La revolución cubana se acabó hace cinco décadas

  • Ariel Hidalgo
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La revolución cubana se acabó hace cinco décadas

16 Dec 2016 23:14
#9705
El próximo 1º de enero se cumplirán en Cuba 57 años… ¿de qué?… digamos que de un proceso al que casi todo el mundo llama “revolución”, algo que ha durado seis décadas y que ahora, según muchos creen, terminará con la desaparición de su máximo líder. A quienes se han opuesto a ese régimen se les llama “contrarrevolucionarios” y lo curioso es que muchos de esos opositores han aceptado para sí mismos ese calificativo. Incluso, cuando hoy se habla de transformar radicalmente el orden social actualmente vigente, se menciona sólo la palabra “cambios”. Casi nadie se atreve a calificar esos cambios con el término “revolución”, porque para muchos cubanos se ha convertido en una mala palabra y se la deja sólo para denominar al régimen que quieren hacer desaparecer.
Pero el concepto se aplica a un proceso de cambios profundos que alteran la esencia del status quo, a diferencia de la reforma, que se entiende como un cambio de formas, un reordenamiento, un conjunto de modificaciones que no alteran esa esencia. ¿Se están produciendo esos cambios profundos en la Cuba actual? Para nada. En cincuenta años sólo ha habido reformas, como la que se hizo en los 90 durante el período especial y como la que ha realizado Raúl Castro desde que asumiera los dos cargos más importantes del país, la presidencia y la Secretaría General del Partido.

El cambio revolucionario se realizó desde 1959 en que se empieza el proceso de intervenciones de las grandes propiedades, empezando por la Reforma Agraria, hasta 1968 en que se lleva a cabo lo que se calificó de “ofensiva revolucionaria”, la intervención de las pequeñas propiedades. ¿A quiénes? Se decía que a la “pequeña burguesía”. En realidad se estaba despojando de sus modestos medios laborales a los trabajadores independientes. Porque para los dirigentes del nuevo Estado la independencia era un pecado. Todo en el país tenía que estar controlado. Y ahí terminó la revolución.

¿Qué hubo después? Pues un Estado monopolizador de todas las riquezas del país, necesitado, por tanto, de una casta burocrática que por su exorbitante poder, se convirtió en una nueva clase social dominante y corrupta. Ese centralismo monopolista de Estado no tiene nada que ver con revolución alguna, salvo que fue el resultado final de una revolución traicionada por los líderes que sobrevivieron a la lucha insurreccional. En consecuencia, si hoy hubiera que calificar a algunos de contrarrevolucionarios no sería exactamente a los opositores sino a los responsables de haber desviado el rumbo de aquel proceso desde posiciones de poder hacia un régimen de control absoluto de la sociedad y de todas las riquezas. ¿Cómo se llama esto? Sólo tiene un nombre: totalitarismo. ¿Y cómo se llama a la prolongación indefinida del poder de unos pocos? Pues dictadura vitalicia.

Así que, llamando a las cosas por su nombre, los cambios que deben hacer los opositores, aunque no les guste la palabra, es una revolución, la cual no tiene que ser necesariamente violenta, pues tomando por guía las lecciones de la historia, la violencia siempre termina generando una tiranía peor que aquella contra la cual se violentó. Y nuestra historia es la más ejemplarizante, empezando por las guerras independentistas que llevaron a dos intervenciones extranjeras y a guerras fratricidas entre liberales y conservadores. Toda violencia ejercida contra un presidente autoritario conducía ineludiblemente a otra dictadura más férrea hasta llegar al punto en que nos encontramos hoy. Una patria de paz y concordia no se funda sobre los puntales de los patíbulos ni el fuego devorador de las guerras. Como diría clarividentemente José Martí de los revolucionarios rusos que luchaban entonces contra el zarismo, “el acero de acicate no sirve para martillo fundador”. Un dictador no manda sin alguien que obedezca. Si el que obedece deja de obedecer, el que manda deja de mandar.

¿Y qué orden debe establecer esa revolución? Pues la de un estado de satisfacción plena de los derechos de todos los ciudadanos, humanista, democrática y participativa. Los que fuimos insultados con el calificativo de “gusanos” por oponernos a ese régimen –el mismo insulto que los nazis dirigían a los judíos: “¡Que se vayan los gusanos!”, gritaban–, no podemos hacer otra revolución sino es del material que estos laboriosos animalitos tejían: de seda.

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