Se acabó el tiempo en Cuba ... ¡Último aviso!
- Pedro S. Campos
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Se acabó el tiempo en Cuba ... ¡Último aviso!
26 Jan 2018 23:20
A partir de herramientas muy conocidas por los universitarios cubanos de todas las ciencias sociales, se pueden identificar las grandes contradicciones por las que están atravesando la dictadura, sus cabecillas y su sistema político-económico-social, vendido como socialismo.
Según la Economía Política enseñada en las universidades cubanas, toda sociedad se compone de una base y una superestructura entre las que hay una suerte de correspondencia dialéctica, donde la base determina sobre la superestructura, pero esta, a su vez, influye sobre aquella.
La base estaría integrada por las relaciones económicas establecidas entre los seres humanos de una sociedad dada y por el nivel de desarrollo de sus fuerzas productivas, la tecnología y sus productores. La superestructura sería el conjunto de instituciones políticas, jurídicas, sociales y otras, junto a las formas de la conciencia social predominante.
En la sociedad castrista, la superestructura estaría caracterizada por la existencia de una figura central que siempre lo determinaba todo política, economía y en la sociedad en general. Una dictadura clásica discursada con vocabulario “socialista”.
El Líder de la Revolución, Comandante en Jefe y luego también, Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista y Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros definió la Constitución y sus cambios, quiénes integraban el poder ejecutivo, el legislativo y el judicial y muchas veces los ejercía los tres al mismo tiempo. En juicios significativos establecía las sentencias.
Nombraba todos los cargos importantes en el Partido, los ministerios y el Gobierno. Determinaba cómo serían la educación y la salud pública, de qué color serían los uniformes escolares y qué podía comer y vestir cada ciudadano, según una libreta de racionamiento. Definía el dinero y recursos para cada ministerio y para los planes generales que él consideraba importantes.
Cuando la JUCEPLAN, Junta Central de Planificación, copia del GOSPLAN de la URSS se interpuso en sus controles y sugería avanzar seriamente hacia una cierta descentralización, la desapareció en un discurso, con todo el Sistema de Dirección y Planificación aprobado en el 1er Congreso del PCC.
En verdad determinaba sobre vidas y haciendas de todos los cubanos.
Un conjunto de leales con prebendas, con castas, alta, media y baja en la nomenclatura burocrática, se encargaba de mantener la ejecución de sus decisiones a todos los niveles y en todas las instituciones subordinadas a ese centro.
No. No estoy describiendo un sistema feudal en el Medioevo europeo, ni una etapa de la época faraónica. Es lo que hay todavía en Cuba, creado a imagen y semejanza del difunto caudillo, por y para él mandar, quien concentró y ejerció el poder como no lo logró ningún rey ni faraón.
La base económica de esa sociedad, las relaciones de producción, propiedad, cambio, distribución y consumo, se caracterizaba por la propiedad estatal, explotada en forma parecida a la esclavitud generalizada en Mesopotamia, envuelta en forma salarial, como en el capitalismo, con montos que él decidía. La propiedad llegó en un momento al 90 % de la tierra y todas las industrias y empresas de todo tipo, grandes, medianas y pequeñas, hasta los puestos de frita.
Todos los trabajadores tenían garantizadas salud y educación a cargo del Estado paternalista, que los cuidaba y preparaba para poderlos explotar mejor, como los esclavistas con sus dotaciones.
Ese “socialismo” quedó descrito por el Apóstol en su obra La futura esclavitud (1884).
De manera que existía una especie de correspondencia entre una base económica caracterizada por relaciones de producción del tipo esclava generalizada, disfrazada en un salario espurio, y la estructura política que iba de un reinado feudal a un sistema faraónico de castas.
Según esa Economía Política, si la base o la superestructura cambiaban, la otra también debería hacerlo y, con el desarrollo de las fuerzas productivas, la tecnología y la preparación de los trabajadores y profesionales, si las relaciones de producción no cambiaban igualmente, las contradicciones entre ellas podrían llevar a convulsiones sociales.
Sin embargo, hoy, a más 10 años de la enfermedad del caudillo, del traspaso del poder al hermano-heredero y a uno de la muerte del rey-faraón, el sistema político de la superestructura con decisiones centralizadas, concebido por y para él, sigue esencialmente igual, como si nada hubiera pasado.
