¿David versus Goliath?
- Gerardo E. Martínez-Solanas
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¿David versus Goliath?
25 Jul 2020 18:43 - 05 Aug 2020 19:48
En política, la habilidad o astucia para manejar y resolver situaciones difíciles se acostumbra a calificarla diciendo que "hay que tener mucha mano izquierda", sobre todo en relaciones exteriores con otros países y organizaciones internacionales. En otras palabras, se trata de que es indispensable ceder en los diferendos y conflictos de parte y parte para alcanzar la armonía, la paz y la consecuente prosperidad.
Tenemos un ejemplo excelente en el caso de Finlandia durante los 44 años subsiguientes a la II Guerra Mundial, frente al colosal Imperio Soviético, al cual, además, se había enfrentado en esa guerra y se vio obligado a cederles el territorio que los soviéticos nombraron como "República de Karelia" y otros más pequeños (ver mapa). Finlandia no pretendió ser un David que derribara al coloso sino que usó con ejemplar humildad mucha "mano izquierda" para preservar su independencia política y económica, y pese a la presión de su agresivo vecino logró salir adelante como uno de los países más progresistas y económicamente desarrollados del mundo. No fue así en el caso del Tibet, que enfrentó valientemente (y con toda razón) las pretensiones hegemónicas de China pero acabó aplastado por el poderoso vecino en un enfrentamiento armado que hubiera sido más razonable evitar a toda costa.
Otro buen ejemplo semejante al de Finlandia lo encontramos en Suiza, que logró contemporizar y mantener su independencia rodeada por los poderosos ejércitos nazis y fascistas durante la II Guerra Mundial y que ahora mantiene también una independencia amigable frente al coloso europeo.
En otras palabras, la característica de todo buen gobernante es lograr un nivel aceptable de bienestar para su país y su pueblo. Cualquier enfrentamiento bélico con los poderosos, o siquiera una intransigente rivalidad política y económica con ellos, impide que cumpla con su misión de beneficiar al país que gobierna. Es decir, el buen gobernante, sobre todo si lo es de un país pequeño, debe tener mucha "mano izquierda" en sus relaciones con los poderosos. Eso sí, dándose a respetar, pero sin el alardoso desafío en una lucha de poder ni, mucho menos, dándose el lujo de agredirlo.
El socialismo extremista, el llamado "comunismo" y el recién clonado "socialismo del siglo XXI", practican la política del enfrentamiento y pretenden repetir metafóricamente la historia de David y Goliath. Incluso en la época del Imperio Soviético el bloque totalitario se empeñó en enfrentar agresivamente a los países democráticos pese a su abrumadora inferioridad militar, tecnológica, económica y científica. Occidente fue un buen gigante que optó por torearlos durante muchas décadas aquejadas por enfrentamientos armados entre terceros en lugares lejanos. Aunque pudieron haber adoptado una política de mano izquierda para llegar a relaciones armoniosas de colaboración con Occidente, prefirieron el enfrentamiento debilitante que mantuvo a sus pueblos sojuzgados y sufriendo las consecuencias de la obstinada lucha por el poder mundial que sostenían sus ambiciosos gobernantes.
El Castrismo en Cuba optó también por un enfrentamiento, todavía más desigual, a costa de la miseria de todo un pueblo que, en los momentos del triunfo de la Revolución contra Batista, estaba a punto de lograr un Estado de bienestar al nivel de las naciones desarrolladas. Si la Revolución hubiera seguido el ejemplo de Finlandia o el de Suiza, Cuba sería hoy día un emporio gozando de la bonanza de magníficas relaciones comerciales y diplomáticas con el gigante del Norte y el resto del mundo.
Por el contrario, optó casi desde los primeros días por representar irresponsablemente el papel de David frente a un Goliat que hasta ese momento no había sido su enemigo. ¡Y el David caribeño lanzó la primera piedra! ... Pero no dio en el blanco y no ha logrado derribar al gigante en los 60 años que lleva lanzándole piedras. Lanzó esa primera piedra y confiscó sin contemplaciones y sin compensación alguna las propiedades del gigante y se dedicó a coquetear con su principal enemigo, además de promover mediante intervenciones guerrilleras la inestabilidad de otros países de América Latina ¡y hasta de la lejana África! Además, engañó a su propio pueblo, al que había prometido elecciones, y a los grupos políticos aliados en la lucha contra Batista, a quienes había prometido un sistema democrático.
