Legados totalitarios y viejos fantasmas despiden el 2016
- Miguel Saludes
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Legados totalitarios y viejos fantasmas despiden el 2016
22 Jan 2017 20:03
El final del 2016 guarda para sus anales la muerte de dos gobernantes totalitarios del continente latinoamericano. A pocos días de concluir el año, coincidiendo en la fecha que el calendario católico dedica a los Santos Inocentes, falleció en Montevideo Gregorio Álvarez, último ex presidente de facto de la dictadura establecida en Uruguay desde 1973 a 1985. El suceso escasamente ocupó espacio en las noticias, opacado por la muerte de Fidel Castro, ocurrida apenas un mes antes. Quiso el destino que ambos sucesos necrológicos ocurrieran cuando se cumplía una década de la desaparición física del dictador chileno Augusto Pinochet, justo un 10 de diciembre fecha en la que el mundo celebra la jornada de los derechos humanos. Para cerrar este cúmulo de concurrencias fúnebres vale señalar la edad nonagenaria, casi similar, de los tres gobernantes, ninguno en el poder en el momento de su muerte.
Uno de los pocos artículos dedicados a enfocar los diez años de la muerte de Pinochet apareció en AFP bajo la firma de Paulina Abramovich. Sobre aquel suceso la periodista ofrece una doble mirada a la distancia del tiempo. Por un lado se detiene en el desvanecimiento de la figura del General golpista en un aniversario redondo donde no hubo homenajes públicos por parte de sus seguidores. Solo una misa organizada por la fundación que lleva su nombre, donde se contaron un centenar de personas. El dato se contrasta en el artículo con el de los más de 50 mil participantes que estuvieron en la despedida póstuma del dictador.
El extremo contemplativo de esta realidad se dirige al polémico aspecto del legado pinochetista. De manera paradójica, mientras la figura histórica que protagonizara el golpe del 11 de septiembre se va diluyendo en la memoria de la gente, no ocurre lo mismo con la herencia económica y política que dejó su mandato. “Pinochet, después de 10 años de su muerte, ha ido desapareciendo de la escena pública en tanto personaje, en tanto biografía, en tanto quien comandó una dictadura durante 17 años, no así su legado y su herencia", explica a la AFP Manuel Garate, historiador y politólogo de la Universidad Alberto Hurtado.
Es así como a 26 años del fin de la dictadura de Pinochet en Chile subsiste el sistema de libre mercado que él instauró, la Constitución que dictó en 1980 y el modelo de sistema educativo en conflicto. Resulta llamativo el señalamiento recogido en el artículo en la voz del historiador Garate sobre la contradicción de una sociedad que rechaza y olvida al dictador, pero que se ha acostumbrada a vivir bajo el modelo que él implantara.
Teniendo en cuenta lo pernicioso que pudieran resultar los legados que dejan aquellos que se destacan en la historia por su manera de gobernar implacable, merece mencionar dos hechos relacionados con el patrimonio legado por sendas figuras relevantes del siglo pasado, cuya impronta marcó la historia desde puntos contrapuestos. Precisamente en el año que concluía con la noticia de la muerte de Fidel Castro, desde Europa llegaban notas donde retornaban con fuerza los recuerdos de Hitler y Stalin.
Desde Alemania destaca el inesperado éxito editorial del libro paradigmático en el que el Führer expuso sus motivaciones para la cruzada nazi. La re edición de Mi Lucha (Mein Kampf) en versión crítica, con anotaciones explicativas, se ha convertido en best seller llegando a contabilizar 85 mil ejemplares vendidos a precio nada módico de 62 dólares. El éxito no debería ser preocupante asumiendo que la libre exposición a lectura resulta siempre la opción preferible a una prohibición. Se dice que en la misma Alemania donde la apología hacia cualquier objeto nazi está vetada, incluyendo la que se refiere a la persona de su líder máximo, el libro de referencia siempre ha estado accesible en bibliotecas y a la venta por libreros viejos. Precisamente por esa vía pude adquirirlo en Cuba al increíble precio de cinco pesos cubanos a mediados de los ochenta. Un texto que no hace ningún daño cuando existen en el lector o en la sociedad donde se lee, equilibrio emocional y cultural, con bases fuertes de civismo y moral. Aspectos que parecen estar fallando en los actuales giros que sufren las sociedades occidentales con el resurgimiento de nacionalismos, movimientos ultras, sentimientos xenofóbicos, racistas y radicales, incluyendo la proliferación de organizaciones políticas que no ocultan su trasfondo fascista. Un escenario preocupante en el que la re edición de Mi Lucha supera expectativas de venta aunque se alegue que el volumen venga con anotaciones explicativas en busca de evitar equívocos.