Eso explica, en parte, los complejos fenómenos que enfrenta hoy el castrismo, producto de su inmovilismo continuado en la era pos Castro.
También, hace más de 20 años, obligados y a regañadientes debido el desastre ocasionado por el estatalismo, se vienen realizando transformaciones en aspectos de la base económica, como las inversiones extrajeras, la economía privada y últimamente el cooperativismo no agropecuario, acelerados con la caída de la URSS, el llamado Período Especial, la disminución de la ayuda venezolana y la necesidad de abrir espacios que absorbieren el desempleo que generaría “la actualización” del modelo bajo control de Raúl y sus militares.
En esa cuerda se fue abriendo el intercambio con Occidente, especialmente las relaciones familiares con los cubanoamericanos, cerradas por decenios. Cientos de miles de cubanos empezaron a vivir de las remesas y el mercado privado de los viajantes (mulas). Las modernas técnicas de producción fueron llegando, se fue conociendo más el modo de vida estadounidense, que siempre atrajo a los cubanos, por cercanía y empatía, y empezaron los viajes fuera del país.
Entran las nuevas tecnologías de la informatización, que a pesar de todos los obstáculos, riegan información y conocimiento por todos lados.
En vida del caudillo y con su aparente desacuerdo, se inicia un acercamiento al gobierno de EEUU, para ver si “el dinero del imperialismo resolvía los problemas creados por el socialismo”, hasta que el miedo “al mal necesario” y al estímulo al reformismo ofrecido por la política de Obama, provocaron la reacción del Jefe histórico todavía vivo y comenzó de nuevo la marcha atrás, y la lucha contra “la corrupción de los privados y cooperativistas”.
Con varios movimientos en las fuerzas productivas de la base económica y en las relaciones de producción, cambio propiedad, etc., el Gobierno sigue apostando y legislando a favor a la excesiva centralización de la propiedad y la apropiación, junto a los monopolios estatales de comercio. La economía privada, cooperativa y las inversiones extranjeras están sujetas a infinidad de regulaciones que limitan su desarrollo y sin un respaldo legal que les garantice su actividad.
Otros aspectos de la conciencia y las relaciones sociales cambian, pero el modelo político de control y decisiones se mantiene. Ni el partido, ni la constitución, ni las leyes en general han sufrido un proceso de democratización que refleje los cambios reales que se producen en la base
Desde que asume el poder, Raúl acelera el control sobre el resto de las instituciones de la superestructura y de la economía. En esa carrera desesperada que inicia en 1989, con las causas contra los generales Ochoa y Abrantes, sustituye con sus guardias a miles de cuadros del Gobierno y el Partido por “perestroikos” y saca del poder a los colaboradores del hermano.
La actualización ha significado la concentración del control de los militares en el área económica de las divisas, como mismo ha pasado en lo político. Las empresas estatales y todo el mercado que funciona con moneda nacional se rige por el viejo sistema estatal ultra centralizado.
Abundaron los consejos sobre la necesidad de cambiar mecanismos, eliminar controles y monopolios, democratizar la economía y el sistema político, romper los viejos esquemas centralizadores, permitir las múltiples formas de producción que caben en el socialismo y desarrollar plenamente las libres, privadas o asociadas. Pero toda propuesta diferente es vista como “actividad enemiga”. Se arreció la represión y se amplió a otros sectores más allá de la oposición tradicional.
Raúl y su equipo han sido incapaces de ajustar la superestructura ni de facilitar los cambios necesarios en las relaciones de producción. Con sus militares se abalanzó a controlarlo todo, bajo los esquemas fidelistas. Hoy la economía cubana está en ruinas.
Ha dicho que se va del Gobierno. Pero ¿se queda tras bambalinas para dar una imagen de cambio, o entregará realmente el poder? ¿A quién deja, quién se hace cargo de esta “cabeza de caballo”, de esta retahíla de contradicciones irresueltas entre base y superestructura, entre fuerzas productivas y relaciones de producción, entre ánimos libertarios y trabajo semiesclavo, entre el atraso económico y la cantidad de técnicos y profesionales calificados, entre el oscurantismo castrista y la potente luz de Internet, junto a la encomienda de no cambiar nada de lo que debe ser cambiado?
¿No aprendieron lo que estudiaron sobre los clásicos?
