UN CONEJO ESPANTÓ A LA PALOMA (SANTOS ENGAÑA A LOS COLOMBIANOS)
- Darío Acevedo Carmona
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UN CONEJO ESPANTÓ A LA PALOMA (SANTOS ENGAÑA A LOS COLOMBIANOS)
19 Dec 2016 02:40
En columnas recientes y opiniones vía twitter había advertido que el Gobierno Santos estaba jugando doble en la renegociación del acuerdo de paz luego de la derrota del SÍ.
Por un lado envió a Humberto de la Calle, Sergio Jaramillo y uno que otro ministro a reunirse con los voceros del NO. Estos últimos se habían ceñido a la idea de buscar un Gran Pacto Nacional para llevar a la mesa de La Habana las propuestas de quienes salieron vencedores en el plebiscito.
Por otra parte, varios ministros del Gobierno Nacional como el del Interior, la Canciller y Defensa concedían a los Medios declaraciones acosadoras y minimizantes sobre la renegociación del Acuerdo que días antes del plebiscito habían declarado “inmodificable”. A nivel diplomático, el presidente Santos inició una ofensiva visitando a varios gobiernos y haciendo gestiones con diversas autoridades y organismos multilaterales para reconstruir la perdida confianza en su propuesta de paz.
La mesa entre delegados del Gobierno Nacional, por el SÍ, y los diversos voceros del NO, inició trabajos al superarse la pretensión oficial de dividir a estos con invitaciones a Palacio a cada sector. Se estableció una metodología que tenía el propósito de actuar unificadamente en la defensa de propuestas a llevar a La Habana y en compartir de ida y vuelta los resultados de esas conversaciones.
El presidente Santos manifestó en varias ocasiones la urgencia de firmar un nuevo acuerdo introduciendo un elemento de perturbación y afectando el espíritu de construcción del mismo que se había instalado en la mesa de Bogotá. Sectores del SÍ entre ellos grupos de izquierda, ONGs cercanas a estos, partidos de la Unidad Nacional y el propio gobierno terminaron instrumentalizando iniciales movilizaciones espontáneas por la paz en favor de una firma express de la misma.
Mientras los voceros del NO continuaban trabajando de buena fe, el Presidente, sin que nadie se lo demandara, denigró del resultado del plebiscito en el parlamento inglés, dando señales de su doble juego.
A todas estas, dos acontecimientos acrecentaron los afanes de Santos: la sorprendente elección de Trump a la presidencia de los Estados Unidos, contra la que él se había manifestado, ya que podría dar al traste con el apoyo incondicional de la Casa Blanca a las concesiones a las FARC. Así mismo, la salida al aire del escándalo del Hacker y de la infiltración oficial de espías en la campaña de Óscar Iván Zuluaga que apuntan a que el triunfo de Santos en 2014 fue producto de una estratagema cuyas novedades empiezan a salir a flote.
¿Qué otra cosa puede explicar que el Gobierno haya dejado de jugar a varias cartas para optar por el engaño monstruoso que precipitó el fin de semana pasado? Estaba lejos la fecha del 31 de diciembre como límite para el cese bilateral de hostilidades. Las comisiones del SÍ y del NO mantenían un buen clima de discusión, se hablaba de avances importantes y se estaba a la espera de nuevas consultas.
De pronto, el exministro de Justicia, Yesid Reyes, en entrevista a un diario español hizo declaraciones que pusieron los pelos de punta, manifestó que no sería necesario una refrendación vía plebiscito del nuevo acuerdo. Dos días después, sábado 12 de noviembre, a un mes de recibir el nobel en Oslo, Santos busca sorpresivamente al expresidente Uribe para darle “la gran noticia” del nuevo acuerdo. El expresidente le plantea no darlo por definitivo hasta tanto no haber estudiado el contenido con los representantes del NO.
Horas más tarde y sin que el texto hubiera sido redactado totalmente, el Presidente habló por televisión sin atender el pedido de Uribe. Ya había procedido igual varias veces dando noticias de asuntos no ocurridos o inconclusos. Insistía en su estilo de impactar a la opinión con los hechos cumplidos. Al día siguiente, Humberto de la Calle, experto en dar a entender lo inentendible y en hacer ver lo que no existe, redondeó el oso enseñando en un video cómo se trabajaba aún, arduamente “en el ensamblaje de todos los puntos”.
Vinieron luego las declaraciones, al unísono, de ministros afanados por dejar algo para la historia, Cristo, Villegas, el astuto Presidente, el indudable Iván Cepeda, Iván Márquez y Leyva Durán el vocero que no sabemos si tendrá que desmovilizarse en razón de sus servicios prestados a una banda criminal, que recitaban de modo terminante: “esta es la versión final, no hay marcha atrás, no habrá más negociaciones, aquí se cierra todo, no habrá consultas con los del NO”.
El expresidente Pastrana hizo un buen retrato de la situación: “expidieron un decreto”, agregaría yo, un ultimátum dictatorial. Dejaron plantados a los voceros del NO, con la única opción, como antes del plebiscito, de adherir o plegarse. Se pasaron por la faja la idea de Pacto Nacional, se quieren burlar de la ciudadanía que los derrotó al optar por una refrendación por la vía de un Congreso emasculado, untado de mermelada y temeroso de llegar manivacíos a las elecciones de 2018.
Sabemos que en su infinito cinismo pueden burlarse de la democracia y humillar a la población para que Santos reciba su Nobel a costa de entregar el país en un acuerdo tan humillante como el derrotado el 2 de octubre. Ese y no la paz es el afán de cerrar cualquier posibilidad de un Acuerdo Nacional.