También en diciembre, no muy lejos de Moscú, coincidiendo con el 131 aniversario del natalicio de Stalin un 21 de diciembre, ha sido erigido el museo dedicado al dictador comunista que sembró el terror rojo en la Unión Soviética y poco después en los países colocados a su orbita tras finalizar la Segunda Guerra Mundial. El hecho se enmarca en los esfuerzos para conservar el legado del líder soviético, poniendo de relieve aquellas acciones que destacan su carácter patriota y nacionalista, el defensor de los postulados de la clase obrera, bastión contra la extensión del fascista. En fin el paladín que puso a las hordas nazis de rodillas en los mismos umbrales de sus cubiles en Berlín. Las estadísticas indican como la visión negativa de Stalin entre los rusos no para de caer, desde el 43% en 2001 al 20% en la actualidad, según datos publicados en la prensa. En este caso, sin quitar méritos donde los haya, se trata de la recuperación de una figura histórica en un momento en que su legado cae en terreno fértil entre aquellos que añoran los tiempos estalinistas. Unos, que vivieron aquella etapa, desengañados por tantos errores y mentiras buscan en el pasado la gloria que les dio sustento y fuerzas para luchar. Los más, que apenas saben de esa historia por los libros, se identifican con ella alimentados en una forma de egolatría falsa de dignidad patria, nacionalismo ofendido y reclamo del reconocimiento debido como nación fuerte, que se levanta en defensa y protección de los valores en peligro en un mundo occidental que parece fallido.
Vale hacer la lectura de todos esos factores que apuntan al peligroso resurgimiento combinado de estalinismo y fascismo desde un legado lleno de medias verdades y falsedades completas. Legados de los que ninguna sociedad estará protegida mientras no se exorcicen los fantasmas que se desvanecen con el tiempo pero que terminan por resucitar gracias a los que con sus malas obras reconstruyen pasados que nunca deberían repetirse.
Uno de los pocos artículos dedicados a enfocar los diez años de la muerte de Pinochet apareció en AFP bajo la firma de Paulina Abramovich. Sobre aquel suceso la periodista ofrece una doble mirada a la distancia del tiempo. Por un lado se detiene en el desvanecimiento de la figura del General golpista en un aniversario redondo donde no hubo homenajes públicos por parte de sus seguidores. Solo una misa organizada por la fundación que lleva su nombre, donde se contaron un centenar de personas. El dato se contrasta en el artículo con el de los más de 50 mil participantes que estuvieron en la despedida póstuma del dictador.
El extremo contemplativo de esta realidad se dirige al polémico aspecto del legado pinochetista. De manera paradójica, mientras la figura histórica que protagonizara el golpe del 11 de septiembre se va diluyendo en la memoria de la gente, no ocurre lo mismo con la herencia económica y política que dejó su mandato. “Pinochet, después de 10 años de su muerte, ha ido desapareciendo de la escena pública en tanto personaje, en tanto biografía, en tanto quien comandó una dictadura durante 17 años, no así su legado y su herencia", explica a la AFP Manuel Garate, historiador y politólogo de la Universidad Alberto Hurtado.
Es así como a 26 años del fin de la dictadura de Pinochet en Chile subsiste el sistema de libre mercado que él instauró, la Constitución que dictó en 1980 y el modelo de sistema educativo en conflicto. Resulta llamativo el señalamiento recogido en el artículo en la voz del historiador Garate sobre la contradicción de una sociedad que rechaza y olvida al dictador, pero que se ha acostumbrada a vivir bajo el modelo que él implantara.