Solo nuevas caras no comprometidas con tanta corrupción pueden asumir los cambios necesarios en la base y la superestructura para ponerlos en concordancia y a tono con la modernidad. De otra forma una implosión parece inevitable, como ocurrió en la URSS y en los “países socialistas”.
Se acabó el tiempo. ¡Último aviso!
Según la Economía Política enseñada en las universidades cubanas, toda sociedad se compone de una base y una superestructura entre las que hay una suerte de correspondencia dialéctica, donde la base determina sobre la superestructura, pero esta, a su vez, influye sobre aquella.
La base estaría integrada por las relaciones económicas establecidas entre los seres humanos de una sociedad dada y por el nivel de desarrollo de sus fuerzas productivas, la tecnología y sus productores. La superestructura sería el conjunto de instituciones políticas, jurídicas, sociales y otras, junto a las formas de la conciencia social predominante.
En la sociedad castrista, la superestructura estaría caracterizada por la existencia de una figura central que siempre lo determinaba todo política, economía y en la sociedad en general. Una dictadura clásica discursada con vocabulario “socialista”.
El Líder de la Revolución, Comandante en Jefe y luego también, Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista y Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros definió la Constitución y sus cambios, quiénes integraban el poder ejecutivo, el legislativo y el judicial y muchas veces los ejercía los tres al mismo tiempo. En juicios significativos establecía las sentencias.
Nombraba todos los cargos importantes en el Partido, los ministerios y el Gobierno. Determinaba cómo serían la educación y la salud pública, de qué color serían los uniformes escolares y qué podía comer y vestir cada ciudadano, según una libreta de racionamiento. Definía el dinero y recursos para cada ministerio y para los planes generales que él consideraba importantes.
Cuando la JUCEPLAN, Junta Central de Planificación, copia del GOSPLAN de la URSS se interpuso en sus controles y sugería avanzar seriamente hacia una cierta descentralización, la desapareció en un discurso, con todo el Sistema de Dirección y Planificación aprobado en el 1er Congreso del PCC.
En verdad determinaba sobre vidas y haciendas de todos los cubanos.
Un conjunto de leales con prebendas, con castas, alta, media y baja en la nomenclatura burocrática, se encargaba de mantener la ejecución de sus decisiones a todos los niveles y en todas las instituciones subordinadas a ese centro.
No. No estoy describiendo un sistema feudal en el Medioevo europeo, ni una etapa de la época faraónica. Es lo que hay todavía en Cuba, creado a imagen y semejanza del difunto caudillo, por y para él mandar, quien concentró y ejerció el poder como no lo logró ningún rey ni faraón.
La base económica de esa sociedad, las relaciones de producción, propiedad, cambio, distribución y consumo, se caracterizaba por la propiedad estatal, explotada en forma parecida a la esclavitud generalizada en Mesopotamia, envuelta en forma salarial, como en el capitalismo, con montos que él decidía. La propiedad llegó en un momento al 90 % de la tierra y todas las industrias y empresas de todo tipo, grandes, medianas y pequeñas, hasta los puestos de frita.
Todos los trabajadores tenían garantizadas salud y educación a cargo del Estado paternalista, que los cuidaba y preparaba para poderlos explotar mejor, como los esclavistas con sus dotaciones.
Ese “socialismo” quedó descrito por el Apóstol en su obra La futura esclavitud (1884).
De manera que existía una especie de correspondencia entre una base económica caracterizada por relaciones de producción del tipo esclava generalizada, disfrazada en un salario espurio, y la estructura política que iba de un reinado feudal a un sistema faraónico de castas.
Según esa Economía Política, si la base o la superestructura cambiaban, la otra también debería hacerlo y, con el desarrollo de las fuerzas productivas, la tecnología y la preparación de los trabajadores y profesionales, si las relaciones de producción no cambiaban igualmente, las contradicciones entre ellas podrían llevar a convulsiones sociales.
Sin embargo, hoy, a más 10 años de la enfermedad del caudillo, del traspaso del poder al hermano-heredero y a uno de la muerte del rey-faraón, el sistema político de la superestructura con decisiones centralizadas, concebido por y para él, sigue esencialmente igual, como si nada hubiera pasado.
Eso explica, en parte, los complejos fenómenos que enfrenta hoy el castrismo, producto de su inmovilismo continuado en la era pos Castro.