Coda: El conejo que ahuyenta a la paloma es una caricatura del genial Osuna en elespectador.com de noviembre 6.
Darío Acevedo Carmona, 21 de noviembre de 2016
Por un lado envió a Humberto de la Calle, Sergio Jaramillo y uno que otro ministro a reunirse con los voceros del NO. Estos últimos se habían ceñido a la idea de buscar un Gran Pacto Nacional para llevar a la mesa de La Habana las propuestas de quienes salieron vencedores en el plebiscito.
Por otra parte, varios ministros del Gobierno Nacional como el del Interior, la Canciller y Defensa concedían a los Medios declaraciones acosadoras y minimizantes sobre la renegociación del Acuerdo que días antes del plebiscito habían declarado “inmodificable”. A nivel diplomático, el presidente Santos inició una ofensiva visitando a varios gobiernos y haciendo gestiones con diversas autoridades y organismos multilaterales para reconstruir la perdida confianza en su propuesta de paz.
La mesa entre delegados del Gobierno Nacional, por el SÍ, y los diversos voceros del NO, inició trabajos al superarse la pretensión oficial de dividir a estos con invitaciones a Palacio a cada sector. Se estableció una metodología que tenía el propósito de actuar unificadamente en la defensa de propuestas a llevar a La Habana y en compartir de ida y vuelta los resultados de esas conversaciones.
El presidente Santos manifestó en varias ocasiones la urgencia de firmar un nuevo acuerdo introduciendo un elemento de perturbación y afectando el espíritu de construcción del mismo que se había instalado en la mesa de Bogotá. Sectores del SÍ entre ellos grupos de izquierda, ONGs cercanas a estos, partidos de la Unidad Nacional y el propio gobierno terminaron instrumentalizando iniciales movilizaciones espontáneas por la paz en favor de una firma express de la misma.
Mientras los voceros del NO continuaban trabajando de buena fe, el Presidente, sin que nadie se lo demandara, denigró del resultado del plebiscito en el parlamento inglés, dando señales de su doble juego.
A todas estas, dos acontecimientos acrecentaron los afanes de Santos: la sorprendente elección de Trump a la presidencia de los Estados Unidos, contra la que él se había manifestado, ya que podría dar al traste con el apoyo incondicional de la Casa Blanca a las concesiones a las FARC. Así mismo, la salida al aire del escándalo del Hacker y de la infiltración oficial de espías en la campaña de Óscar Iván Zuluaga que apuntan a que el triunfo de Santos en 2014 fue producto de una estratagema cuyas novedades empiezan a salir a flote.
¿Qué otra cosa puede explicar que el Gobierno haya dejado de jugar a varias cartas para optar por el engaño monstruoso que precipitó el fin de semana pasado? Estaba lejos la fecha del 31 de diciembre como límite para el cese bilateral de hostilidades. Las comisiones del SÍ y del NO mantenían un buen clima de discusión, se hablaba de avances importantes y se estaba a la espera de nuevas consultas.
De pronto, el exministro de Justicia, Yesid Reyes, en entrevista a un diario español hizo declaraciones que pusieron los pelos de punta, manifestó que no sería necesario una refrendación vía plebiscito del nuevo acuerdo. Dos días después, sábado 12 de noviembre, a un mes de recibir el nobel en Oslo, Santos busca sorpresivamente al expresidente Uribe para darle “la gran noticia” del nuevo acuerdo. El expresidente le plantea no darlo por definitivo hasta tanto no haber estudiado el contenido con los representantes del NO.
Horas más tarde y sin que el texto hubiera sido redactado totalmente, el Presidente habló por televisión sin atender el pedido de Uribe. Ya había procedido igual varias veces dando noticias de asuntos no ocurridos o inconclusos. Insistía en su estilo de impactar a la opinión con los hechos cumplidos. Al día siguiente, Humberto de la Calle, experto en dar a entender lo inentendible y en hacer ver lo que no existe, redondeó el oso enseñando en un video cómo se trabajaba aún, arduamente “en el ensamblaje de todos los puntos”.
Vinieron luego las declaraciones, al unísono, de ministros afanados por dejar algo para la historia, Cristo, Villegas, el astuto Presidente, el indudable Iván Cepeda, Iván Márquez y Leyva Durán el vocero que no sabemos si tendrá que desmovilizarse en razón de sus servicios prestados a una banda criminal, que recitaban de modo terminante: “esta es la versión final, no hay marcha atrás, no habrá más negociaciones, aquí se cierra todo, no habrá consultas con los del NO”.
El expresidente Pastrana hizo un buen retrato de la situación: “expidieron un decreto”, agregaría yo, un ultimátum dictatorial. Dejaron plantados a los voceros del NO, con la única opción, como antes del plebiscito, de adherir o plegarse. Se pasaron por la faja la idea de Pacto Nacional, se quieren burlar de la ciudadanía que los derrotó al optar por una refrendación por la vía de un Congreso emasculado, untado de mermelada y temeroso de llegar manivacíos a las elecciones de 2018.
Sabemos que en su infinito cinismo pueden burlarse de la democracia y humillar a la población para que Santos reciba su Nobel a costa de entregar el país en un acuerdo tan humillante como el derrotado el 2 de octubre. Ese y no la paz es el afán de cerrar cualquier posibilidad de un Acuerdo Nacional.
Coda: El conejo que ahuyenta a la paloma es una caricatura del genial Osuna en elespectador.com de noviembre 6.
Darío Acevedo Carmona, 21 de noviembre de 2016
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