El triunfo del Libre Albedrío

  • Gerardo E. Martínez-Solanas
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El triunfo del Libre Albedrío

16 Jan 2020 21:25 - 16 Jan 2020 21:44
#11254
El concepto del mal implica daño, desgracia, calamidad, es decir, todo lo que sea negativo al bienestar humano y a su equilibrio mental y espiritual. El malvado intenta con sus acciones imponer su voluntad a la de otros y avasallar en consecuencia su libre albedrío. Se destaca por su incapacidad de utilizar y desarrollar este atributo humano para hacer valer sus aspiraciones y, por lo tanto, debe emplear la violencia para sus fines. Al hacerlo así, pierde efectivamente su propio libre albedrío porque la imposición de su voluntad lo aísla irremediablemente del resto de sus congéneres. La violencia causa un desequilibrio que debilita tanto al victimario como a la víctima. El victimario, en su aislamiento progresivo, no llega a comprender que su maldad erradica la solidaridad y que, en consecuencia, sus objetivos sólo pueden tener un éxito efímero y deleznable.
La solidaridad florece en un ambiente de lealtad y de respeto al derecho ajeno. Virtudes éstas que son ajenas a la comprensión del malvado, quien busca satisfacciones subjetivas a sus ambiciones o a sus caprichos y tiene que lograrlas mediante la deslealtad y la traición. El malvado no tiene amigos porque el fin justifica los medios y su egoísmo es una meta estrecha que sólo puede abarcar sus propias aspiraciones mezquinas.

El malvado actúa contra el libre albedrío de sus semejantes, pero no puede suprimirlo porque el libre albedrío es una condición esencial del espíritu humano. A lo sumo consigue una apariencia de sometimiento pero nunca la lealtad ni la solidaridad que llevan al triunfo de las aspiraciones humanas legítimas. Consigue a veces, a través del miedo, una situación de dependencia o vasallaje de sus víctimas que sólo puede mantener con el empleo constante de la violencia. Las víctimas, mientras se sienten invadidas por el miedo ceden a la imposición en espera de una oportunidad de librarse de ella. El miedo, sin embargo, es un sentimiento subjetivo que obedece a reacciones irracionales e instintivas. Para perder el miedo es necesario racionalizarlo y comprender que el bien siempre se impone a largo plazo porque lleva consigo las características y virtudes más enaltecedoras del espíritu humano. Es preciso comprender que el miedo instintivo es natural, pero que alimentarlo es una debilidad que anula la condición humana.

El primer gesto de quien pierde el miedo es el perdón. Una respuesta de enorme poder porque el perdón robustece al libre albedrío y es ennoblecedor. La persona que no perdona quiere hacerse justicia por sí misma o espera que otros la hagan por ella a sus instancias subjetivas. El que perdona, sin embargo, se libera de la prisión del resentimiento en la que se ha encerrado y consolida el edificio de sus principios. El que no perdona aspira a castigar y confunde la justicia con la venganza; no entiende que la justicia supone corregir o enmendar. La justicia aspira a establecer un ambiente de concordia en la sociedad porque aspira a un equilibrio consensual entre derechos y deberes.

La concordia como elemento humano tiene sus raíces en el cristianismo y en su concepto del perdón y la reconciliación. Como necesidad social ya forma parte del pensamiento de Aristóteles. Es asombrosa la claridad con que lo plantea este filósofo en los albores de la historia, cuando en su Etica a Nicómano nos enseña que la concordia política no consiste en que los ciudadanos opinen lo mismo sobre alguna cosa, y añade que “de concordia política sólo puede hablarse cuando los ciudadanos coinciden en lo que atañe al Estado, cuando persiguen respecto a él los mismos fines”. Es decir, que depende de la comunidad de propósitos y no de la obligatoria coincidencia de ideas u opiniones. Es sumamente claro también cuando llega a la conclusión de que “la concordia implica, pues, una creencia firme y común sobre quién debe mandar”. En otras palabras, que si bien es necesario delegar el mando, no puede haber estabilidad bajo un régimen dictatorial o totalitario donde predominan la violencia y la discordia.

Las divergencias de opinión son tan numerosas como individuos hay en una sociedad. Las luchas que provocan estas divergencias son muy cruentas cuando la discordia afecta íntimamente la solidaridad del edificio social. En un ambiente de discordia la sociedad deja de serlo, sencillamente se disocia, se fragmenta, se polariza, hasta convertirse en dos sociedades superpuestas dentro del ámbito de la nación. Empero, es imposible la existencia de dos sociedades en un mismo espacio social, porque se convierten en simples conatos que no pueden estructurarse plenamente y que conducen a su mutua aniquilación. Así se derrumban las dictaduras.

En consecuencia, la concordia se alcanza en un ámbito democrático y la discordia es el producto de la violencia y la tiranía. En un régimen democrático donde impere la concordia, la sociedad protege a todos los ciudadanos y cada uno de ellos acata con su obediencia la voluntad del grupo social, que a su vez toma las decisiones comunitarias con pleno respeto a los derechos y libertades de cada uno. La comunidad procede así a custodiar los derechos de cada miembro individual; y cada ciudadano, a cambio de esa misma protección, se somete a las leyes de la comunidad y delega el mando, ya que sin ese acatamiento de todos sería imposible que la protección pudiera extenderse a cada uno.

En las luchas contra las tiranías es indispensable que imperen los conceptos de la concordia y el perdón sobre la violencia y la venganza para alcanzar las metas de una sociedad libre y genuinamente democrática. Además, para enfrentar la opresión y la represión hay que perder el miedo con la íntima convicción de que los derechos y la libertad son tan inquebrantables como el libre albedrío. Triunfa inicialmente el malvado con la violencia, pero su derrota comienza inmediatamente con su aislamiento progresivo hasta el derrumbe inevitable del efímero pedestal que ha construido sobre un pueblo que poco a poco lo abandona.
Last edit: 16 Jan 2020 21:44 by Gerardo E. Martínez-Solanas.
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