El día de la instalación de la llamada Asamblea Nacional del Poder Popular en los intermedios de este evento, dos propagandistas oficiales le hacían loas al establishment: Fabio Fernández, profesor de la Facultad de Historia y Filosofía de la UH y Yamila González Ferrer, Vicepresidenta 1ra de la Unión de Juristas de Cuba. Debo reconocer que son profesionales con horas de vuelo en sus respectivas carreras, pero obviamente defendieron lo indefendible. A la luz de un elemental raciocinio es evidente lo siguiente: en Cuba no existe en propiedad un parlamento y sí un nutrido grupo de incondicionales oficialistas que hacen las veces de legisladores, no hubo elecciones a los más altos cargos, sino confirmación de rutina y unanimista de una candidatura de conveniencia al estatus quo, las élites al más alto nivel no tienen reparos con relación a su perpetuación en el poder en tanto ni siquiera se sonrojaron con esta farsa deliberada, si bien es cierto que la llamada Asamblea Nacional se parece a Cuba en tanto a composición: por el color de la piel, de género, de los diferentes segmentos de edades, ocupaciones y demás , le falta lo más importante: acoger a todo el espectro político de la nación, autonomía y poder real para influir decisivamente en los destinos del país, eso es, dicha asamblea no pasa de ser una mera figuración. En otras palabras, la vieja guardia le puso un cerrojo de máxima seguridad a la capacidad humana para ir de menos a más.
Por razones diversas Cuba arribó a la independencia decenas de años después, que el resto de las repúblicas latinoamericanas, pero la problemática que heredamos
* en el momento de comenzar nuestra andadura independiente, se pareció mucho a la que afrontaron estos pueblos hermanos, en su momento: la propensión a la emergencia de un caudillo que sustituyera el vacío monárquico, de conformidad con el orden corporativo arrastrado desde la colonia, que pasa por considerar a la nación como un organismo homogeneo y unánime; utilizar los recursos públicos a modo de botín para premiar a los obedientes y castigar a los contrarios; detrás del nuevo proyecto liberal constitucional se agazapaban, en alguna medida, las actitudes y creencias propias de la sociedad corporativa asociada al pasado colonial, entre otro males.
A pesar de lo antes descrito, nuestro país avanzó rápidamente en la senda del desarrollo al punto de colocarse entre los tres primeros de la región. Hago una apretadísima descripción de lo anterior pues los referidos propagandistas despotricaron de la Cuba de antes de 1959 de forma cursi. En todo caso, el castrismo ha desandado el fecundo camino recorrido en el breve interregno de 1902-59 (tenía como telón de fondo 400 años de colonialismo), aun cuando, no estuvo desprovisto de serios tropezones, y produjo una restauración monárquica de verde olivo, eso es, el viejo espíritu colonial subyacente todavía en los finales de la década del 50 del siglo pasado, sirvió de premisa subjetiva para el surgimiento y posterior consolidación del castrismo totalitario.
Finalmente, en este cónclave se hizo realidad lo que a todas luces se veía venir: que Miguel Díaz-Canel fuera el sucesor del General Raúl Castro como presidente del Consejo de Estado y del Consejo de Ministro, aun cuando el segundo conserva todavía una enorme cuota de poder. Por las declaraciones realizadas antes y en el discurso de toma de posesión, Díaz-Canel está bien a la izquierda del espectro político, eso es: favorece la empresa estatal socialista en detrimento de las formas no estatales de producción y en especial lo que se conoce como cuentapropismo, desaprueba la participación de los opositores pacíficos en esos simulacros de elecciones que ellos realizan a nivel de circunscripción y ni qué hablar a otros niveles más altos, subió al estrado saludando militarmente a su General de Ejército y jefe supremo, en fin aseguró llevar adelante una gestión de gobierno que le de continuidad absoluta al régimen. No por gusto fue el elegido de dedo. El único resquicio que se avizoró fue que será consecuente con un pensamiento de F. Castro, que, por tan ambiguo, puede ser usado como justificación para llevar adelante un plan de reformas.
Otro aspecto que se debe tener en cuenta es que, el Consejo de Estado constitucionalmente es un “órgano colegiado de la Asamblea Nacional del Poder Popular”, o sea que, en ausencia de un hombre fuerte como no lo es él, debe convencer a los restantes 30 integrantes para buscar aprobaciones, al no ser que R. Castro de las órdenes para que lo dejen actuar libremente. De todas formas, apuesto porque este relevo generacional sea más pragmático y realista y, en consecuencia, en determinado momento, precisado por las circunstancias, sea más abierto y tolerante. Hay un viejo refrán que dice: “una cosa piensa el borracho y otra el bodeguero”. De cualquier manera, la Oposición Democrática Cubana, tiene el imperativo moral de seguir denodadamente luchando y apostando por el cambio democrático.
* Con las reformas implementadas después de terminada la Guerra de los 10 años y la impronta que dejó la ocupación estadounidense se aminoraron un tanto.
Librado R. Linares García, Sec. General del MCR.
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