Teniendo en cuenta lo pernicioso que pudieran resultar los legados que dejan aquellos que se destacan en la historia por su manera de gobernar implacable, merece mencionar dos hechos relacionados con el patrimonio legado por sendas figuras relevantes del siglo pasado, cuya impronta marcó la historia desde puntos contrapuestos. Precisamente en el año que concluía con la noticia de la muerte de Fidel Castro, desde Europa llegaban notas donde retornaban con fuerza los recuerdos de Hitler y Stalin.
Desde Alemania destaca el inesperado éxito editorial del libro paradigmático en el que el Führer expuso sus motivaciones para la cruzada nazi. La re edición de Mi Lucha (Mein Kampf) en versión crítica, con anotaciones explicativas, se ha convertido en best seller llegando a contabilizar 85 mil ejemplares vendidos a precio nada módico de 62 dólares. El éxito no debería ser preocupante asumiendo que la libre exposición a lectura resulta siempre la opción preferible a una prohibición. Se dice que en la misma Alemania donde la apología hacia cualquier objeto nazi está vetada, incluyendo la que se refiere a la persona de su líder máximo, el libro de referencia siempre ha estado accesible en bibliotecas y a la venta por libreros viejos. Precisamente por esa vía pude adquirirlo en Cuba al increíble precio de cinco pesos cubanos a mediados de los ochenta. Un texto que no hace ningún daño cuando existen en el lector o en la sociedad donde se lee, equilibrio emocional y cultural, con bases fuertes de civismo y moral. Aspectos que parecen estar fallando en los actuales giros que sufren las sociedades occidentales con el resurgimiento de nacionalismos, movimientos ultras, sentimientos xenofóbicos, racistas y radicales, incluyendo la proliferación de organizaciones políticas que no ocultan su trasfondo fascista. Un escenario preocupante en el que la re edición de Mi Lucha supera expectativas de venta aunque se alegue que el volumen venga con anotaciones explicativas en busca de evitar equívocos.
También en diciembre, no muy lejos de Moscú, coincidiendo con el 131 aniversario del natalicio de Stalin un 21 de diciembre, ha sido erigido el museo dedicado al dictador comunista que sembró el terror rojo en la Unión Soviética y poco después en los países colocados a su orbita tras finalizar la Segunda Guerra Mundial. El hecho se enmarca en los esfuerzos para conservar el legado del líder soviético, poniendo de relieve aquellas acciones que destacan su carácter patriota y nacionalista, el defensor de los postulados de la clase obrera, bastión contra la extensión del fascista. En fin el paladín que puso a las hordas nazis de rodillas en los mismos umbrales de sus cubiles en Berlín. Las estadísticas indican como la visión negativa de Stalin entre los rusos no para de caer, desde el 43% en 2001 al 20% en la actualidad, según datos publicados en la prensa. En este caso, sin quitar méritos donde los haya, se trata de la recuperación de una figura histórica en un momento en que su legado cae en terreno fértil entre aquellos que añoran los tiempos estalinistas. Unos, que vivieron aquella etapa, desengañados por tantos errores y mentiras buscan en el pasado la gloria que les dio sustento y fuerzas para luchar. Los más, que apenas saben de esa historia por los libros, se identifican con ella alimentados en una forma de egolatría falsa de dignidad patria, nacionalismo ofendido y reclamo del reconocimiento debido como nación fuerte, que se levanta en defensa y protección de los valores en peligro en un mundo occidental que parece fallido.
Vale hacer la lectura de todos esos factores que apuntan al peligroso resurgimiento combinado de estalinismo y fascismo desde un legado lleno de medias verdades y falsedades completas. Legados de los que ninguna sociedad estará protegida mientras no se exorcicen los fantasmas que se desvanecen con el tiempo pero que terminan por resucitar gracias a los que con sus malas obras reconstruyen pasados que nunca deberían repetirse.
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