También, hace más de 20 años, obligados y a regañadientes debido el desastre ocasionado por el estatalismo, se vienen realizando transformaciones en aspectos de la base económica, como las inversiones extrajeras, la economía privada y últimamente el cooperativismo no agropecuario, acelerados con la caída de la URSS, el llamado Período Especial, la disminución de la ayuda venezolana y la necesidad de abrir espacios que absorbieren el desempleo que generaría “la actualización” del modelo bajo control de Raúl y sus militares.
En esa cuerda se fue abriendo el intercambio con Occidente, especialmente las relaciones familiares con los cubanoamericanos, cerradas por decenios. Cientos de miles de cubanos empezaron a vivir de las remesas y el mercado privado de los viajantes (mulas). Las modernas técnicas de producción fueron llegando, se fue conociendo más el modo de vida estadounidense, que siempre atrajo a los cubanos, por cercanía y empatía, y empezaron los viajes fuera del país.
Entran las nuevas tecnologías de la informatización, que a pesar de todos los obstáculos, riegan información y conocimiento por todos lados.
En vida del caudillo y con su aparente desacuerdo, se inicia un acercamiento al gobierno de EEUU, para ver si “el dinero del imperialismo resolvía los problemas creados por el socialismo”, hasta que el miedo “al mal necesario” y al estímulo al reformismo ofrecido por la política de Obama, provocaron la reacción del Jefe histórico todavía vivo y comenzó de nuevo la marcha atrás, y la lucha contra “la corrupción de los privados y cooperativistas”.
Con varios movimientos en las fuerzas productivas de la base económica y en las relaciones de producción, cambio propiedad, etc., el Gobierno sigue apostando y legislando a favor a la excesiva centralización de la propiedad y la apropiación, junto a los monopolios estatales de comercio. La economía privada, cooperativa y las inversiones extranjeras están sujetas a infinidad de regulaciones que limitan su desarrollo y sin un respaldo legal que les garantice su actividad.
Otros aspectos de la conciencia y las relaciones sociales cambian, pero el modelo político de control y decisiones se mantiene. Ni el partido, ni la constitución, ni las leyes en general han sufrido un proceso de democratización que refleje los cambios reales que se producen en la base
Desde que asume el poder, Raúl acelera el control sobre el resto de las instituciones de la superestructura y de la economía. En esa carrera desesperada que inicia en 1989, con las causas contra los generales Ochoa y Abrantes, sustituye con sus guardias a miles de cuadros del Gobierno y el Partido por “perestroikos” y saca del poder a los colaboradores del hermano.
La actualización ha significado la concentración del control de los militares en el área económica de las divisas, como mismo ha pasado en lo político. Las empresas estatales y todo el mercado que funciona con moneda nacional se rige por el viejo sistema estatal ultra centralizado.
Abundaron los consejos sobre la necesidad de cambiar mecanismos, eliminar controles y monopolios, democratizar la economía y el sistema político, romper los viejos esquemas centralizadores, permitir las múltiples formas de producción que caben en el socialismo y desarrollar plenamente las libres, privadas o asociadas. Pero toda propuesta diferente es vista como “actividad enemiga”. Se arreció la represión y se amplió a otros sectores más allá de la oposición tradicional.
Raúl y su equipo han sido incapaces de ajustar la superestructura ni de facilitar los cambios necesarios en las relaciones de producción. Con sus militares se abalanzó a controlarlo todo, bajo los esquemas fidelistas. Hoy la economía cubana está en ruinas.
Ha dicho que se va del Gobierno. Pero ¿se queda tras bambalinas para dar una imagen de cambio, o entregará realmente el poder? ¿A quién deja, quién se hace cargo de esta “cabeza de caballo”, de esta retahíla de contradicciones irresueltas entre base y superestructura, entre fuerzas productivas y relaciones de producción, entre ánimos libertarios y trabajo semiesclavo, entre el atraso económico y la cantidad de técnicos y profesionales calificados, entre el oscurantismo castrista y la potente luz de Internet, junto a la encomienda de no cambiar nada de lo que debe ser cambiado?
¿No aprendieron lo que estudiaron sobre los clásicos?
Solo nuevas caras no comprometidas con tanta corrupción pueden asumir los cambios necesarios en la base y la superestructura para ponerlos en concordancia y a tono con la modernidad. De otra forma una implosión parece inevitable, como ocurrió en la URSS y en los “países socialistas”.
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