En esta pandemia estamos todos juntos. Y juntos la superaremos. ¡Esperen y verán! Porque, si hay algo que el ser humano ha probado ser a través de los siglos, es resistente y capaz de recuperarse.
El hombre ha pasado por las peores catástrofes naturales, las guerras más violentas y crueles; criminales, tiranos y verdugos de todas las especies; y las plagas o pandemias más devastadoras, casi todas ellas peores que la actual. Aun así, la raza humana, no solo ha sobrevivido, sino que ha superado ampliamente las consecuencias de cada hecatombe, aunque algunas parecían insuperables.
Hoy todos estamos, de una u otra manera, en cuarentena, encerrados en nuestras viviendas. El futuro se nos antoja incierto. El porvenir se ha convertido en algo abstracto, inseguro, amenazante. ¿Cuántos serán contagiados, cuántos no sobreviran? Solo ver la reciente línea de camiones militares transportando cadáveres en Italia, es aterrador.
No solo podemos perder la vida, sino también la supervivencia después de la pandemia. ¿Cuántos perderán sus empleos o sus negocios o utilizarán el total de sus ahorros para poder aguantar el golpe del desempleo? ¿Qué pasará con tantos dependientes de las ayudas sociales de los gobiernos cuando estas tengan que ser recortadas o canceladas debido a la crisis económica creada por el pánico actual?
Este pánico económico es, con toda seguridad, infinitamente más grave y duradero que la misma pandemia.
Sin embargo, es reconfortante ver esa hermandad que ha ido creciendo entre los humanos. Hemos visto y oído, con emoción, a muchos cantar o tocar sus instrumentos desde los balcones de las casas y apartamentos donde están pasando esta cuarentena, que parece no tener fin. Una manera de darle un respiro a la soledad, el miedo y la incertidumbre. Una manera de compartir el aislamiento con “nuevos” hermanos. Otros dan clases de gimnasia, o de cocina, para que todos los vecinos las puedan tomar sin salir de sus viviendas. Compartimos libros, vivencias consejos, con vecinos y extraños, hasta con la policía, como hacía tiempo no lo hacíamos.
Quizá lo mejor es ver a los “milenios”, ese grupo de jóvenes nacidos alrededor del cambio de siglo, vistos por muchos como “indiferentes, tomar su responsabilidad hacia sus semejantes muy en serio. Serán ellos los que lleven la carga más pesada de esta catástrofe mundial. Muchos ancianos dependen del cuidado que ellos les puedan proporcionar, ayudando a mantenerlos seguros, llevando sus mercados, sus remedios, enseñándoles a manejar algún equipo electrónico para que se mantengan comunicados, enviándoles mensajes interesantes y amables.
Hoy somos todos responsables de todos. Hoy nos debemos cubrir de bondad, y no hay mayor bondad y respeto hacia nuestros familiares, amigos y conciudadanos, que no comprar más de lo necesario, para que todo alcance para todos, quedarnos en nuestras casas para disminuir la propagación del contagio y mantenernos comunicados de la manera que podamos.
Nada alegra más un encierro obligado que el sonido de una voz amiga, o amada, a través del teléfono, un corto buenos días o buenas noches, ¿en qué andas?, ¿cómo te sientes? O, un dulce beso imaginario.
Qué este sea el momento fortalecer nuestros lazos de amor, familia y amistad; el momento para leer, aprender un idioma, aprender a bordar, cocinar, pintar o meditar y disfrutar de una soledad fructífera y bien llevada.