Es un hecho que nunca he visto revelado, el que las confiscaciones de intereses estadounidenses por parte del Castrismo en los dos primeros años (1959-1960) fueron con mucho las más grandes de la historia, comparadas con otras que había sufrido Estados Unidos por parte de países enemigos desde su independencia, las cuales, en dólares de entonces convertidos a dólares de hoy, representan más de 22 mil millones de dólares.
La reacción del gigante fue inicialmente conciliatoria, pero ante la intransigencia del nuevo régimen cubano, intentó derrocarlo al cabo de dos años y medio de controversias mediante un plan absurdo, utilizando una escasa brigada de voluntarios cubanos que no contaba con armamentos pesados, ni fuerzas blindadas, ni apoyo aéreo, ni el reconocimiento de Estados Unidos como beligerantes para suministrarles pertrechos y darles el debido apoyo militar. Como era de esperarse en semejantes circunstancias, el plan original del General Eisenhower diluido por las absurdas limitaciones impuestas por el Presidente Kennedy, fracasó totalmente. Fue después de esto que Kennedy quiso recuperar algo de su maltrecho prestigio con su Proclamación 3447 (efectiva el 7 de febrero de 1962) que declaraba "un embargo a todo el comercio entre Estados Unidos y Cuba", ¡un comercio que hasta esos momentos se había mantenido a pesar de la política castrista!
No sería hasta después de la alianza de Cuba con el Imperio Soviético y de la crisis causada por los misiles nucleares que Rusia estaba empezando a instalar en la Isla, que el 8 de febrero de 1963 los Estados Unidos prohibieron los viajes a Cuba y meses después, en julio, aprobaron el Cuban Assets Control Regulations (CACR), por el cual incluyeron amplias sanciones económicas que declaraban ilegales las transacciones financieras con Cuba.
Ese es el origen del embargo de Estados Unidos a Cuba, que no tuvo efecto alguno para suprimir o, al menos, frenar la consolidación, prolongación y permanencia del totalitarismo cubano, apoyado por enormes subsidios procedentes del Imperio Soviético y contando con el resto del mundo, abierto no sólo al comercio con Cuba sino dispuesto a concederle empréstitos que en el medio siglo subsiguiente rara vez ha pagado, además del irresponsable, ilógico e incomprensible apoyo que han tenido en las organizaciones internacionales en contra de Estados Unidos.
Esta situación de un embargo inoperante que colocaba a Estados Unidos en desventaja frente al David cubano en la palestra internacional acabó promoviendo la ley más conocida como ley Helms-Burton, que pretendía darle al castrismo su último batacazo económico aprovechando el derrumbe soviético y la desaparición de los subsidios soviéticos a principios de los años 90. Esta ley resultó también inoperante, no sólo por la firmeza totalitaria del régimen cubano aferrado al poder sino porque sucesivos presidentes, comenzando por Bill Clinton hasta Barack Obama, y también Donald Trump en sus primeros dos años, decidieron no aplicarla en su totalidad, aplazando una y otra vez las disposiciones del Título III para sancionar a los países que favorecieran a Cuba en contra de Estados Unidos.
En toda esta larga historia de enfrentamientos, el pueblo cubano ha sufrido enormemente por la obstinada y agresiva política del régimen castrista contra Estados Unidos, rechazando todo tipo de negociación que no implique concesiones unilaterales por parte del gigante del Norte. Cuantas veces un Presidente de Estados Unidos, empezando por Carter, les ha tendido la mano, ese régimen totalitario se la ha mordido ferozmente con acciones que obligaron a romper las negociaciones. Los hechos más recientes en este sentido los protagonizó el Presidente Obama, regalándoles concesiones y hasta viajando a Cuba con la ilusoria esperanza de lograr un mínimo de reciprocidad, para quedar vergonzosamente como un buen gigante pidiéndole disculpas al desafiante enano que durante más de medio siglo ha tratado por todos los medios de perjudicar a su vecino y socavar su poder e influencia mundial.
