acertada de las tres citadas.

En "Gobierno del Pueblo: Opción para un Nuevo Siglo" (disponible en Amazon o escribiendo a geramartin@att.net), digo lo siguiente:
«no podemos perder de vista que el elemento principal del poder es la autoridad, y que esta no puede ejercerse sin una capacidad coactiva o de fuerza.  La cuestión consiste en no confundir la fuerza con la violencia y en reconocer que la concordia convierte a la fuerza que requiere el poder en un elemento simbólico, aunque necesario.  Necesario, porque ninguna sociedad se convierte en panacea ni desemboca en la utopía.  Habrá siempre crimen, corrupción, abuso, irresponsabilidad y desgobierno.»
(...)
«Dentro de ese concepto entran en juego los elementos físicos de fuerza en una sociedad: las fuerzas armadas y las fuerzas de mantenimiento del orden. Todas las demás manifestaciones de la sociedad, a nivel político y social, no pasan de ser grupos de presión con una influencia mayor o menor según sea su número.  Estos grupos, según estén organizados, sólo pueden ejercer autoridad y mantenerla frente a los elementos delictivos, antisociales o putschistas, si cuentan con el respaldo de esas instituciones armadas que tienen la fuerza para defender a la sociedad a cuyo servicio están.»
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Re: ¿Debe consentir la Democracia los partidos políticos extremistas?

19 Oct 2020 09:29
#11477
Gerardo entendió que las citas de Saint-Just tenían por único objetivo incitar a reflexionar sobre el tema.
Sería bueno que otros lectores dieran también su opinión.

Me pregunto si no se puede considerar que cuando Gerardo escribe en su artículo inicial: "[los enemigos de la democracia] deben tener la libertad de expresión que se aplica  a todos, pero no la libertad de organizarse para destruir el sistema democrático" no sostiene de cierto modo la consigna de Saint-Just; "No habrá libertad para los enemigos de la libertad" o si no se trata de cierta hipocresía democrática.  
Me parece que la defensa de la Democracia implica necesariamente la supresión o la limitación de ciertos derechos para algunos de los ciudadanos.
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