Este es el trasfondo de la realidad de las leyes del embargo de Estados Unidos a Cuba. El actual régimen cubano nunca ha tenido una política de "mano izquierda" con dignidad, al estilo de Finlandia o de Suiza, que es indispensable para el bienestar y prosperidad de su pueblo en un ambiente de armoniosas relaciones internacionales. Y ha tenido la suerte de no toparse con un agresivo gigante como ha sido el caso del Tíbet frente a China. Culpar a los gobiernos de Estados Unidos por el sufrimiento del pueblo cubano es un grave error que favorece la política de enfrentamiento del régimen totalitario y le da argumentos para continuar propagando por el mundo (sobre todo por América Latina) sus ambiciosos designios.
Por otra parte, la historia nos demuestra hasta la saciedad que las sanciones económicas nunca han solucionado la crueldad y permanencia de un régimen totalitario. Esa estrategia sería válida para lograr tales propósitos si formara parte, como un primer paso, de un plan a más largo plazo por el que se advierta al enemigo que los pasos subsiguientes y más radicales están sobre la mesa en otros planes más firmes y decisivos y serán considerados si el adversario no accede a negociaciones legítimas.
La prueba más nefasta (entre muchas otras) que contemplamos en la historia de las negociaciones, que lleva a las trágicas consecuencias que resultan de hacer concesiones a un feroz régimen totalitario, la tenemos en lo que sucedió en Munich cuando el Canciller británico Chamberlain le regaló todo un país al tirano nazi para apaciguarlo. La tiranía cubana no tiene el poderío militar de las fuerzas que el Eje desató en 1939, pero emplea la desestabilizadora estrategia de penetración y no tienen reparos en demostrar su agresividad en lo que ahora llaman "guerras asimétricas", que no hace mucho se calificaban como "Guerra Fría".
Esto se aplica también a lo que está sucediendo en Venezuela. Si los países amantes de la democracia siguen promoviendo el apaciguamiento al estilo de Chamberlain y le regalamos Venezuela al totalitarismo cubano, enfrentaremos otro medio siglo por delante de penetración e inestabilidad en América. La plena aplicación de la ley Helms-Burton no va a resolver esto, a menos que se trate de un primer paso de advertencia que desembocará en un firme y decisivo seguimiento. La multiplicación de sanciones económicas a Venezuela, tampoco. En caso de que no haya un próximo segundo paso en los planes que los poderosos tienen sobre la mesa, mejor será entonces prescindir de esa ley y de esas otras sanciones y derogarlas, porque no servirán para nada más que para escenificar un nuevo falso enfrentamiento entre David y Goliath, a costa de más miseria para los pueblos sojuzgados y de mayor inestabilidad y conflicto generalizados.
Tenemos un ejemplo excelente en el caso de Finlandia durante los 44 años subsiguientes a la II Guerra Mundial, frente al colosal Imperio Soviético, al cual, además, se había enfrentado en esa guerra y se vio obligado a cederles el territorio que los soviéticos nombraron como "República de Karelia" y otros más pequeños (ver mapa). Finlandia no pretendió ser un David que derribara al coloso sino que usó con ejemplar humildad mucha "mano izquierda" para preservar su independencia política y económica, y pese a la presión de su agresivo vecino logró salir adelante como uno de los países más progresistas y económicamente desarrollados del mundo. No fue así en el caso del Tibet, que enfrentó valientemente (y con toda razón) las pretensiones hegemónicas de China pero acabó aplastado por el poderoso vecino en un enfrentamiento armado que hubiera sido más razonable evitar a toda costa.
Otro buen ejemplo semejante al de Finlandia lo encontramos en Suiza, que logró contemporizar y mantener su independencia rodeada por los poderosos ejércitos nazis y fascistas durante la II Guerra Mundial y que ahora mantiene también una independencia amigable frente al coloso europeo.
En otras palabras, la característica de todo buen gobernante es lograr un nivel aceptable de bienestar para su país y su pueblo. Cualquier enfrentamiento bélico con los poderosos, o siquiera una intransigente rivalidad política y económica con ellos, impide que cumpla con su misión de beneficiar al país que gobierna. Es decir, el buen gobernante, sobre todo si lo es de un país pequeño, debe tener mucha "mano izquierda" en sus relaciones con los poderosos. Eso sí, dándose a respetar, pero sin el alardoso desafío en una lucha de poder ni, mucho menos, dándose el lujo de agredirlo.
El socialismo extremista, el llamado "comunismo" y el recién clonado "socialismo del siglo XXI", practican la política del enfrentamiento y pretenden repetir metafóricamente la historia de David y Goliath. Incluso en la época del Imperio Soviético el bloque totalitario se empeñó en enfrentar agresivamente a los países democráticos pese a su abrumadora inferioridad militar, tecnológica, económica y científica. Occidente fue un buen gigante que optó por torearlos durante muchas décadas aquejadas por enfrentamientos armados entre terceros en lugares lejanos. Aunque pudieron haber adoptado una política de mano izquierda para llegar a relaciones armoniosas de colaboración con Occidente, prefirieron el enfrentamiento debilitante que mantuvo a sus pueblos sojuzgados y sufriendo las consecuencias de la obstinada lucha por el poder mundial que sostenían sus ambiciosos gobernantes.
El Castrismo en Cuba optó también por un enfrentamiento, todavía más desigual, a costa de la miseria de todo un pueblo que, en los momentos del triunfo de la Revolución contra Batista, estaba a punto de lograr un Estado de bienestar al nivel de las naciones desarrolladas. Si la Revolución hubiera seguido el ejemplo de Finlandia o el de Suiza, Cuba sería hoy día un emporio gozando de la bonanza de magníficas relaciones comerciales y diplomáticas con el gigante del Norte y el resto del mundo.
Por el contrario, optó casi desde los primeros días por representar irresponsablemente el papel de David frente a un Goliat que hasta ese momento no había sido su enemigo. ¡Y el David caribeño lanzó la primera piedra! ... Pero no dio en el blanco y no ha logrado derribar al gigante en los 60 años que lleva lanzándole piedras. Lanzó esa primera piedra y confiscó sin contemplaciones y sin compensación alguna las propiedades del gigante y se dedicó a coquetear con su principal enemigo, además de promover mediante intervenciones guerrilleras la inestabilidad de otros países de América Latina ¡y hasta de la lejana África! Además, engañó a su propio pueblo, al que había prometido elecciones, y a los grupos políticos aliados en la lucha contra Batista, a quienes había prometido un sistema democrático.
Es un hecho que nunca he visto revelado, el que las confiscaciones de intereses estadounidenses por parte del Castrismo en los dos primeros años (1959-1960) fueron con mucho las más grandes de la historia, comparadas con otras que había sufrido Estados Unidos por parte de países enemigos desde su independencia, las cuales, en dólares de entonces convertidos a dólares de hoy, representan más de 22 mil millones de dólares.
La reacción del gigante fue inicialmente conciliatoria, pero ante la intransigencia del nuevo régimen cubano, intentó derrocarlo al cabo de dos años y medio de controversias mediante un plan absurdo, utilizando una escasa brigada de voluntarios cubanos que no contaba con armamentos pesados, ni fuerzas blindadas, ni apoyo aéreo, ni el reconocimiento de Estados Unidos como beligerantes para suministrarles pertrechos y darles el debido apoyo militar. Como era de esperarse en semejantes circunstancias, el plan original del General Eisenhower diluido por las absurdas limitaciones impuestas por el Presidente Kennedy, fracasó totalmente. Fue después de esto que Kennedy quiso recuperar algo de su maltrecho prestigio con su Proclamación 3447 (efectiva el 7 de febrero de 1962) que declaraba "un embargo a todo el comercio entre Estados Unidos y Cuba", ¡un comercio que hasta esos momentos se había mantenido a pesar de la política castrista!
No sería hasta después de la alianza de Cuba con el Imperio Soviético y de la crisis causada por los misiles nucleares que Rusia estaba empezando a instalar en la Isla, que el 8 de febrero de 1963 los Estados Unidos prohibieron los viajes a Cuba y meses después, en julio, aprobaron el Cuban Assets Control Regulations (CACR), por el cual incluyeron amplias sanciones económicas que declaraban ilegales las transacciones financieras con Cuba.
Ese es el origen del embargo de Estados Unidos a Cuba, que no tuvo efecto alguno para suprimir o, al menos, frenar la consolidación, prolongación y permanencia del totalitarismo cubano, apoyado por enormes subsidios procedentes del Imperio Soviético y contando con el resto del mundo, abierto no sólo al comercio con Cuba sino dispuesto a concederle empréstitos que en el medio siglo subsiguiente rara vez ha pagado, además del irresponsable, ilógico e incomprensible apoyo que han tenido en las organizaciones internacionales en contra de Estados Unidos.
Esta situación de un embargo inoperante que colocaba a Estados Unidos en desventaja frente al David cubano en la palestra internacional acabó promoviendo la ley más conocida como ley Helms-Burton, que pretendía darle al castrismo su último batacazo económico aprovechando el derrumbe soviético y la desaparición de los subsidios soviéticos a principios de los años 90. Esta ley resultó también inoperante, no sólo por la firmeza totalitaria del régimen cubano aferrado al poder sino porque sucesivos presidentes, comenzando por Bill Clinton hasta Barack Obama, y también Donald Trump en sus primeros dos años, decidieron no aplicarla en su totalidad, aplazando una y otra vez las disposiciones del Título III para sancionar a los países que favorecieran a Cuba en contra de Estados Unidos.
En toda esta larga historia de enfrentamientos, el pueblo cubano ha sufrido enormemente por la obstinada y agresiva política del régimen castrista contra Estados Unidos, rechazando todo tipo de negociación que no implique concesiones unilaterales por parte del gigante del Norte. Cuantas veces un Presidente de Estados Unidos, empezando por Carter, les ha tendido la mano, ese régimen totalitario se la ha mordido ferozmente con acciones que obligaron a romper las negociaciones. Los hechos más recientes en este sentido los protagonizó el Presidente Obama, regalándoles concesiones y hasta viajando a Cuba con la ilusoria esperanza de lograr un mínimo de reciprocidad, para quedar vergonzosamente como un buen gigante pidiéndole disculpas al desafiante enano que durante más de medio siglo ha tratado por todos los medios de perjudicar a su vecino y socavar su poder e influencia mundial.
Este es el trasfondo de la realidad de las leyes del embargo de Estados Unidos a Cuba. El actual régimen cubano nunca ha tenido una política de "mano izquierda" con dignidad, al estilo de Finlandia o de Suiza, que es indispensable para el bienestar y prosperidad de su pueblo en un ambiente de armoniosas relaciones internacionales. Y ha tenido la suerte de no toparse con un agresivo gigante como ha sido el caso del Tíbet frente a China. Culpar a los gobiernos de Estados Unidos por el sufrimiento del pueblo cubano es un grave error que favorece la política de enfrentamiento del régimen totalitario y le da argumentos para continuar propagando por el mundo (sobre todo por América Latina) sus ambiciosos designios.
Por otra parte, la historia nos demuestra hasta la saciedad que las sanciones económicas nunca han solucionado la crueldad y permanencia de un régimen totalitario. Esa estrategia sería válida para lograr tales propósitos si formara parte, como un primer paso, de un plan a más largo plazo por el que se advierta al enemigo que los pasos subsiguientes y más radicales están sobre la mesa en otros planes más firmes y decisivos y serán considerados si el adversario no accede a negociaciones legítimas.
La prueba más nefasta (entre muchas otras) que contemplamos en la historia de las negociaciones, que lleva a las trágicas consecuencias que resultan de hacer concesiones a un feroz régimen totalitario, la tenemos en lo que sucedió en Munich cuando el Canciller británico Chamberlain le regaló todo un país al tirano nazi para apaciguarlo. La tiranía cubana no tiene el poderío militar de las fuerzas que el Eje desató en 1939, pero emplea la desestabilizadora estrategia de penetración y no tienen reparos en demostrar su agresividad en lo que ahora llaman "guerras asimétricas", que no hace mucho se calificaban como "Guerra Fría".
Esto se aplica también a lo que está sucediendo en Venezuela. Si los países amantes de la democracia siguen promoviendo el apaciguamiento al estilo de Chamberlain y le regalamos Venezuela al totalitarismo cubano, enfrentaremos otro medio siglo por delante de penetración e inestabilidad en América. La plena aplicación de la ley Helms-Burton no va a resolver esto, a menos que se trate de un primer paso de advertencia que desembocará en un firme y decisivo seguimiento. La multiplicación de sanciones económicas a Venezuela, tampoco. En caso de que no haya un próximo segundo paso en los planes que los poderosos tienen sobre la mesa, mejor será entonces prescindir de esa ley y de esas otras sanciones y derogarlas, porque no servirán para nada más que para escenificar un nuevo falso enfrentamiento entre David y Goliath, a costa de más miseria para los pueblos sojuzgados y de mayor inestabilidad y conflicto generalizados.
Last edit: 05 Aug 2020 19:48 by Gerardo E. Martínez-Solanas.
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